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El eurodiputado que pudo matar a Churchill
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MANOLIS GLEZOS, MIEMBRO DE SYRIZA

El eurodiputado que pudo matar a Churchill

Al otro lado del cable, con el detonador, había estado esperando un joven comunista, Manolis Glezos. Hoy es el eurodiputado más veterano del Parlamento Europeo

Foto: Manolis Glezos saluda a simpatizantes durante un mitin electoral de Syriza en Atenas, en 2012. (Reuters)
Manolis Glezos saluda a simpatizantes durante un mitin electoral de Syriza en Atenas, en 2012. (Reuters)

Tras horas de arrastrarse entre los desechos de miles de habitantes por las aguas del alcantarillado del centro de Atenas, los explosivos estaban en su sitio. Había suficientes, según consideraban los partisanos comunistas aquel día de Navidad de 1944, para volar hasta los cimientos el Hotel Grande Bretagne, enfrente del Parlamento.

La Grecia recién liberada de los nazis entraba en la segunda fase de un conflicto aún peor, la guerra civil, y las milicias querían golpear en pleno centro del poder aliado de los derechistas. Ese hotel era el puesto de mando del Ejército británico, que había comandado la liberación, pero que ahora se alineaba sin rubor con los antiguos colaboradores del nacionalsocialismo.

Al otro lado del cable, con el detonador en sus manos, había estado esperando durante horas un joven militante comunista, Manolis Glezos. Hoy es el eurodiputado más veterano del Parlamento Europeo, con 92 años, y miembro de Syriza

La llegada por sorpresa al hotel de Winston Churchill, de visita no programada en Atenas, cambió los acontecimientos. El atentado se abortó (la señal de detonación nunca llegó) después de que los dirigentes comunistas supieran del viaje del primer ministro inglés. Al otro lado del cable, con el detonador en sus manos, había estado esperando durante horas, empapado por la travesía en las entrañas de la ciudad, un joven militante comunista, Manolis Glezos. Hoy es el eurodiputado más veterano del Parlamento Europeo, con 92 años, y miembro de Syriza, el partido que puede acceder al Gobierno heleno en las próximas elecciones.

“Habrás leído sobre la conspiración para volar el cuartel general en el hotel Gran Bretaña”, escribía Churchill a su esposa. El premier británico sobrevivió a diez intentos de asesinato durante la guerra por parte de los alemanes, incluido el extravagante episodio del explosivo en una tableta de chocolate. La historia oficial narra cómo el complot pudo ser detenido por el descubrimiento a tiempo de los explosivos bajo el Grande Bretagne. Nadie nunca supo, hasta ahora, que un hombre que se sienta actualmente en un despacho de Bruselas tuvo en sus manos el destino de varios de los más importantes cargos británicos del momento. Glezos ha decidido hablar 70 años después del acontecimiento para contar su versión: la única razón por la que finalmente no apretó el pulsador es, asegura, que los altos cargos comunistas no querían cometer un magnicidio de tan grandes dimensiones.

Tres de diciembre: los británicos se comportan como alemanes

La ocupación de Grecia por parte de las huestes de Hitler había sido especialmente cruenta con la población civil. En Atenas, 40.000 personas murieron víctimas del hambre. Salónica, una de las ciudades más importantes en el judaísmo europeo, sufrió la deportación masiva y el asesinato indiscriminado. La mayor parte del territorio fue controlada por los fascistas italianos, que fueron más benévolos, pero los alemanes se reservaron los centros neurálgicos. Al amparo de estos se formaron los Batallones de Seguridad (Tágmata Asfalías), colaboracionistas de extrema derecha que también se ensañaban con la población y con sus enemigos políticos.

