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El origen de los 'poderes mentales' de Trump
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las enseñanzas del reverendo Vincent Peale

El origen de los 'poderes mentales' de Trump

Trump es “el ejemplo vivo" de la filosofía del reverendo Peale, autor de 'El poder del pensamiento positivo'. Para él, el mundo es una hoja en blanco. Una masa que moldear según sus intereses

Foto: El presidente de EEUU, Donald Trump, durante una cumbre de la OTAN en Bruselas, el 11 de julio de 2018. (Reuters)
El presidente de EEUU, Donald Trump, durante una cumbre de la OTAN en Bruselas, el 11 de julio de 2018. (Reuters)

La técnica es la siguiente: imagine su vida como a usted le gustaría que fuera. Una pareja perfecta, músculos de acero, respeto por doquier. Ahora fije esta imagen en su mente con ejercicios diarios: escriba sus deseos en un papel, cada mañana, muchas veces. Durante años si hace falta. Siga estos pasos y acabará logrando la mentalidad necesaria para triunfar. Una convicción tan fuerte que de ella brotará, no puede ser de otra forma, el éxito.

A esto se le llama “El poder del pensamiento positivo”, título de uno de los libros de autoayuda pioneros en Estados Unidos, publicado en 1952. Su autor, el reverendo Norman Vincent Peale, argumentaba que, para tener éxito, lo más importante es desearlo con todas tus fuerzas. “Estampa en tu mente una imagen de ti mismo teniendo éxito”, decía Peale. “Afírmala, visualízala, créetela, y se hará realidad”.

El libro de Peale fue un gran éxito y tuvo muchos seguidores. Entre ellos, un joven actor chinoamericano experto en artes marciales llamado Bruce Lee. En enero de 1969, Lee se escribió una carta a sí mismo (1). Decía: “Yo, Bruce Lee, seré la primera superestrella oriental muy bien pagada de Estados Unidos”. Tal y como predijo, en 1970 ya era famoso. En 1973, una leyenda.

Hubo quienes aprendieron al lado de Norman Vincent Peale. Uno de sus feligreses más fieles era el empresario inmobiliario Fred Trump. Cada domingo, Trump y su familia acudían a la iglesia de Peale, en Manhattan, a bañarse en la filosofía del reverendo. “Los consejos sencillos y alegres de Peale permitieron al padre de [Donald] Trump aliviar sus ansiedades”, escribe Michael Kruse en Politico. La relación se hizo tan estrecha que Peale casó a las dos hijas del magnate, y a su hijo pequeño: el actual presidente de Estados Unidos.

placeholder Thomas Musolino con una máscara del presidente Trump durante un acto de campaña en Wilkes-Barre, Pensilvania. (Reuters)
Thomas Musolino con una máscara del presidente Trump durante un acto de campaña en Wilkes-Barre, Pensilvania. (Reuters)

La devoción de los Trump por el “pensamiento positivo” ganó fuerza en la siguiente generación. Cuando Donald Trump, con sólo 35 años, inauguró su primer gran proyecto, la Torre Trump de la Quinta Avenida, dio parte del crédito a Peale. “La mente puede superar cualquier obstáculo”, dijo el entonces constructor a The New York Times. “Nunca pienso en lo negativo”.

Esta doctrina tan estadounidense no es exclusiva de Donald Trump. Multitud de personalidades la enarbolan en sus películas, libros y canciones, y en las historias “de mendigo a millonario”. Hay clínicas que reivindican la posibilidad de curarse con el poder del pensamiento y cultos organizados en torno a este principio. Pero quizás Trump se haya convertido en “el ejemplo vivo de esa forma de pensar”, como dijo a El Confidencial su biógrafa, Gwenda Blair. El hecho de que hoy sea presidente es la prueba. Si todos los académicos, periodistas, sociólogos, políticos y estadísticos que pronosticaron su derrota al menos un centenar de veces perdieran el empleo, las universidades y las redacciones de Estados Unidos se vaciarían de golpe.

