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Por qué las universitarias de Nueva York tienen más difícil ligar que un señor de Soria
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Entrevista a Jon Birger

Por qué las universitarias de Nueva York tienen más difícil ligar que un señor de Soria

En algunos estados americanos siete de cada diez universitarios son ya mujeres, un desequilibrio que afecta a las relaciones de pareja y pone patas arriba la vida sexual de los americanos

Foto: Entrevista a Jon Birger. (Cedida)
Entrevista a Jon Birger. (Cedida)

Cuando hablamos de desequilibrios de género solemos pensar en la España rural y sus famosas caravanas de mujeres. O en los problemas que tiene China a causa de la política del hijo único y los abortos selectivos. Pero hay otro desajuste menos evidente que afecta a más gente y que no para de crecer. El escritor neoyorquino Jon Birger lleva varios años documentándolo y lo ha plasmado en dos libros que se leen del tirón ('Date-onomics' y 'Make your move'). Argumenta que el origen del problema parte de un hecho biológico: las mujeres se desarrollan antes que los hombres y su cerebro madura a edades más tempranas. Por eso ellas llegan mejor preparadas a la educación secundaria y presentan tasas más altas de ingreso en la universidad.

Esa es al menos la teoría de Birger. El hecho cierto es que, en Estados Unidos, seis de cada diez estudiantes universitarios son ya mujeres. Algunos estados —y varios países—, empiezan a sufrir desequilibrios superiores al 70 por ciento. En algunos códigos postales de Nueva York, como Chelsea, casi ocho de cada diez personas entre los veinte y los cuarenta años son mujeres. Los tabúes educativos a la hora de elegir pareja hacen el resto: hay escasez de mujeres entre la población sin estudios universitarios y escasez de hombres entre el resto. Con esta premisa, Birger reenfoca la génesis de algunas de las tendencias sociales más ruidosas de las últimas décadas: de las revoluciones sexuales al feminismo.

placeholder Imagen cedida de uno de los libros del escritor Jon Birger. (Cedida)
Imagen cedida de uno de los libros del escritor Jon Birger. (Cedida)

PREGUNTA. ¿Cómo acabaste escribiendo un libro sobre esto que llamas mercado de las citas?

RESPUESTA. Tu pregunta de alguna manera implica que no tengo un perfil apropiado para ocuparme de esto. Y es verdad. De hecho, yo era periodista especializado en temas económicos. Trabajaba en la revista 'Fortune', en Nueva York, y cubría cosas muy aburridas como la bolsa, el petróleo, el gas… La idea surgió porque en mi revista había muchas más mujeres que hombres y siempre me había despertado curiosidad el hecho de que la mayoría de mis compañeros varones estaban casados o tenían una vida sentimental activa. Las mujeres, sin embargo, tenían un expediente horroroso en su vida sentimental, una historia de terror tras otra, a pesar de que objetivamente tenían mucho más que ofrecer que los hombres. Muchas vivían su soltería con infelicidad, o se quejaban de que les ponían los cuernos, o las abandonaban después de seis meses, o las traicionaban… Yo no podía entender por qué en Nueva York era mucho más difícil para las mujeres encontrar una pareja.

P. ¿Y te pusiste a investigarlo?

R. Sí. Al principio pensé que era algo relacionado con el mercado del trabajo y con el ritmo de Nueva York u otras ciudades cosmopolitas. No sé, algo que podía estar pasando en Toronto, Barcelona, Madrid, Berlín… Luego pensé que eran ciudades que atraían un número desproporcionado de mujeres por algún motivo. Pero cuando empecé a sumergirme en los números me di cuenta de que esto es algo que pasa en todos los sitios, al menos en los países occidentales.

