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Amigos en la sombra: los aliados no tan secretos de Corea del Norte
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la 'solidaridad' contra estados unidos

Amigos en la sombra: los aliados no tan secretos de Corea del Norte

El país asiático, condenado y aislado por la comunidad internacional, se beneficia de la solidaridad de otros estados que también mantienen una confrontación con EEUU

Foto: Kim Il Sung y Fidel Castro durante una visita oficial del presidente cubano a Pyongyang en 1986
Kim Il Sung y Fidel Castro durante una visita oficial del presidente cubano a Pyongyang en 1986

“Reino ermitaño”, “última monarquía feudal”, “verdadero epicentro del Eje del Mal”... Cuando de Corea del Norte se trata, no faltan los calificativos más sombríos. A primera vista, pareciera que allí se decide el futuro del planeta, de la mano de un montón de fanáticos envalentonados por su búsqueda del arma nuclear y el liderazgo de un dictadorcillo egocéntrico con un mal corte de pelo. Más allá de esos lugares comunes, Corea del Norte puede no ser ni tan caricaturesca ni tan irracional como se ha insistido en presentarla. Al menos no en cuanto a la decisión de hacerse con armas nucleares y capacidad misilística para llevarlas hasta el territorio de cualquier pretendido enemigo. Tampoco en su peculiar -y peligrosa- proyección geopolítica.

Cuando en abril del 2013 una nueva prueba nuclear elevó a máximos la tensión en torno al tema, en Cuba una de las periodistas de la BBC se sorprendía al “ver que en las redes sociales los jóvenes manifestaran simpatía con el discurso norcoreano”. El mismo artículo intentaba explicar el hecho a partir de la posición mantenida durante décadas por el Gobierno de La Habana, y de la publicación de un texto firmado por Fidel Castro, que llamaba a evitar un conflicto en el que los pueblos de ambas partes de la Península serían “terriblemente sacrificados”.

Pero aquellas referencias no ponían sobre la mesa todas las variables de la ecuación. En realidad, Corea Democrática –como también se le conoce en la isla– es vista por buena por buena parte de la población como “un país de locos cojonudos”, calificativo que, con todo y su carga peyorativa, vale mucho a los ojos del ciudadano medio.

Corea del Norte es vista por buena por buena parte de la población cubana como “un país de locos cojonudos”

“Resulta casi imposible encontrar a alguien que quisiera irse a vivir allá, o que prefiera su estatismo comunista al desarrollo de su homóloga del Sur. Sin embargo, son muy pocos los que no se alegran de que sean capaces de plantar cara a países mucho más poderosos. Es un orgullo proyectado, que traslada a aquel contexto el espíritu de confrontación en el que han vivido los cubanos por más de medio siglo. Al igual que Cuba, Corea del Norte tiene a los Estados Unidos como su mayor amenaza”, explica Elisabeth Otázua, una investigadora y profesora universitaria. Amparados en la favorable predisposición popular y las coincidencias de sus respectivos discursos políticos, la dirigencia del país ha mantenido siempre estrechos vínculos con Pyongyang. El incidente del barco Chong Chong Gang, en julio del 2013 -un navío de bandera norcoreana interceptado en Panamá con armas cubanas, supuestamente enviadas al país asiático para su puesta a punto- reveló hasta qué punto los esfuerzos militares de ambos países se hayan entrelazados, y se han mantenido con independencia de los cambios en sus direcciones estatales.

Kim Jong-un es consciente de que se enfrenta a una superpotencia hostil (Estados Unidos) que ha invadido estados soberanos alrededor del mundo y derrocado a sus gobiernos”, apuntaba hace pocas semanas John Delury, profesor asociado de la Yonsei University Graduate School, en Seúl. “La lección que los norcoreanos aprendieron de la invasión de Irak es que si Sadam Husein realmente hubiera tenido armas de destrucción masiva, habría sobrevivido”.