Se puede decir que el presidente ha llevado el poder del pensamiento positivo a un nivel superior. Donald Trump no se limita a proyectar una imagen de sí mismo, sino que se arroga el derecho de incluir en esta imagen mental la realidad entera. Para él, el mundo es una hoja en blanco. Una masa que moldear según sus intereses de cada momento. Y no se contenta con fijar esta imagen en su mente; la quiere fijar, también, en la mente de los demás.

Foto: Seguidores de Trump durante un evento del presidente en Huntsville, Alabama, el 22 de septiembre de 2017. (Reuters)

Durante la campaña electoral pintó a EEUU como un agujero de criminalidad donde las bandas de inmigrantes ilegales degollaban a niñas de matrícula de honor; de políticos corruptos y trabajadores honestos a los que Washington había abandonado. Un país débil del que todo el mundo se reía y se aprovechaba. Que los datos empíricos dijeran lo contrario no tenía ninguna importancia. Había que presentarse como un salvador, movilizar a los votantes, y así fue como Trump rompió todos los récords de falsedades emitidas por un político. Y consiguió la presidencia.

Incluso se cubrió las espaldas por si ocurría lo impensable: perder las elecciones. Las semanas anteriores a los comicios, Trump denunció un fraude electoral inminente y pidió a sus seguidores que estuvieran vigilantes. No tenía ninguna prueba de algo, por otra parte, imposible de hacer, dada la enorme descentralización de los distritos electorales. Cuando un presentador le preguntó si aceptaría el resultado, Trump respondió: “Lo veré en su momento”.

Con Trump, EEUU tiene el gabinete “con el mayor coeficiente intelectual, de lejos” y “la mejor economía de la historia”

Desde el año pasado, su avasalladora campaña de márketing se vale del púlpito presidencial. La escasa asistencia a su investidura en Washington, según miles de testimonios, fotografías, vídeos, imágenes por satélite, se transformó en “la mayor audiencia que jamás presenció una investidura. Punto”, según su entonces portavoz, Sean Spicer. Con Trump, EEUU tiene el gabinete “con el mayor coeficiente intelectual, de lejosy “la mejor economía de la historia”, mientras la policía migratoria libera ciudades de manos de las maras salvadoreñas. Según Politifact, el 70% de lo que dice es falso. Más que ningún otro político, presente o pasado, demócrata o republicano. En sus primeros diez meses de presidencia, Donald Trump dijo casi seis veces más falsedades que su antecesor Barack Obama en ocho años.

Muchos seguidores creen lo que dice; otros no tanto, pero valoran este optimismo “à la Trump” como una forma de animar a Estados Unidos a conquistar nuevas fronteras. Es el pensamiento positivo aplicado a un país. Según el dibujante Scott Adams, creador de Dilbert y quizás el único que predijo la victoria de Trump desde el principio, el presidente es “moralmente flexible”, y gracias a eso, en parte, es “el hombre más persuasivo que verás en tu vida”, alguien capaz de “abrir un agujero en el tejido de la realidad”. Mentir a menudo, pues, no sería tan grave si se hace para lograr un fin mayor.

placeholder El presidente Donald Trump tras un acto de campaña en Great Falls, Montana, el 5 de julio de 2018. (Reuters)
El presidente Donald Trump tras un acto de campaña en Great Falls, Montana, el 5 de julio de 2018. (Reuters)

Así que, para que este modelo funcione, se le tienen que extirpar dos detalles: la moral y el sentido de la realidad. La religión de Trump es él mismo y el país con el que sueña. Y lo demás, la ética, las tradiciones, las estadísticas y las leyes de la física están ahí para ser usadas o apartadas de un empellón. Y también las otras imágenes mentales que compiten con la de Trump. “Recordad”, dijo en julio a sus seguidores, en referencia a los medios de comunicación: “Lo que estáis viendo y leyendo no es lo que está ocurriendo”.