P. ¿No es un fenómeno estadounidense entonces?

R. No, no lo es. En Estados Unidos hay un 33 por ciento más mujeres que hombres en la universidad. He mirado la cifra en España, donde es algo menos acusado, en torno a un 18 por ciento. En la mayoría de los países occidentales la cifra está entre el 25 y el 40 por ciento. Se repite el patrón incluso en China, donde hay más hombres jóvenes que mujeres jóvenes por la política del hijo único. Como poco es un fenómeno de países desarrollados. Aunque realmente creo que es más bien universal.

"Tengo claro que una chica de 17 años es una mujer adulta y un chico de 17 años es un chico de 14 con un cuerpo más grande"

P. Y lo que argumentas es que hay desequilibrios en el mercado de las citas que están íntimamente relacionados con esto.

R. Exacto, hay muchas más mujeres que hombres en la universidad y muchas más mujeres con títulos universitarios que hombres con títulos universitarios. Y ese desequilibrio está marcando las relaciones sentimentales y el mercado romántico. En realidad el problema empieza antes. No sé si sucede en España, pero en Estados Unidos las chicas sacan notas mucho más altas que los chicos en la escuela. Y los resultados en la educación secundaria condicionan el ingreso en la universidad. No es que haya más mujeres que hombres dispuestos a ir la universidad, sino que ellas están más cualificadas que los hombres para ir a la universidad.

P. ¿Por qué crees que se produce esto?

R. No creo que este fenómeno tenga nada que ver con la política. En Estados Unidos, y creo que en Europa también, se ha extendido entre algunos sectores la idea de que las instituciones educativas se han centrado tanto en ayudar y potenciar a las mujeres que ha acabado dejando atrás a los chicos. Francamente, no creo que sea eso lo que esté sucediendo.

P. ¿Y cuál es la explicación entonces? ¿Son más trabajadoras? ¿Más inteligentes?

R. No, lo que ocurre es que maduran antes. Alcanzan capacidades intelectuales adultas antes que los hombres. Su cerebro se desarrolla a una velocidad mayor. Eso está demostrado. Las habilidades sociales e intelectuales de las mujeres evolucionan mucho antes. Una chica de 16 años compitiendo con un chico de 16 años tiene una ventaja de partida y lo normal es que tenga mejores resultados a causa de su madurez intelectual. Por eso lo hacen mejor y sacan mejores notas. No es porque sean más listas, ni porque los políticos hayan creado normas que las benefician. Simplemente el terreno de juego se ha equilibrado y en igualdad de oportunidades ellas salen ganando porque maduran antes. Yo tengo tres hijos varones y no me ha cogido por sorpresa lo que he leído en artículos científicos al respecto. Tengo claro que una chica de 17 años es una mujer adulta y un chico de 17 años es básicamente un chico de 14 años con un cuerpo más grande. Si pasas tiempo con los adolescentes esto es bastante obvio. Es interesante leer en la literatura científica cuáles son la razones por las que sucede esto, pero es un hecho bastante evidente que salta a la vista.

"Esto no ocurriría si fuésemos un poco más abiertos a la hora de emparejarnos con personas que tengan otro estatus educativo o social"

P. Explicas en tus libros que este desequilibrio de partida no tiene demasiadas consecuencias a la hora de encontrar pareja entre los más jóvenes, pero se agrava según pasan los años. ¿Por qué?

R. ¿Jugáis en España al juego de las sillas?

P. No es un deporte nacional, pero creo que todo el mundo lo conoce. Un grupo de personas da vueltas alrededor de unas cuantas sillas y cuando acaba la música tiene que sentarse. Cada vez hay menos sillas y...

R. Exacto. Pues imagínate que empiezas con 25 jugadores y 24 sillas. En la primera ronda solo se queda sin silla el que no está prestando atención. Únicamente tienes un cinco por ciento de posibilidades de quedar descalificado cuando acaba la música. Pero a medida que te acercas al final, la cosa se complica. En la última ronda solamente hay una silla para dos jugadores. Ahora tienes un 50 por ciento de posibilidades de perder el juego. Algo parecido pasa en el mercado romántico: a medida que se van formando parejas la cosa se pone más y más complicada, hay más competición entre las mujeres por los últimos varones disponibles. La vida romántica se hace más y más complicada para las mujeres que siguen solteras.

