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Irak quiere dejar atrás el sectarismo pese a las grandes potencias regionales
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LAS ELECCIONES QUE PUEDEN transformar EL PAÍS

Irak quiere dejar atrás el sectarismo pese a las grandes potencias regionales

Los iraquíes esperan a conocer qué Gobierno saldrá de los comicios del sábado. La atmósfera está cambiando, y hasta líderes como Al Sadr han hecho campaña sin eslóganes religiosos

Foto: Un miembro de las Unidades de Movilización Popular en la parte trasera de una camioneta frente a un mural a favor de la tolerancia religiosa en Bagdad, el 8 de mayo de 2018. (Reuters)
Un miembro de las Unidades de Movilización Popular en la parte trasera de una camioneta frente a un mural a favor de la tolerancia religiosa en Bagdad, el 8 de mayo de 2018. (Reuters)

Navegar las calles de Bagdad es, en algunos barrios, naufragar en un laberinto que recorre vías encajonadas en enormes muros de hormigón; puestos de vigilancia y controles de policía cada pocos metros; accesos controlados o vetados con alambre de espino... Un par de helicópteros militares se recortan de vez en cuando en el cielo dejando oír el tu-tu-tu-tu-tu que a muchos les traería a la cabeza una escena de Apocalypse Now, o, más en el siglo XXI, de Green Zone: distrito protegido. Al volver la vista al suelo, sin embargo, donde las casas son bajas y dejan asomar verdes hojas de palmera o al contemplar los puentes sobre el Tigris, parece que nada perturbara la paz de la ciudad de Las Mil y Una Noches. Pero cada uno de esos barrios ocres, aquellos que rodean la inaccesible Zona Verde, o los que se levantan entre los alcázares de Saddam Hussein, tiene una historia que contar. El de Al Amiriya habla del levantamiento suní, de familias enteras de chiís abandonándolo todo y huyendo. Habla de violencia y sufrimiento. Habla de sectarización.

El sábado los ciudadanos de Irak acudieron a las urnas para votar un nuevo Parlamento que habrá de elegir primer ministro, y el clérigo chií Muqtada al Sadr ha sorprendido colocándose líder en los resultados preliminares. Haidar Al Abadi no parece haber rentabilizado su victoria contra el Estado Islámico. Es la primera vez que Irak va a las urnas tras la derrota oficial de los extremistas el pasado diciembre. La participación, sin embargo, ha sido baja, de en torno al 45%, algo que ha perjudicado a Al Abadi.

Las medidas de seguridad son férreas: aeropuertos y pasos fronterizos cerrados y toque de queda y prohibición de circular a cualquier vehículo no autorizado. Los iraquíes están exhaustos. No es sólo que gran parte del país, sobre todo en el norte, haya quedado reducido a escombros (harán falta unos 100.000 millones de dólares para reconstruirlo), ni que las infraestructuras o los servicios básicos no funcionen; ni los cortes de electricidad o de agua, ni la incomodidad de las calles cortadas y la omnipresencia de hombres armados, policía, ejército, milicias… Su agotamiento va más allá. Es un cansancio emocional acumulado en tres lustros de conflicto y que se refleja en los rostros de los iraquíes de cualquier edad que discuten en los cafés de Bagdad. Ya sea en el histórico Shabandar de la calle Al Muttanabi, o en el izquierdista Al Ridhan del barrio de Karrada, donde un suicida asesinó a casi 400 personas hace dos años. Cualquier espacio es bueno para mirar al futuro y los iraquíes lo hacen con exigencias, con hartazgo, con críticas… pero con esperanza. “Los iraquíes desconfían de su clase política pero tenemos esperanza en que las cosas cambien”, detalla el analista político Faidel Al Badrani.

Poco ha cambiado, sin embargo, en el espectro político. En las papeletas los nombres de viejos conocidos. Haidar Al Abadi, que mantiene un extraño equilibrio siendo cercano a Estados Unidos e Irán; el clérigo chií Muqtada al Sader, que lideró la resistencia a Estados Unidos, se presenta en coalición con los comunistas y otras formaciones trasversales, sin eslóganes religiosos, unidos bajo una agenda de nacionalismo iraquí moderado y anti-iraní. Sadr va en cabeza, a falta de lo resultados oficiales que se conocerán hoy; el exprimer ministro Nuri Al Maliki, el antiguo hombre de Irán, sin opciones de volver al poder; el exministro de Defensa Khaled al Obeidi y el general Hadi Al Amiri, el hombre de Teherán, que lideró las milicias que combatieron al Daesh. Pero podrían pasar semanas o meses antes de que se pongan de acuerdo y consiga formar Gobierno pues ninguno obtendrá una mayoría de los 329 asientos del hemiciclo. Mohamed, un joven médico que prefiere no dar su apellido y que susurra al criticar al Gobierno, explica que la victoria está comprada de antemano. “Se unirán y cerrarán un pacto, pero, como siempre, el pueblo no obtendrá nada”.

placeholder Un policía iraquí ayuda a una mujer a entrar en un centro de votación en Bagdad, el 12 de mayo de 2018. (Reuters)
Un policía iraquí ayuda a una mujer a entrar en un centro de votación en Bagdad, el 12 de mayo de 2018. (Reuters)

¿Qué quieren los iraquíes?