Hasta aquí, dando por hecho que sus apuestas salgan bien. Habrá polémicas, incredulidad, mentiras, gente ofendida; pero, al final, se alzará victorioso por encima de los mediocres que lo subestimaron, como cuando venció a Hillary Clinton y le retorció un brazo al Partido Republicano. Pero ¿y si fracasa? ¿Y si la realidad se impone a sus deseos, y en su obcecación de no admitirlo genera una catástrofe de proporciones bíblicas?

Esta inquietud se puede resumir en dos palabras: Atlantic City. El gran constructor, el negociador invencible, subió las apuestas un 5 de abril 1990. Aquel día, con su corbata roja de poder y frente a miles de personas, Donald Trump frotó una lámpara. El genio respondió: “Tus sueños son órdenes”. La música y los láseres llenaron el cielo de Atlantic City. El casino Trump Taj Mahal, la “octava maravilla del mundo”, con sus 1.250 habitaciones y 3.000 máquinas tragaperras, quedaba inaugurado. Había costado seis veces más de lo previsto y se había financiado con bonos basura a un interés del 14%. Un año después, el Taj Mahal se declaraba en bancarrota.

Foto: El Casino Taj Mahal de Donald Trump visto desde un aparcamiento vacío en Atlantic City, en octubre de 2014. (Reuters)

Quienes lo acompañaron en la debacle no podían entender el optimismo de Trump. “Le dije que estaba condenado desde el principio”, declaró W. Bucky Howard, nombrado presidente del casino poco después de su apertura. “Le dije que iba a fracasar. El Taj no estaba lo suficientemente financiado”. Steve Bollenbach, responsable de llevar a puerto la ruina finaciera, confesó que, de ser Trump, él se hubiera suicidado. “Yo habría estado buscando el edificio más cercano desde donde saltar, y él siguió siendo optimista todo el rato (...). Nunca sospeché que [Trump] perdiera el sueño por un momento”.

Pese a dilapidar su fortuna, tener que pedir dinero a su padre octogenario y pasar cuatro años de litigio en litigio, Donald Trump jamás abandonó, que se sepa, la inquebrantable fe en sí mismo. “Me niego a claudicar frente a las circunstancias negativas”, declaró años después de las bancarrotas. A día de hoy Trump sigue mentando a Peale como su referente. “Fue mi pastor”, recordó en 2015, cuando ya era precandidato a la Casa Blanca.

La actitud de Trump despierta el mismo recelo que en su día inspiró la obra de Peale. Psiquiatras como R. C. Murphy lo acusaron de inducir a la gente a la “autohipnosis”, de empujar al autoengaño, el narcisismo y un peligroso divorcio con la realidad. Una deformación de la corriente protestante que liga la salvación del alma a la acumulación de bienes y éxitos individuales. Según Julie Norem, profesora de psicología de Wellesley College, “el mayor problema con la versión de pensamiento positivo de Norman V. Peale es que no puedes saber cuándo has cruzado la línea: dado que has aceptado esa filosofía, ya estás descartando cualquier pensamiento negativo”.

Lo dijo el propio Trump en su cuenta de Twitter: “Practica el pensamiento positivo”, recomendaba a sus seguidores en 2014. “Eso te mantendrá centrado mientras descartas cualquier cosa que sea innecesaria, negativa o perjudicial”. Como por ejemplo cuatro bancarrotas consecutivas. O las consecuencias de un posible mal paso en el despacho oval.

La técnica es la siguiente: imagine su vida como a usted le gustaría que fuera. Una pareja perfecta, músculos de acero, respeto por doquier. Ahora fije esta imagen en su mente con ejercicios diarios: escriba sus deseos en un papel, cada mañana, muchas veces. Durante años si hace falta. Siga estos pasos y acabará logrando la mentalidad necesaria para triunfar. Una convicción tan fuerte que de ella brotará, no puede ser de otra forma, el éxito.

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