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Los seis meses de "tortura" que sufrió Lucía Pineda en las cárceles nicaragüenses
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La única mujer detenida por su trabajo

Los seis meses de "tortura" que sufrió Lucía Pineda en las cárceles nicaragüenses

Lucía Pineda es la única mujer arrestada en el continente por ejercer su profesión de periodista en medio de la violenta represión en Nicaragua

Foto: Lucía Pineda. (EFE)
Lucía Pineda. (EFE)

"Me echaron algo en la comida", "me obligaron a desnudarme y hacer sentadillas"... Son los testimonios de algunos nicaragüenses detenidos en el centro penitenciario El Chipote tras los enfrentamientos entre la Policía y la sociedad civil que comenzaron el 18 de abril del 2018. Lucía Pineda es la única mujer arrestada en el continente por ejercer su profesión de periodista, según Reporteros Sin Fronteras, y una de las 100 personas que conformaban la lista de presos políticos del país centroamericano. La periodista estuvo detenida casi seis meses.

Miles de nicaragüenses se manifestaron contra el Gobierno de Daniel Ortega y los altercados entre la ciudadanía y las fuerzas policiales han dejado más de 325 muertes, según la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. Después de más de un año el presidente sigue en funciones y el país vive una "calma aparente", según Avil Ramírez, un estudiante activo en las marchas. "Durante los periodos de represión física la vida en las calles terminaba a las 17:00 horas. Después de esa hora salir era un acto suicida. Ahora uno pasa por los centros de recreación nocturna y la gente está como si nada. Duele verlos repletos de gente". El universitario explicó a El Confidencial que "esto no significa que el pueblo se haya rendido", pero que las "detenciones arbitrarias y los guardias que patrullan las calles con rifles en mano" han hecho que las personas no se atrevan a protestar.

Foto: Roberto Dávila muestra los documentos de su hijo Kevin, muerto en las protestas contra Daniel Ortega. (H. Estepa)

Ramírez fue arrestado "simplemente por ondear mi bandera en una parada de bus". El estudiante, que se mudó a Chile tras el incidente, aseguró que le imputaron cargos de entorpecimiento al servicio público porque "para ir a buscarle a la parada tuvieron que gastar gasolina". El joven estaba asustado: "Nunca lo voy a olvidar. El agente que me atendió fue el inspector Bermúdez con placa 15592".

Durante las horas que estuvo preso lo "desnudaron, obligaron a hacer sentadillas y encerraron en una celda", pero no todo fue negativo. Avil pudo escuchar "a través de los ductos de aire" las palabras de aliento de la periodista encarcelada Lucía Pineda, que fue puesta en libertad recientemente gracias a una polémica ley de amnistía. La normativa evoca recuerdos del pasado para muchos, como la periodista Jennifer Ortiz que explicó a este diario que "en los años 80 vivimos una guerra que dejó más de 50.000 muertos que nunca recibieron justicia. Hay cuerpos que todavía no han aparecido y no se sabe quién mató a quién. No hubo un proceso de reconstrucción histórica para que los ciudadanos asimilaran la situación".

El testimonio de Lucía Pineda, reportera del canal 100% Noticias, está lleno también de miedo, maltrato y tortura psicológica. La periodista, que estuvo retenida durante casi seis meses, los primeros 40 días en el centro penitenciario El Chipote y el resto de la condena en la cárcel de mujeres "La Esperanza", responde a El Confidencial.

PREGUNTA. Tras su puesta en libertad, el líder sandinista Gustavo Porras ha advertido: "Esto no es borrón y cuenta nueva" y les ha pedido que se alejen de la actividad política. ¿Cómo han sido sus primeros días de libertad?

RESPUESTA. No hemos descansado. Hemos ido a muchos actos públicos, como las sesiones de la OEA en Medellín, a denunciar lo que hemos vivido. Todavía queda mucho trabajo por hacer. No nos han devuelto el canal y nuestros casos siguen abiertos. Esto ha sido una amnistía para los culpables. Ellos han tratado de mancharnos con acusaciones de incitación al odio y terrorismo, pero nada es cierto. Ellos son los responsables de toda esta masacre. Si ellos no hubieran mandado a los policías a reprimir en las manifestaciones, no estuviéramos lamentando tantas muertes.