P. ¿Se puede llevar esto a algo tan complejo como la relaciones humanas? ¿No hay otros factores?

R. Imagínate una muestra de 40 mujeres y 30 hombres, que es la distribución de la población universitaria. Significa que hay un 35 por ciento más de mujeres. Cuando las primeras 20 mujeres se casan con los primeros 20 hombres, ya solo quedan 10 hombres para 20 mujeres. Después se forman otras cinco parejas, y ya únicamente quedan 5 hombres para 15 mujeres. ¡Esto ya es una ratio de uno a tres! ¡Es infernal! Y es lo que pasa en Nueva York, donde todos conocemos mujeres fabulosas de treinta o cuarenta años que tienen todo a su favor y una vida estupenda pero no pueden encontrar una pareja decente. Todos sus amigos y sus parientes se preguntan qué está pasando, acaban asumiendo que son mujeres muy complicadas con la que es imposible tener una relación estable. Sospechan que algo muy extraño debe de estar sucediendo para que estén todavía solteras, pero en realidad no tiene nada que ver con eso. Simplemente están en un mercado romántico extremadamente difícil para ellas.

"Los hombres más jóvenes son paradójicamente más propensos a tener una relación larga con ellas (mujeres de 40 años)"

P. ¿Y a pesar de ello no se mueven los tabúes? ¿No se emparejan con personas sin estudios universitarios?

R. Claro, todo esto no ocurriría si todos fuésemos un poco más abiertos a la hora de emparejarnos o casarnos con personas que tengan otro estatus educativo o social. Pero al menos en Estados Unidos esto no está siendo así. Las personas que tienen carreras universitarias tienden a querer emparejarse con otras personas con carreras universitarias.

P. ¿Hay un sexo más selectivo que otro a la hora de elegir pareja?

R. No lo creo. La razón por la cual existe esta narrativa de que las mujeres son más selectivas que los hombres es precisamente porque la parte más visible del desequilibrio son estas mujeres fabulosas de 40 años que no encuentran pareja. Si no entiendes la base demográfica del problema es muy fácil concluir que las mujeres son muy selectivas. La realidad aquí en Estados Unidos, con los números, es que hay más mujeres con estudios universitarios casadas con hombres sin estudios universitarios que al revés. Así que con esta estadística en la mano se podría decir que los hombres son más selectivos que las mujeres. Yo creo que en realidad lo que ocurre es que los hombres tienen una cantidad mucho mayor de mujeres universitarias para emparejarse. No necesitan romper el tabú.

P. Se podría trazar una geografía del mercado romántico con las estadísticas que manejas. Dices, por ejemplo, que en Silicon Valley hay muchos problemas para los hombres a la hora de encontrar pareja. Es curioso que la meca tecnológica mundial tenga los mismos problemas que la España rural.

R. Es muy interesante. Una de las cosas más sorprendentes para mí es que no hay mucha diferencia entre el campo y la ciudad en este sentido. Al menos en Estados Unidos. El desequilibrio de sexos en la universidad es incluso mayor en estados como Misisipi o West Virginia (zonas más rurales), incluso más que en Nueva York. Sitios como Idaho, Alabama, Luisiana, Georgia… Te encuentras una desproporción parecida en todos lados. Lo que hace a Silicon Valley o a San Francisco tan diferentes es que hay muchos ingenieros informáticos y gente que trabaja en tecnología. Son profesiones donde hay muchos más hombres que mujeres. Como resultado, estas industrias tienden a atraer a muchos chicos y pocas chicas. Pero son zonas muy concretas, como Seattle, Silicon Valley o Austin. Solo en sitios así se produce el desequilibrio contrario. Creo que estas excepciones en el mercado romántico se producen por motivos muy concretos. Hay pocas ciudades favorables a las mujeres universitarias. Pero volvamos a lo de antes. No veo ninguna razón por la que una mujer o un hombre con un título universitario tenga que ser mejor esposo o mejor esposa. Quiero decir que no creo que una mujer de Nueva York tenga que irse a Silicon Valley para encontrar marido. Es mucho más razonable buscar pareja entre personas sin carrera universitaria de tu entorno que mudarse de ciudad.

