Un tsunami de ventas pincha la burbuja 'tech' de la pandemia y siembra dudas en el sector
Tras la corrección del Nasdaq, los inversores detectan una serie de señales en el sector tecnológico que exacerban el temor a una dolorosa digestión de los excesos
Los mercados asistían este viernes con una mezcla de estupefacción e inquietud al descalabro de las acciones de Netflix. El gigante de la televisión en 'streaming' veía esfumarse en unas horas casi una cuarta parte de su valor tras presentar unas previsiones de suscripciones inferiores a las que los inversores habían asumido tras la buena marcha del negocio en los trimestres anteriores. El castigo, equivalente a cerca de 50.000 millones de dólares (unos 44.000 millones de euros) venía a estirar por encima del 40% las caídas acumuladas por la compañía, una de las llamadas a liderar la nueva economía poscovid, desde sus máximos históricos, registrados hace solo dos meses. Ya ha liquidado casi tres cuartas partes de lo ganado desde los mínimos de la crisis.
Un día antes había sido Peloton Interactive la que protagonizó un derrumbe semejante. La compañía de maquinaria conectada y servicios de entrenamiento a distancia para la práctica del deporte a domicilio se dejó un 24% de su valor en una jornada, tras conocerse que se había detenido su producción ante la debilidad de la demanda. El grupo, que llegó a multiplicar por ocho su valor en la primera etapa de la pandemia, acumula recortes superiores al 80% en los últimos 12 meses, destacándose como uno de los ganadores de la crisis del coronavirus que más rápido ha visto evaporarse las altas expectativas que el mercado puso en él. Y algo parecido le ha sucedido al proveedor de servicios de videollamada Zoom, que también se mueve hoy un 70% por debajo de los niveles máximos que llegó a registrar tras el 'shock' del covid.
Estos son algunos de los nombres que más se han significado durante la actual caída del sector tecnológico estadounidense, que ha puesto en guardia a los mercados financieros de todo el mundo. Con un tropiezo superior al 7%, el índice Nasdaq (con un marcado sesgo hacia las compañías tecnológicas) firmaba esta semana sus peores números desde marzo de 2020, en plena embestida de la pandemia, prolongando una mala racha que ya le ha llevado a perder un 11,5% de su valor desde que registró su último máximo histórico, hace poco más de dos meses.
Para un índice que atesora un rendimiento superior al 1.500%, equivalente a un 24% anual, desde que inició en marzo de 2009 la remontada posterior a la pasada crisis financiera, este tropiezo —que supone regresar a niveles del pasado octubre— podría entenderse como un movimiento natural (en ese periodo acumula 14 correcciones superiores al 10%) que no tendría por qué leerse en clave tremendista. Pero en el mercado empieza a abrirse paso la sensación de que la realidad de la industria tecnológica es más inquietante de lo que transmiten esos números.
“Casi podemos hablar de un mercado bajista ‘encubierto’ en las tecnológicas, si excluimos a las FAANGM”, señalaban en una nota reciente los expertos de Renta 4, recordando que solo el mejor comportamiento de compañías de enorme peso en la industria como Facebook, Apple, Amazon, Netflix, Google o Microsoft ha permitido al Nasdaq mantenerse tan cerca de sus máximos históricos, pese al colapso de una parte muy significativa de sus componentes.
La evolución del extenso Nasdaq Composite es bastante elocuente. Aunque cerró 2021 con ganancias superiores al 21%, más de la mitad de sus 3.678 miembros cerró el año con pérdidas y cuatro de cada 10 cotizan hoy más de un 50% por debajo de los máximos marcados durante la pandemia.
La explicación más obvia para las turbulencias que vienen sacudiendo al sector tecnológico en las últimas semanas parte del cambio de rumbo emprendido por los bancos centrales, con la Fed a la cabeza. La implacable inflación que afecta a la economía estadounidense ha obligado al banco central que dirige Jerome Powell a enmendar a pasos acelerados su promesa de un respaldo prolongado al crecimiento, a través de compras de activos y tipos de interés en mínimos, para dibujar ahora una senda de endurecimiento de la política monetaria mucho más agresiva de lo que se podía percibir hace apenas unos meses. Y esto se viene reflejando ya de forma destacada en el repunte de los tipos de la deuda: el bono estadounidense a 10 años ha sumado más de 40 puntos básicos (hasta el 1,75%) en solo siete semanas.
Un escenario de tipos de interés más elevados juega en contra de aquellos negocios que basan sus valoraciones en sus perspectivas de crecimiento a largo plazo, ya que en los modelos de valoración esos ingresos futuros pasan a tener menor relevancia. Por contra, los inversores tienden a fijar sus miras en negocios más asentados y con mayor capacidad de beneficiarse de las condiciones del nuevo ciclo monetario, entre los que la banca es el mejor ejemplo.
