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Las fuerzas armadas de Cuba, los verdaderos señores económicos de la isla
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GAESA ES LA PRINCIPAL RED COMERCIAL DE LAS FAR

Las fuerzas armadas de Cuba, los verdaderos señores económicos de la isla

El ejército gestiona una red de empresas e instituciones que le permiten ser autosuficiente independientemente de las crisis exteriores. Se estima que controlan más de 57 compañías

Foto: Miembros de las Fuerzas Armadas Revolucionarias desfilan en La Habana en septiembre de 2014. (Reuters)
Miembros de las Fuerzas Armadas Revolucionarias desfilan en La Habana en septiembre de 2014. (Reuters)

Si un ciudadano extranjero intenta tomar fotografías o videos de una de las tiendas recaudadoras de divisas en Cuba -conocidas como 'shoppings' por los lugareños-, se le llamará discretamente la atención. Si el implicado es un cubano, la respuesta puede no ser tan condescendiente. Por obra y gracia de una disposición administrativa, a estos establecimientos se les considera “unidades militares”. Una de tantas peculiaridades que origina la organización política y económica de la isla, conformada por el poder que ejercen los militares sobre prácticamente todos los ámbitos de su sociedad.

Puede ser muy peligroso poner en entredicho tal orden de cosas, porque las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) y el Ministerio del Interior (Minint) conforman el núcleo duro del sistema: de sus filas proceden 7 de los 17 miembros del Buró Político (el máximo órgano del Partido Comunista, y en consecuencia, del poder real). Incluso las facultades del presidente del país, cuyo cargo se conoce oficialmente como Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, están por debajo de las que posee el Primer Secretario del Partido, quien cimienta buena parte de su poder en el hecho de encabezar además el Consejo de Defensa Nacional.

Las circunstancias se prestan casi “de oficio” para innumerables desencuentros, algunos de corte kafkiano. A finales de 2016 el diario de una de las principales ciudades de la isla recogía la historia de un lector que había sufrido agresiones por parte de una dependienta, tras haber intentado fotografiar varios adornos navideños. Su objetivo era mostrárselos a su suegra y que esta decidiera cuáles prefería comprar. Para el gerente local de la cadena Cimex, responsable de la tienda, se había actuado según lo establecido, pues existen “regulaciones internas que incluyen este particular sobre la toma de fotografías y filmaciones de vídeos al azar”. Su justificación no podría resultar más peregrina: “En un momento determinado esas acciones pueden debilitar la seguridad o el control interno”.

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Gaesa es el nombre se agrupa una intrincada red de compañías y otras instituciones similares que -al menos de forma nominal- se subordinan a las Fuerzas Armadas Revolucionarias. Desde allí, y a través de la Secretaría del Ministro, establecen sus vínculos con la presidencia del país y –muy en segundo plano– con la Asamblea Nacional del Poder Popular.

La salvedad no resulta superflua. Como detalla el sitio ForesihgtCuba, especializado en análisis estadísticos acerca de la isla: “Ninguna de estas empresas presenta ningún tipo de información sobre sus ingresos, ganancias, impuestos pagados, estado de cuentas, ni el nombre de sus directores ejecutivos, ni hace licitación pública para ninguno de sus cargos”. Aun más, para el común de los ciudadanos, Gaesa (el Grupo de Administración Empresarial, Sociedad Anónima) es un nombre completamente desconocido, a pesar de que domina “hoteles, marinas, agencias de rentas de autos, la red nacional de gasolineras, la Zona Especial de Desarrollo Mariel, Habaguanex, entre otras”, enumera una publicación opositora al gobierno.

La agencia estadounidense Bloomberg va incluso más allá, De acuerdo con un estudio publicado en 2015, los militares “controlan al menos 57 compañías y sus ramificaciones, y entre el 50% y el 80% de la recaudación empresarial en Cuba”. Toda la operación funciona bajo un denso manto de silencio, que se extiende hasta las propias oficinas centrales de la institución, ubicadas en la antigua jefatura de la Marina de Guerra, en pleno centro histórico de la ciudad de La Habana. Para no perder la costumbre, también está terminantemente prohibido fotografiarlas.

