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Grecia se recupera; los griegos no: “Más IVA, más impuestos... imposible abrir un negocio”
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"el futuro está en el extranjero"

Grecia se recupera; los griegos no: “Más IVA, más impuestos... imposible abrir un negocio”

Alemania, Francia y la CE alaban el buen hacer del Gobierno griego. Los datos macro sonríen a Tipras, pero no la popularidad. La sociedad sigue hundida por nuevos impuestos y recortes

Foto: La familia Argyros recibe alimentos de una ONG que ayuda a familias numerosas, en Atenas. (Reuters)
La familia Argyros recibe alimentos de una ONG que ayuda a familias numerosas, en Atenas. (Reuters)

Yannis habla con cierta resignación de cómo tuvo que darse por vencido hace unos meses. Después de invertir varios miles de euros -todos sus ahorros- en un bar con la esperanza de abandonar su vida de administrativo en una consultoría, se vio obligado a cerrarlo. Había elegido un conocido local del barrio de Exarchia, en el centro de Atenas, controvertido en un distrito que mezcla gentrificación y dominio anarquista; un antiguo edificio con un patio interior y el encanto de una isla del Egeo, arquetipo de la arquitectura tradicional de la capital, que en su mayor parte fue arrasada por la dictadura. Pero la estética no salvó su inversión: a pesar de su voluntarismo, de todas las horas extra que echó en el local tras su trabajo habitual, el negocio fue mal desde el principio.

Desde 2008 las cosas ya no son como antes”, sentencia Yannis, “hasta 2010 era un hábito el salir todos los días a tomar un par de copas después de trabajar, pero ya no”. Ahora, como mucho, viernes y sábados. “Muchos cafés han cerrado”, muchos de ellos en Exarchia. Los que aguantan, curiosamente algunos de los lugares más de moda de la capital, lo logran “porque están abiertos antes de la crisis” y ya tienen amortizado el negocio. A la bajada del consumo, prosigue Yannis mientras apura un café 'freddo' bajo el sol de julio, “se une el incremento del IVA, de las contribuciones, de varios impuestos… todo si quieres hacerlo legal, claro”. Todo ello pone a los nuevos negocios en la cuerda floja, con el peligro siempre de caer al vacío.

Para su bar, la puntilla fueron los disturbios en el barrio, que se han incrementado desde 2015 a medida que crecía el descontento social. Las reparaciones que debían hacer en cada oleada de destrozos terminaron por asfixiar la enclenque recaudación por la que luchaban día a día. Lo peor, además de haber tenido que dejar a todos sus empleados en la calle, concluye Yannis, es que en esta situación nadie quiere comprar el bar, por lo que el dinero ahorrado, con una hija y otro en camino, lo da casi por perdido.

Entre 2008 y 2015 cerraron más de 244.000 negocios en Grecia, muchos de ellos pequeños como el de Yannis. Y la tendencia se ha mantenido en los años siguientes.

Foto: Una clienta en una tienda de "Todo a un euro" en Atenas (Reuters)

Grecia es a día de hoy un cuerpo social desnutrido vestida con un traje macroeconómico de gama alta. De momento, le vale para entrar sin agachar la cabeza en el club europeo. La viva imagen de la llegada a la santidad por el sufrimiento. Alemania, Francia y la Comisión Europea alaban el buen hacer de Alexis Tsipras y su ministro de Finanzas, Euclides Tsakalotos. Grecia cumple con el déficit (han salido del procedimiento de déficit excesivo antes que España), se prevé un crecimiento por encima de un punto para los próximos años, el paro ha bajado por debajo del 22%, e incluso se vislumbra un alivio de la deuda, que cada vez cotiza mejor en los mercados. Los datos macros sonríen al Gobierno y a su primer ministro, que dice que la tormenta ha pasado y trata de darse un impulso de cara a las elecciones de 2019. El único dato que no le ampara es su popularidad.

Mientras el Ejecutivo griego asegura que la tormenta ha pasado, a la fachada se le ven las costuras. Los superávits primarios de récord, por ejemplo, que exhibe como prueba de la mejora, están en cierto modo 'falseados': se han logrado a base de subir los impuestos y de recortar servicios básicos, lo que a la sazón ha dejado atrapada a la población entre dos fuegos. La mitad de los jóvenes griegos de entre 18 a 35 años dependen del apoyo económico de sus padres u otros familiares, según un estudio publicado este lunes por el centro de investigación diaNEOsis.