Los fusiles ingleses se alinearon con los colaboracionistas monárquicos durante casi un mes en las matanzas de comunistas apoyadas por ametralladoras de la RAF. Todo por orden directa de Churchill

El 3 de diciembre de 1944, con los británicos ya en la capital helena, los grupos izquierdistas se manifestaban frente al edificio del Parlamento para defender sus postulados, entre ellos la instauración de un régimen socialista, una vez que los alemanes se habían marchado. Los fusiles ingleses se alinearon con los colaboracionistas monárquicos durante casi un mes en la llamada Dekemvriana, matanzas en toda regla de comunistas apoyadas por ataques con ametralladoras de la RAF a barrios de clase media de Atenas por orden directa de Churchill, que decretó tratar la ciudad “como si estuviera ocupada”. La Dekemvriana acabó en enero de 1945, y llevó a 12.000 militantes de extrema izquierda a campos de trabajo en Oriente Medio. Aquello no significó el fin de la represión.

Las revelaciones de la brutalidad británica en este artículo del diario The Guardian han despertado la conciencia histórica de un episodio que no se estudia en las escuelas.

Tras los acontecimientos de la Dekemvriana, y a pesar de la convicción anticomunista del Reino Unido, en Downing Street no había sonrisas para el Gobierno: la opinión pública británica desaprobaba la acción de Churchill contra los que habían sido sus aliados en la zona y una de las guerrillas antinazis más eficientes de la guerra. Para el premier británico, la amenaza de Unión Soviética, como demostró en numerosas ocasiones, era de primer orden. Y pensar en una marcha militar por Grecia y Turquía, según reveló el propio Churchill después, como se había visto en Polonia, le aterrorizaba. La batalla –o el llamado Gran Juego– en Oriente Medio habría quedado decantada para los rusos con el bloqueo adicional a la India colonial. Ni hablar de darle espacio a una guerrilla comunista.

Glezos ha decidido hablar para contar su versión: no apretó el pulsador porque los altos cargos comunistas no querían cometer un magnicidio de tales dimensiones

Sin embargo, y ante la presión popular, decidió dar su brazo a torcer y viajó a Grecia como gesto a sus 'aliados'. La consecuencia fue el Pacto de Varkiza, que acordó la celebración de elecciones. La resistencia calculaba que este desplazamiento solo tenía un objetivo: restituir la monarquía, que fue la opción que finalmente ganó las elecciones del 45. Sin embargo, decidieron no actuar.

Glezos, una vida de militancia

Los acontecimientos acaecidos durante la ocupación alemana y el final de la Segunda Guerra Mundial son considerados el primer conflicto de la Guerra Fría, que para Grecia fue 'caliente': desde 1941 la insurrección del ELAS (Ejército Nacional de Liberación Popular) controlado por el KKE (Partido Comunista) desencadenó un conflicto fratricida en el que Estados Unidos y Gran Bretaña se pusieron de parte de las fuerzas monárquicas, que finalmente vencieron gracias a este apoyo internacional, en el que Winston Churchill tuvo mucho que ver.

Manolis Glezos, como cualquier griego que haya llegado a una edad tan madura (nació en 1922), recuerda muy bien estos hechos. En cierto modo, la biografía de Glezos no se diferencia de la cualquier otro partisano: cárcel, torturas, pelea en las montañas. Aunque también ha sido un activo escritor y político. En 1951 –desde la cárcel– fue elegido para el Parlamento y en 1984 para el Parlamento Europeo con el PASOK (hermano del PSOE), aunque se retirara después a su localidad natal a intentar un gobierno asambleario que finalmente fue perdiendo fuelle. Más tarde acabó liderando el movimiento izquierdista Synasphismós, que se integró en Syriza en 2004. Desde 2014 es eurodiputado por una formación que aspira a cambiar Europa. Más de siete décadas después, la letanía de querer cambiar el continente presionando los botones del Europarlamento se queda pequeña ante el único de los diputados que tuvo en sus manos la vida del poderoso y altivo Churchill.

Tras horas de arrastrarse entre los desechos de miles de habitantes por las aguas del alcantarillado del centro de Atenas, los explosivos estaban en su sitio. Había suficientes, según consideraban los partisanos comunistas aquel día de Navidad de 1944, para volar hasta los cimientos el Hotel Grande Bretagne, enfrente del Parlamento.

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