El origen: la 'Perestroika tropical'

Los orígenes de Gaesa se remontan a mediados de la década de 1980, cuando después del tercer congreso del Partido Comunista, Fidel Castro lanzó la campaña de “Rectificación de Errores y Tendencias Negativas”, una versión tropical de la Perestroika. En lo económico el proceso se caracterizó por una primera –y muy limitada– ley de inversión extranjera, por la búsqueda de mercados que sustituyeran a los de la cada vez más caótica Europa del Este, y por la creación de una estructura que asumiera los gastos de la defensa y encontrara vías “alternativas” para evitar el embargo de los Estados Unidos.

“Al comienzo se trató de empresas inscritas en naciones como Panamá, con una política fiscal tolerante y sin vínculos demasiado públicos con nosotros. A través de ellas se exportaban tabacos, ron y otros productos de alto valor y fácil venta entre clientes capitalistas; en sentido contrario traíamos a Cuba medicamentos y tecnologías que no podían conseguirse en el Campo Socialista. El problema estuvo en que muchas transacciones debían hacerse en la clandestinidad y con grandes sumas de efectivo para sortear la persecución norteamericana. Esas condiciones permitieron concretar unos cuantos buenos negocios, pero también fueron caldo de cultivo para que a algunos se les despertara el 'bichito' de la ambición y cometieran errores que terminaron costando muy caro”, explica un funcionario del Ministerio de Comercio Exterior.

Los fusilamientos de un grupo de altos oficiales y el encarcelamiento de otros, tras un dramático proceso judicial desarrollado durante el verano de 1989, marcaron el final de la ingenuidad que caracterizó a los “alegres años 80”, la década de mayor bonanza vivida bajo la Revolución. Antes de terminar vinculándose al narcotráfico, la mayoría de los encartados había tomado parte en esas transacciones paralelas y se había acostumbrado a disponer de grandes sumas de dinero amparados en su “confiabilidad”. Ninguna dependencia del gobierno recibía balances de su labor, bajo el supuesto de preservar el secreto que demandaba el caso.

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El tiempo transcurrido no ha cambiado aquel orden de cosas. “Poco se sabe dentro de la isla sobre los negocios del estado cubano en el extranjero, pero el economista Omar Everleny Villanueva ha referido la existencia de 'más de 100 entidades con participación de capital cubano, constituidas como empresas mixtas o como sucursales de entidades radicadas en la Isla'”, apunta Diario de Cuba, una publicación editada en los Estados Unidos. Aprovechando las facilidades brindadas por paraísos fiscales de la cuenca del Caribe, esas compañías desarrollan su labor en sectores como la “construcción, la agricultura, el transporte, alimentación, medicina, minería, finanzas y la ciencia”. Muchas se vieron expuestas por el escándalo de los Papeles de Panamá.

Hacia el interior de la isla Gaesa sigue el esquema clásico de un holding corporativo. Todas sus decisiones quedan “en familia”, pues el consejo director es presidido por el general de brigada Luis Alberto Rodríguez López-Callejas, exyerno del presidente Raúl Castro y hermano desde la infancia del coronel Alejandro Castro Espín (el jefe de la Comisión de Defensa y Seguridad Nacional). En caso de que deba tomarse alguna decisión que trascienda los marcos de su competencia, el propio Raúl, desde sus facultades omnímodas, puede viabilizar el asunto.

Para la dirección de cada una de las dependencias también se privilegia a los antiguos oficiales, señala el periodista Fidel Gómez Sosa. “Son múltiples los ejemplos de mandos militares transformados en empresarios: el general de brigada Luis Pérez Róspide, antiguo director de la Industria Militar, preside el Grupo Gaviota; el coronel Héctor Oroza dirige el monopolio corporativo de importación y exportación (Cimex), donde actúa como asesor el antiguo jefe de los servicios militares de Inteligencia, el general de división retirado Fabián Escalante”.

