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Lo peor de la inflación queda atrás, pero los riesgos aguardan por delante
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Cae el IPC de EEUU

Lo peor de la inflación queda atrás, pero los riesgos aguardan por delante

Una nueva señal de desaceleración de los precios en EEUU ha desencadenado una oleada de optimismo en los parqués, pero los bancos centrales aún tienen mucho trabajo por delante

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El súbito repunte, superior al 3%, con el que reaccionaron los precios del petróleo, este martes, al dato del IPC estadounidense representa una de esas paradojas que a menudo brindan los mercados, reflejando lo difícil que es encajar convenientemente todas las piezas en el ámbito financiero.

La cifra conocida unos minutos antes había mostrado por segundo mes consecutivo una desaceleración de las tasas de inflación en la mayor economía del mundo por encima de lo previsto (cayó en noviembre al 7,1%, dos décimas menos de lo proyectado y seis por debajo del dato de octubre), reforzando la idea de que lo peor de la crisis de los precios ha quedado ya atrás. Un repliegue que, precisamente, ha tenido en el abaratamiento de la energía uno de sus más claros impulsores.

La subida de este martes de la cotización del petróleo no deja de resultar un movimiento anecdótico, menor desde una perspectiva de largo plazo y parcialmente compensado por la depreciación del dólar. Pero subraya algunos de los desafíos a los que se enfrenta el futuro ideal que parecen estar vislumbrando ya los inversores, una vez doblegado –así lo empieza a parecer– el monstruo de la inflación.

La energía presenta importantes incógnitas que son clave para el futuro de los precios

Grosso modo, lo que los mercados celebran a estas horas es que con una inflación a la baja, los bancos centrales (y más concretamente la Fed) podrán dar por cumplida su misión próximamente y detener las subidas de tipos (si no, reducirlos), lo que evitará que la economía sufra un grave daño. Lo que no resulta tan obvio es si una economía que sortee la recesión permitirá que la inflación retroceda a niveles con los que los bancos centrales se encuentren cómodos. Y, sin duda, en ese escenario hipotético, la energía parece llamada a ocupar una posición decisiva.

A lo largo de los últimos meses, los precios energéticos (con el petróleo a la cabeza, pero también el gas) han experimentado notables descensos desde sus máximos, que han ayudado a contener el impacto de la crisis inflacionaria. La constatación de que la mayor parte de los suministros energéticos rusos sigue llegando a los mercados, aunque por distintas vías, cierta reducción del consumo motivada por la crisis y la perspectiva de que la desaceleración económica provocaría una contención aún mayor de la demanda, justificarían, en gran medida, este movimiento.

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Pero en un escenario tan incierto como el actual, en el que buena parte del suministro está sometida al arbitrio de productores como la OPEP o la propia Rusia, la seguridad de una oferta suficiente parece baja, máxime si la situación económica acaba propiciando una demanda mayor de la esperada actualmente. Son muchas las voces que alertan desde hace meses de que el verdadero desafío energético llegará en 2023, cuando Europa tenga que volver a aprovisionarse de gas con una menor participación de Rusia (la amenaza del cierre total permanece sobre la mesa) y la reapertura poscovid de China supone otro factor que podría añadir competencia por el lado de la demanda.

Es cierto, en cualquier caso, que los últimos datos de inflación ofrecen buenas nuevas más allá del ámbito energético, pues parecen evidenciar la resolución de buena parte de los cuellos de botella que vienen afectando a las cadenas de suministro desde el estallido del coronavirus y las señales de efectos de segunda ronda (con la evolución de los salarios como un elemento clave) parecen ir perdiendo fuerza.

Buena parte de las presiones salariales aún podría estar por reflejarse

Pero también en este sentido parece demasiado pronto para cantar victoria. Como observan en una nota reciente los analistas de ING, aunque ya son notorias algunas señales de que la crisis está haciendo mella en la capacidad de contratación de las empresas, las condiciones estructurales de los mercados laborales (con cierta escasez de trabajadores) podrían hacer a las empresas más reacias a despedir que en anteriores crisis, lo que limitaría la capacidad de ajuste por el lado de los salarios. “No olvidemos que el crecimiento de los salarios es uno de los indicadores más rezagados e, incluso con una recesión inminente, las negociaciones salariales a principios de 2023 aún se verán muy afectadas por la evolución de la inflación de los últimos dos años y menos por la inminente recesión”, advierten en la entidad holandesa.

Cuestiones de fondo como la desglobalización, la reestructuración de las cadenas de suministro o la transición energética se presentan igualmente como factores que parecen llamados a dificultar el regreso de las tasas de inflación a niveles próximos a los objetivos de los bancos centrales. Es por eso que, aunque se dé por cierto que el pico de la inflación ha quedado atrás e, incluso, que las subidas de tipos por parte de los bancos centrales llegarán pronto a su término, distintos expertos inciden en que a la economía y, por ende, a los mercados, aún les falta por digerir lo que supondrá lidiar por un periodo prolongado con costes de financiación más elevados y una política restrictiva (a través de la reducción de sus balances) por parte de los bancos centrales.

Con todo esto, nadie parece dudar de que la Fed decidirá este miércoles volver a subir los tipos de interés, aunque a un ritmo más bajo de lo que ha sido la tónica en sus últimas reuniones. A Jerome Powell el dato del IPC de este martes le puede haber cargado de razones para levantar un poco el pie del acelerador, pero los riesgos que aguardan por delante siguen siendo suficientemente elevados como para ni siquiera plantearse un viraje a medio plazo. Si el año pasado el banco central falló por haber creído transitoria la inflación que empezaba a extenderse por la economía, en 2023 probablemente se aseguren de no pecar de lo contrario. Por muy mal que esto encaje en el escenario que han empezado a componerse los inversores.

El súbito repunte, superior al 3%, con el que reaccionaron los precios del petróleo, este martes, al dato del IPC estadounidense representa una de esas paradojas que a menudo brindan los mercados, reflejando lo difícil que es encajar convenientemente todas las piezas en el ámbito financiero.

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