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Gil-Robles, el español criado en el exilio de Estoril que entendió el corazón de Europa
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1935 - 2023

Gil-Robles, el español criado en el exilio de Estoril que entendió el corazón de Europa

Eurodiputado desde 1989 hasta 2004, presidente de la Eurocámara entre 1997 y 1999, para él Europa no fue un cementerio de elefantes, un retiro dorado, sino el escenario central de su actividad política

Foto: Gil-Robles en el Parlamento Europeo. (Parlamento Europeo)
Gil-Robles en el Parlamento Europeo. (Parlamento Europeo)

La visión de Europa de José María Gil-Robles y Gil-Delgado (Madrid, 1935-2023) estuvo profundamente marcada por una educación en el exilio. Nació en España pero vivió en Portugal hasta que cumplió la mayoría de edad. Esa doble educación, española y portuguesa, con un ojo puesto en España y el otro en el exilio que era su hogar, la figura de su padre y la aspiración europea marcaron su visión y su vida política. Eurodiputado desde 1989 hasta 2004, presidente de la Eurocámara entre 1997 y 1999, para él Europa no fue un cementerio de elefantes, un retiro dorado, sino el escenario central de su actividad política. Este pasado lunes 13 de febrero Gil-Robles falleció en Madrid, consagrado como una de las principales figuras del europeísmo español.

La infancia de Gil-Robles y Gil-Delgado fue, aseguraba, feliz. Eran días espesos en Estoril donde al poco de llegar su familia empezaron a llegar también otras que huían de los efectos de la Segunda Guerra Mundial. Allí, jugando con chavales cuyos padres se encontraban en lados opuestos del conflicto europeo, mundial, el joven José María aprendió a tratar los asuntos nacionales con una delicadeza que nadie le había explicado, pero que él había captado que era necesaria. También en Estoril, donde llegó con poco más de un año, aprendió al mismo tiempo el español y el portugués, vivió una educación estricta, se educó en el latín y el griego y en la cultura jesuita. La educación en el exilio siempre fue un tema recurrente para él.

placeholder Gil-Robles durante una exposición fotográfica. (EFE)
Gil-Robles durante una exposición fotográfica. (EFE)

Su primer contacto con Europa, más allá de esa vida en Estoril, fue a través de su padre. José María Gil-Robles Quiñones es conocido por haber sido ministro de la Guerra en 1935 durante la II República, líder de la CEDA, un agitador antes de la guerra civil y por haber ayudado a los golpistas desde el extranjero. Después, entró en el gabinete privado del conde de Barcelona, don Juan de Borbón, y conspiró para el establecimiento de una monarquía parlamentaria. Pero era, además, cada vez más, europeísta. En 1948 fue invitado al Congreso de La Haya, uno de los eventos fundamentales en los orígenes de la construcción europea.

Pero el padre de José María no pudo acudir. Portugal, entonces también una dictadura bajo el mando de Salazar, le advirtió de que si viajaba a La Haya no podría volver. Era una recomendación de Franco a su homólogo luso. "En ese momento yo tenía 13 años, así que para alguien que es un niño pequeño es un gran acontecimiento. Preguntas y recibes explicaciones. Fue la primera explicación sobre la Unión Europea que recibí, y eso te marca para siempre", explicó en 2016 durante una entrevista que realizó para los archivos históricos del Instituto Europeo de Florencia. En 1998, cincuenta años después, Gil-Robles hijo dio en La Haya el discurso que su padre no pudo hacer.

Otra experiencia fue importante en su concepción de Europa. Poco después del final de la Segunda Guerra Mundial la familia Gil-Robles sí que pudo hacer un viaje por el continente, y visitaron Francia y Suiza. En territorio francés las estaciones de tren estaban en un estado deplorable, destruidas. Los trenes llegaban con retraso cuando lo conseguían. Sin embargo, en Suiza, con un estado con diversas lenguas y distintas religiones, la escena era completamente diferente. Esa idea de unidad en la diversidad marcaría profundamente a Gil-Robles hijo.

Foto: Isabel II, Alfonso XIII y Juan Carlos I.

