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China, ¿la dictadura perfecta?
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xi desafía el sistema impuesto por deng XIAOPING

China, ¿la dictadura perfecta?

Xi Jinping ha logrado consolidar su poder ampliando su mandato de por vida. China envía al mundo el mensaje de que el país cuenta con un liderazgo estable y sólido, con el aplauso de muchos chinos

Foto: Un grupo de niños escucha un mensaje del presidente Xi Jinping durante una ceremonia olímpica en la Gran Muralla de Pekín, el 27 de febrero de 2018. (Reuters)
Un grupo de niños escucha un mensaje del presidente Xi Jinping durante una ceremonia olímpica en la Gran Muralla de Pekín, el 27 de febrero de 2018. (Reuters)

China está cada vez más cerca de contar con un nuevo emperador: Xi Jinping. Así parece indicarlo el anuncio del pasado domingo de la agencia estatal Xinhua, que explicó que el Partido Comunista de China (PCCh) pretende abolir el límite de dos mandatos para la presidencia del país, incluido en la Constitución nacional. La medida será aprobada durante la protocolaria sesión parlamentaria anual, que se celebra en Pekín a principios de marzo, y abrirá la puerta a que Xi Jinping, el actual cabeza de estado, permanezca en el poder cuando termine su segundo mandato, en 2023. Así, Xi podría convertirse en la principal figura de la política china hasta su muerte.

Con este gesto, el político desafía el sistema de traspaso de poder ordenado que creó el reformista Deng Xiaoping durante los años ochenta. La medida tenía como objetivo evitar que ningún líder pudiera ostentar el poder que Mao Zedong llegó a alcanzar durante gran parte de su mandato, que incluyó la trágica Revolución Cultural. Pero Xi parece dispuesto a ocupar tanto tiempo como pueda los tres principales cargos de la política china: la presidencia de la Comisión Militar Central, que lidera el ejército chino; la presidencia y la secretaría general del PCCh.

El mismo domingo, el poderoso aparato censor del país eliminaba de internet cualquier broma o comentario sobre la decisión, incluidas distintas imágenes del osito Winnie The Pooh, muy popular entre los internautas chinos gracias a su supuesto parecido con Xi. Un editorial del diario estatal ‘Global Times’ argumentaba ayer que las enmiendas propuestas responden al deseo de los líderes chinos “de realizar contribuciones […] que resistan el paso del tiempo”.

Foto: Un vendedor callejero muestra un souvenir con las fotos de Xi Jinping y Mao Zedong en la plaza de Tiananmen de Pekín, en noviembre de 2013. (Reuters)

“Xi, sin duda, no es Mao, y la China de Mao no es la China de hoy, pero por ello, la eliminación de cualquier restricción para continuar en la presidencia es aún más notable. Sin importar cómo se interprete, la centralización del poder evoca a tiempos más oscuros en China”, opinaba en ‘China File’ el periodista Richard McGregor, excorresponsal del ‘Financial Times’ en Pequín y Shanghai. El político, hijo de un respetado revolucionario chino, cuenta con una ambiciosa agenda que probablemente no puede consolidarse en dos mandatos. Uno de sus principales mensajes, el del ‘gran rejuvenecimiento nacional’, apunta a un programa doméstico e internacional que devuelva a China a una posición de poder global.

De momento, uno de los principales logros del gobierno de Xi ha sido llevar a cabo una dura campaña contra la corrupción en el PCCh, considerado uno de los males endémicos del país y una de las principales amenazas a la estabilidad del país. La Comisión Central para Inspecciones Disciplinarias del PCCh anunció el pasado octubre que 1,34 millones de funcionarios de bajo nivel habían sido disciplinados desde 2013, recogía Reuters. Muchos analistas creen que Xi también ha consolidado su poder a través de la campaña, que ha incluido la caída de antiguos altos cargos, como el exministro de Seguridad Pública, Zhou Yongkang. A nivel doméstico, Xi ha prometido convertir a China en una sociedad “moderadamente próspera” en 2020, que no cuente con personas viviendo por debajo del umbral de la pobreza.

