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Usar la 'democracia' para salvar la autocracia: con los referéndums, Putin busca una salida
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Falsa consulta improvisada

Usar la 'democracia' para salvar la autocracia: con los referéndums, Putin busca una salida

¿A qué se vienen entonces las prisas de ahora, cuando es evidente que el contexto sigue sin ser favorable? La respuesta hay que buscarla en los avances ucranianos

Foto: El presidente de Rusia, Vladimir Putin. (Reuters/ Gavriil Grigorov)
El presidente de Rusia, Vladimir Putin. (Reuters/ Gavriil Grigorov)
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Llegó el 23 de septiembre, y con él el referéndum. Desde el pasado viernes, y hasta el próximo día 27, las autoridades de cuatro regiones ucranianas -las de las autoproclamadas repúblicas de Donetsk y Donbás y las de las regiones bajo ocupación rusa en Jersón y Zaporiyia- están llevando a cabo una consulta sobre su salida de Ucrania y su integración dentro de la Federación Rusa. Un proceso que debería servir para dotar de legitimidad a la anexión de estos territorios, si no fuese porque la votación se está realizando a punta de pistola y sin respetar los más mínimos estándares democráticos.

Tal y como se ha podido ver en la televisión rusa, los centros de votación aparecen rodeados por soldados o mercenarios del Grupo Wagner fuertemente armados. Imágenes difundidas en las redes sociales muestran a funcionarios yendo casa por casa preguntando a los habitantes de Jersón, escoltados por malencarados combatientes chechenos como forma de intimidación. Y, como han dejado claro las autoridades, en la consulta pueden votar indistintamente ciudadanos locales y rusos, como los periodistas y soldados desplegados en territorio ocupado. Nadie duda de cuál va a ser el resultado, porque la agencia RIA Novosti ya "anunció" esta semana que el apoyo popular a la unión con Rusia oscilaba entre el 80% y el 94%.

Foto: Zona de Donetsk ocupada por prorrusos. (Reuters)

Rusia no controla completamente ninguna de las cuatro regiones. La contraofensiva ucraniana de este mes le ha llevado a perder amplias franjas de terreno en Lugansk, que había sido totalmente conquistado por el ejército ruso a principios de verano. Ucrania ha declarado que cualquier negociación con Rusia quedará abortada para siempre si se lleva a cabo la anexión. "No hay ningún referéndum. Lo que hay es un ejercicio de propaganda al que se llama referéndum. No significa nada. Van a ser unas pocas cosas orquestadas en las que habrá cámaras de televisión rusas", ha afirmado Mykhailo Podolyak, uno de los principales asesores del presidente ucraniano Volodimir Zelenski.

El diario 'The Guardian' ha hablado con varias personas en Jersón a través de aplicaciones de mensajes, todas las cuales expresan una enorme apatía ante la consulta. "No sé de nadie que esté planeando salir este fin de semana y votar. Estoy contra la anexión, pero ¿para qué molestarse en votar? Todo ha sido ya decidido por nosotros, estoy segura de que van a contar los votos como les parezca. Todo es inútil", ha declarado una mujer identificada como Svitlana. "No he visto ninguna campaña, o carteles, no tengo ninguna información de dónde se supone que tiene que votar la gente. Hay un rumor de que irán puerta por puerta, pero no lo sé", señala otra persona anónima consultada el viernes por la mañana, al inicio de la votación.

Una falsa consulta improvisada con prisas

Los referéndums siguen el mismo patrón que el realizado en Crimea en 2014 con el que Rusia ha tratado de justificar su anexión de la península, solo que esta vez la contestación es mucho mayor que entonces. Las autoridades impuestas o respaldadas por los ocupantes rusos, de hecho, han venido retrasando una y otra vez una consulta que debería haber tenido lugar a finales de primavera, pero que la resistencia local y la actividad guerrillera había vuelto imposible.

¿A qué se vienen entonces las prisas de ahora, cuando es evidente que el contexto sigue sin ser favorable? La respuesta hay que buscarla en los avances ucranianos, tanto en la provincia de Jarkiv como en Jersón, donde el bombardeo sistemático de puentes y rutas de abastecimiento amenaza con dejar aislados a decenas de miles de soldados rusos, lo cual les impediría recibir suministros y refuerzos y acabaría por obligarles a rendirse tarde o temprano. Si cae Jersón, la estrategia rusa de establecer un corredor ribereño en el Mar Negro que una el Donbás con Crimea saltaría por los aires, y la península quedaría altamente expuesta a posibles ataques ucranianos.

"Hace un par de semanas vimos cómo todos los consultores que habían venido desde Rusia para organizar este referéndum volaban a casa, y parecía que lo estaban posponiendo. Pensamos que se han dado cuenta, con la contraofensiva, de que la situación militar no era favorable a hacerlo, pero que tras pensarlo un poco han decidido que hacerlo malamente es mejor que no hacerlo", afirma una fuente ucraniana de inteligencia en el mencionado artículo de 'The Guardian'.

