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El secreto del éxito de Trump: mantener la lealtad de su base electoral
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¿Quién conforma este bloque inamovible?

El secreto del éxito de Trump: mantener la lealtad de su base electoral

Quienes votaron a Trump en las presidenciales siguen siendo extremadamente leales al presidente. ¿Quiénes son estos seguidores del magnate? ¿De verdad forman un bloque inamovible?

Foto: Seguidores de Trump durante un evento del presidente en Huntsville, Alabama, el 22 de septiembre de 2017. (Reuters)
Seguidores de Trump durante un evento del presidente en Huntsville, Alabama, el 22 de septiembre de 2017. (Reuters)

La prensa americana está casi siempre en llamas, incapaz de entender o digerir a un presidente que hace lo contrario de lo que se espera de un mandatario. Un hombre que prácticamente no ha dejado minoría o gremio sin atacar, que decreta a viva voz leyes impopulares y que se saca de la manga, en sus mítines, polémicas de tintes raciales que de otra manera seguirían tranquilas en los márgenes de la opinión pública.

Pero, por debajo del ruido y la furia y los fuegos artificiales, hay una razón de peso para este comportamiento: la base electoral que colocó a Donald Trump donde está. Un tipo de votante repartido por los estados clave y cuyo apoyo cuida muy bien el presidente, pensando quizás en la reelección. Un votante, de momento, extremadamente leal.

Una encuesta de NBC News y 'The Wall Street Journal', publicada este mes, dice que el apoyo a Trump entre quienes lo votaron en las primarias y las presidenciales sigue siendo del 98%. Es lo que en sociología se llama “una roca”. Un bloque inamovible. Aunque se abran los océanos y lluevan meteoritos, Donald Trump tiene asegurado este punto de apoyo. ¿Quiénes son estos seguidores de Trump? ¿De verdad forman un monolito?

Uno de los estudios más completos hasta la fecha es el del Voter Study Group. Sus investigadores encuestaron en detalle a 8.000 personas de los más diferentes perfiles (a la mayoría de ellas dos veces: en 2012 y a finales de 2016) para trazar un paisaje del trumpismo. Descubrieron que sus votantes se podían dividir en cinco categorías.

Foto: Donald Trump y la Primera Dama Melania Trump caminan hacia el Air Force One para regresar a Washington tras la cumbre del G20 en Hamburgo. (Reuters) Opinión

El grupo más numeroso, 31%, son los “conservadores recalcitrantes”: republicanos leales, politizados, talluditos y defensores del manual más puro de la derecha americana, desde los bajos impuestos a la restricción migratoria, oposición al aborto y libertad para llevar armas. Un 25% son los 'free marketeers' o “defensores del libre mercado”. Coinciden mucho con el grupo anterior, pero están algo más formados, ganan más y son más flexibles en lo social. En lugar de votar a Trump, muchos votaron contra Hillary Clinton.

Los “preservacionistas americanos” serían la cara más visible del trumpismo. La clase obrera que desborda sus mítines y que ama al político, su estilo, su mensaje. Esta base populista, que le entregó la nominación del partido, representaría el 20% del voto. Aunque recelan de la inmigración y del cambio demográfico, su opinión económica tiende a ser progresista. Algunos, de hecho, fueron demócratas en otro tiempo. El paisaje lo completan los “antiélite” (19%), muy parecidos a los “preservacionistas”, pero más jóvenes y activos en su militancia antisistema; y un 5% de indiferentes.

Si bien los dos primeros grupos son tradicionalmente republicanos, los “preservacionistas”, sensibles en 2016 a cuestiones identitarias y castigados por la globalización, que ha horadado el tejido industrial de EEUU, serían quienes marcaron la diferencia el 8 de noviembre. Un número consistente de votantes desengañados, listos para sumarse al populismo.

placeholder Seguidores de Donald Trump durante la marcha 'People 4 Trump' en Bensalem, Pensilvania. (Reuters)
Seguidores de Donald Trump durante la marcha 'People 4 Trump' en Bensalem, Pensilvania. (Reuters)

Muchos condados en estados de mayoría trabajadora blanca dieron este curioso giro electoral: en 2012 votaron a un presidente joven, intelectual, mesurado, afroamericano, progresista; y en 2016 votaron a su antítesis. El vuelco se dio en 22 condados de Wisconsin, 12 de Míchigan y en casi un tercio (31) de los condados de Iowa. El trasvase fue del 25% en varios condados de dos de los estados más reñidos, Ohio y Pensilvania.