“Desde que el discurso de la Fed ha tornado hacia un tono más ‘hawkish’ [más proclive al endurecimiento de las condiciones monetarias] y la inflación es mucho más alta, el mercado solo está prestando atención y rotando hacia compañías que se benefician de este entorno (industriales, energía…). Esto no quiere decir que las compañías del sector tecnológico hayan perdido calidad, solo que, por un lado, estaban cotizando a unos niveles y valoraciones muy exigentes y, por otro, que la situación del mercado actual no les es favorable”, apunta en este sentido Gonzalo García Valero, responsable de asesoramiento de Caser Asesores Financieros.
Esta visión ha dado pie a varias firmas de inversión a pronosticar que las tensiones que están experimentando a día de hoy las compañías tecnológicas en bolsa no irán demasiado lejos, dado que la brusca subida de los tipos de la deuda debería ralentizarse en los próximos meses, a medida que los inversores ya se han posicionado para un ajuste rápido de la política monetaria. El ejemplo del último ciclo de subidas de los tipos de interés en Estados Unidos, entre finales de 2015 y finales de 2018, parece respaldar esta idea: tras perder más de un 15% de su valor en los dos meses posteriores al primer movimiento de los tipos, el Nasdaq lidió con entereza con ocho subidas más en los siguientes tres años y al término de 2018 cotizaba un 45% por encima de sus niveles al inicio del periodo.
Además, algunas tendencias del negocio parecen respaldar una favorable evolución de los resultados que debería dar soporte a sus acciones. “De cara a los próximos meses, las expectativas para el sector tecnológico son positivas. Semiconductores (crecimiento de demanda y correlación positiva a subida de tipos de interés), nube pública (mayor inversión en centros de datos por parte de los grandes 'hyperscalers'), publicidad digital, 'software' y ciberseguridad. Las últimas encuestas relativas a gasto en presupuestos de IT por parte de las empresas deberían reforzar la confianza de los inversores en la fortaleza de demanda existente”, considera Miriam Fernández, responsable de ESG de Ibercaja.
En su opinión, “el sector tecnológico ofrece en la actualidad un crecimiento de beneficios menos explosivo, puesto en contexto con otros sectores más cíclicos, pero la resiliencia de los flujos de caja y la fortaleza del retorno sobre el capital empleado, motivados por la visibilidad de la demanda y el poder de fijación de precios, dará soporte al sector, que debería recuperar terreno en los próximos meses”.
Pesimismo inversor
Sin embargo, la encuesta entre gestores internacionales que elabora cada mes Bank of America refleja en su última edición, del presente enero, una llamativa señal de desapego de los inversores hacia el sector tecnológico, plasmado en un recorte de la exposición a la industria hasta los niveles más bajos desde 2008, en plena crisis financiera.
Algunos inversores temen que el cambio de ciclo monetario sea ahora, igual que lo fue entre 1999 y 2000, el desencadenante de una revisión que saque a la luz los excesos cometidos por el mercado en la valoración de este tipo de compañías, favorecidos por la abundancia de liquidez y unas expectativas de crecimiento desmedidas. Pese a las recientes caídas, el PER (la relación entre la cotización y los beneficios esperados) del Nasdaq se sitúa actualmente por encima de las 26 veces, lo que representa una prima superior al 25% respecto a su media de la última década. Si se excluye del cómputo el periodo posterior a la pandemia, que ha dado lugar a múltiplos anormalmente elevados, la prima sobre la media rebasa el 40%.
“En nuestra opinión, el fuerte impulso realizado en la digitalización de la economía hace merecedor al sector Tecnología de una prima frente a sus valoraciones históricas, pero esta prima podría estar en niveles excesivamente elevados, y el contexto exige ser muy selectivos en un sector que mantendrá unos niveles de crecimiento en beneficios muy altos, pero que no siempre se verán reflejados en las cotizaciones”, señalan en una nota reciente los expertos de Macroyield.
Basándose en esta realidad, Rob Arnott, fundador de la gestora estadounidense Research Affiliates, señalaba en una reciente entrevista con el portal 'Financial News' su convicción de que la tecnología ofrecerá en bolsa un rendimiento real negativo durante la próxima década.
Entre los expertos existen escasas dudas de que, desde el estallido de la crisis del coronavirus, muchos inversores han caído en una serie de modas especulativas que han dado pie a que determinados negocios, favorecidos por las dinámicas creadas por los confinamientos, alcanzaran valoraciones difícilmente justificables, como podrían ser los casos citados de Peloton Interactive o Zoom.
“Las caídas se están produciendo especialmente en las compañías en pérdidas o con multiplicadores sobre beneficios superiores a las 100 veces, donde la mayor parte de su valoración se basa en las previsiones de crecimiento de ventas de más del 30% anual y donde se estaba produciendo una enorme especulación”, apunta Antonio Aspas, socio de Buy & Hold, que cita como ejemplo los ETF de Arkk, de la afamada gestora Cathy Wood, que, tras acaparar un notable interés en las primeras etapas de la crisis con su apuesta por este tipo de compañías, que les generó fuertes ganancias, han sufrido posteriormente caídas superiores al 50%.
