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China despliega tropas frente a Corea del Norte: por qué esta crisis no es como otras
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China despliega tropas frente a Corea del Norte: por qué esta crisis no es como otras

Washington y Pyongyang siguen enzarzados en un desafío cruzado del que ninguno parece dispuesto a apearse. Mientras, Pekín, por si acaso, se prepara para todos los escenarios posibles

Foto: Misiles balísticos intercontinentales desfilan en Pyongyang durante la conmemoración del 105º aniversario del nacimiento de Kim Il Sung, el 15 de abril de 2017. (Reuters)
Misiles balísticos intercontinentales desfilan en Pyongyang durante la conmemoración del 105º aniversario del nacimiento de Kim Il Sung, el 15 de abril de 2017. (Reuters)

“La era de la paciencia estratégica se ha acabado”. Las palabras del vicepresidente estadounidense Mike Pence, pronunciadas en la zona desmilitarizada entre las dos Coreas, no contribuyen a calmar la tensión regional en un momento en el que la Administración Trump evalúa cómo responder al desafío nuclear de Pyongyang. Tampoco lo hace el motivo de su visita: reafirmar los lazos con Corea del Sur, y tratar de acelerar el despliegue del sistema antimisiles THAAD. “Estamos con vosotros al cien por cien”, ha declarado Pence ante miembros del ejército surcoreano.

La 'paciencia estratégica' a la que hacía referencia era un concepto de la época Obama, la política oficial adoptada por la Casa Blanca cuando los intentos iniciales del anterior presidente estadounidense de tender puentes con el régimen norcoreano -similares a los que condujeron al acercamiento a Cuba o al acuerdo nuclear con Irán- no dieron los resultados esperados. Si Corea del Norte opta por invertir un cuarto de su PIB en sus fuerzas armadas y no cooperar con la comunidad internacional, allá ellos, fue la conclusión estadounidense, asumiendo que se trataba de una postura insostenible a largo plazo.

Foto: Surcoreanos siguen las noticias en una pantalla de televisión en Seúl tras la prueba nuclear de Corea del Norte (Efe).

Sin embargo, la situación parece haber cambiado, hasta el punto de que los expertos consideran que nos hallamos ante la tercera crisis nuclear respecto a Corea del Norte y la primera desde que el país detonó su primera bomba atómica en 2006. Y no es consecuencia de la escalada verbal y diplomática, sino que ésta se deriva de aquella. China, en cualquier caso, se está preparando para lo peor, como demuestra el despliegue de tropas y sistemas de defensa en la frontera norcoreana.

¿Por qué esta vez es diferente?

El diario New York Times, citando al experto Robert S. Litwak, la denomina “una crisis de los misiles a la cubana en cámara lenta”. “Corea del Norte se encuentra al borde de un punto de inflexión estratégico, cuantitativamente (elevando el número de sus cabezas nucleares) y cualitativamente (a través del perfeccionamiento de la miniaturización de esas cabezas y de los misiles balísticos de largo alcance), que amenaza directamente suelo estadounidense”, afirma Litwak, director de estudios de seguridad internacional del Centro Internacional para Académicos Woodrow Wilson, en un reciente informe.

En otras palabras, a EEUU le preocupa que Corea del Norte pueda reducir el tamaño de sus artefactos nucleares lo suficiente para incluirlos dentro de proyectiles de largo alcance que puedan impactar en su territorio. Washington no está dispuesto a permitir que Pyongyang adquiera la capacidad de lanzar un ataque nuclear contra su país. El temor es viejo; la novedad es que, por primera vez, esta capacidad parece una posibilidad real, al menos para algunos expertos. En marzo de 2016, el propio régimen lo sugirió en un comentado video propagandístico.

Esto no quiere decir que el régimen norcoreano sea necesariamente una amenaza para sus vecinos, aunque la impredicibilidad del presidente Kim Jong-un -y las dudas sobre su salud mental voceadas por algunos observadores- añade un elemento de inquietud adicional. Pero la búsqueda de armamento nuclear no es irracional: tal y como han afirmado públicamente ellos mismos, los norcoreanos tomaron buena nota de lo que le sucedió a Muamar Al Gadafi, quien en 2003 renunció a su programa de armas de destrucción masiva como parte de un acuerdo internacional, y que ocho años después acabó sus días sodomizado con un palo y ejecutado junto a una alcantarilla, tras una breve guerra civil en la que la OTAN ejerció de fuerza aérea del bando rebelde. Un arsenal nuclear es la garantía de que eso nunca les sucederá a los funcionarios de Pyongyang. Por el contrario, un ataque o provocación contra cualquiera de sus vecinos probablemente llevaría a una guerra devastadora en la que el régimen saldría muy mal parado, y lo sabe.

