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Irán afianza su control en el norte de Irak a través de las milicias chiíes
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temor a una limpieza étnica

Irán afianza su control en el norte de Irak a través de las milicias chiíes

Las Unidades de Movilización Popular, aliadas de Bagdad y respaldadas por Teherán, están llevando a cabo una campaña de expansión y represalias con poca resistencia kurda. Pero eso puede cambiar

Foto: Miembros de una milicia chií en el norte de Irak, en septiembre de 2017. (EFE)
Miembros de una milicia chií en el norte de Irak, en septiembre de 2017. (EFE)

Muchos kurdos se sienten traicionados por sus líderes después de la desbandada de las fuerzas peshmerga: cuando las tropas iraquíes y sus aliados chiíes las Unidades de Movilización Popular (UMP) entraron en Kirkuk la semana pasada, los combatientes kurdos recibieron órdenes de retirarse para evitar una peligrosa escalada bélica. La toma de la principal localidad petrolífera del norte de Irak forma parte de la operación lanzada por el Gobierno de Bagdad para “restaurar la seguridad” en los territorios que se disputan iraquíes y kurdos desde la caída de Saddam Husein en 2003 (que desde 2014 incluyen amplias áreas ocupadas por los peshmerga tras la expulsión del Estado Islámico). La campaña orquestada por el primer ministro Haider Al Abadi es una represalia contra las autoridades del Kurdistán iraquí por celebrar el mes pasado de un referéndum ilegal de independencia.

El miedo a que las UMP -respaldadas por Irán- quieran llevar a cabo una limpieza étnica se ha extendido entre los kurdos, como ya ha ocurrido en el pasado. En la últimos días, decenas de miles de kurdos de la provincia de Kirkuk o de la vecina Nínive han huido a Erbil o las otros dos capitales de provincia del Kurdistán, Dohuk y Suleimaniya, debido a la campaña militar de las fuerzas iraquíes y sus aliados chiíes para recuperar el terreno perdido. En la ciudad de Kirkuk, aparentemente, no queda más que un cuarto de la población.

Foto: Un miembro de las fuerzas de seguridad kurdas monta guardia tras un sabotaje en dos pozos petrolíferos en el yacimiento de Khabbaz, a 20 kilómetros al suroeste de Kirkuk, en mayo de 2016. (Reuters)

La huida masiva de kurdos ha revivido los recuerdos más brutales de las campañas de limpieza étnica contra esta minoría, ordenadas por Saddam a finales de los 80. “Las Hashd Al Shaabi [nombre en árabe de las UMP] han entrado en las casas de los kurdos en Kirkuk para requisar armas y la bandera del Kurdistán y están arrestando a los partidarios del PDK [del presidente Barzani]”, asegura a El Confidencial Kawyar Shahed , portavoz de prensa de la oficina presidencial de la región autónoma del Kurdistán iraquí. “Están yendo puerta por puerta con una lista con los nombres requeridos por ellos para secuestrarlos y arrestarlos”, advierte Shahed, antes de agregar que también ha ido detrás de periodistas locales y activistas kurdos.

Las milicias chiíes “han quemado el monumento al Peshmerga”, una estatua colosal de un miliciano kurdo de 26 metros y medio de altura para dar la bienvenida a los visitantes en Kirkuk, explica por teléfono a El Confidencial Muhamad Said Abu Khaled, residente de Kirkuk. También prendieron fuego al edificio oficial de los mártires por el genocidio kurdo durante la campaña de Anfal.

“La manera en la que están actuado [las Hashd al Shaabi] contra la gente de Kirkuk es lo mismo que ocurrió con Saddam. La gente está muy enfadada. Los peshmerga del PUK han decidido que no lucharán por ahora, pero antes o después todos los kurdos se levantarán en armas”, advierte Shuaib, vecino de Kirkuk, que ha huido con su familia a Erbil. Ante el temor a que las milicias continúen su avance hasta las lindes con la región autónoma del Kurdistán, los peshmerga han levantado posiciones defensivas y trincheras a lo largo de la carretera que une Kirkuk con Erbil.

placeholder Combatientes peshmerga se concentran al norte de Kirkuk, el 19 de octubre de 2017. (Reuters)
Combatientes peshmerga se concentran al norte de Kirkuk, el 19 de octubre de 2017. (Reuters)

Acuerdo a tres bandas

“Tenemos que protegernos para evitar que sigan avanzando y puedan llegar a Erbil”, aseguró un peshmerga, después de que el viernes se registraran enfrentamientos esporádicos entre las fuerzas peshmerga y las UMP cerca del último paso de control de los 'asayesh' (fuerzas de seguridad kurdas) de Shewara, a unos 30 kilómetros al sur de Erbil. Las escaramuzas registradas en los últimos días entre chiíes y kurdos en los alrededores de Kirkuk podrían escalar hasta un verdadero conflicto armado interno iraquí.