Pero el primer mandato de Xi también se ha visto marcado por una dura represión de voces críticas en el país, y por una sociedad más vigilada. Según Amnistía Internacional, China detuvo entre agosto de 2015 y julio de 2017 casi 250 activistas y abogados de derechos humanos del país. Sin embargo, la medida más inquietante es la creación de un nuevo sistema de crédito social -una especie de "carnet por puntos"- que recompensa a los “buenos ciudadanos”, que apunta hacia un futuro incremento de control social, que puede afectar todos los ámbitos de la vida de sus ciudadanos. “[Xi Jinping] ha eliminado cualquier potencial competidor político. De momento, no hay ninguna competición política organizada”, aseguraba Wu Qiang, un analista político de Pekín, a ‘The New York Times’.

placeholder Un hombre pasea por la ribera del río frente al distrito financiero de Pudong en Shanghai, China, el 26 de febrero de 2018. (Reuters)
Un hombre pasea por la ribera del río frente al distrito financiero de Pudong en Shanghai, China, el 26 de febrero de 2018. (Reuters)

Inversión para fomentar el crecimiento

A nivel económico, los líderes chinos se enfrentan a tasas de crecimiento más moderadas que en la década anterior. Ante esta situación, el PCCh ha decidido invertir en innovación, para situar al gigante asiático a la cabeza de campos como la inteligencia artificial, la biotecnología o el internet de las cosas. Por ejemplo, según recogía Xinhua, se espera que el gobierno central invierta hasta 1.200 millones de euros en distintos proyectos, incluidos en el plan “Hecho en China 2025”, destinado a hacer más competitivo el sector manufacturero del país.

Pese a ello, muchos empresarios internacionales expresan su malestar por la falta de apertura del mercado chino, que sigue favoreciendo en muchos casos las grandes empresas estatales, o a las multinacionales chinas. Ante las críticas, uno de los principales asesores económicos de Xi, Liu He, aseguraba el mes pasado en Davos que las reformas económicas que China prepara para este año “sobrepasarán todas las expectativas”, recogía Voice of America De momento, el gobierno chino se ha centrado en eliminar posibles riesgos financieros, producidos por la gran cantidad de préstamos sin regular en el país, alimentados por los estímulos financieros que el banco central chino lanzó para sortear la crisis financiera mundial.

A su vez, gracias al impresionante desarrollo económico de las últimas décadas, China parece más dispuesta a jugar un papel importante en el escenario global. Pekín ha lanzado la iniciativa 'One Belt, One Road', un ambicioso programa de infraestructuras que incluye a casi setenta países de Asia, África y Europa. El propio Xi Jinping prometió inversiones por valor de más de 90.000 millones de euros en la iniciativa, informaba Quartz. La estrategia pretende estimular el comercio a través de Asia Central y el Océano Índico, pero también servirá para expandir la influencia territorial del gigante asiático.

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Este renovado impulso internacional ha hecho que China también se muestre más asertiva en conflictos territoriales que mantiene con otros países de la región, como Japón, Vietnam o Filipinas. El país ha construido durante los últimos años distintos islotes disputados en el Mar del Sur de China, o ha aumentado la presencia militar en aguas cercanas al archipiélago Diaoyu/Senkaku, actualmente administrado por Japón. Una actitud más beligerante, y la modernización del ejército chino, han hecho aumentar el temor a un posible choque bélico en la región, causado por el deseo de Pekín de convertirse en la nueva potencia regional.

Xi podía haber optado por aceptar las reglas constitucionales, y mantener parte de su influencia política desde la sombra, o incluso alargando su mandato como secretario general del PCCh, o de presidente de la Comisión Militar Central, considerados títulos más importantes con el del presidente. Con la reforma de la Carta Magna, en cambio, quiere transmitir un mensaje claro: ante la incertidumbre del mundo post-Trump, China cuenta con un plan estable, y un líder bien asentado en el poder para llevarlo a cabo, libre de cualquier atadura constitucional. “Esencialmente, se ha convetido en un emperador de por vida”, aseguraba Willy Lam, escritor de una biografía sobre Xi Jinping, al ‘The New York Times’.

China está cada vez más cerca de contar con un nuevo emperador: Xi Jinping. Así parece indicarlo el anuncio del pasado domingo de la agencia estatal Xinhua, que explicó que el Partido Comunista de China (PCCh) pretende abolir el límite de dos mandatos para la presidencia del país, incluido en la Constitución nacional. La medida será aprobada durante la protocolaria sesión parlamentaria anual, que se celebra en Pekín a principios de marzo, y abrirá la puerta a que Xi Jinping, el actual cabeza de estado, permanezca en el poder cuando termine su segundo mandato, en 2023. Así, Xi podría convertirse en la principal figura de la política china hasta su muerte.

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