El factor Trump

Otro elemento de incertidumbre es el carácter errático de Donald Trump, un presidente que, a diferencia de su predecesor, no ha dudado en lanzar un ataque con misiles contra una base militar del régimen sirio y en utilizar “la madre de todas las bombas” (el arma no nuclear más potente del arsenal del Pentágono) contra el ISIS en Afganistán. Estas iniciativas, además de servir a propósitos de política doméstica, obedecen al deseo de Trump de presentarse como un presidente fuerte y ejecutivo, marcando la diferencia con Barack Obama. Pero también son un aviso a navegantes dirigido tanto a Kim Jong-Un como al presidente chino Xi Jinping.

En estos días, no son pocos los que temen que Trump, un presidente que parece haber descubierto las ventajas de la fuerza como elemento central de su política exterior, pueda ordenar un ataque preventivo contra instalaciones norcoreanas, lo que desataría una crisis bélica regional de largo alcance. “Hubo una época en la que nos preguntábamos si se podía confiar en un presidente de los EEUU con su dedo en el botón nuclear. Ahora también tenemos que preocuparnos si se puede confiar en él con un teléfono móvil”, afirma el diario The Guardian en un editorial, en referencia a los polémicos exabruptos de Trump en las redes sociales. “Corea del Norte no va a empezar una guerra debido a uno de sus provocativos tuits, pero podría responder con una contraprovocación que él sienta que no puede ignorar. Entonces, todas las opciones que se le abrirían serían malas”.

Sin embargo la situación, por suerte, parece estar yendo por otros derroteros. Según informa el New York Times, una serie de encuentros en la Sala de Situación (la estancia dedicada a la gestión de crisis militares en la Casa Blanca) ha dejado la conclusión de que, aunque EEUU puede mostrarse más agresivo, no debe enfrentarse a Corea del Norte de un modo tal que pueda provocar un enfrentamiento armado de consecuencias impredecibles. Los consejeros militares y de inteligencia, al parecer, están haciendo bien su trabajo, dejándole claro a Trump que un ataque sería una malísima idea.

Qué se juegan los países vecinos

En 1994, durante la primera crisis nuclear con Corea del Norte que se desató cuando los servicios de inteligencia descubriesen que Pyongyang había estado preparándose para enriquecer plutonio en secreto, la Administración Clinton valoró la posibilidad de lanzar una operación militar preventiva en suelo norcoreano. Pero incluso las estimaciones más conservadoras daban cifras de al menos un millón de muertos en Corea del Sur. Hoy, el régimen posee la capacidad de llegar también a Japón, por lo que las bajas serían mucho mayores.

Y sin embargo, uno de los factores que más ha contribuido a acelerar la crisis es el inicio del despliegue del escudo antimisiles THAAD en territorio surcoreano. Esta iniciativa, promovida por Washington como un sistema meramente defensivo, preocupa especialmente a China, debido al doble uso que se le puede dar a sus radares, especialmente para tareas de espionaje. El despliegue fue acordado en julio de 2016, pero la entonces presidenta surcoreana Park Geun-hye ha sido destituida por corrupción (por el famoso caso de “la Rasputina de Seúl”), y uno de los aspirantes a sustituirla, el progresista Moon Jae-in, favorito en las encuestas, ha prometido revisar dicho acuerdo. Así las cosas, no es de extrañar que EEUU esté presionando todo lo posible para que la instalación del THAAD quede completada lo antes posible. La respuesta de China ha sido una guerra comercial con Corea del Sur, incluyendo el veto a los artistas de K-pop, un popular estilo musical surcoreano.

Y si las capacidades ofensivas de Pyongyang cruzan este nuevo umbral, tanto Corea del Sur como Japón tendrán importantes incentivos para convertirse a su vez en potencias nucleares, a lo que hasta ahora han renunciado a cambio de beneficiarse de la protección estadounidense. Algo que Trump también ha puesto en entredicho.