En 1953 la familia volvió a España, y fue entonces cuando el todavía joven José María empezó a entrar en contacto con el movimiento europeísta. En Salamanca, donde estudió sus tres últimos años de derecho después de estudiar los dos primeros en Deusto, entró en contacto con los círculos de Enrique Tierno Galván, que organizaba un seminario europeo, y allí también trató con Raúl Morodo (cofundador con Tierno Galván del Partido Socialista Popular) y otros políticos relevantes de la Transición.

Pero su primer contacto real fue a través de los ciclos europeos que el escritor y pensador bilbaíno José Miguel de Azaola organizaba en el Ateneo de Madrid. Entró también en contacto con la Asociación Española de Cooperación Europea, creada en 1954 y que sería años después el origen del Consejo Federal Español del Movimiento Europeo. Así que desde 1955 el joven José María estaba ya en los círculos europeístas españoles. En 1959 se convirtió en Letrado de las Cortes tras una oposición de once meses. "Yo seguí la unificación europea apasionadamente", explicó en 2018 el expresidente en otra de las entrevistas del archivo histórico de Florencia.

placeholder Manifestantes profranquistas contra el 'Contubernio de Múnich'. (EFE)
Manifestantes profranquistas contra el 'Contubernio de Múnich'. (EFE)

Otro acontecimiento relacionado con su padre y el movimiento europeo le marcaría ya en su temprana edad adulta. En 1962, nueve años después de volver a España, su padre fue expulsado de nuevo del país y del círculo del conde de Barcelona por participar en el IV Congreso del Movimiento Europeo que se celebró en Múnich, lo que el diario franquista Arriba calificó como "el contubernio de Múnich". Allí, bajo la dirección del español Salvador de Madariaga, toda la oposición democrática española, salvo el Partido Comunista, se vio reunida. "Hoy ha terminado la Guerra Civil", se atrevió a decir Madariaga al concluir una reunión en la que los más de cien políticos españoles allí reunidos votaron que solamente una democracia podía formar parte del proyecto europeo. Franco encolerizó. La oposición había empezado a moverse de nuevo, y lo había hecho bajo la bandera del federalismo europeo.

Todo lo ocurrido en Múnich también marcó a Gil-Robles hijo, que siempre tuvo claro que la lucha por el europeísmo y por la democracia iban de la mano. Ambas cosas caminaban juntas. Una sin la otra eran imposibles, ese era el mensaje central del llamado Contubernio de Múnich, eso era lo que a Franco le había hecho hervir la sangre y lo que sigue estando, en gran parte, en el corazón de una parte del europeísmo español: una garantía ante nosotros mismos.

Foto: Exposición del del 50 aniversario del Contubernio de Múnich. (EFE/J.J. Guillén) Opinión
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Llegada a la política

Hasta el inicio de su actividad política, Gil-Robles hijo fue, además de letrado de las Cortes y abogado, profesor de Derecho Político en la Universidad Complutense de Madrid y también empezó a escribir en "Cuadernos para el diálogo", que contaba con una seña europeísta importante. Participó en el partido Democracia Social Cristiana de su padre ya en esos años sesenta, una formación muy conectada con Europa: recibía financiación de la Fundación Adenauer alemana y tenía muchas conexiones con la Democracia Cristiana italiana. Después de la DSD fundó la Federación Popular Democrática, que más tarde se fusionaría con la Izquierda Democrática del fundador de "Cuadernos para el diálogo" en la Federación de la Democracia Cristiana. La fórmula fracasó estrepitosamente en las primeras elecciones de 1977.

Pero esos años habían ayudado a Gil-Robles a tejer toda una serie de relaciones. Era un hombre europeo, en todos los sentidos, también en el de sus amistades. Hasta su muerte en 2013, el antiguo presidente del Parlamento Europeo mantuvo una estrecha relación con el histórico dirigente de la Democracia Cristiana italiano Emilio Colombo, primer ministro entre 1970 y 1972 y, como él, presidente del Parlamento Europeo entre el 1977 y el 1979. Sentía admiración por Aldo Moro y, siendo mucho más joven, trataba con dirigentes históricos del DC como Arnaldo Forlani o Giulio Andreotti, ambos primeros ministros italianos.