Las grandes tecnológicas también acumulan ya caídas superiores al 10% desde máximos
Con esta misma idea, el presidente de Renta 4, Juan Carlos Ureta, se refería en un artículo reciente a la actual situación del sector tecnológico como “una fase de mayor madurez, de corrección de los excesos previos, que han llevado a muchos valores tecnológicos a una sobrevaloración y, en algunos casos, a una clara burbuja, con empresas carentes de todo valor capitalizando cifras muy elevadas”.
La contraposición de esto serían las grandes empresas del sector tecnológico, que estarían respaldadas por unos fundamentales mucho más robustos. Aspas llama la atención sobre la mayor estabilidad que han mostrado las cotizaciones de los grandes líderes del sector, como Meta (la matriz de Facebook), Alphabet (matriz de Google), Amazon o Microsoft, con valoraciones mucho más razonables, en el entorno de las 30 veces o menos. “Estas compañías cuentan con posiciones de mercado muy consolidadas y enormes posiciones de caja neta, que las hacen muy resistentes a cualquier cambio de ciclo económico”, subraya.
Con todo, la realidad es que estos grupos no han salido indemnes de las actuales turbulencias: todos ellos registran caídas superiores al 10% desde sus máximos históricos y, en el caso de Amazon, la corrección supera ya el 20%.
“Se está metiendo en el mismo saco a todo el sector tecnológico”, considera García Valero, resaltando que “hay compañías que, teniendo unos fundamentales sólidos y un crecimiento sostenible, también han sido duramente castigadas por el mercado en los últimos meses”.
Parece obvio que la situación de cualquiera de estos gigantes tecnológicos no admite comparación alguna con la de las citadas Peloton o Zoom. De hecho, las sólidas cifras que pueden presentar hoy en días las principales compañías tecnológicas representa la mayor diferencia con lo que supuso la burbuja puntocom, en la que lo que prevalecían eran las historias de futuribles aún por probar.
Pero eso no quiere decir que las grandes tecnológicas de la actualidad tengan ante sí un camino libre de amenazas. Y, de hecho, en los últimos tiempos se ha hecho muy presente uno de los principales riesgos con los que tendrán que lidiar en los próximos años: la creciente presión regulatoria, con Estados Unidos, China y también Europa tomando medidas contra el exceso de poder que están acaparando estos grandes grupos. Una acción contundente en ese ámbito, que ponga coto a su capacidad de crecimiento, podría ser muy perjudicial para compañías que, sin caer en los excesos de otros pequeños grupos, también asumen en sus cotizaciones un futuro brillante.
Con valoraciones billonarias en la práctica totalidad del universo FAANG y tras registrar rendimientos de más del 20% anual en el último lustro, no faltan las voces que alertan de que la época de liderazgo incontestable de estas grandes tecnológicas podría estar cerca de su final. “Los Apple, Amazon, Google, Microsoft, Meta o Tesla continuarán ahí, como continuaron los ‘Nifty fifty’ en los años 70 del pasado siglo, o como ha continuado General Electric estos últimos 20 años, pero es difícil que sigan ganando terreno adicional en términos de capitalización bursátil, y esto, en nuestra opinión, es importante para los próximos años”, apunta Ureta.
Las 10 mayores tecnológicas acaparan más del 10% de la capitalización mundial
Parece muy difícil que estos grandes grupos se vean envueltos en una tempestad como la que arrastró al mercado a inicios de este siglo. Pero, dada la relevancia que han alcanzado en el conjunto de los mercados globales (las 10 grandes tecnológicas internacionales cuentan con una capitalización conjunta superior a los 12 billones de dólares, más del 10% del total de los mercados mundiales), su simple atasco podría ser muy relevante para los rendimientos futuros de la renta variable a nivel global.
Como observaba el equipo de Research Affiliates en una nota publicada el pasado septiembre, cuando las expectativas del mercado son muy exigentes, no hacen falta grandes accidentes para provocar un tropiezo. Al fin y al cabo, desde que Cisco llegó a ser la empresa más valiosa del mundo, a inicios del 2000, ha mantenido una dinámica de crecimiento anual de sus ventas, sus beneficios y su valor contable de doble dígito, sin lograr recuperar, no obstante, los precios a los que llegó a cotizar entonces.
Por aquella época, se llegó a afirmar que, en el sector tecnológico, “algunos precios de las acciones no solo están descontando el futuro, sino el más allá”. Las últimas caídas de las tecnológicas hacen inevitable preguntarse si el mercado no habrá caído de nuevo en excesos similares.
Los mercados asistían este viernes con una mezcla de estupefacción e inquietud al descalabro de las acciones de Netflix. El gigante de la televisión en 'streaming' veía esfumarse en unas horas casi una cuarta parte de su valor tras presentar unas previsiones de suscripciones inferiores a las que los inversores habían asumido tras la buena marcha del negocio en los trimestres anteriores. El castigo, equivalente a cerca de 50.000 millones de dólares (unos 44.000 millones de euros) venía a estirar por encima del 40% las caídas acumuladas por la compañía, una de las llamadas a liderar la nueva economía poscovid, desde sus máximos históricos, registrados hace solo dos meses. Ya ha liquidado casi tres cuartas partes de lo ganado desde los mínimos de la crisis.