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Plomo, gas, fuego y represión para impedir la entrada de la ayuda a Venezuela
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Plomo, gas, fuego y represión para impedir la entrada de la ayuda a Venezuela

Las imágenes que llegan desde las fronteras con Colombia y Brasil difieren mucho de las concentraciones pacíficas de las últimas semanas

Foto: Manifestantes opositores chocan con las fuerzas venezolanas. (Reuters)
Manifestantes opositores chocan con las fuerzas venezolanas. (Reuters)

Había varios escenarios previstos para este sábado que dependían de cómo Nicolás Maduro subiera el volumen a la represión con las distintas fuerzas del Estado. La oposición, apoyada por centenares de voluntarios civiles, apostaba a varias cosas: que se permitiera la apertura del corredor humanitario sin incidentes y que se rompieran las filas del ejército. Ninguna de estas previsiones sucedió. Las imágenes que llegan desde las fronteras con Colombia y Brasil difieren mucho de las concentraciones pacíficas de las últimas semanas.

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En Táchira, junto a Colombia, los altercados empezaban desde temprano. El cierre de la frontera decretado por Nicolás Maduro se hacía efectivo y los primeros en sentirlo, más allá de aquellos involucrados en trasladar la ayuda humanitaria, eran los venezolanos que cada día cruzan el puente para ganarse la vida en el país vecino. Se quejaban ante la Guardia Nacional Bolivariana (GNB) y la respuesta fue represión. A eso se contestó con piedras. Más tarde, pasaron a los molotovs. Del lado del Estado, lacrimógenas, y también la actuación de los colectivos, los grupos de choque afines al Gobierno. Con armas largas amenazaron a la población civil y a periodistas. "Vamos a quemar a los corresponsales", llegaron a decir después de que consiguieran ponerse a resguardo.

Foto: Miembros de la Guardia Nacional Bolivariana son vistos en la frontera durante el concierto convocado por el gobierno del presidente Nicolás Maduro este viernes. (EFE)

Así fue en Tienditas, Ureña, San Antonio. La escalada de tensión alcanzó su punto máximo cuando los camiones trataron de pasar al lado venezolano. Desde la oposición dicen que la Policía Nacional Bolivariana (PNB) quemó al menos uno de ellos, con todas las cajas de ayuda humanitaria en su interior. Desde el Gobierno han salido a desmentirlo y aseguran que han sido ellos mismos los que han provocado el fuego. La respuesta de los voluntarios fue tratar de rescatar algo entre las llamas y el humo de las lacrimógenas. El balance que dan desde el Gobierno de Colombia es de 285 heridos, 37 de ellos necesitaron hospitalización inmediata. Del total, solo 30 son colombianos, el resto es de nacionalidad venezolana.

Otro de los hitos fue la deserción de más de 60 miembros de las fuerzas del Estado venezolano. A cuentagotas a lo largo del día fueron pasando la frontera con Colombia para pedir asilo político. Se trata de miembros de la Guardia Nacional —algunos de ellos con sus familias—, Policía Nacional, Armada y Fuerzas Especiales (FAES), según datos de Migración Colombia.

En la frontera con Brasil, en Santa Elena de Uairén, la Gran Sabana, al poco de empezar la mañana se anunciaba que un camión había logrado pasar. Pero las fuerzas del Estado operaban del mismo modo que en Táchira. Allí se vive una situación tensa desde el pasado viernes. El ejército venezolano atacó en una zona donde reside una gran comunidad indígena de etnia pemón. Hay varios muertos desde entonces. Es complicado saber el número exacto, porque además de ser una zona mal comunicada, en estos días ha habido numerosos cortes de electricidad. Las cifras bailan entre 3 y 8 fallecidos de etnia pemón.

En territorio marítimo, un buque que desde hace día viajaba a aguas territoriales venezolanas con más ayuda humanitaria era asediado por la armada venezolana. Cinco buques, una fragata y dos patrulleros interceptaron el barco. Según Juan Guaidó, han recibido "amenaza de fuego". El barco lleva más de 200 toneladas de ayuda humanitaria, su población es civil y a bordo también van periodistas.

