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Un comité para reescribir la historia: Xi ultima su plan para gobernar China de por vida
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Un comité para reescribir la historia: Xi ultima su plan para gobernar China de por vida

La tercera 'resolución histórica' llega 40 años después de la mano de Xi Jinping, el líder más poderoso en generaciones, con un objetivo: respaldar su ambición de gobernar China de por vida

Foto: Una pantalla en Pekín retransmite un discurso de Xi sobre el G-20. (Reuters/Thomas Peter)
Una pantalla en Pekín retransmite un discurso de Xi sobre el G-20. (Reuters/Thomas Peter)

La historia de China está a punto de cambiar. Literalmente. Los 370 miembros del Comité Central del Partido Comunista de China (PCCh), la élite política del país, se reúnen esta semana en Pekín para deliberar sobre "una resolución clave sobre los principales logros y experiencias en los 100 años de andadura del partido". En otras palabras: van a reescribir la historia. Al menos, la versión oficial del partido. Un movimiento tan audaz y cargado de simbolismo que solo tiene dos precedentes. El primero, con Mao Zedong en 1945 —cuatro años antes de la fundación de la República Popular China—. El segundo, en 1981, con Deng Xiaoping en pleno proceso de reforma y apertura. La tercera 'resolución histórica' llega 40 años después de la mano de Xi Jinping, el líder más poderoso en generaciones, con un claro objetivo: dar respaldo a su ambición de gobernar China de por vida.

Foto: Un 'show' conmemorando el 100 aniversario de la fundación del Partido Comunista Chino. (Reuters)

No hay muchos más detalles sobre este sexto pleno del comité, que se prolongará de lunes a jueves, salvo el nombre kilométrico de ese documento en cuestión —'Resolución del Comité Central del Partido Comunista chino sobre los grandes logros y experiencias históricas de la lucha de los cien años del partido'—. Un texto cuyo contenido definitivo no se conocerá hasta el mes que viene, pero cuya misión dentro de la lógica comunista china ha sido dar soporte narrativo a las grandes transformaciones históricas. Sucedió tanto con Mao como con Deng, cuyas resoluciones llegaron en momentos críticos y a la postre les permitieron consolidar su influencia sobre el partido —y la nación— hasta sus respectivos lechos de muerte.

"Los filósofos alemanes Georg Hegel y Karl Marx dijeron que la historia se repite a sí misma", le dijo una fuente del PCCh familiarizada con los asuntos internos del partido a Katsuji Nakazawa en un análisis publicado en Nikkei. "No hay duda de que el presidente Xi apunta a convertirse en líder de por vida, emulando a las dos figuras que publicaron la primera y segunda resolución", agregó la fuente. Mao perdió temporalmente el mando después de una serie de desastres económicos, pero volvió más poderoso que nunca con la Revolución Cultural. Deng mantuvo su control sobre el partido incluso tras abandonar todos sus cargos oficiales, hasta el punto que se decía que podía cambiar a cualquiera de sus sucesores con una orden.

Foto: Xi Jinping. (EFE)
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En 2017, tras cumplir su primer periodo, Xi dejó claras sus ambiciones de permanencia indefinida en el cargo al eliminar el límite de dos mandatos (de cinco años) que establecía la Constitución para el jefe del Estado, demoliendo así una de las piedras angulares de la estabilidad política china: la transición pacífica y periódica del mando. Ese mismo año, el Partido Comunista incorporó a la Constitución la nueva doctrina de Xi sobre el socialismo con características chinas, una distinción ideológica reservada hasta ese momento a Mao y Deng.

"El simbolismo está claro. Xi aspira a pasar a la Historia oficial como un transformador a la altura de Mao y Deng", asegura Bates Gill, jefe del departamento de estudios sobre seguridad en Asia-Pacíficio de la Universidad Macquarie a El Confidencial. "Este esfuerzo por reescribir el progreso histórico del Partido es más profundo y significativo que cuando la teoría de Xi fue incluida en la Constitución ya que afectará a todas las interpretaciones de la historia oficial, posiblemente durante décadas, y será integrada en todas las formas de propaganda —libros, programas de televisión, artículos, películas, escuelas y universidades—", agrega el experto australiano.

