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La ‘prosperidad común’ de Xi Jinping, en la teoría y en la práctica
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La ‘prosperidad común’ de Xi Jinping, en la teoría y en la práctica

Las últimas observaciones publicadas advierten sobre los riesgos del ‘asistencialismo’ y la dependencia del Gobierno

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Durante los últimos 30 años, los inversores se habían acostumbrado tanto a ignorar el discurso sobre comunismo de la presuntamente comunista China que el hecho de que un líder sitúe firmemente la igualdad en el corazón de su agenda económica ha provocado algo más que un pequeño ardor de estómago. La publicación de una transcripción más completa de las observaciones del presidente Xi Jinping sobre la ‘prosperidad común’ de mediados de agosto el pasado 15 de octubre despertó un gran interés.

La publicación en el periódico teórico del partido ‘Seeking Truth’ parece en parte orientada a tranquilizar a inversores y empresarios espantados por el lenguaje novedoso al hablar sobre “ajustar de forma racional” los excesivos ingresos en la lectura original del discurso de Xi a mediados de agosto, que llegó en plena campaña de Pekín por controlar a los gigantes de internet.

Las observaciones extendidas siguen conteniendo dicho lenguaje, pero el tono y la estructura presentan algunas diferencias evidentes. Xi aborda con énfasis el espíritu empresarial justo al principio, diciendo que “la prosperidad común depende del esfuerzo” y la innovación, y que los empresarios que respetan la ley deberían ser especialmente favorecidos. Las observaciones recientemente publicadas también advierten de los peligros del ‘asistencialismo’ y la dependencia del Gobierno -palabras que no aparecían en la lectura original-.

Foto: Xi Jinping, presidente chino, durante el 110 aniversario de la Revolucoón de Xinhai. (Reuters)

En teoría, los inversores deberían encontrar en el discurso varios puntos positivos: lo más importante, muestra que Xi entiende la importancia de los incentivos -y que la campaña reguladora de rápido crecimiento del último año se arriesga a perjudicar la iniciativa empresarial-. El discurso también encaja con la prolongada postura escéptica de Pekín sobre grandes gastos para los servicios públicos, frente a las infraestructuras o incentivos para empresas como suelo barato. En particular, la política de carácter anticíclico de China en los meses iniciales del brote de coronavirus se centró en la abstención del pago de préstamos para negocios en lugar de una ayuda económica directa para los hogares, como en Occidente.

El mensaje general parece ser que el péndulo político se moverá hacia la igualdad: un aumento de impuestos y más presión para realizar donaciones para los individuos de ingresos elevados, un mayor gasto en programas sociales y educación y una aplicación de las leyes antimonopolio más estricta en ciertas zonas. Pero eso no es lo mismo que una gran expansión del estado del bienestar de China o una política económica confiscatoria.

El problema, sin duda, es que todo esto está sucediendo en el periodo previo al XX Congreso del Partido Comunista el próximo otoño. La apuesta de Xi por un tercer mandato sin precedentes al frente de China se vería posiblemente reforzada si demuestra tener soluciones frente a problemas latentes como la desigualdad, una vivienda inasequible y el elevado coste de la crianza de niños. La manera caprichosa en la que se ha tratado a ciertas industrias y empresas también tiene un fuerte carácter político.

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Si bien lleva un tiempo habiendo señales de alarma sobre el sector de las clases particulares, la decapitación virtual repentina del sector -y de sus empresas cotizadas en el extranjero- mandó una potente señal de incertidumbre y vulnerabilidad. Del mismo modo, a pesar de algunas críticas legítimas al modelo de negocio de Ant Group, es difícil obviar la conclusión de que la abrupta caída en desgracia de la compañía estuvo relacionada con las críticas públicas de Jack Ma sobre algunas de las políticas de Xi.

Se suele decir que el mercado bursátil de EEUU prefiere un gobierno dividido, porque, aunque la inercia y el estancamiento generan problemas, al menos es previsible -y preferible ante una extralimitación reguladora descontrolada-. De igual forma, el modelo chino basado en el consenso sobre la gobernanza de la élite introducido por Deng Xiaoping generó muchos problemas -incluidas la contaminación y la corrupción-, pero también fue razonablemente predecible y sensible a los diferentes grupos de interés económico.

Para bien o para mal, esos días han pasado a la historia. Si dicho cambio conducirá a la prosperidad común que concibe Xi o no está por ver.

*Contenido con licencia de ‘The Wall Street Journal’.

Durante los últimos 30 años, los inversores se habían acostumbrado tanto a ignorar el discurso sobre comunismo de la presuntamente comunista China que el hecho de que un líder sitúe firmemente la igualdad en el corazón de su agenda económica ha provocado algo más que un pequeño ardor de estómago. La publicación de una transcripción más completa de las observaciones del presidente Xi Jinping sobre la ‘prosperidad común’ de mediados de agosto el pasado 15 de octubre despertó un gran interés.

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