De blanco y rojo

En Caracas se daban dos manifestaciones. De un lado, en el este, en la zona clase media de Altamira, una concentración para pedir el ingreso de la ayuda humanitaria. Los manifestantes iban vestidos con camisetas y blusas blancas, haciendo caso de las directrices de la Asamblea Nacional. Banderas, ambiente festivo, canciones tradicionales venezolanas. Y las consignas. Una de las más repetidas es la de "No hay arroz, no hay harina. Y en Miraflores lo que hay es cocaína" (en alusión a los sobrinos de la "primer combatiente" Cilia Flores, que se encuentran presos en Estados Unidos por narcotráfico). La otra, es un grito que empezó a ponerse de moda hace unas semanas. Alguien grita "¡Maduro!" y la gente responde "¡Coño e tu madre!", uno de lo insultos más potentes en el país.

La concentración empezó a moverse a la autopista Francisco Fajardo, una vía principal que recorre Caracas de punta a punta. El destino era la base de la Aviación Militar de La Carlota, un enclave castrense junto a la autopista, uno de los más grandes de la Gran Caracas. El objetivo era, al igual que había pedido Guaidó hace unos días, entregar distintas cartas en los cuarteles para pedir a los militares que permitieran la entrada de la ayuda humanitaria. La concentración, masiva, estuvo por varias horas. A unos kilómetros, unos piquetes de la GNB obstaculizaban el paso hacia el municipio Libertador, el centro administrativo de Caracas.

Y de ese otro lado, la marcha en apoyo a Maduro. La gente iba en su mayoría vestida con camisetas rojas. También había ambiente festivo, música reivindicativa, de batalla. Y el lema 'Hands Off Venezuela', manos fuera de Venezuela, una consigna contra Estados Unidos y "su injerencia en los asuntos del país". Una consigna que repite aquella de hace unas décadas con Cuba.

Desde Colombia, Guaidó hizo responsable al Gobierno "por las heridas causadas a los pemones", criticó fuertemente que Maduro atacara los camiones con ayuda humanitaria y le advirtió que, según la Convención de Ginebra, ese tipo de ataques a material de ayuda humanitaria confieren delitos de lesa humanidad. Guaidó se reunió con los militares que pasaron al lado colombiano y les aseguró que los amparará bajo la Ley de Amnistía que aprobó la Asamblea Nacional. "Los soldados con quienes he hablado han respondido a su deseo de vida y futuro para sus hijos que el Usurpador (Maduro) no les garantiza. Soldado venezolano, el mensaje es claro: haz lo que te manda la Constitución. Habrá amnistía y garantías para quienes se pongan del lado del pueblo".

En la tarima instalada en Caracas, Maduro se dirigía a Guaidó. Le decía que si era presidente encargado, por qué no había convocado elecciones, por qué no tenía un gabinete de ministros, por qué no había hecho medidas económicas a favor del pueblo. Retó varias veces al líder opositor a medirse en elecciones. "¿Por qué no convoca a elecciones para darle una revolcada con los votos del pueblo? Convoque a elecciones señor autoproclamado, señor payaso (…) pa' (sic) revolcarlo bien revolcado con votos, como es el debido proceso", insistió.

Lo curioso es que, durante todo el tiempo que duró su discurso —en el que también atacó a Trump y dijo que rompía todas las relaciones políticas y diplomáticas con Colombia—, no hizo sino repetir consignas que han sido emblema de algunos líderes de la oposición. Como aquello de "el tiempo de Dios es perfecto" (Henrique Capriles) o "estamos del lado correcto de la historia" (Leopoldo López).

Mientras, Maduro bailaba salsa con Cilia Flores sobre una tarima, ataviado con una camisa roja

Mientras en Santa Elena seguía el asedio bajo el fuego del ejército a la etnia pemón y en Táchira los colectivos afines al Gobierno amenazaban a civiles con armas largas y se quemaban las cajas con medicamentos y suplementos alimenticios, Maduro bailaba salsa con Cilia Flores sobre una tarima, ataviado con una camisa roja.

Había varios escenarios previstos para este sábado que dependían de cómo Nicolás Maduro subiera el volumen a la represión con las distintas fuerzas del Estado. La oposición, apoyada por centenares de voluntarios civiles, apostaba a varias cosas: que se permitiera la apertura del corredor humanitario sin incidentes y que se rompieran las filas del ejército. Ninguna de estas previsiones sucedió. Las imágenes que llegan desde las fronteras con Colombia y Brasil difieren mucho de las concentraciones pacíficas de las últimas semanas.

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