Para el experiodista y doctor de la facultad de comunicación Al Badrani, estas elecciones no son más que otro paso en el proceso para conseguir la aspiración de muchos iraquíes, el 'dawla madania'. Un Estado verdaderamente civil.

Yussuf Ahmad y su esposa votaron en un colegio de Al Amiriya. Es un iraquí alto y grueso, de nariz ancha y recta con el pelo rizado y gris, un mostacho tupido y los ojos marrones enmarcados en cejas como escobones. Tiene dos hijos y cinco hijas y se enorgullece de que dos de ellas sean ingenieras. “Para ellos lo que quiero es que se acabe la sectarización y el tribalismo de una vez por todos. No quiero ver más violencia. La historia, la cultura, los recursos del pueblo iraquí son ricos, su naturaleza es de convivencia”.

Estas elecciones están llamadas a intentar curar las profundas divisiones del país. Las de los tres principales grupos étnicos y religiosos de Irak, la mayoría de musulmanes chiítas y la minoría suní y kurda, divisiones sectarias arraigadas 15 años después de la caída de Saddam Hussein. Muchos, como este jubilado de 67 años, consideran que Al Abadi es el hombre adecuado para cumplir ese deseo de la mayoría de pasar la página de la violencia y esa sectarización.

Foto: El "Doctor Delil" atiende a una niña yadizí en un clínica de campaña de las YBS.

La utilización del concepto sectarización frente al de sectarismo en el caso de Irak se ajusta a la definición de Nader Hashemi y Danny Postel en su obra 'Sectarianization; Mapping the New Politics of the Middle East'. Para los autores, sectarismo hace referencia a nociones tradicionales de secta, y en el caso de Oriente Próximo se convierte en un comodín válido para explicar todo. El concepto de sectarización hace referencia a un proceso creado por actores políticos que actúan en un contexto determinado buscando un objetivo político que necesita de la movilización popular entorno a elementos marcadores de identidad.

Pero Yussuf Ahmad reitera que ese odio sectario no está en la naturaleza de los iraquíes. “Matrimonios mixtos, barrios mixtos”, dice a modo de ejemplo.

“Las políticas que siguió Al Maliki tras la invasión abandonando algunas partes de Irak son la razón por la que Daesh entró en el país. Todo el mundo está de acuerdo en que el terreno estaba abonado para que algo así sucediera”, explica Al Badrani. “[Los suníes] fueron marginados por el Gobierno y alejados por el Gobierno. Para Daesh era muy fácil reclutarlos y aprovecharse de ellos. “Cuando Al Abadi llegó al poder hace cuatro años, el Gobierno empezó a impartir cierta justicia, cierta racionalidad que ha podido reequilibrar el país y recuperar lo perdido en la época anterior”, puntualiza.

placeholder Partidarios de Muqtada Al Sadr celebran los resultados preliminares en Bagdad, el 14 de mayo de 2018. (Reuters)
Partidarios de Muqtada Al Sadr celebran los resultados preliminares en Bagdad, el 14 de mayo de 2018. (Reuters)

Quién gobierna Irak

La influencia que tienen los diferentes actores extranjeros en Irak ha sido fundamental para explicar el rechazo de muchos ciudadanos a participar en el proceso electoral a pesar de su deseo de avanzar. Mahmud (nombre supuesto), es un farmacéutico musulmán suní de 33 años que coincide en que Al Abadi (perteneciente a la mayoría chií), debería seguir como primer ministro. Pero no ha ido a votar. “Irak no tiene control sobre sí mismo. La influencia de Irán, de Arabia Saudí, de Estados Unidos, es total. Al Abadi es como el director de una empresa al que el propietario, sea cualquiera de nuestros vecinos, puede despedir”, explica el farmacéutico. Pero reconoce que necesitan ayuda, “eso lo tiene claro todo el mundo en Irak”.

Quien quiera que sea el ganador, tendrá tres meses para forma Gobierno. Algunos creen que se sabrá después del mes de Ramadán que empieza esta semana, aunque otros no son tan optimistas. Si Al Abadi logra los apoyos necesarios (en los resultados preliminares va el tercero) tendrá que seguir manteniendo buenas relaciones con Washington (de quién recibe apoyo) y Teherán (que respalda a muchos de sus aliados políticos), algo que el presidente Trump no ha puesto nada fácil con su reciente decisión de salir del pacto nuclear.

