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¿Hasta cuándo corregirán las bolsas? Ni Rusia ni ómicron, la inflación marca el rumbo
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Tensiones en los mercados

¿Hasta cuándo corregirán las bolsas? Ni Rusia ni ómicron, la inflación marca el rumbo

Los inversores aguardan el nuevo mensaje de la Fed mientras evalúan la capacidad del mercado de sostenerse sin el respaldo de los estímulos extraordinarios

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Los nervios se han convertido en una constante para los mercados durante esta primera fase de 2022. La irrupción del riesgo geopolítico, en torno a una posible invasión de Ucrania por tropas rusas, ha acabado por desestabilizar a un mercado que ya se mostraba vulnerable por la conjunción de riesgos derivados de la pujante inflación, el cambio de rumbo de la política monetaria y los persistentes estragos de la pandemia.

Los resultados son claros. Transcurridas las tres primeras semanas de negociación del año, el índice estadounidense Nasdaq se ha dejado más de un 11,5% de su valor, mientras el resto de grandes índices de Nueva York caen entre un 5 y un 7,5%. Y no le está yendo mucho mejor a Europa, donde las caídas de poco más del 2% que arrastra el Ibex mejoran con mucho el rendimiento del resto de grandes plazas, mientras los tipos de los bonos escalan a sus niveles más altos en varios años.

Estas cifras están muy influidas por las contundentes caídas que experimentaron este lunes las bolsas europeas, favorecidas por un doloroso arranque en Wall Street que contribuyó a alentar la narrativa de que en el mercado la confianza empieza a desmoronarse. Sin embargo, la espectacular recuperación de la bolsa norteamericana en el tramo final del día también ofreció respaldo a quienes apuestan a que las caídas no irán a mayores.

El buen tono de los resultados empresariales sigue alentando cierto optimismo

Lo cierto es que unos y otros cuentan con argumentos de peso para sostener sus posturas. Quienes apuestan por una interpretación calmada de la situación actual cuentan a su favor con dos puntos que bajo el prisma tradicional de los mercados podrían parecer decisivos: por un lado, la economía continúa inmersa en una fase de fuerte recuperación —aunque paulatinamente más leve— tras el ‘shock’ inicial de la pandemia y la relativa levedad de la variante ómicron permite ser optimista sobre la evolución del coronavirus y, por ende, sobre la normalización de las actividades a escala internacional; y por otro, las empresas siguen mostrando una enorme capacidad para lidiar con el actual entorno económico, plasmado en la buena evolución de las cifras de negocio y los márgenes, como vuelve a quedar de manifiesto en la aún incipiente temporada de resultados de 2021.

En el lado opuesto, la inquietud se alimenta de razones no menos contundentes. Al fin y al cabo, el cariz que están adquiriendo los acontecimientos en Ucrania obliga a contemplar la posibilidad de un enfrentamiento —más o menos directo— entre Rusia y la OTAN que, motivo de preocupación en cualquier contexto, multiplica su poder desestabilizador en un momento marcado por la escasez energética a la que se enfrenta Europa y que ha disparado los precios.

En los mercados, por lo general, el efecto de las tensiones geopolíticas tiende a ser pasajero, principalmente porque a los inversores les resulta imposible poner números a los múltiples desarrollos posibles. Pero, en este caso, los números del impacto parecen venir expuestos claramente por el brusco repunte que, nuevamente, han experimentado los precios del petróleo y el gas, que vienen a sumar presión a las tensiones inflacionarias que enfrenta la economía mundial.

Foto: Un 'trader' opera en la sede de NYSE, en Nueva York. (Brendan McDermid/Reuters)

Y esta es, en definitiva, la clave de bóveda del escenario de los mercados, porque son esas presiones inflacionarias las que han forzado a los bancos centrales a abandonar sus promesas de estímulos extraordinarios por largo para emprender la batalla de la estabilidad de los precios.

Este miércoles, la Fed, adalid de esa batalla, presentará un nuevo mensaje al mercado en el que parece probable que señale ya a marzo como el momento de su primera subida de tipos, en un momento en que el mercado parece haber dado ya por desfasado el anterior pronóstico de tres alzas en el año y firmas como Bank of America ven factible hasta seis. Y también se aguardan con atención nuevas señales sobre el inicio de la reducción del balance del banco central, que parece difícil que se posponga más allá de la mitad de este año. Algo que para un mercado que ha basado buena parte de su fortaleza reciente en la abundancia de liquidez no puede suponer sino una mala noticia. Sobre todo si coincide con un debilitamiento económico mayor de lo esperado, algo que el aplanamiento reciente de la curva de tipos norteamericana podría estar empezando a señalar.

En este contexto, la crisis de Ucrania e incluso la pandemia pueden entenderse en buena medida como protagonistas secundarios, cuya importancia se mide más que por sus efectos directos por la incidencia que puedan tener en un surgimiento adicional de los precios.

Los inversores temen vivir una reedición de 2018, que fue el peor año en una década

En esencia, lo que muchos inversores temen es estar asistiendo a una reedición de 2018, cuando las subidas de tipos de la Fed coincidieron (¿favorecieron?) con un brusco frenazo de la economía —el fantasma de la recesión se irguió varias veces en el camino de la economía estadounidense— y propiciaron un año muy negativo para la totalidad de los activos de riesgo, con las bolsas mundiales firmando su peor ejercicio en una década (el MSCI World cayó más de un 10%).

De aquella situación se salió, en gran medida, gracias a la marcha atrás de la Fed, que trocó las subidas de tipos por nuevos recortes, que contribuyeron a dar nuevo vigor al crecimiento económico. Pero, ahora, la situación de la inflación podría bloquear una solución semejante. “Este año puede ser aún más perturbador. Las valoraciones de la renta variable vigentes, sobre todo en Estados Unidos, han sido muy superiores a las que había en 2018. Los cambios en las políticas fiscales que se van a producir con respecto al año pasado y la liquidez van a representar considerables obstáculos para la actividad cíclica y el sentimiento. Y, lo que es más importante: la inflación está avanzando a un ritmo que no habíamos experimentado desde finales de los años 80 y principios de los 90”, advierte James Athey, director de inversiones de la gestora abrdn.

Son muchas las vías por las que este escenario más inquietante podría deshacerse, pero parece difícil que ninguna de ellas se manifieste de forma concluyente en las próximas semanas. Así, el mercado parece condenado a moverse a corto plazo en al ritmo del constante tira y afloja entre quienes apuestan por aprovechar las caídas para reforzar posiciones y quienes buscan una vía de salida ante los riesgos que aparecen en el horizonte. El resultado de esta dialéctica es incierto. Lo único seguro es que la volatilidad seguirá siendo un ingrediente ineludible durante este primer tramo del año.

Los nervios se han convertido en una constante para los mercados durante esta primera fase de 2022. La irrupción del riesgo geopolítico, en torno a una posible invasión de Ucrania por tropas rusas, ha acabado por desestabilizar a un mercado que ya se mostraba vulnerable por la conjunción de riesgos derivados de la pujante inflación, el cambio de rumbo de la política monetaria y los persistentes estragos de la pandemia.

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