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"Una nueva era cultural en Hungría": Víktor Orbán ha vencido a George Soros
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¿la primera ficha del dominó?

"Una nueva era cultural en Hungría": Víktor Orbán ha vencido a George Soros

La expulsión de la Universidad Central Europea de Budapest supone la última derrota del movimiento liberal húngaro frente a un Gobierno que persigue la hegemonía intelectual conservadora

Foto: Un activista del partido opositor húngaro Egyutt ('Juntos') elimina un póster del Gobierno atacando al multimillonario George Soros, en Budapest. (Reuters)
Un activista del partido opositor húngaro Egyutt ('Juntos') elimina un póster del Gobierno atacando al multimillonario George Soros, en Budapest. (Reuters)

En la Hungría de Viktor Orbán, todos los males tienen un culpable: George Soros. “Va a traer a Hungría millones de africanos”; “es Satán”; “es quien maneja a Obama”; “es el hombre más peligroso del mundo”; “es nazi y se hizo rico delatando a otros judíos”; “anti cristiano”; “quiere que comamos insectos”. Tanto se le teme (u odia) en Budapest, que cuando en el mes de abril Fidesz, el partido de Viktor Orbán, volvió a ganar las elecciones, no se tardó ni 24 horas en anunciar un paquete legislativo llamado “Stop Soros”. Poco antes, Orbán había consultado a los húngaros en una especie de referéndum informal sobre un supuesto plan sorosiano para introducir miles de refugiados en el país con la connivencia de Bruselas. La campaña institucional previa duró semanas e inundó Budapest de pósters con acusaciones contra el magnate judío que incluían eslóganes como “No dejes a Soros reír el último”.

No parece lógico ni proporcionado que todo un primer ministro se enfrente en la arena política con alguien que, aunque sea tan fabulosamente rico como Soros, ni siquiera vive en su país y se dedica a aumentar su fortuna con inversiones financieras y a gastarla en labores de filantropía. No es normal que un gobierno considere a un individuo el mayor enemigo del país. Pero es que ni Viktor Orbán (55 años) ni George Soros (88, nacido György Schwartz) son personas comunes.

Orbán es uno de los líderes europeos más autoritarios de Europa, y Soros es uno de los hombres más ricos y poderosos del mundo. Uno acapara el poder político en Hungría; el otro posee una innegable influencia ideológica materializada en forma de becas, donaciones y apoyo económico a centros afines. El poder político frente al músculo financiero.

Foto: Viktor Orbán.
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Las opiniones, ideas y proyectos de Orbán y Soros son diametralmente opuestos, y durante los últimos años ambos han mantenido una sucesión de enfrentamientos trufada de insultos y acusaciones. En el por ahora último asalto de esta lucha sin cuartel, Orbán ha expulsado del ring a Soros: la Central European University (CEU) abandona Hungría y traslada su campus a Viena. Esta institución educativa, donde estudian 3.500 alumnos de más de cien nacionalidades, ha sido acusada repetidamente de actividades subversivas y “anti nacionales”. En sus 27 años de historia, la CEU ha conseguido situarse entre las 200 mejores del mundo y su situación le ha valido el apoyo público de 20 premios Nobel y los rectores de Oxford, Cambridge y Princeton entre otros.

Orbán, quien curiosamente se benefició de una beca Soros cuando era estudiante, considera a este centro de enseñanza como un “caballo de Troya” liberal y pro judío que intenta socavar los cimientos del país atrayendo inmigrantes y haciendo lobby contra su "iliberalismo", que es como él mismo define a su ideología. Hace pocos días se manifestaron unas 2.000 personas en el centro de Budapest para protestar por lo que muchos consideran una maniobra diseñada específicamente contra la libertad académica y, en última instancia, contra la represión cultural y la censura en un país que está permanentemente en la picota.

placeholder Manifestación a favor de la Universidad Central Europea en Budapest, el 24 de noviembre de 2018. (Reuters)
Manifestación a favor de la Universidad Central Europea en Budapest, el 24 de noviembre de 2018. (Reuters)

Estudios de género "absurdos"

Sin embargo, el gobierno húngaro se defiende afirmando que la ley sólo exige que las instituciones académicas extranjeras que presten sus servicios en Hungría deben mantener abierto un campus en su país de origen. La CES abrió unas instalaciones en EEUU para intentar cumplir esta norma, pero para Budapest se trata de una medida insuficiente y lo han llamado “un campus Potemkin”. Por otro lado, hace escasas semanas otro miembro del gobierno húngaro decidió que los estudios de género, impartidos en la CES, van a ser abolidos porque “nadie va a contratar a un generólogo”, así que no hay necesidad de mantener estudios que se ocupan de una materia “absurda”.

La fijación de Orbán y su gabinete ha llegado a extremos que trascienden la animosidad política o el enfrentamiento ideológico. En diciembre del año pasado, un diputado de Fidesz publicó en su Facebook la fotografía de un grupo de gente posando junto a un cerdo achicharrado. En el cuerpo del animal aparecía escrito “¡O volt a Soros!”, lo que puede traducirse tanto por “le llegó su sanmartín” como “éste era Soros”. El post se cerraba con la frase: un cerdo menos." En junio, el portadoz de Fidesz, Balázs Hidvéghi, afirmó que el buque Aquarius, que atracó en la costa italiana cargado de inmigrantes, era un “barco de Soros” y que formaba parte de toda una flota propiedad del magnate judío.