Tras el fracaso de la Federación de la Democracia Cristiana Gil-Robles se alejó de la política, aunque siguió en los círculos del Partido Demócrata Popular, que formaría parte después de Alianza Popular. En 1989 logró su escaño en el Parlamento Europeo acudiendo en las listas del recién refundado Partido Popular. Lo hizo porque Marcelino Oreja, un amigo de su juventud y que encabezaba la lista, le prometió que se enmarcarían en el grupo de la Eurocámara del Partido Popular Europeo (PPE). Al lograr su escaño, Gil-Robles había encontrado su doble hogar: la Eurocámara y la familia democristiana europea. Pero no era un mundo para nada nuevo para él. "Cuando llegué al Parlamento Europeo ya tenía 30 años de experiencia parlamentaria, en sus pasillos, primero en un parlamento no democrático durante unos veinte años y otros 14 en un parlamento democrático", explicó en otra de las entrevistas del archivo histórico.

placeholder Gil-Robles lee la prensa antes de una votación en la Eurocámara. (Parlamento Europeo)
Gil-Robles lee la prensa antes de una votación en la Eurocámara. (Parlamento Europeo)

En 1991 el PP español se decidió a entrar formalmente en el PPE. Ya formaba parte del grupo en la Eurocámara pero no así del partido europeo, donde todavía había sectores que presentaban resistencias a su inclusión. Fue entonces cuando el futuro presidente del Gobierno, José María Aznar, convenció a Gil-Robles, que hasta entonces había permanecido como independiente, de que se afiliara al Partido Popular español. "Un año después (de ingresar en la Eurocámara) un día Aznar me dijo: "Ahora que estás en el Partido Popular Europeo y vamos a entrar en el PPE, vamos a pedir entrar en eso en algún momento, ¿por qué no te afilias?". Dije: "Bueno, es lógico", y me afilié al Partido Popular", explicaba en una entrevista de 2016. Sus prioridades quedaban claras: él era un demócrata cristiano europeo primero, y solamente si el PP español se enmarcaba por completo en esa corriente estaba dispuesto a formar parte de él.

Entonces, en abril de 1997, llegó la elección como presidente del Parlamento Europeo. Era el segundo presidente español, después de Enrique Barón Crespo. Eso le puso en primera línea de la política europea. En octubre de ese año se cerraría el Tratado de Ámsterdam y Gil-Crespo estuvo muy implicado en la negociación. Era política europea de altos vuelos. En los meses previos al cierre de la negociación visitó a seis jefes de Estado y de Gobierno. Fueron tiempos de mucho aprendizaje sobre las dinámicas de negociación, las alianzas entre la presidencia rotatoria, la Eurocámara y la Comisión. Más allá de la negociación del Tratado de Ámsterdam charló con gigantes europeos como Helmut Kohl. Eso elevó y convirtió a Gil-Robles en una figura europea, un gran interpretador de la política europea y comunitaria, del gran tablero continental y del juego de los pasillos de Bruselas.

Foto: El secretario general del PPE, Antonio López Isturiz, el flamante presidente del PPE Donald Tusk y el líder del PP en España Pablo Casado. (EFE)

En 1999, último año de su mandato como presidente del Parlamento Europeo, tuvo que hacer frente al que probablemente fue el momento más delicado de su presidencia: la dimisión en bloque de la Comisión Europea liderada por Jacques Santer por acusaciones de corrupción. El Parlamento Europeo había estado presionando desde hacía mucho tiempo a la Comisión Santer. Para Gil-Robles fue un auténtico pulso institucional, la demostración de que tras el Tratado de Ámsterdam las cosas habían cambiado y el Parlamento podía y debía controlar al Ejecutivo comunitario, a cualquier precio, pero aquel choque le afectó también personalmente. El comisario a cargo de las relaciones con una Eurocámara en pie de guerra con la Comisión era Marcelino Oreja, su amigo de infancia, el hombre que le abrió la puerta del Parlamento Europeo.