Foto: ultimos-avances-guerra-ucrania-soldados-rusos

Al anexionarse estos territorios, Rusia afirma que ahora quedarán dentro de sus fronteras y, por tanto, bajo la protección de su paraguas nuclear. Las amenazas proferidas esta semana por el presidente Vladimir Putin en su discurso pretenden intimidar a Ucrania y los países occidentales que la apoyan, en un intento de frenar la ofensiva sobre Jersón. "La invasión del territorio ruso es un crimen que le permite [a Rusia] usar todas las fuerzas de la autodefensa. Es por eso por lo que estos referéndums son tan temidos en Kiev y Occidente", ha declarado el expresidente ruso Dimitri Medvédev en su cuenta de Telegram. El portavoz del Kremlin, Dimitri Peskov, se ha expresado en términos similares.

Esto, a su vez, abre nuevas incógnitas, como el papel que las autoridades locales de estas regiones ucranianas jugarán una vez que los territorios sean integrados dentro de Rusia. "Los aliados locales de Putin, etiquetados como colaboracionistas en Ucrania, no pueden estar seguros ellos mismos de sobrevivir a un proceso de anexión", advierte el analista Nikolaus von Twickel, ex observador de la OSCE en Donetsk, en un artículo en 'The Moscow Times'.

Una movilización menos absurda de lo que parece

En este marco, la movilización decretada por el Kremlin cobra algo más de sentido: el propósito sería lograr la acumulación de una gran masa de tropas que permita estabilizar unos frentes que, ahora mismo, varían cada día un poco más a favor de Ucrania. No en vano, la falta de combatientes rusos —enviados a reforzar Jersón— fue uno de los motivos del desplome del frente de Jarkiv.

La mayoría de los expertos militares -sea Putin consciente o no- coinciden en que esta movilización difícilmente puede aportar una ventaja decisiva en el campo de batalla: a los nuevos reclutas hay que alimentarlos, equiparlos y formarlos. Tal y como se está llevando a cabo la leva, en el mejor de los casos recibirán dos semanas o un mes de entrenamiento antes de ser enviados al frente, en muchas ocasiones contra su voluntad. Los problemas de moral son evidentes a todos los niveles, con múltiples reportes sobre ciudadanos rusos emborrachándose durante el reclutamiento o peleándose entre sí y con sus oficiales. El equipamiento que se está proporcionando a estos movilizados está casi siempre obsoleto, en algunos casos podrido. Y es dudoso que iniciativas como hacerles dormir al raso como tratamiento de choque para endurecerlos contribuyan a mejorar su ánimo.

Es decir, a medio y largo plazo es improbable que movilizar a la población pueda tener otro efecto militar que prolongar la guerra. Pero a corto plazo, la llegada de tropas de refuerzo probablemente permitirá ralentizar o detener la contraofensiva ucraniana, al menos por un tiempo. La medida entraña grandes riesgos para la estabilidad interna de Rusia, pero puede resolver un problema que, hoy por hoy, Moscú percibe como más acuciante.

Foto: Vladímir Putin, presidente de Rusia. (EFE/Ilya Pitalev)

La combinación de estos dos elementos -la estabilización del frente y la expansión territorial de Rusia- permitiría al Kremlin proclamar algún tipo de victoria ante el público ruso, asegurando a sus ciudadanos que "se ha logrado el objetivo de proteger el Donbás". A su favor juega el que los objetivos de la campaña militar en Ucrania han sido definidos de forma muy ambigua y flexible, de modo que pueden ser adaptados a conveniencia. La celebración de los referéndums no es una prueba de fortaleza rusa, sino lo contrario: es una manera de salvar los muebles, una rampa de salida para una invasión que ha resultado desastrosa para Rusia, y que amenaza seriamente la continuidad del régimen de Putin.

El siguiente paso en esta estrategia será buscar una negociación con Kiev, esta vez en serio. Diplomáticos y altos representantes rusos ya han hecho gestos en este sentido, aunque lo más probable es que Moscú espere hasta que el invierno se haga notar en los hogares europeos. Casi con certeza, el gobierno ruso espera que la crisis energética lleve a los países occidentales a presionar al gobierno ucraniano para que acepte una solución negociada, posiblemente una que incluya la pérdida de algunos territorios. Luego está la cuestión de si Ucrania y sus valedores, que han olido sangre y ven viable una victoria aplastante que neutralice la amenaza rusa durante una buena temporada, estarán dispuestos a aceptarlo. Pero esa es otra historia.

Llegó el 23 de septiembre, y con él el referéndum. Desde el pasado viernes, y hasta el próximo día 27, las autoridades de cuatro regiones ucranianas -las de las autoproclamadas repúblicas de Donetsk y Donbás y las de las regiones bajo ocupación rusa en Jersón y Zaporiyia- están llevando a cabo una consulta sobre su salida de Ucrania y su integración dentro de la Federación Rusa. Un proceso que debería servir para dotar de legitimidad a la anexión de estos territorios, si no fuese porque la votación se está realizando a punta de pistola y sin respetar los más mínimos estándares democráticos.

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