Hoy, a sus 68 años, Xi es indiscutiblemente la figura más poderosa en la China contemporánea después de Mao. Su persona monopoliza los tres cargos de mayor relevancia en China, siendo a la vez el secretario general del partido (2012), presidente de la Comisión Militar Central (2012) —el alto mando general de las Fuerzas Armadas— y presidente del país (2013). Además, acapara otra decena de cargos en influyentes comisiones parlamentarias y comités de su propia creación. Sin sucesor y sin una fecha de retirada en el horizonte, avanza sin contrapeso hacia un tercer mandato consecutivo.

Un proceso histórico irreversible

Los medios estatales chinos, encargados de instrumentalizar el relato político, han caracterizado tradicionalmente a Mao como el Gran Timonel, responsable del ascenso y unificación de la nación tras un siglo de "humillación extranjera", y a Deng como el líder que convirtió China en un país rico sin renunciar a los postulados comunistas, explicó Alfred Wu, profesor asociado de la Escuela de Políticas Públicas Lee Kuan Yew de la Universidad Nacional de Singapur, esta semana al 'South China Morning Post'. Hoy día, Xi es descrito como el hombre que ha transformado el gigante asiático en su última iteración histórica. La de una potencia, poderosa y global.

"La nación china ha ejecutado un gran salto adelante, de levantarse a volverse rica y, de ahí, a volverse fuerte. El gran rejuvenecimiento de la nación china ha entrado en un proceso histórico irreversible", dijo el Politburó chino en una comunicación oficial, repitiendo los mantras del discurso del presidente, quien permanentemente hace referencia a este 'renacer' chino. "Mao lideró el país para levantarse ante la opresión, Deng trajo prosperidad y ahora Xi impulsa el país a una nueva era de fortaleza nacional", remata la propaganda comunista en su habitual tono grandilocuente, como antesala de lo que se espera de esta resolución.

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Un texto en el que Xi, probablemente, marcará una importante diferencia respecto a los de sus predecesores. Las resoluciones anteriores buscaban consolidar al líder, pero también se presentaban como una corrección de ciertas desviaciones dentro del PCCh. La de Mao, promulgada tras su consolidación al frente del partido y poco después del inicio de las purgas ideológicas, se centraba en el supuesto daño causado por el “oportunismo de izquierdas” y llamaba a la “autocrítica” por decisiones erróneas —léase, contrarias a la visión maoista—. La resolución de Deng, por su parte, abría el periodo de reforma y apertura reconociendo, en parte, los errores cometidos durante la Revolución Cultural de Mao (1966-1976), que provocó la muerte de millones de personas.

En contraste, nadie espera cuestionamientos al partido en la actual resolución. Si acaso, todo lo contrario. Busca enfatizar sus logros y poner en el centro de ellos a una sola figura. “[El objetivo del documento es] Centrar las experiencias, los logros y la legitimidad histórica del PCCh en las glorias actuales del propio Xi”, resume David Bandurski, director del 'China Media Project', en un reciente análisis. En lugar de retocar la historia del mandatario en cuestión para ponerla en sintonía con la narrativa nacional, el partido va a moldear la historia de China para que encaje en el elaborado mito de Xi Jinping. En esta versión, todos los líderes históricos que preceden al actual presidente, incluyendo a los propios Mao y Deng, así como a Jiang Zemin o Hu Jintao, son figurantes de más o menos calado en esta película de un solo protagonista.

Se escribe en Pekín, se siente en Taiwán

Aunque puede parecer un asunto muy interno, la historia suele ser una de las principales fuentes de legitimidad que utiliza el Gobierno, tanto domésticas como internacionales. Pekín emplea frecuentemente sus 'reclamos históricos' sobre territorios y aguas en disputa para justificar su soberanía sobre ellos. Y no hay hito histórico que obsesione más a Xi que una eventual unificación entre la China continental y Taiwán, que Pekín considera una provincia rebelde. “La tarea histórica de la completa unificación de la madre patria debe conseguirse, y desde luego que se conseguirá”, aseguró el mandatario chino el mes pasado en un discurso por los 110 años del levantamiento de Wuhan, que acabó con la China imperial.

