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"Aunque te duela, Daniel se queda": así ha aplastado Ortega a la oposición en Nicaragua
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OFENSIVA GENERAL CONTRA LOS OPOSITORES

"Aunque te duela, Daniel se queda": así ha aplastado Ortega a la oposición en Nicaragua

Las fuerzas de seguridad han lanzado una serie de violentos asaltos contra los bastiones de la disidencia. El objetivo: que nada empañe el 39º aniversario de la revolución sandinista este jueves

Foto: Miembros de las 'fuerzas combinadas' del Gobierno, tras acabar con la insurrección en Monimbó, Masaya, el 17 de julio de 2018. (Reuters)
Miembros de las 'fuerzas combinadas' del Gobierno, tras acabar con la insurrección en Monimbó, Masaya, el 17 de julio de 2018. (Reuters)

Este jueves, Nicaragua celebrará el 39º aniversario del triunfo de la revolución sandinista que acabó con la dictadura de Anastasio Somoza, y el presidente Daniel Ortega no quiere que nada empeñe la conmemoración. Esa parece ser la razón por la que el aparato de seguridad —repleto de miembros y simpatizantes del oficialista Frente Sandinista— se ha lanzado con toda su fuerza contra los bastiones de la oposición, dispuestos a acabar con todo conato de resistencia al Gobierno. El fin de semana, las llamadas “fuerzas combinadas” —compuestas por policías, operativos antidisturbios, grupos parapoliciales y paramilitares— pusieron en marcha la operación Limpieza para eliminar las barricadas desplegadas por los opositores en cuatro ciudades del país. El martes se lanzaba una ofensiva a gran escala contra Masaya, la última gran ciudad en manos de los manifestantes contrarios a Ortega. El resultado ha sido el previsible: un baño de sangre.

La comunidad internacional rechaza los ataques

Casi 2.000 agentes participaron en un bombardeo de más de siete horas sobre la comunidad indígena de Monimbó, que dejó al menos tres muertos, entre ellos un policía. Los residentes se defendieron con morteros caseros, pero tuvieron que abandonar las barricadas ante la embestida de las fuerzas gubernamentales. El número de víctimas podría ser mayor, pero las organizaciones de derechos humanos no han podido acceder aún a la localidad, que se encuentra tomada por los 'combinados'.

Foto: Partidario del gubernamental Frente Sandinista participa en el 39º aniversario del "Repliegue" en Masaya, Nicaragua, el 13 de julio de 2018. (Reuters)

La caída de Masaya tiene una gran importancia simbólica: esta localidad, y especialmente Monimbó, fue clave en el derrocamiento de Somoza el 19 de julio de 1979, y Ortega atacó este pueblo indígena "por temor a que le ocurriera lo mismo en la misma fecha", afirma la presidenta del Centro Nicaragüense de Derechos Humanos (Cenidh), Vilma Núñez. Este martes, las fuerzas de seguridad celebraban su victoria bailando y cantando: “Aunque te duela, Daniel aquí se queda”.

Y como entonces, la mayoría de la disidencia hoy se identifica con posturas de izquierda. De hecho, los mayores críticos de Ortega son antiguos sandinistas que han roto con su antigua formación para crear partidos “verdaderamente progresistas”, y que critican la corrupción y el personalismo de Ortega, su decisión de intentar establecer una dinastía familiar al nombrar vicepresidenta a su esposa Rosario Murillo, y su creciente autoritarismo. Pero la gota que ha colmado el vaso para muchos ha sido la brutal represión empleada por las fuerzas de seguridad desde el inicio de las protestas, que han dejado más de 350 muertos y dos millares de heridos desde el pasado 18 de abril.