Cómo vender la guerra a tu pueblo

En otras palabras, a Pyongyang le resulta “rentable” embarcarse en la empresa de forjar su propio arsenal atómico, incluso a riego de convertirse en un paria internacional y llevar la economía hasta el borde del colapso total. “El régimen norcoreano se ha distinguido históricamente por saber sobrevivir entre grandes potencias, muchas veces a través de una 'diplomacia de la confrontación' llena de provocaciones”, señala un artículo del investigador Francesc Pont publicado por el Instituto Catalán Internacional por la Paz. “Los dirigentes norcoreanos son plenamente conscientes de que con la histeria generada por la actual escalada de tensión consiguen desviar la atención de los derechos humanos en el interior del país y las pésimas condiciones de vida de una gran parte de la población”.

“Los norcoreanos nunca se fueron de Cuba, solo se hicieron más discretos", afirman varios militares cubanos

Se trata de una estrategia efectiva en el orden práctico, pues ha encontrado su brecha de oportunidad en el ostracismo al que los relegara la caída de la Unión Soviética y las presiones de Washington durante las administraciones de Clinton y George W. Bush, considera el periodista norteamericano Terrell Jermaine. “Un marco negociado en 1994 para que Corea del Norte congelara su programa nuclear se quedó sin fondos cuando el Congreso liderado por el Partido Republicano se negó a financiar los reactores nucleares resistentes a la proliferación que Washington debía dar a Pyongyang a cambio. Y el pronunciamiento del 'eje del mal' del expresidente George W. Bush tampoco ayudó”. Así, las puertas quedaron abiertas para que los seguidores del “Presidente eterno” se lanzaran a su particular cruzada “contra el imperialismo”, y que en el camino fueran encontrando sus propios aliados.

De acuerdo con oficiales de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, consultados por El Confidencial a condición de anonimato, “los norcoreanos nunca se fueron de Cuba, solo se hicieron más discretos”. Los declarantes refieren que sus mayores influencias se aprecian en la preparación de las fuerzas especiales (los llamados Avispas Negras), cuya arte marcial “de base” es el kiuk-sull, una versión del taekwondo a la que los cubanos han ido incorporando elementos de otras disciplinas de combate. “Ellos (los coreanos) son muy apreciados por su filosofía de guerra irregular, centrada en la infiltración y empleo de pequeñas unidades tras las líneas del enemigo”, explicó un exoficial egresado de la Escuela Nacional de Tropas Especiales, ubicada en la zona de El Cacho, en la occidental provincia de Pinar del Río. La caída de la Unión Soviética obligó a los gobiernos de Fidel y Raúl Castro a encargarles, además, el mantenimiento de los equipos de la fuerza aérea y la defensa antiaérea, dos cuerpos extremadamente sensibles para la cúpula castrense de La Habana, debido a la proximidad de los Estados Unidos.

Aunque desde el punto de vista práctico Cuba no está en condiciones de prestar una ayuda significativa su aliado, su respaldo político resulta muy valioso para el relato con que Kim Jong-un y sus subordinados justifican el estado de confrontación en que mantienen la Península. Similar presupuesto, aunque en su versión light, ha sido empleado durante décadas por el gobierno cubano, sobre todo cuando las circunstancias internas le resultan adversas.

Toda estrategia que se base en la exclusión tiene como su mayor riesgo dejar márgenes en los que pueden agruparse los adversarios. Así ha sucedido también con la política del Eje del Mal, que en enero del 2002 promulgara el presidente George W. Bush. Se trata de un error persistente de la política norteamericana. Catorce años después de aquel inapelable ultimátum dirigido a los “oscuros rincones del mundo”, Hillary Clinton insistió en lanzar el suyo, incluyendo entre los “excluibles” a Siria, Rusia e Irán. Ocurrió en octubre del 2016, cuando la mayoría de las encuestas la perfilaban como ganadora en la carrera por la Casa Blanca.

placeholder Surcoreanos siguen las noticias sobre un ensayo balístico de Corea del Norte, en Seúl. (Reuters)
Surcoreanos siguen las noticias sobre un ensayo balístico de Corea del Norte, en Seúl. (Reuters)

El Eje del Mal, ¿objetivo militar?

