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Trump, China y el fantasma de Corea del Norte: el presidente Xi Jinping visita EEUU
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Trump, China y el fantasma de Corea del Norte: el presidente Xi Jinping visita EEUU

El presidente estadounidense espera arrancarle importantes concesiones al mandatario chino en materia comercial y respecto a Pyongyang. El problema: los chinos llegan mucho más preparados

Foto: Los presidentes Donald Trump y Xi Jinping y la figura cuya sombra planeará sobre el encuentro, el norcoreano Kim Jong-Un. (Montaje: C. Castellón)
Los presidentes Donald Trump y Xi Jinping y la figura cuya sombra planeará sobre el encuentro, el norcoreano Kim Jong-Un. (Montaje: C. Castellón)

El pasado miércoles, la República Democrática de Corea del Norte realizó otra prueba con un misil balístico de rango medio KN-15 lanzado desde la base de submarinos en la ciudad costera de Sinpo, una violación de las condiciones del embargo internacional impuesto contra la nación asiática. Inmediatamente, Japón y Corea del Sur condenaron el lanzamiento. Sin embargo, el Secretario de Estado de EEUU, Rex Tillerson se limitó a lanzar un enigmático tuit de 23 palabras: “Los Estados Unidos ya han hablado suficiente sobre Corea del Norte. No tenemos más comentarios”. Probablemente Tillerson tenía en mente la visita oficial que el presidente de China, Xi Jinping, realiza hoy a EEUU, donde será recibido por Donald Trump en su residencia de Mar-A-Lago en Florida. En la visión de la Casa Blanca, China es la clave para frenar a Corea del Norte: ha sido una constante en la campaña de Trump la afirmación de que Pekín puede, “incluso con una mano”, frenar a Pyongyang.

El desafío norcoreano es, probablemente, el principal problema de relaciones internacionales al que se enfrenta la Administración Trump. Uno que, además, es mucho más difícil de resolver de lo que parece creer el nuevo e inexperto Gobierno estadounidense. “Si China no va a resolver [la cuestión de] Corea del Norte, lo haremos nosotros”, declaró Trump a principios de esta semana en una entrevista con el Financial Times. El martes, el Congreso de EEUU volvió a incluir al país en la lista de estados patrocinadores del terrorismo. La respuesta norcoreana fue el misil del miércoles.

Foto: Surcoreanos siguen las noticias en una pantalla de televisión en Seúl tras la prueba nuclear de Corea del Norte (Efe).

Si lo que Trump pretendía era formular una amenaza disuasoria, el fracaso de su idea es patente, además de peligroso: si el presidente estadounidense va en serio, debería saber que ni siquiera una operación militar exitosa que acabase con las instalaciones nucleares norcoreanas podría impedir que la artillería convencional bombardease Seúl, y que algunos misiles cayesen sobre Japón, por lo que el riesgo es difícil de asumir. Y si buscaba lanzarle una indirecta a China días antes de la llegada de Xi Jinping, la mayoría de los observadores considera que es el presidente estadounidense quien lleva las de perder.

Xi llega a Florida invitado por la Casa Blanca como consecuencia de la breve crisis acerca de Taiwán a principios de este año, en la cual, a pesar de toda su dura retórica antichina lanzada durante la campaña, Trump acabó dando marcha atrás tras comprobar que el régimen chino, a diferencia de él mismo, no iba de farol. Además, como señalan los expertos, la desproporción a la hora de abordar la negociación es abrumadora, empezando por el hecho de que la Administración Trump no ha articulado aún una política coherente hacia China.

Los preparativo de la visita por parte china han corrido a cargo de Cui Tiankai, el embajador chino en Washington. El principal responsable estadounidense es Jared Kushner, el yerno de Trump promovido a asesor presidencial. “Cui es un diplomático profesional que conoce bien EEUU: hizo sus estudios de posgraduado en la capital estadounidense y trabajó como intérprete en la ONU. La principal cualificación de Kushner es estar casado con la hija del presidente”, escribe Edward Luce, del Financial Times “El señor Cui solo tiene un trabajo: las relaciones sino-estadounidenses. Entre otras cosas, el señor Kushner es la persona nombrada por la Casa Blanca para la paz en Oriente Medio, la reforma de la justicia criminal y la innovación empresarial en EEUU”, añade.

De hecho, como bien señalan varios analistas, los chinos se han dado cuenta de que la mejor forma de influir en Trump es a través de su familia. “Kushner es un sueño para los negociadores chinos: tiene acceso directo a Trump, es poderoso, e inexperto”, señala la revista Foreign Policy. Por eso, casi todos los comentaristas consideran que la visita de Xi es un regalo para China y un desastre potencial para EEUU.

El diablo en los detalles

“[Tras la visita] el presidente habrá tirado por la borda su principal baza individual: la capacidad de organizar una cumbre de líderes en su residencia vacacional hasta que Pekín realmente cumpla con las demandas estadounidenses, como una apertura económica y presionar a Corea del Norte”, afirma Ely Ratner, académica de estudios chinos en el Consejo de Relaciones Exteriores de EEUU. En lugar de eso, Trump estará otorgando legitimidad a Xi e impulsando su influencia en casa y en el extranjero, mientras China sigue amenazando a los aliados de EEUU, reprimiendo a la disidencia y evitando la reforma de su economía a expensas del crecimiento global”, asegura.