"Creo que Ortega ha culminado su guerra contra un adversario militar inexistente", declaró este martes Víctor Hugo Tinoco, un exdirigente sandinista que ejerció como vicecanciller tras la caída de Somoza. "Internamente, se evidenció como un carnicero y el rechazo hacia él se ha extendido a sectores más amplios de la población. Externamente, se evidenció como un salvaje al que hay que buscar cómo controlar, muy lejos de ser un presidente legítimo", afirmó.

placeholder Funeral del joven José Medina, muerto en un enfrentamiento con las fuerzas de seguridad en las barricadas de Masaya. (EFE)
Funeral del joven José Medina, muerto en un enfrentamiento con las fuerzas de seguridad en las barricadas de Masaya. (EFE)

Un declive inesperado

Tinoco es de los que piensan que a corto plazo la polarización juega a favor de Ortega al radicalizar a sus bases, pero que acabará pasándole factura, puesto que cada vez son más los colectivos sociales que se posicionan contra el presidente. Los manifestantes han recuperado viejos eslóganes de la revolución de los años setenta, como el legendario “¡Que se rinda tu madre!”, y aseguran que Ortega se ha convertido en “otro Somoza, con su dictadura familiar”.

Lo más paradójico es que no tenía por qué haber sucedido así. Aunque las elecciones del otoño de 2016, en las que Ortega salió reelegido con el 72,5% de los votos, no fueron limpias —meses antes el Consejo Supremo Electoral había impedido por decreto la participación de la formación opositora más pujante—, la mayoría de los observadores cree que las habría ganado holgadamente incluso de haberlo sido. A pesar de la cada vez más evidente corrupción de los altos cargos del Frente Sandinista, Ortega había logrado mantener su popularidad gracias a una enorme inversión en infraestructuras, a importantes programas de ayudas sociales y a una política de aproximación a la Iglesia católica y a la comunidad empresarial.

Foto: Una manifestante enarbola un cartel que dice: "Ortega, Somoza, son la misma cosa", durante una marcha en Managua el 23 de abril de 2018. (Reuters)

Todo cambió el pasado 18 de abril, cuando el Gobierno anunció una reforma en el sistema de la Seguridad Social que reducía ligeramente las pensiones. Inmediatamente estallaron disturbios, que dejaron 30 muertos y forzaron a Ortega a derogar la medida cuatro días después. Pero había subestimado la profundidad del descontento político, y para entonces era tarde. Los estudiantes se habían atrincherado en la Universidad de Managua, y la reivindicación ya era otra: la salida de Ortega.

Este no está dispuesto a dejar el poder, y la actuación de los cuerpos de seguridad ha ido creciendo en violencia conforme pasaban los meses, hasta llegar a las redadas casa por casa y las presuntas ejecuciones extrajudiciales que denuncian los organismos de derechos humanos. En mayo, un informe de Amnistía Internacional aseguraba que las fuerzas gubernamentales tienen órdenes de utilizar medios letales contra los manifestantes.

Masaya ha sido el último episodio de esa represión. Este jueves, el Gobierno celebrará un aniversario que muchos nicaragüenses consideran que les ha sido robado por Ortega, “el traidor del sandinismo”. El descontento no se ha apagado, e incluso si el poder en Managua consigue una tregua de 24 horas, nadie espera que el respiro logrado mediante el uso de la violencia vaya a durar mucho.

Este jueves, Nicaragua celebrará el 39º aniversario del triunfo de la revolución sandinista que acabó con la dictadura de Anastasio Somoza, y el presidente Daniel Ortega no quiere que nada empeñe la conmemoración. Esa parece ser la razón por la que el aparato de seguridad —repleto de miembros y simpatizantes del oficialista Frente Sandinista— se ha lanzado con toda su fuerza contra los bastiones de la oposición, dispuestos a acabar con todo conato de resistencia al Gobierno. El fin de semana, las llamadas “fuerzas combinadas” —compuestas por policías, operativos antidisturbios, grupos parapoliciales y paramilitares— pusieron en marcha la operación Limpieza para eliminar las barricadas desplegadas por los opositores en cuatro ciudades del país. El martes se lanzaba una ofensiva a gran escala contra Masaya, la última gran ciudad en manos de los manifestantes contrarios a Ortega. El resultado ha sido el previsible: un baño de sangre.

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