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Imagen cedida de uno de los libros del escritor Jon Birger. (Cedida)

P. En tus conferencias también has animado a las mujeres a buscar parejas más jóvenes. ¿Por qué puede ser esto una solución?

R. No quiero generalizar demasiado, pero entrevistando a cientos de personas para mis libros me he dado cuenta de que los hombres que siguen solteros cuando rozan los 40 años, que están más o menos bien de forma y tienen estudios universitarios y un buen trabajo, entran en otro nivel. Son muy pocos y cuanto más tiempo pasen solteros, más demandados están. Llega un punto en el que es difícil que se acaben estabilizando y casando. Hice una entrevista a las autoras del podcast 'Girls gotta eat' en el que se abordaba este asunto. Me hablaban de algunos de los campus donde el desequilibrio de sexo es más fuerte y en uno de ellos se había popularizado una expresión muy ilustrativa. Decían que allí los tíos tienen el síndrome del pene dorado ('golden penis syndrome'), una actitud que se puede extender a todos los hombres que se encuentran en entornos en los que tienen mucho donde elegir. Ese concepto se puede aplicar también a los hombres de cuarenta años que siguen estando solteros. Es muy difícil para ellos tener relaciones estables. Muchos son prácticamente incorregibles a estas alturas. Para una mujer de cuarenta años que quiera encontrar pareja estable quizá es mejor bajar la edad de sus pretendientes para evitar depender de estas personas. Los hombres más jóvenes son paradójicamente más propensos a tener una relación larga con ellas.

P. ¿Y qué pasa con el mercado romántico de los que no tienen carrera universitaria?

R. Pues el desequilibrio es justo el contrario. Hay más hombres que mujeres. No escuchamos tan a menudo sus historias porque los electricistas y los fontaneros no hacen novelas, ni escriben películas, ni series como 'Sexo en Nueva York', ni ensayos, ni libros sobre sus problemas. La mayoría de los programas de televisión que hablan de este tema en Estados Unidos muestran a mujeres solteras con problemas para conseguir citas. Me encantaría ver un programa de televisión sobre hombres sin estudios universitarios que tienen problemas para encontrar pareja. Está claro que existe el perfil y que está sucediendo porque el desequilibrio es real. Por eso creo que la solución para resolver este problema es que todo el mundo sea un poco más abierto de mente y se dé cuenta de que un título universitario no te convierte en mejor pareja. Hay otro estereotipo aparejado al del nivel educativo que también puede ser falso. Se suele asumir que alguien con un título universitario va a ganar más dinero que alguien sin un título universitario. Siempre hago la misma broma: mi fontanero conduce un Audi. Y teniendo en cuenta lo que le tuve que pagar el año pasado, estoy seguro de que gana más que yo escribiendo libros.

P. En tus conferencias propones resolver este problema de manera estructural en fases más tempranas.

R. Cito siempre un libro de Leonard Sax, un médico estadounidense que tiene una teoría al respecto. Se llama 'Chicos a la deriva' ('Boys adrift') y argumenta que los chicos deberían empezar sus estudios superiores dos años después que las chicas. A mi dos años me parece muchísimo pero quizá podría hacerse con un año de diferencia. Hay estudios que apuntan que esto podría funcionar, que los chicos cuando se les retiene un año consiguen resultados mucho mejores. Creo que la lección es que la situación tiende a equilibrarse si a los chicos le das la oportunidad de madurar un poco en términos intelectuales y ponerse al nivel de las chicas en términos académicos. Para mí esta es la mejor solución.