La rapidez con la que las fuerzas kurdas entregaron la ciudad de Kirkuk a Bagdad, sin enfrentar resistencia, levanta sospechas de que hubo un acuerdo tripartito entre al Abadi, el general Qasem Soleimani (líder de la fuerza Quds de elite iraní), y el líder del partido de la Unión Patriótica del Kurdistán (UPK) Bafel Talabani, hijo del difunto ex presidente de Irak Jalal Talabani, para acelerar la salida de los kurdos de los campos de petróleo y gas, que producen hasta 600.000 barriles de crudo al día, bases militares y edificios gubernamentales en la disputada provincia. El pacto se selló en las oficinas de la UPK en Kirkuk. Precisamente, el general Soleimani, que había luchado codo con codo con los mandos peshmerga contra la vieja guardia republicana de Sadam, ahora se puesto del lado del Gobierno central

La pérdida de la codiciada ciudad petrolera supone el mayor revés que ha sufrido el presidente kurdo, Massud Barzani, líder del Partido Democrático del Kurdistán (PDK), que ha visto cómo sus principales rivales políticos de la UPK pactaban con Bagdad e Irán a sus espaldas. “Existe un acuerdo de nueve puntos entre Bagdad y la UPK, que gobierna en Kirkuk”, confirma a El Confidencial el periodista local Fazel Haurami. El acuerdo estipula que el centro de la ciudad de Kirkuk será administrado conjuntamente. 15 vecindarios serán administrados por los kurdos, mientras otros 25 serán administrados por otros sectores. Y esto continuará durante seis meses, detalla Haurami en un email.

Foto: Un combatiente de los "peshmerga" prepara su arma en el norte de Kirkuk. (Reuters)

Barzani no solo ha visto desvanecerse en menos de un mes el sueño de conseguir un Estado independiente para los kurdos, sino que su aventura independentista le pasará factura al PDK en las elecciones generales y presidenciales, previstas para el próximo noviembre en el Kurdistán iraquí. A pesar de que Al Abadi ha dado por terminada la campaña para “restaurar la seguridad” en Kirkuk y alrededores, las milicias chiíes, se están tomando la justicia por sus propias manos. Además de tomar el control de este enclave petrolero, se han hecho también con diversas comarcas en la provincia de Nínive como Makhmur, Sinjar, Bashiqa y Tal Afar, así como de las provincias de Diyala y Saladino, que los kurdos han mantenido los últimos tres años durante la liberación de los territorios ocupados por el EI.

Tras la crisis por el referéndum de independencia del Kurdistán, los aliados de ambos bandos han tenido que readaptarse a la nueva situación en Kirkuk. Mientras que Estados Unidos se ha quedado al margen del conflicto entre Bagdad y Erbil, Rusia ha ocupado este vacío emergiendo como alternativa para ambos. En plena escalada de tensión kurdo-iraquí, la mayor compañía petrolera de Rusia, Rosneft, ha tomado el control del principal oleoducto del Kurdistán iraquí, aumentando a cerca de 4.000 millones de dólares su inversión en el sector energético de la región autónoma iraquí. Además, el Kremlin se está alineando con Turquía e Irán, que están ganando fuerza en Irak, distanciándose silenciosamente de Barzani, para abrir conversaciones con Bagdad para mantener su intereses energéticos en el norte de Irak.

Muchos kurdos se sienten traicionados por sus líderes después de la desbandada de las fuerzas peshmerga: cuando las tropas iraquíes y sus aliados chiíes las Unidades de Movilización Popular (UMP) entraron en Kirkuk la semana pasada, los combatientes kurdos recibieron órdenes de retirarse para evitar una peligrosa escalada bélica. La toma de la principal localidad petrolífera del norte de Irak forma parte de la operación lanzada por el Gobierno de Bagdad para “restaurar la seguridad” en los territorios que se disputan iraquíes y kurdos desde la caída de Saddam Husein en 2003 (que desde 2014 incluyen amplias áreas ocupadas por los peshmerga tras la expulsión del Estado Islámico). La campaña orquestada por el primer ministro Haider Al Abadi es una represalia contra las autoridades del Kurdistán iraquí por celebrar el mes pasado de un referéndum ilegal de independencia.

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