El papel de China

La relación de China con Corea del Norte es complicada. Tropas chinas han luchado en el norte de la península coreana en tres ocasiones para defender al poder del momento en Pyongyang, en 1593, 1894 y 1951, y la relación entre ambas entidades estatales es estrecha y complicada. El Gobierno chino es el único aliado internacional del régimen norcoreano, pero, desde hace algunos años, hay bastantes indicios de la molestia del presidente Xi Jinping con el comportamiento de Kim Jong-Un. En febrero, China prohibió la importación de carbón norcoreano, una de las principales fuentes de ingresos del país. El viernes canceló todos los vuelos con el país.

¿Prepara algo Pekín? Este episodio coincide con informaciones, no corroboradas aún de forma independiente, sobre movimientos de tropas chinas en la frontera norcoreana, donde se habrían desplegado hasta 150.000 soldados, un extremo que niegan las autoridades chinas. “Si China se está preparando para intervenir en Corea una vez más, preparando para gestionar las consecuencias de una intervención estadounidense, o simplemente jugando sobre seguro, nadie lo sabe”, escribe el analista Salvatore Babones en Al Jazeera. “Lo penúltimo que quiere China es una nueva guerra de Corea. Pero lo último es una Corea unida bajo liderazgo surcoreano”, señala. Para Pekín, la estabilidad es lo fundamental, puesto que un colapso del régimen norcoreano provocaría una oleada masiva de refugiados cruzando a territorio chino, y probablemente acabaría con tropas estadounidenses y surcoreanas desplegadas en su frontera.

Eso no significa que el Gobierno chino busque la confrontación. Al contrario: durante la reciente visita oficial a EEUU -que había despertado enormes expectativas, pero que fue totalmente eclipsada por el bombardeo estadounidense en Siria-, el presidente Xi Jinping logró convencer a Trump de que levantase el pie del acelerador y le diese algo de tiempo para maniobrar. “Tras escucharle durante diez minutos, me he dado cuenta de que no es tan fácil. No es lo que uno pensaría”, declaró Trump tras su encuentro con Xi.

Foto: Los presidentes Donald Trump y Xi Jinping y la figura cuya sombra planeará sobre el encuentro, el norcoreano Kim Jong-Un. (Montaje: C. Castellón)

No está claro hasta qué punto China ha podido presionar a Kim en estos últimos días para tratar de reducir las tensiones. Pero lo cierto es que, a pesar de que muchos observadores esperaban que esta semana pasada (durante el 105º aniversario de Kim Il Sung, el fundador de la dinastía familiar) Corea del Norte llevase a cabo la sexta prueba nuclear de la historia del país, que en estas circunstancias habría sido considerada una provocación, esta no se ha producido todavía. ¿Está detrás la mano de Pekín?

¿Está optando EEUU por el sabotaje?

Dadas las malas perspectivas de un ataque preventivo, desde 2014 Estados Unidos está llevando a cabo un programa de acciones encubiertas, sabotaje y ciberataques contra el programa de misiles norcoreano, ordenado por Barack Obama, tal y como reveló el New York Times el pasado 4 de marzo tras una investigación de casi un año. Ahora, muchos se preguntan si el estrepitoso fracaso del lanzamiento de un nuevo misil este fin de semana, que se estrelló al poco de despegar, es fruto de esas acciones, que ya habían conseguido abortar numerosos lanzamientos norcoreanos anteriormente. Tanto, que el propio Kim Jong-un ordenó una investigación interna para determinar si se estaban produciendo sabotajes, que concluyó con varias ejecuciones de altos cargos de seguridad norcoreanos a finales de febrero.

Preguntado el pasado domingo en una entrevista televisiva si EEUU había jugado algún papel en este último fracaso, la asesora de seguridad nacional K. T. McFarland afirmó: “Saben que no podemos hablar de eso”. Una ambigüedad calculada para alimentar la paranoia norcoreana, según los expertos, y que, vistas las opciones, podría ser la mejor baza de la Casa Blanca.

“La era de la paciencia estratégica se ha acabado”. Las palabras del vicepresidente estadounidense Mike Pence, pronunciadas en la zona desmilitarizada entre las dos Coreas, no contribuyen a calmar la tensión regional en un momento en el que la Administración Trump evalúa cómo responder al desafío nuclear de Pyongyang. Tampoco lo hace el motivo de su visita: reafirmar los lazos con Corea del Sur, y tratar de acelerar el despliegue del sistema antimisiles THAAD. “Estamos con vosotros al cien por cien”, ha declarado Pence ante miembros del ejército surcoreano.

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