"Simplemente, creo que el campo de juego se ha nivelado y que ahora lo que vemos son los efectos de esa madurez temprana de las mujeres"

P. Pero es muy polémica. Me cuesta imaginarme a un político proponiendo esto.

R. Cierto. No sé si en España tenéis debates políticos de este tipo, sin embargo, en Estados Unidos es muy complicado debatir sobre cualquier cambio en los currículums académicos que suponga ayudar a los chicos porque la gente en el otro lado argumenta que esto va a afectar a las chicas, que las va a dejar en desventaja y va a quitarles algo que les pertenece. Y ahí se encalla cualquier debate constructivo. Es una idea muy complicada y que probablemente no se va a resolver. Algo que pueden hacer los padres es retrasar la educación de sus hijos varones un año a propósito. Hay un caso interesante, Suiza, uno de los pocos países donde las ratios en la educación universitaria están nivelados. Mi teoría es que esto sucede porque en la mayoría de los cantones suizos nadie empieza primaria hasta que tiene siete años. Si nadie empieza a aprender a escribir, leer o matemáticas básicas hasta esa edad, estás nivelando de otra manera las cosas. Les estás dando a los chicos la capacidad de acercarse. No sé si en España se ha instalado el debate de por qué los chicos se quedan atrás.

P. No. Al menos no de manera tan extendida como en Estados Unidos.

R. Ya sabes que en Estados Unidos tenemos el Título IX, una ley de 1972 que prohíbe la discriminación basada en el sexo en cualquier escuela o programa educativo que reciba dinero federal. Hay muchos conservadores que creen que el Título IX ha llegado demasiado lejos y quieren derogarlo o reformarlo. Así que ahora mismo tratar de cambiar el Título IX sería una locura. El Congreso no va a querer abrir ese melón porque es un tema demasiado controvertido para ambos bandos. La narrativa más extendida cuando se habla de por qué los chicos se están quedando atrás es que es un problema del título IX, que se ha ido demasiado lejos en las leyes contra la discriminación y que ahora son los hombres quienes están siendo discriminados. Yo no creo que eso sea lo que está ocurriendo. Simplemente creo que el campo de juego se ha nivelado y que ahora lo que vemos son los efectos de esa madurez temprana de las mujeres.

P. En tus hipótesis usas los desequilibrios de género para explicar la evolución de las costumbres sexuales, incluso revoluciones sexuales como la de los años 20 o los años 60.

R. Hay un gran libro escrito por una profesora de Harvard, Marcia Guttentag, que se llama 'Too many women' (Demasiadas mujeres). Su argumento es que durante periodos de tiempo en los que los hombres han escaseado, se ha producido cambios dramáticos en los comportamientos sexuales. Un ejemplo de esto lo tenemos en los años veinte, tras la Primera Guerra Mundial, cuando muchos hombres murieron y otros muchos quedaron gravemente heridos. Esto dio paso a una generación que vivió una gran liberación sexual. Algo parecido ocurrió en Rusia tras la Segunda Guerra Mundial. La tasa de matrimonios cayó de manera dramática y las mujeres acabaron compartiendo hombres porque había una gran escasez.

placeholder Imagen cedida del escritor Jon Birger para una entrevista de EC. (Cedida)
Imagen cedida del escritor Jon Birger para una entrevista de EC. (Cedida)

P. ¿Y la revolución sexual tras el 'baby boom'? ¿Cómo la explicas?

R. Es un poco diferente, es cierto. Lo que ocurrió entonces es que el crecimiento de la natalidad era enorme y aumentaba más de un 4 por ciento anual. En 1956 nacieron un 4 por ciento más de niños que en 1955, y así durante varios años. Esto no sería relevante si se formasen parejas de la misma edad, pero tradicionalmente ha habido un salto de unos años en los matrimonios. Las mujeres se casaban con hombres algo más mayores, de manera que el desequilibrio se producía de manera automática cuando había un cambio drástico en el ritmo de natalidad.