La elección de Trump no ha significado el completo abandono de la estrategia de presión orientada hacia Moscú y Beijing. Y chocar con Rusia y China implica dar argumentos a la retórica de Pyongyang, sobre todo cuando se adoptan las líneas programáticas del sector más “duro” del 'establishment', anteponiendo la opción militar a la diplomacia. “Trump ha iniciado una política de rearme intensivo de EEUU, con la que Estados Unidos pasa de acaparar el 40% de todo el gasto mundial al 50%. Al tiempo, rebaja el presupuesto de Exteriores (State) un 37%. De hecho, solo el incremento de Defensa (54.000 millones) es superior a todo el presupuesto de Exteriores (39.000 millones) e incluso al de su enemigo exterior 'existencial', Rusia (en torno a los 60.000 millones)”, alertaba desde estas páginas el ex diplomático José Zorrilla.

Para países como Irán o Siria el mensaje está claro: el Eje del Mal es, cada vez más, un objetivo militar. Por eso no sorprende que los vínculos entre Pyongyang, Damasco y Teherán se hayan afianzado durante los últimos años, y tengan como denominador común sus promisorias perspectivas. “La actual interfaz iraní-NC [norcoreana] presumiblemente sirve como un sustituto productivo de las actividades iraníes prohibidas por el VND [Acuerdo Nuclear de Viena]. Permite a Irán, en otras palabras, continuar su búsqueda de armas nucleares", detallan Refael Ofek y Dany Shoham, dos exoficiales de los cuerpos de seguridad de Israel especializados en temas de inteligencia. "Esta cooperación podría adoptar la forma de trasladar, de NC a Irán, material fisible apto para armas, componentes de armamento o, en el peor de los casos, armas nucleares completas. En un grado apreciable, Irán también, simultáneamente, está ayudando en el mejoramiento de la capacidad estratégica de NC”, aseguran.

No son experiencias nuevas. Ya en la década de los noventas un número no especificado de científicos rusos habría brindado sus servicios a los regímenes de Kim Il-sung y Kim Jong-il, tras quedarse sin trabajo a raíz de la caída de la Unión Soviética. Su presencia en la República Popular Democrática de Corea (RPDC) reeditó –aunque de forma paragubernamental y en mucha menor escala– la masiva transferencia de tecnología de misiles que entre 1957 y 1961 había tenido lugar entre la URSS y la República Popular China.

"Corea del Norte gasta en defensa entre el 25 y el 40% del PIB", señala un investigador militar español

Durante décadas, Corea del Norte ha aprovechado la tolerancia o indiferencia de la comunidad internacional. Ha sido un ejercicio de “ingeniería diplomática”: “destinado a ganar tiempo para poder desarrollar su programa nuclear, deteniéndolo cuando era 'necesario', ya que su economía no permite explotar sus capacidades nucleares al 100% de manera continuada y sostenida”, expone el investigador Marcos Gómez Casal, jefe del Departamento Nuclear de la Escuela Militar de Defensa Nuclear, Biológica y Química, del Ejército de Tierra de España. El mismo ensayo, presentado por el Instituto Español de Estudios Estratégicos, se fundamenta en una premisa inquietante: “Con un gran gasto en defensa, llegándose a alcanzar en distintas épocas entre el 25 y el 40% del PIB [la RPDC puede] disponer de unas fuerzas armadas desproporcionadas y desarrollar de forma indígena una gran capacidad en las áreas de misiles y nuclear”. Obviar ese hecho es ya una temeridad.