“China tiene una gran influencia sobre Corea del Norte. Y China tendrá que decidir si nos ayuda con Corea del Norte o no. Y si lo hace, será muy bueno para China, pero si no, no será bueno para nadie”, señaló Trump en la citada entrevista con el FT. Su plan parece ser sentarse con Xi y hacerle ceder en algunos aspectos que puedan ser vendidos a la opinión pública como grandes éxitos, porque, como ha señalado repetidamente su equipo, “Trump siempre consigue algo”. Pero la iniciativa podría fracasar estrepitosamente ante el estilo negociador de China, notoriamente basado en la paciencia.

Foto: Delegados militares abandonan la Gran Asamblea Popular tras una sesión del Congreso Nacional en Beijing, el 12 de marzo de 2017. (Reuters) Opinión

No es que China no tenga interés en presionar a Corea del Norte. De hecho, la realización de pruebas nucleares a principios de esta década, contra el consejo de Xi, fue considerada “una bofetada en la cara” por parte de Kim Jong-Un, un gesto irrespetuoso hacia un líder mucho más anciano del país del que Pyongyang depende económicamente. Pero Xi, que este año afronta un importante Congreso quinquenial, no puede permitirse la percepción de que actúa por presión estadounidense, y además no carece de elementos de agravio hacia Washington, como el reciente despliegue del sistema de misiles THAAD en Corea del Sur, a corta distancia de su territorio. Además, por encima de todo, Pekín valora la estabilidad en Corea del Norte, consciente de que un colapso del régimen de Pyongyang implicaría oleadas de refugiados en suelo chino, y lo que es peor: el probable despliegue de tropas estadounidenses y surcoreanas hasta su frontera.

“Es difícil saber qué espera extraer exactamente la administración de Pekín, pero es probable que implique lograr algunas concesiones en asuntos relacionados con el comercio y el empleo, así como en aumentar la presión en Corea del Norte. Pero China podría fácilmente burlar a Trump”, opina Charles Edel, profesor asociado de estrategia y política en el Colegio de Guerra Naval de EEUU y antiguo asistente especial al Secretario de Estado sobre Asia-Pacífico. “Pekín se ha comprometido a adoptar una línea más firme sobre Corea del Norte en el pasado, e incluso ha votado resoluciones en la ONU para hacerlo. Pero prometerlo no es lo mismo que cumplirlo, y China ha demostrado una gran habilidad para atenerse a sus compromisos sobre el papel mientras los sabotea en espíritu”, indica.

“Un acuerdo de una sola tacada dejará a Trump sin mucho poder si [los chinos] repiten este comportamiento. Mientras tanto, EEUU podría dar a cambio algo de valor incalculable”, cree Edel. “Al enfocarse en unos pocos asuntos, le da a Pekín licencia para maniobrar en las áreas a las que Trump no da prioridad. Por ejemplo, la Administración casi no ha hecho mención a las cuestiones relacionadas con el orden internacional, y en Asia, eso significa el mar del Sur de China, las instituciones regionales como la ASEAN y el comercio multilateral. De hecho, hay escasos indicios de que a Trump le interese nada de eso, lo que los convierte en útiles monedas de cambio para Pekín”, asevera.

Además, el presidente parece creer que su residencia de Mar-A-Lago tendrá el mismo efecto cautivador que tuvo sobre el presidente japonés Shinzo Abe. Pero es difícil que los campos de golf impresionen a un presidente chino entre cuyas primeras medidas estuvo la prohibición de la práctica de este deporte a los funcionarios del Partido Comunista con dinero público, algo que se había convertido en el símbolo de la corrupción del aparato oficial chino. El encuentro entre Xi y Trump puede ir por múltiples derroteros, y probablemente pasarán varios días hasta que sea posible valorarlo en todo su alcance. Pero seguramente, dentro de pocas horas, la cuenta de Twitter de Trump nos dará algunas pistas. En Pyongyang, sin duda, la seguirán de cerca.

El pasado miércoles, la República Democrática de Corea del Norte realizó otra prueba con un misil balístico de rango medio KN-15 lanzado desde la base de submarinos en la ciudad costera de Sinpo, una violación de las condiciones del embargo internacional impuesto contra la nación asiática. Inmediatamente, Japón y Corea del Sur condenaron el lanzamiento. Sin embargo, el Secretario de Estado de EEUU, Rex Tillerson se limitó a lanzar un enigmático tuit de 23 palabras: “Los Estados Unidos ya han hablado suficiente sobre Corea del Norte. No tenemos más comentarios”. Probablemente Tillerson tenía en mente la visita oficial que el presidente de China, Xi Jinping, realiza hoy a EEUU, donde será recibido por Donald Trump en su residencia de Mar-A-Lago en Florida. En la visión de la Casa Blanca, China es la clave para frenar a Corea del Norte: ha sido una constante en la campaña de Trump la afirmación de que Pekín puede, “incluso con una mano”, frenar a Pyongyang.

Xi Jinping Financial Times
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