P. Es decir, una mujer que buscase un hombre cinco años mayor se encontraba con una escasez parecida a la de la población universitaria actual.

R. Eso es. Si buscabas un marido cinco años mayor que tú, el saldo demográfico del 'baby boom' provocaba que hubiese un 20 por ciento más de mujeres que de hombres para ese tipo de emparejamiento. Y esto habría hecho cambiar mucho el comportamiento sexual de toda una generación, haciéndola más relajada. Marcia Guttentag llega incluso a sostener que el movimiento feminista de los años 60 y los años 70 está ligado también a esto, a una reacción contra los hombres que estaban explotando los desequilibrios del mercado romántico. Estoy seguro de que si Guttentag estuviese viva hoy haría un razonamiento parecido con el 'me too' y diría que en parte se ha producido como reacción de una generación de mujeres que ha crecido con un creciente desequilibrio en su entorno, en este caso el de las personas con carrera universitaria.

P. Creo que la mayoría de la gente está convencida de que los cambios en las costumbres sexuales tienen más que ver con asuntos culturales, con Hollywood, con la cultura pop, etcétera. Sin embargo, tú dices que tienen más que ver con asuntos demográficos, económicos, estructurales… En la historia económica hay enfoques parecidos para explicar las costumbres matrimoniales y la importancia de la monogamia en la Edad Media, siempre dependientes de la escasez o abundancia de recursos económicos concretos.

R. Cuando publiqué mi primer libro mucha gente me decía esto, por eso decidí abordar el tema en serio. Para hacerlo busqué dos comunidades que estuviesen aisladas de la cultura dominante para ver qué sucedía allí. Elegí dos comunidades religiosas: judíos ortodoxos y mormones en Utah. Lo que encontré es que ambas comunidades tenían escasez de hombres en edad de casarse por diferentes motivos y los resultados eran muy parecidos a los que se podían observar en el resto del país. No se manifestaba exactamente igual, pero el desequilibrio se aprovechaba para hacer cosas muy parecidas a las que suceden en otras partes del país. Digamos que los hombres aprovechan cualquier desequilibrio de mercado para hacer las cosas a su manera y presionar a las mujeres. Hasta el punto de sumirlas en la desesperación a veces.

"Los seres humanos no hemos evolucionado para hacer este tipo de conexiones con personas totalmente desconocidas"

P. ¿Qué piensas de las aplicaciones tipo Tinder para organizar encuentros en Internet? En tu segundo libro y en varios artículos has abordado el tema.

R. Ángel, ¿tú tienes un mejor amigo?

P. Mmmm. Sí, podría pensar en uno.

R. ¿Dónde lo conociste?

P. En la universidad.

R. ¿Te imaginas metiéndote en una aplicación que se llamase "mejoramigo.com" y encontrando a alguien con quien tuvieses una conexión parecida?

P. No, no me lo imagino.

R. Claro. Las personas somos animales sociales y conectamos a través de experiencias compartidas. Cuando estás viendo a alguien contar un chiste en una serie de televisión nunca te vas a reír tanto como si tú estás dentro de esa conversación o en un espectáculo de humor con tus amigos. Cuando estás en compañía de alguien todo es más intenso. Los seres humanos no hemos evolucionado para hacer este tipo de conexiones con personas totalmente desconocidos. Yo soy un cincuentón y en mi generación la simple idea de tener una cita a ciegas con un extraño era algo rarísimo. Te podía pasar alguna vez, pero era algo muy extraño. Ahora, sin embargo, la gente está teniendo citas a ciegas a todas horas. Estás empezando de cero en cada una de estas citas.

