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¿La vuelta del pasaporte? El peligro de los controles fronterizos entre Alemania-Austria
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¿La vuelta del pasaporte? El peligro de los controles fronterizos entre Alemania-Austria

Siembran la idea de que puede limitarse uno de los mayores avances de la Unión Europea: el derecho a moverse libremente por el espacio Schengen

Foto: Merkel y Kurz dialogan durante la cumbre europea dedicada a la migración el pasado jueves (REUTERS)
Merkel y Kurz dialogan durante la cumbre europea dedicada a la migración el pasado jueves (REUTERS)

“Tenemos que llevar a cabo controles en las fronteras internas (europeas) hasta que la UE sea capaz de proteger y controlar de manera efectiva sus fronteras exteriores”. Con estas palabras, Horst Seehofer -ministro alemán de Interior, líder de la CSU bávara y dolor de cabeza de Angela Merkel- emprendía el peligroso camino que puede, de facto, volver a encadenar a los europeos a sus pasaportes.

Su propuesta, que provocó una crisis en el Gobierno alemán que casi lo tumba y que se ha salvado con un acuerdo que ha puesto en alerta a Austria, pretendía evitar la entrada de migrantes irregulares o demandantes de asilo en suelo germano. Pero las consecuencias pueden ser mucho mayores, ya que siembra la semilla de la idea de que puede limitarse uno de los mayores avances de la Unión Europea: el derecho a moverse libremente por el espacio Schengen.

El privilegio de conducir a través de fronteras históricamente tan conflictivas como la de España y Francia o la que separa Alemania y Polonia sin que nadie te dé el alto y te obligue a identificarte es algo que los europeos dan tan por sentado que muchos siquiera saben que el sistema que lo hace posible tiene un nombre. Se trata del espacio Schengen, del que forman parte prácticamente todos los países de la Unión Europea -salvo dos que optaron por no entrar, Reino Unido e Irlanda, y cuatro que aspiran a hacerlo: Chipre, Bulgaria, Croacia y Rumanía. Pero los últimos movimientos del Gobierno alemán, y la advertencia de Austria de que reaccionará en consecuencia, abren un peligroso melón que cuestiona su supervivencia.

placeholder Un hombre con un pasaporte. (Reuters)
Un hombre con un pasaporte. (Reuters)

Alemania fue, junto con Francia, el país que hizo posible Schengen. Y, como Saturno, podría devorar ahora a su criatura. Cuando en 2011 comenzaron a elevarse el número de demandantes de asilo que llegaban a territorio europeo huyendo de Siria, el Gobierno de Angela Merkel impulsó la primera reforma de Schengen para permitir reintroducir a las capitales de manera temporal -hasta dos años- y unilateral controles en las fronteras.

Lo logró, y desde entonces varios países -de Francia a Austria, pasando por Dinamarca- han alegado que se encontraban bajo una “circustancia” excepcional para volver a patrullar sus límites territorias. Con el telón de la crisis de refugiados de fondo, que tuvo su máxima expresión en 2015, la Hungría de Viktor Orban levantó además una verja en su frontera exterior con Serbia, pasos imitados posteriormente por Eslovenia, donde la ultraderecha ha ganado también recientemente las elecciones.

Ahora, el acuerdo alcanzado por la CDU de Merkel y la CSU de Seehofer prevé instarurar un "nuevo régimen fronterizo" en su límite con Austria -es decir, en Baviera- con el que asegurar "que no entren los peticionarios de asilo de cuya demanda sea responsable otro país de la UE”, para lo que se crearán "centros de tránsito" junto a la frontera. En teoría, los demandantes de asilo que ya estén registrados en otro país serán devueltos a éste, siempre y cuando Berlín haya cerrado un acuerdo bilateral para ello, como el sellado con España.

placeholder Angela Merkel y Pedro Sánchez durante la reunión informal sobre migración (REUTERS)
Angela Merkel y Pedro Sánchez durante la reunión informal sobre migración (REUTERS)

Pero, ¿Qué sucederá con aquellos que provengan de un país con el que no haya acuerdo, como Italia, puerta de entrada de muchos de ellos? Según el Gobierno alemán, estos serán devueltos a Austria, previo acuerdo con Viena. Sin embargo, este consenso aún no existe, y está por ver que vea la luz. El canciller austriaco, Sebastián Kurz, que gobierna con la ultraderecha, ya ha dejado ver que podría a su vez tomar medidas unilaterales si Berlín pone en marcha este nuevo sistema.

No vamos a firmar acuerdos que dañen los intereses de Austria”, ha avisado Kurz. El canciller austríaco ha agradecido la visita que Seehofer realizará a Viena este jueves para explicar a su gobierno en detalle las medidas que Alemania tiene previsto adoptar. No obstante, Kurz ya ha anticipado que está "dispuesto a tomar medidas en las fronteras del sur del país" si Alemania cierra la puerta de su frontera con Austria. Se refiere, el líder conservador, a los límites de su país con Eslovenia e Italia, país éste último de entrada de muchos migrantes que provienen de Libia.

La maniobra alemana el fondo cumple con el espíritu del reglamento de Dublín aún vigente, el que establece que los demandantes de asilo son responsabilidad del primer país en el que ponen pie al entrar en la UE. Sin embargo, la idea de restablecer controles de manera permanente y crear centros ad hoc para ello es contraria a Schengen. El mayor peligro es que ahora cree una reacción en cadena, empezando por Austria, pero prosiguiendo como las fichas de dominó en todos aquellos países donde sus líderes han prometido mano dura con los migrantes. Y la realidad es que a día de hoy, estos no son pocos.

“Tenemos que llevar a cabo controles en las fronteras internas (europeas) hasta que la UE sea capaz de proteger y controlar de manera efectiva sus fronteras exteriores”. Con estas palabras, Horst Seehofer -ministro alemán de Interior, líder de la CSU bávara y dolor de cabeza de Angela Merkel- emprendía el peligroso camino que puede, de facto, volver a encadenar a los europeos a sus pasaportes.

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