La escalada de tensiones en Extremo Oriente ha funcionado también como una distracción del interés público, que hasta hace muy poco tiempo se centraba en Irán y Siria. El primero ha podido desarrollar casi sin interferencias el proceso previo a sus elecciones presidenciales; la segunda, ha salido de los principales titulares tras el ataque químico en la provincia de Idlib y el bombardeo a una base aérea del gobierno ordenado por Trump. Además, han quedado en el olvido las denuncias de que efectivos norcoreanos apoyaban a las tropas del Ejército Árabe Sirio, con “efectividad fatalmente peligrosa”, las cuales hace solo unos meses comenzaron a encontrar eco en agencias como la rusa Tass.

China y Rusia, mediadores

En cuestión de unas semanas Pyongyang ha acaparado de tal forma los titulares que hasta Trump ha conseguido un respiro ante los pobres resultados de su gestión, y Rusia y China han aprovechado la coyuntura para fortalecer su papel de mediadores en el escenario internacional y mantener en desarrollo sus propias agendas regionales, en Ucrania y el Mar de la China Meridional.

"China le proporciona a Corea del Norte el 80% de los bienes de consumo y el 45% de alimentos", dice la investigadora Laura Osorio

“Alrededor del 88% de las importaciones de Corea del Norte vienen de China (...) y la gran mayoría de exportaciones regresan, cerca del 86%”, refiere la cadena CNN. “China continua efectuando donaciones a Pyongyang, proporcionándole el 80% de los bienes de consumo y el 45% de alimentos [y de] ninguna manera favorece el colapso de Corea del Norte”, concluye la investigadora Laura Osorio, de la Universidad Eafit de Colombia. “Actualmente el papel que juega es el de intermediador entre Pyongyang y la comunidad internacional”, un status quo que el gobierno de Xi Jinping evita modificar.

Rusia se opuso la semana pasada a la ampliación del club de potencias nucleares, y en particular, a "la adhesión de Corea del Norte”, según declaró el presidente Vladimir Putin. Sin embargo, el Kremlin coloca sus fichas junto a la carta de la conciliación, llamando al “diálogo con la República Popular Democrática de Corea, [y a] dejar de intimidarla y encontrar soluciones pacíficas a estos problemas”.

En medio del entramado de declaraciones y hechos contradictorios que en las últimas semanas han tenido a Corea del Norte como centro de atención, tal vez el personaje menos “llamativo” tenga en sus manos la solución al problema. Se trata del nuevo presidente surcoreano, Moon Jae-in, elegido en medio de una profunda crisis institucional, y bajo el compromiso de poner freno a la corrupción empresarial y tender puentes hacia los irascibles vecinos del norte.

Su programa de campaña remite en buena medida al del exmandatario Kim Dae-jung, quien a finales de los años noventa promovió un acercamiento entre los dos estados de la Península Coreana, al amparo de la llamada Política del Sol. Unas cuantas cosas han cambiado de entonces a la fecha, pero la desafortunada evolución de la historia sigue contando con los mismos protagonistas a ambos lados del Paralelo 38. La diferencia esencial es que uno posee armas nucleares... y muchos interesados en que su retórica no baje de tono.

“Reino ermitaño”, “última monarquía feudal”, “verdadero epicentro del Eje del Mal”... Cuando de Corea del Norte se trata, no faltan los calificativos más sombríos. A primera vista, pareciera que allí se decide el futuro del planeta, de la mano de un montón de fanáticos envalentonados por su búsqueda del arma nuclear y el liderazgo de un dictadorcillo egocéntrico con un mal corte de pelo. Más allá de esos lugares comunes, Corea del Norte puede no ser ni tan caricaturesca ni tan irracional como se ha insistido en presentarla. Al menos no en cuanto a la decisión de hacerse con armas nucleares y capacidad misilística para llevarlas hasta el territorio de cualquier pretendido enemigo. Tampoco en su peculiar -y peligrosa- proyección geopolítica.

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