"La tasa de matrimonios entre parejas que se conocen en el trabajo está entre el 25 y el 30 por ciento. Es de las más altas"

P. Pues parecen imparables. Se han convertido en algo muy común en tiempo récord.

R. Cada vez hay más gente que se conoce 'online', pero los datos dicen que esas relaciones tienden a durar poco y a acabar mal. Hay un estudio de la Universidad de Stanford de hace un par de años que dice que la tasa de divorcios de las personas que se conocieron 'online' es seis veces más alta. Los autores en el apéndice explican que la tasa de ruptura en las relaciones 'online' es superior al 16 por ciento. Para la gente que se conoce a través de amigos y familia es del 9 por ciento. Para los vecinos baja al 8 por ciento. Para los que se conocen en el trabajo baja al 6 por ciento, igual que para los que se conocen en la universidad. La tasa más baja de todas es para quienes se conocen en la iglesia, que es un uno por ciento. Supongo que se refiere a cualquier centro de culto religioso, no solo iglesias cristianas.

P. Tiene sentido, sí.

R. Lo tiene. La gente que comparte valores y comparte hábitos, es más compatible. Además, es más difícil tratar mal a alguien de tu entorno, te obliga a ser más responsable en tu relación cuando compartes un lugar de trabajo o un grupo de amigos. Todos hemos aprendido a comportarnos diferente con la gente que conocemos en Internet. Decimos cosas que nunca diríamos en persona. Y esto también afecta a las citas. Particularmente para las mujeres, pienso que no estamos teniendo en cuenta la ansiedad que pueden provocar estas citas. No sé en España, pero en EEUU las mujeres utilizan Google antes de las citas de manera intensiva para asegurarse de que Robert el atractivo asesor financiero no es en realidad Billy Bob, el criminal. Y asegurarse de que es de verdad soltero y no está casado. Las mujeres antes de una de estas citas suelen decirles a sus amigas o a su familia dónde va a estar. Se producen conversaciones como: "Voy al bar de sushi de la calle Londres, si no he dado señales de vida a las nueve de la noche, llamad a la policía".

"Si en un bar el 20% de las mujeres sufriesen violencia, ya estaría cerrado"

P. No parece una manera muy tranquilizadora de comenzar una aventura, no.

R. Pero es necesario hacerlo así en una cita 'online'. Hay un estudio del Pew Research de hace uno o dos años que indica que el veinte por ciento de las mujeres que están en estas aplicaciones de citas 'online' han sufrido algún tipo de amenaza o violencia física. Si hubiese una discoteca o un bar en el que el 20 por ciento de las mujeres que entran sufren violencia física, estaría cerrada desde hace tiempo y nadie iría. Pero la gente sigue acudiendo a estas aplicaciones a pesar de los riesgos. Una de las mujeres que entrevisté para mi último libro me ha descrito estas citas como el "juego de los que dudan". Se refiere a que todas las primeras citas se convierten en un interrogatorio para asegurarse de que no te están engañando. Esto no conduce a muchas segundas citas, seguramente. Frente a esto, sigo pensando que el mejor lugar para conocer a tu pareja es el trabajo. La tasa de matrimonios entre parejas que se conocen en el trabajo está entre el 25 y el 30 por ciento. Es una de las más altas.

Cuando hablamos de desequilibrios de género solemos pensar en la España rural y sus famosas caravanas de mujeres. O en los problemas que tiene China a causa de la política del hijo único y los abortos selectivos. Pero hay otro desajuste menos evidente que afecta a más gente y que no para de crecer. El escritor neoyorquino Jon Birger lleva varios años documentándolo y lo ha plasmado en dos libros que se leen del tirón ('Date-onomics' y 'Make your move'). Argumenta que el origen del problema parte de un hecho biológico: las mujeres se desarrollan antes que los hombres y su cerebro madura a edades más tempranas. Por eso ellas llegan mejor preparadas a la educación secundaria y presentan tasas más altas de ingreso en la universidad.

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