Foto: Miembros de una milicia chií en el norte de Irak, en septiembre de 2017. (EFE)

“Antes había bloques políticos fuertes que lograron tener muchos votos, pero este año eso no va a ocurrir. Está todo muy fragmentado dentro de los propios grupos que ya están en el Parlamento. Además la influencia de Irán en Irak es cada vez menos a causa de las circunstancias actuales, con la posición de Irán bloqueada por el mundo, amenazada por EEUU. Esto afectará a Irak y al resultado de las elecciones”, argumenta Al Badrani, quien considera sin embargo que “todas las posibilidades están abiertas en la actualidad”. Incluso que Hadi Al-Amiri, líder de las milicias Hashd Al Shabi, las Unidades de Mobilización Popular, pueda ser respaldado por Estados Unidos.

Estados Unidos querrá limitar la influencia de Maliki y Al-Amiri, el líder de la agrupación política paramilitar, como demasiado cercanos a Irán. Teherán, por su parte, buscará retener y expandir su influencia. Los kurdos están muy debilitados por su fragmentación política, escasez de dinero y la pérdida de Kirkuk, pero aún tendrán un papel importante en la formación de un nuevo gobierno.

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Familias iraquíes en un café de Bagdad, el 11 de mayo de 2018. (Reuters)

"El sectarismo siempre huele a sangre"

Después de cuatro años de guerra con los islamistas el vencedor de los comicios deberá impulsar una economía decadente, equilibrar los intereses con fuerzas extranjeras y mantener la frágil unidad del país frente a las tensiones sectarias y separatistas. A pesar de los resultados preliminares, en Bagdad Al Abadi aún suena como favorito a convertirse en primer ministro. Los iraquíes le ven como el hombre que puede acabar con la sectarización.

“No defiendo al Abadi, ni soy de su partido ni soy político, pero en la Universidad veo a diario a mis alumnos que representan a todas las partes del pueblo iraquí y tengo que mirar por el interés de mi país”, explica Al Badrani. “Al Abadi sigue estando atado por muchos desafíos por parte de los partidos locales, por las presiones exteriores…”.

Conseguir una sociedad civil es para el analista el objetivo, pero el reto es ¿cómo implementarla?. Al Badrani considera que igual que los medios de comunicación tuvieron su papel con un discurso de odio, deberán tenerlo en el acercamiento. “La sectarización y el tribalismo son enfermedad muy antiguas, pero la experiencia del sufrimiento del pasado hacen que las mentes de las nuevas generaciones estén más predispuestas, sean más activas y se enfoquen en actividades civiles, trabajo civil. Eso es elegir un estado civil”.

Foto: Combatientes iraquíes durante una misa dominical en una iglesia de Qaraqosh, retomada al Estado Islámico, cerca de Mosul. (Reuters)
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La familia de Bassem, chií, tuvo que huir del barrio suní de Al Amiriya a Kirkuk. Mahmud, suní, recuerda que llevaba siempre escondido el carnet en su calcetín. “Si te paraban en un control y tu nombre no era el de la parte adecuada, te llevaban y…” Recuerda la noche en la que le ocurrió, cómo se llevaron a otros dos chavales, él se libró.

“El deseo y la realidad son cosas diferentes. Pero ya hemos empezado a caminar en la dirección adecuada para lograr el 'dawla el madania'. Sectarización significaba matar al otro y acabar con él”, recuerda Al Badrani, "ahora hemos dejado atrás el sectarismo, que huele siempre a sangre”.

Así lo desean y creen muchos iraquíes como Mahmud: “No puedes imaginar lo que es cuando tu vecino quiere matarte. Antes estaba enfado. Ahora he perdonado. He perdonado a todo el mundo”.

Navegar las calles de Bagdad es, en algunos barrios, naufragar en un laberinto que recorre vías encajonadas en enormes muros de hormigón; puestos de vigilancia y controles de policía cada pocos metros; accesos controlados o vetados con alambre de espino... Un par de helicópteros militares se recortan de vez en cuando en el cielo dejando oír el tu-tu-tu-tu-tu que a muchos les traería a la cabeza una escena de Apocalypse Now, o, más en el siglo XXI, de Green Zone: distrito protegido. Al volver la vista al suelo, sin embargo, donde las casas son bajas y dejan asomar verdes hojas de palmera o al contemplar los puentes sobre el Tigris, parece que nada perturbara la paz de la ciudad de Las Mil y Una Noches. Pero cada uno de esos barrios ocres, aquellos que rodean la inaccesible Zona Verde, o los que se levantan entre los alcázares de Saddam Hussein, tiene una historia que contar. El de Al Amiriya habla del levantamiento suní, de familias enteras de chiís abandonándolo todo y huyendo. Habla de violencia y sufrimiento. Habla de sectarización.

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