Foto: Viktor Orban. (Reuters)
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Cada verano, Viktor Orbán asiste al festival cultural de la pequeña ciudad rumana de Tusnádfürdő, cuya población es en un 90% de origen húngaro. Allí suele pronunciar discursos en los que da rienda a su verborrea. Por ejemplo, en 2014 se confesó admirador de las “democracias iliberales de China y Rusia”. Sus intervenciones son transcritas íntegramente por el diario Magyar Idők, que a pesar de su escasa circulación ejerce el papel oficioso de boletín ideológico de Orbán. En sus páginas suelen aparecer opiniones, críticas y palabras que tienen su origen en el propio Orbán o en sus colaboradores más íntimos y que dan pistas sobre los próximos pasos del gobierno. Este verano, tras un discurso de Orbán en Tusnádfürdő centrado en la cultura y la educación, el Idők anunciaba “una nueva era cultural e intelectual” en Hungría a partir de septiembre. Un teatro de Budapest estrenaba por entonces el musical “Billy Elliott”, que en el diario se calificaba como “propaganda gay”. Días después, la obra era suspendida y el teatro anunciaba una temporada de espectáculos dedicados a la cristiandad.

El arte tampoco se ha librado de la influencia de Orbán. En 2013 se creó bajo su mandato la lista de “Artistas de la Nación”, un grupo de autores cuyas creaciones complacen al mandatario y destacan por su nacionalismo o por subrayar los valores orbanianos. Los elegidos gozan de encargos estatales sin concurso precio y obtienen una jugosa paga mensual. El criterio artístico y las inquietudes intelectuales de Orbán contrastan con la imagen que proyecta frente a su electorado: la de un hombre sencillo, de orígenes humildes, que vio agua caliente de grifo por primera vez a los 15 años, enamorado de su aldea y fanático futbolero que es capaz de ver en televisión hasta seis partidos de fútbol en un día.

placeholder El primer ministro húngaro Víktor Orbán en una ceremonia de importación en Shanghai, China, el 5 de noviembre de 2018. (Reuters)
El primer ministro húngaro Víktor Orbán en una ceremonia de importación en Shanghai, China, el 5 de noviembre de 2018. (Reuters)

Tomar por asalto la educación

Las ONGs también están en el punto de mira: una nueva fiscalidad gravará sus actividades con un 25% de impuestos y para operar deberán pasar por una inspección fiscal y obtener una autorización del ministerio de Interior. Además, se limita su acceso a menos de 8 kilómetros de las fronteras internacionales, precisamente las áreas donde se acumulan los grupos de refugiados y resulta más necesaria su labor. Y para completar el rodillo, los medios de comunicación, como el histórico diario Magyar Nemzet, muy crítico con el régimen de Orbán, están cayendo uno a uno por dificultades económicas derivadas del acoso al que son sometidos desde el gobierno. Los corresponsales extranjeros en Hungría deben estar registrados como si fueran una empresa y encuentran muchas dificultades para ser autorizados a asistir a ruedas de prensa y actos oficiales. El año pasado, la web 888.hu, ligada al gobierno, publicaba una lista de periodistas a los que acusaba de ser “propagandistas extranjeros”, a pesar de que la mayoría de ellos eran húngaros trabajando para medios como Reuters, Bloomberg o Deutsche Welle.

En unos pocos días, la CEU cerrará sus puertas y se trasladará a Viena. Su caso podría tomarse como un episodio más en el enfrentamiento de Soros contra Orbán, pero podría tratarse también de la primera ficha del dominó: el nuevo ministro de Innovación y Tecnología, László Palkovics, ha emprendido una reestructuración de la enseñanza superior en todo el país que va más allá del rifirrafe con la CEU.

Foto: Votantes del partido Fidesz durante el anuncio de los resultados preliminares de las elecciones, en Budapest. (Reuters)

Bajo las directrices de este ministerio, y no del de Educación, como parecería lógico, se planea transferir la gestión de las universidades públicas húngaras a manos privadas, al estilo de lo que se está haciendo en la Universidad de Corvinus. Allí, el sistema de becas estatales y de financiación pública está siendo sustituido por un sistema que abre las puertas a donaciones privadas y que hará que el número de estudiantes que tienen que pagar tasas académicas pase del 35% al 60%. El Presidente de la Academia Nacional de Ciencias ha sido sustituido por un profesor asociado de Veszprén que enseña Empresariales. El anterior presidente era físico nuclear.

Tras deshacerse de la universidad de Soros, controlar los medios de comunicación y limitar las actividades de las ONG, queda por ver dónde se dirigirán los próximos golpes de Viktor Orbán. El que fuera profesor universitario y devoto admirador de Orbán Gábor Fodor (en una entrevista le llamó “mi machote”) da una pista: “La universidad no debería ser lugar para profesores de tres al cuarto, frustrados y resentidos con los políticos. Las universidades húngaras son ahora mismo el ultimo escondrijo de la izquierda que ya está debilitada y con la que debemos acabar”.

En la Hungría de Viktor Orbán, todos los males tienen un culpable: George Soros. “Va a traer a Hungría millones de africanos”; “es Satán”; “es quien maneja a Obama”; “es el hombre más peligroso del mundo”; “es nazi y se hizo rico delatando a otros judíos”; “anti cristiano”; “quiere que comamos insectos”. Tanto se le teme (u odia) en Budapest, que cuando en el mes de abril Fidesz, el partido de Viktor Orbán, volvió a ganar las elecciones, no se tardó ni 24 horas en anunciar un paquete legislativo llamado “Stop Soros”. Poco antes, Orbán había consultado a los húngaros en una especie de referéndum informal sobre un supuesto plan sorosiano para introducir miles de refugiados en el país con la connivencia de Bruselas. La campaña institucional previa duró semanas e inundó Budapest de pósters con acusaciones contra el magnate judío que incluían eslóganes como “No dejes a Soros reír el último”.

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