P. Vayamos al inicio, ¿cómo fue el momento de su detención?

R. A las nueve de la noche me di cuenta de que nos salimos del cable. Bajé al control master y todo estaba bien. No había ningún problema técnico. Para seguir informando comencé un directo en nuestra cuenta de Facebook y unos minutos después me llamó mi compañera Verónica: “Lucía, la Policía está entrando” y comencé a escuchar golpes contra las ventanas de vidrio. Decidí dar la última hora por Facebook y difundir audios por WhatsApp sobre lo que sucedía.

placeholder  Manifestantes en Nicaragua. (Reuters)
Manifestantes en Nicaragua. (Reuters)

Me escondí bajo la escalera y envié una nota de voz para contar que los oficiales estaban desconectando equipos. Cuando la redacción quedó en silencio salí de mi escondite, pero me crucé con un policía que me apuntó con su linterna. Intercambiamos un "hola" y me escoltó fuera del edificio, donde me esposaron y metieron en un coche patrulla. El agente dijo: “Las mujeres van a su casa”. No había orden de captura para mí, pero cuando estábamos llegando a la casa de Verónica, el agente recibió una orden de dar media vuelta y llevarnos a El Chipote. Supongo que fue un castigo por dar la última hora y contar lo que ocurrió. Me querían silenciar.

P. ¿Cómo describiría el sistema penitenciario?

R. En El Chipote pude constatar torturas físicas y psicológicas. A Miguel lo recibieron con golpes. Un policía hirió su rostro a punta de puños mientras él estaba esposado. Lo mío fue psicológico.

En una semana me sacaron de mi celda más de 30 veces para interrogarme. Me decían golpista, terrorista y mentirosa por las informaciones que daba. Un día me quitaron los anteojos -yo no puedo ver sin ellos porque tengo miopía- y me sacaron en ese estado a las entrevistas. Eso es tortura. Sentí como si me estuvieran dando puñetazos en los ojos.

Mi celda era oscura. Solo había un tragaluz en la parte superior. Las noches eran frías y los zancudos [mosquito] abundaban. Los servicios higiénicos no servían. Tuve que defecar en mis propias manos por dos semanas y poner los restos en bolsas. Un agente me dio un desatascador, pero no sirvió de nada. Solo cuando vino la Cruz Roja Internacional a hacer una visita en enero conseguí el traslado a una celda con un inodoro en condiciones.

Los oficiales cuestionaron mi trabajo y el de mi equipo. Me pidieron que grabara un vídeo de disculpas a Daniel Ortega por llamarlo dictador. No pude hacerlo porque lo es. Solo en las dictaduras se arrestan a periodistas por hacer su trabajo. Yo les decía que en un canal, y en todo medio de comunicación, es normal que haya una línea editorial. Que la nuestra sea contraria al Gobierno y no les guste es su problema. Que Daniel Ortega ponga otro canal para que no se atormente tanto.

placeholder  Manifestantes en contra de la Administración de Daniel Ortega. (Reuters)
Manifestantes en contra de la Administración de Daniel Ortega. (Reuters)

P. ¿Alguna vez sintió que su vida estaba en peligro?

R. Sí, siempre estaba ese miedo. Pensaba: ¿qué me puede pasar?, ¿qué me pueden hacer? En el Chipote me echaron algo en la comida los primeros días. Lo sé porque comencé a vomitar de repente y me daban unos mareos extraños que yo no había sufrido antes. Tuve que oler todo lo que me traían por si tenía algo.

Recuerdo relato tras relato. Las reas me contaban cómo las autoridades apuntaban con una pistola a los reos para forzarlos a incriminarse, grabar vídeos a favor de Daniel Ortega o inculpar a alguien más. Todo dependía de los intereses de la policía.

P. ¿A qué obedece esa lealtad de los cuerpos policiales hacia Daniel Ortega?

R. Todo es por dinero. Muchos han recibido prebendas y no las quieren dejar ir. Ellos tienen como un Dios a Daniel Ortega erróneamente. Sí, le tienen cariño pero están cegados. Parecen inmunes a las consecuencias de los actos de maldad ilegales que perpetran en contra de las propias leyes de la Policía Nacional y atentan contra los derechos humanos.