La visión de Bruselas y de los equilibrios de poder en la capital comunitaria que tenía Gil-Robles tenían mucho que ver con aquel incidente. Él tenía claro que el Parlamento Europeo rendía cuentas ante los ciudadanos, que el Consejo lo hacía ante los parlamentos nacionales, pero ¿y la Comisión Europea? ¿A quién respondía? La respuesta era que debía responder a la Eurocámara. En los años siguientes, Gil-Robles seguiría, dentro del PPE, muy implicado en los trabajos de elaboración de la fallida Constitución Europea y de su sustituto, el Tratado de Lisboa, y reflejaría en sus trabajos esa responsabilidad de control por parte de la Eurocámara.

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Gil-Robles, tras la elección de presidente de la Eurocámara. (Parlamento Europeo)

De su época como presidente de la Eurocámara, que terminaría aquel 1999, Gil-Robles también recordaba especialmente la sesión de mayo de 1998 en la que la Eurocámara votó a favor de la adopción del euro con los primeros miembros admitidos a una moneda común que incluso en los años de la crisis, cuando muchos dudaban del éxito del euro, el expresidente defendió a capa y espada como uno de los pasos más importantes para la creación de una conciencia europea.

En 2004 Gil-Robles abandonó la Eurocámara y un año después fue nombrado presidente de Honor del Movimiento Europeo Internacional, dirigiendo la Fundación Jean Monnet desde 2008 hasta el año 2015. Hombre europeo y demócrata, Gil-Robles pensó siempre en el marco de una Europa unida y diversa como garante de la democracia y del provenir de un continente que debía estar cada vez más unido.

"Supo gestionar esa crisis que se prolongó durante meses y que pudo poner en peligro las instituciones europeas y, en cambio, las reforzó"

"Era un hombre muy afable, un buen amigo y con el que he trabajado muy bien. Veníamos de dos familias políticas de las que han hecho Europa, teníamos muchos puntos de vista en común de la construcción europea y de la libertad en España", explica Barón Crespo en una conversación con El Confidencial. Destaca de él especialmente la gestión de la crisis de la Comisión Santer. "Supo gestionar esa crisis que se prolongó durante meses y que pudo poner en peligro las instituciones europeas y, en cambio, las reforzó", señala el también antiguo presidente del Parlamento Europeo.

"Es como si se hubiera formado toda la vida para ser presidente. Primero como letrado de las cortes, después como diputado, presidente de la comisión de Asuntos Constitucionales y después vicepresidente, por lo que cuando él llega no pierde un día. Los dos años de mandato pueden pasar muy rápido si tienes que acostumbrarte al cargo, pero en su caso no fue así", explica Jaume Duch, Director General de Comunicación y Portavoz del Parlamento Europeo, que destaca su papel en la negociación del Tratado de Ámsterdam, de la negociación con los diez futuros Estados miembros de la Unión Europea y también durante la crisis de la Comisión Europea.

El martes 14 de febrero Roberta Metsola, presidenta de la Eurocámara, habló ante el Pleno. "Es mi triste deber informarles del fallecimiento ayer, lunes, de José María Gil-Robles, quien fue Presidente del Parlamento Europeo de 1997 a 1999 y que fue un eminente diputado a esta Cámara durante quince años", explicó la maltesa, que habló de su legado: un europeo que logró una Eurocámara más independiente y con un rol más central en las decisiones que se toman en Bruselas.

La visión de Europa de José María Gil-Robles y Gil-Delgado (Madrid, 1935-2023) estuvo profundamente marcada por una educación en el exilio. Nació en España pero vivió en Portugal hasta que cumplió la mayoría de edad. Esa doble educación, española y portuguesa, con un ojo puesto en España y el otro en el exilio que era su hogar, la figura de su padre y la aspiración europea marcaron su visión y su vida política. Eurodiputado desde 1989 hasta 2004, presidente de la Eurocámara entre 1997 y 1999, para él Europa no fue un cementerio de elefantes, un retiro dorado, sino el escenario central de su actividad política. Este pasado lunes 13 de febrero Gil-Robles falleció en Madrid, consagrado como una de las principales figuras del europeísmo español.

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