Foto: EC
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"La posibilidad de guerra es real", asegura José María Liu, representante de Taiwán en España, en conversación con El Confidencial. "No importa que sea un país mucho más fuerte. Tenemos claro que nosotros no vamos a capitular. No nos rendiremos sin luchar", asegura el diplomático, quien denuncia el permanente acoso militar aéreo chino como parte de una estrategia para forzarlos a un diálogo coaccionado. El propio ministro de Defensa taiwanés, Chiu Kuo-cheng, aseguró en una reciente sesión parlamentaria que China tendría la capacidad militar para invadir el país en 2025.

La reunión, que reúne a líderes gubernamentales, militares y provinciales, así como académicos influyentes y asesores expertos, se realiza en una instalación militarizada en la capital bajo estrictas condiciones de seguridad. La agenda del comité es confidencial y solo se conocerán sus detalles una vez finalizado el evento, una vez editados cualquier controversia y disenso interno. Más allá del simbolismo de la resolución histórica, los miembros del partido tratarán otros temas políticos, económicos y sociales para allanar el camino a posibles cambios radicales durante el tercer mandato, incluyendo la necesidad de reducir la dependencia de tecnología importada, los planes de modernización militar, el reto demográfico y climático o cómo lidiar con los efectos del colapso a cámara lenta de Evergrande, el mayor promotor inmobiliario del país.

"En muchos aspectos, el futuro económico de China es más incierto ahora que en cualquier momento desde que Deng introdujo la 'reforma y apertura' en los 80. El país enfrenta una decreciente productividad, unos mercados internacionales preocupados, una población envejecida, una menguante fuerza laboral y dificultades para cambiar a un modelo de crecimiento basado en elconsumi. Los próximos años serán cruciales para que China intente escapar de la trampa 'del ingreso medio'", agrega el profesor Gill.

Foto: Grúas de construcción en la 'Ciudad Cultural del Turismo' de Evergrande. (Reuters)

Pero una idea resuena entre todas. "Prosperidad común", una nueva fórmula acuñada por Xi con la que quiere encapsular esta nueva era de lucha contra una desigualdad desenfrenada que ha ido de la mano del auge económico del país. Una retórica que ya viene acompañada de acciones concretas, como la presión contra el multimillonario sector tecnológico chino o actores del opaco mercado inmobiliario. Pero también una promesa. Difícilmente el mandatario va a lograr esa ambiciosa, y convenientemente difusa, meta para finales de 2027, cuando terminaría el tercer mandato de Xi. Puede que tampoco alcance 2032.

"Un nuevo modelo de gobernanza está tomando forma, con una dirección activa de la economía y la sociedad hacia el objetivo de construir 'la gran nación socialista moderna' para 2035", dijo Andrew Polk, jefe de análisis económico en la consultora 'Trivium China', en una conferencia del 'Center for Strategic & International Studies' para explicar el nuevo paradigma emergente. "Pekín ha alterado formalmente sus objetivos básicos de desarrollo alejándolos de una simple agregación de recursos hacia una distribución más estratégica y equilibrada, aún a expensas desu crecimiento", agregó.

Un camino, el de Xi, que no está exento de riesgos y en el que los desafíos crecen a la par que el país. "Con el objetivo del líder grabado en piedra, la prosperidad común debe materializarse a cualquier precio. ¿Y si surgen problemas? Serán tratados como sacrificios necesarios" —concluía Nakazawa su análisis— "Esto es solo el principio. Prepárense para acontecimientos sin precedentes mientras Xi extiende su reinado".

La historia de China está a punto de cambiar. Literalmente. Los 370 miembros del Comité Central del Partido Comunista de China (PCCh), la élite política del país, se reúnen esta semana en Pekín para deliberar sobre "una resolución clave sobre los principales logros y experiencias en los 100 años de andadura del partido". En otras palabras: van a reescribir la historia. Al menos, la versión oficial del partido. Un movimiento tan audaz y cargado de simbolismo que solo tiene dos precedentes. El primero, con Mao Zedong en 1945 —cuatro años antes de la fundación de la República Popular China—. El segundo, en 1981, con Deng Xiaoping en pleno proceso de reforma y apertura. La tercera 'resolución histórica' llega 40 años después de la mano de Xi Jinping, el líder más poderoso en generaciones, con un claro objetivo: dar respaldo a su ambición de gobernar China de por vida.

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