Estaba ante un cuerpo policial fanatizado al servicio de Daniel Ortega y no de los nicaragüenses. Ya no es se puede hablar de una policía nacional ni sandinista, sino orteguista. Él se apropió del partido y lo convirtió en una administración familiar que vela por sus intereses económicos. Aquellos principios revolucionarios del General Sandino que crearon el partido ya no existen.

P. ¿Las condiciones en el centro de mujeres "La Esperanza" eran mejores?

R. En el sistema penal de mujeres estuve totalmente aislada de las otras reas, tanto de las comunes como las políticas. No tenía celdas vecinas y pasaba sola las 24 horas del día, las visitas estaban permitidas cada 15 días y solo me sacaban una hora a la semana a tomar el sol. Yo dedicaba la mayor parte del tiempo a orar, cantar y alabar a Dios. En El Chipote sí tenía celdas vecinas y hacíamos cultos juntos en las noches. Compartimos mucho a través de los ductos de aire. Llegamos a reconocer nuestras voces.

P. ¿Qué explica que Ortega siga gobernando?

R. Está sostenido por las fuerzas y las armas. Solo por eso. La economía del país ha caído un 10% con Ortega y seguirá retrocediendo. Es una situación insostenible. Cualquier Gobierno se caería ante este panorama. La única salida es que haya elecciones anticipadas y que se reforme la constitución para que los nicaragüenses estén cómodos en los comicios del 2021.

placeholder  Daniel Ortega y su esposa y vicepresidenta de Nicaragua, Rosío Murillo. (Reuters)
Daniel Ortega y su esposa y vicepresidenta de Nicaragua, Rosío Murillo. (Reuters)

Si Ortega presenta una candidatura no ganaría. Tiene tierras, empresas grandes, canales de televisión y otros medios de comunicación que de nada le sirven porque nadie le cree. Si ves los niveles de audiencia en un Facebook Live de su canal y lo comparas con los de un medio independiente te das cuenta de que la diferencia es abismal. La gente sigue a los periodistas que cuentan la verdad. Puedes tener 1.000 medios de comunicación, pero si nadie te cree no sirve de nada.

P. ¿Ha podido ver a su familia?

R. Ahora estoy feliz. Puedo estar con mi madre, a quien solo veía cada 15 días por dos o tres horas. Ahora estamos en Costa Rica, donde reside toda la familia. Hemos intercambiado anécdotas. Me impresiona escuchar cómo vivieron todo desde fuera y las humillaciones que tuvieron que sufrir. Cada vez que me iban a dejar comida les esperaba una turba de personas oficialistas que los insultaba y acusaba de “alimentar golpistas y terroristas”.

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Además, los policías hacían esperar a los familiares a su antojo. Mi primo esperaba desde la mañana hasta el mediodía y cancelaban la visita de repente. Eso es una grosería. Ellos ya sabían que no le iban a permitir verme. Juegan con el cansancio de la gente.

P. ¿Qué futuro augura para Nicaragua?

R. Yo apuesto por la democratización del país. Se va Daniel Ortega. Eso es lo que yo veo. Se va con votos, como en 1990 y esta vez yo creo que su derrota va a ser más aplastante porque hay mucha decepción, incluso en la base de su partido. El frente sandinista rompió una línea impensable incluso para los más radicales de su partido. Se convirtieron en una agrupación de guerra nuevamente y en peores condiciones: para atacar a una población civil que no está armada y simplemente quiere ejercer el derecho que tiene a manifestarse y expresar su inconformidad.

"Me echaron algo en la comida", "me obligaron a desnudarme y hacer sentadillas"... Son los testimonios de algunos nicaragüenses detenidos en el centro penitenciario El Chipote tras los enfrentamientos entre la Policía y la sociedad civil que comenzaron el 18 de abril del 2018. Lucía Pineda es la única mujer arrestada en el continente por ejercer su profesión de periodista, según Reporteros Sin Fronteras, y una de las 100 personas que conformaban la lista de presos políticos del país centroamericano. La periodista estuvo detenida casi seis meses.

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