El hecho de que un condado cambie de manos es matizable: puede ser, por ejemplo, que muchos votantes demócratas se quedaran en sus casas, o que personas sin demasiado interés en la política hayan sido hechizadas por el vudú de Trump. El rol de la clase obrera blanca en las elecciones sigue siendo objeto de debate; hay quienes definen a este segmento social sólo en base a sus ingresos; otros, en base a su oficio e identidad.

“La elección estaba tan ajustada que cualquier grupo era potencialmente determinante”, dice a El Confidencial Marc Hetherington, profesor de ciencias políticas de la Universidad de Vanderbilt. “Si hubiese habido un cambio de 100.000 votos en tres estados, Clinton podría haber ganado las elecciones (...). Pero Trump apela al sentimiento nacionalista, contra la inmigración y el libre comercio, de este grupo”.

La investigación de Voter Study Group refleja que un 17% de los electores en 2016 votaron a un partido diferente que en 2012. El mayor trasvase, un 9% (nueve millones de estadounidenses), pasó de votar demócrata a votar republicano, sobre todo los “blancos sin educación universitaria”. La razón principal de este trasvase fue cultural: un cambio en “la actitud respecto a la inmigración” y “hacia la gente negra y los musulmanes”.

Este habría sido el secreto de Trump: apelar a la ansiedad creciente, según las encuestas, de los blancos sin educación universitaria, que desde hace 25 años pierden peso económico y demográfico, beben más, consumen más drogas, tienen menos hijos y fallecen antes. Es el único grupo que recibe el constante elogio del presidente, en contrapartida a supuestas amenazas como los mexicanos sin papeles, los musulmanes con malas intenciones o los activistas negros de “Black Lives Matter”.

Foto: Una farmacéutica organiza unos medicamentos en un establecimiento en Leesburg, Florida, en 2006. (Reuters)

“Cada vez más, esos son los votantes a los que apela”, explica Hetherington. “Yo creo que ha llegado a la conclusión de que sus decisiones, como la prohibición de viajar a EEUU a gente de países de mayoría musulmana, o las críticas al atleta Colin Kaepernick siguen siendo atractivas para estos votantes. Teme que, si modera su mensaje, no tendría el mismo impacto popular. Sigue apelando a este 25%-30% del electorado”.

Hetherington se refiere a la polémica desatada este fin de semana, cuando el presidente, durante un mítin en Alabama, criticó a los atletas que hincan la rodilla mientras suena el himno de EEUU antes de un partido. “¿No os encantaría ver a uno de los propietarios de la NFL (Liga Nacional de Fútbol), cuando alguien falta al respeto a nuestra bandera, decir ‘¡Sacad ya a ese hijo de puta del campo!’”, gritó Trump. Una referencia al quarterback Kaepernick, que inauguró este gesto en protesta por los casos de brutalidad policial.

Teme que, si modera su mensaje, no tendría el mismo impacto popular. Sigue apelando a este 25-30% del electorado

Trump atacó también al jugador de la NBA Stephen Curry por negarse a visitar la Casa Blanca. Encendió, de nuevo, una hoguera de polarización que alimenta a diario pidiendo el boicot de los partidos cuando los jugadores hinquen la rodilla. “Aunque Trump no usa la palabra ‘afroamericano’, estos deportistas, Stephen Curry o Kaepernick, son afroamericanos. Varios estudios prueban que los seguidores de Trump están entre los más racialmente conservadores del país”, añade Mark Hetherington.

Los otros grupos que le apoyaron, como los “conservadores recalcitrantes”, también reciben sus guiños: la prohibición de que las personas transgénero sirvan en el ejército o la revocación de la ley sanitaria Obamacare. Los “defensores del libre mercado”, que tienen a varios de sus representantes en el Gobierno, saludan la desregulación financiera y aguardan la que puede ser la reforma fiscal más agresiva desde la era de Ronald Reagan.

Mientras, el presidente ya recoge los frutos de su activismo: “El abucheo a un partido de la NFL anoche, cuando todo el equipo de Dallas se puso de rodillas, fue el más sonoro que he oído nunca”, declaró Donald Trump en su cuenta de Twitter. “¡Gran enfado!”.

La prensa americana está casi siempre en llamas, incapaz de entender o digerir a un presidente que hace lo contrario de lo que se espera de un mandatario. Un hombre que prácticamente no ha dejado minoría o gremio sin atacar, que decreta a viva voz leyes impopulares y que se saca de la manga, en sus mítines, polémicas de tintes raciales que de otra manera seguirían tranquilas en los márgenes de la opinión pública.

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