Gestión estilo militar

“El trato con los militares es más difícil que con los civiles, pero son los que mandan en Cuba”, reconocía hace algún tiempo un ejecutivo español de visita en la Península. Basta repasar el listado de compañías que integran el consorcio para comprobar lo acertado de sus palabras.

Pongamos por ejemplo el sector turístico, el más pujante de la economía local y principal destino de las inversiones hispanas. Si se pretende operar hoteles ya construidos, el empresario deberá establecer vínculos con cadenas como Islazul, Cubanacán o Gran Caribe; si busca abrirse camino en polos en desarrollo, sus negocios tendrán como contraparte ineludible a la Unión de Construcciones Militares y a todo un rosario de entidades que en mayor o menor medida se subordinan a la cúpula castrense. El entramado de relaciones y dependencias abarca también los ámbitos que persisten en su condición “civil”.

Las implicaciones del hecho trascienden lo económico. Para conseguir trabajo en el turismo o en algunas de las tiendas recaudadoras de divisas es necesario cumplir un riguroso proceso de comprobaciones que en muchos aspectos reedita al que son objeto los combatientes en activo; además, una vez “dentro del sistema”, los trabajadores están sujetos a diversos aspectos de la legislación de los cuerpos armados, que en primer lugar prohíbe cualquier manifestación o actitud “que no esté acorde con los principios de la Revolución”.

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Yamilé, una arquitecta con casi diez años de experiencia, pudo apreciar las características de ese modelo de gestión cuando en 2013 la empresa en la que trabajaba se integró a Almest, la inmobiliaria de Gaesa. “Lo primero que hicieron fue mandarnos a un coronel que solo sabía tratar con guardias y 'ladrarle' a la gente. Nada más tomar posesión, a ese personaje se le ocurrió la peregrina ideal de cambiar los sistemas de pago (para pagar menos, como es lógico) y prohibir que los especialistas siguiéramos yendo a cursos en el exterior. En menos de tres meses le pidieron la baja la mitad de los trabajadores. Lo mejor de la historia es que al poco tiempo lo promovieron para premiar sus “buenos resultados”.

"Se hace evidente que los militares disponen de una economía propia mucho más allá de los requerimientos de sus tareas profesionales de seguridad nacional", consideraba en agosto pasado el analista Arturo López-Levy, en declaraciones al diario Clarín. Por entonces acababan de producirse los traspasos a Gaesa del Banco Financiero Internacional (la principal entidad de su tipo para la gestión de divisas) y Habaguanex (la gigantesca corporación gestionada por la Oficina del Historiador de La Habana). El Grupo “está invirtiendo sabiamente en las áreas económicas más internacionales y lucrativas”, opina a su vez el experto estadounidense Richard Feinberg, funcionario durante la administración de William Clinton y profesor de política internacional en la Universidad de California en San Diego. “Unas fuerzas armadas bien ubicadas no temerán el futuro. Por el contrario, probablemente apoyarán las reformas económicas visionarias que volverán a Cuba más eficiente y competitiva”, agrega.

Aunque trascienden los límites del optimismo racional, sus valoraciones sirven para perfilar uno de los escenarios más posibles en el futuro cercano. Cuesta creer que la élite militar pueda algún día favorecer la apertura, pero sin duda ha decidido montarse en el carro de las reformas... económicas, por supuesto.

Si un ciudadano extranjero intenta tomar fotografías o videos de una de las tiendas recaudadoras de divisas en Cuba -conocidas como 'shoppings' por los lugareños-, se le llamará discretamente la atención. Si el implicado es un cubano, la respuesta puede no ser tan condescendiente. Por obra y gracia de una disposición administrativa, a estos establecimientos se les considera “unidades militares”. Una de tantas peculiaridades que origina la organización política y económica de la isla, conformada por el poder que ejercen los militares sobre prácticamente todos los ámbitos de su sociedad.

Raúl Castro
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