En algunas zonas de Grecia ya no tienen ambulancias o están en tan mal estado que no son operativas. Los múltiples agujeros en el sistema sanitario y educativo, cubiertos por médicos y maestros interinos que cobran el salario mínimo, amenazan con volver a salir a la luz si se cumple la exigencia de la Troika, que pide que se deje de contratar personal temporal. Los bomberos están en cuadro en medio de la temporada de incendios, y han evitado quedarse sin efectivos por un acuerdo 'in extremis' con el Gobierno. Por no hablar de las pensiones, que han sido recortadas más de diez veces.

placeholder Trabajadores municipales durante una protesta a las puertas del Parlamento, en Atenas. (Reuters)
Trabajadores municipales durante una protesta a las puertas del Parlamento, en Atenas. (Reuters)

El futuro está en el extranjero

Constantinos Papamichalopoulos es artista visual y diseñador gráfico. Se salvó de la crisis gracias a su instinto y la suerte. Mientras trabajaba como ilustrador en el diario 'To Vima' -decano de la prensa griega, hoy casi en la ruina- tuvo el impulso de coger sus ahorros y moverse para conseguir trabajar con publicaciones en el extranjero. Sabía que la crisis de las subprime en EEUU llegaría a Grecia tarde o temprano. Haberse 'salvado' le da un optimismo que pocos griegos comparten.

“Lo bueno de la crisis, al menos desde el punto de vista del arte, es que antes Grecia era una burbuja, con una serie de popes que pedían una cantidad de dinero obscena por su trabajo, pero su trabajo, fuera de las fronteras no valía nada”, afirma. La crisis, opina Constantinos, “ha hecho tábula rasa y ha nivelado las cosas, ha dado una sensación de urgencia” que ha hecho que muchos se hayan arriesgado a buscar la prosperidad fuera de las fronteras. Para él, la crisis es una oportunidad de cambiar la mentalidad griega.

Con la excepción del sector turístico, las pocas empresas griegas que funcionan son las que buscaron su futuro en el extranjero

Con la excepción del sector turístico, las pocas empresas griegas que funcionan, de manera discreta, son las que buscaron su futuro en el extranjero. Taxibeat, una aplicación diseñada en el país y que hace sombra a la filial local de Uber, ha logrado un crecimiento del 180% anual y ha abierto sucursales en lugares tan lejanos como Lima. Recientemente, fue adquirida por Daimler-Benz Group, dueña de MyTaxi. Samsung compró hace unos días la 'startup' griega Innoetics, que desarrolla un software de escritura de voz. Incluso las compañías más tradicionales, como la juguetera Jumbo, sobreviven gracias a sus operaciones en países como Chipre, Rumanía o Bulgaria.

Papamichalopoulos reconoce que su caso es, ciertamente, una excepción. La gente de su entorno sufre como el que más las consecuencias de la crisis. “Las cosas no van bien, sobre todo si percibes una pensión, que va a sufrir otro recorte en 2019”.

Fuera de un grupo minoritario de griegos, el futuro se presenta negro. No obstante, ahora que el país atraviesa el verano, las alarmas permanecerán apagadas y habrá una tregua. Los negocios turísticos esperan este año un nuevo récord de visitantes. Los camareros de los bares cercanos a la Acrópolis, apostados en sus atriles con los menús, lucen pulcros y políglotos, listos para la caza del visitante extranjero. Para ellos, la situación está “bien”. Sueltan el discurso aprendido mientras señalan la terraza llena.

A apenas unas estaciones de metro, en la plaza de Omonia, un lugar céntrico aunque más popular, jóvenes vestidos de los colores de compañías telefónicas tratan de vender a locales y migrantes tarjetas SIM. Sin perder la sonrisa, escuchan del periodista la palabra “vacaciones”; uno de ellos responde: “vacaciones cuando se acabe este trabajo”.

Yannis habla con cierta resignación de cómo tuvo que darse por vencido hace unos meses. Después de invertir varios miles de euros -todos sus ahorros- en un bar con la esperanza de abandonar su vida de administrativo en una consultoría, se vio obligado a cerrarlo. Había elegido un conocido local del barrio de Exarchia, en el centro de Atenas, controvertido en un distrito que mezcla gentrificación y dominio anarquista; un antiguo edificio con un patio interior y el encanto de una isla del Egeo, arquetipo de la arquitectura tradicional de la capital, que en su mayor parte fue arrasada por la dictadura. Pero la estética no salvó su inversión: a pesar de su voluntarismo, de todas las horas extra que echó en el local tras su trabajo habitual, el negocio fue mal desde el principio.

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