Por qué anillamos a los pájaros silvestres y cómo les ayudamos con ello

Fue hace unos años, cuando dedicaba mis afanes al estudio de las aves persiguiéndolas por los paisajes de toda España, con los prismáticos al cuello, un cuaderno de campo y mi vieja guía de identificación, la ‘Peterson’.

Por entonces mi máximo objetivo era alcanzar el conocimiento necesario para obtener el carné de anillador científico de aves y poder participar en los trabajos de control y estudio destinados a conocer las rutas que siguen las diferentes especies: saber a dónde van, por dónde vienen y contribuir con ello a promover los tratados internacionales de conservación. Nunca he vuelto a ser tan feliz en el ejercicio de mi labor como en aquellos años.

La captura de aves silvestres está rigurosamente prohibida, con la excepción del anillamiento científico con fines conservacionistas

Mi tarea consistía en salir de madrugada al campo (bosques, marismas, cortados fluviales, etc.) cargado con bolsas de anillas, blocs de notas, fichas de control, alicates y redes e ir identificando cada uno de los pájaros que caía en ellas para, manejándolos con el mayor cuidado y anteponiendo siempre su bienestar, tomar nota de sus datos biométricos, colocarles una anilla en el tarso y echarlos de nuevo a volar sanos y salvos.

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De ese modo, fueran a donde fueran a partir de entonces, su suerte y la mía habían quedado unidas por unas siglas (JLG, las de mi nombre) y un código alfanumérico que, a modo de matrícula, lucían en su anilla para permitir su identificación en el hipotético caso de que aquel ejemplar volviera a ser capturado en un control de anillamiento. Algo que a mí se me antojaba del todo improbable, pero que sin embargo y para mi asombro, un día ocurrió.

Tras haber superado las pruebas para la obtención del carné de anillador (B876 con nº de autorización ICONA 300036) y llevar más de un millar de aves anilladas en distintas campañas, un día recibí una carta en la que se me comunicaba que un precioso petirrojo que había anillado una mañana de otoño en un pinar catalán había sido recapturado en un lejano abedular de Suecia.

Es difícil describir aquí lo que sentí en aquel momento, tras leer los datos y comprobar las fechas. Pensar que aquel pajarillo de apenas veinte gramos que había pasado por mis manos, en apariencia tan frágil, había sido recuperado por otro ornitólogo a más de tres mil kilómetros de distancia me parecía un hecho sencillamente increíble, un verdadero milagro de la naturaleza. Pero no era milagro sino pura ciencia.

El marcaje de las aves con anillas, dentro de lo que se entiende por anillamiento científico, es una técnica destinada a estudiar la biología de estos animales. Los pájaros se capturan con métodos no lesivos o cuando son pollos en el nido y se les coloca una anilla en el tarso para poder identificarlas en el caso de que vuelvan a ser capturadas o recuperadas tras fallecer.

Gracias a esta variante altamente cualificada de la ornitología hemos podido avanzar en el estudio y conocimiento de las rutas que siguen las aves migratorias. Así hemos descubierto que uno de los sistemas más habituales que emplean los pájaros durante sus desplazamientos es el reconocimiento geográfico.

Para ello utilizan los accidentes sobre el terreno (montañas, valles, ríos, costas) como puntos de referencia sobre los que trazan y corrigen sus rutas. Pero ¿qué ocurre con las bandadas que cubren sus desplazamientos de noche, sin posibilidad de atender a referente visual alguno?

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En ese caso, gracias a su estudio se ha demostrado que logran orientarse también por las estrellas, siguiendo el ancestral mapa que marcan los astros en la bóveda celeste. Pero ¿y cuando está nublado o vuelan en mitad de una tormenta? Incluso en tales condiciones hemos descubierto que los campos magnéticos también juegan un papel importante a la hora de marcarles el sentido de la navegación.

De ese modo, el anillamiento científico ha permitido constatar que las aves migratorias poseen una especie de brújula interior, un sofisticado mecanismo de orientación que les permite seguir rumbos constantes entre puntos concretos atendiendo a todos estos referentes. Y conocer sus movimientos ha resultado indispensable para establecer las estrategias de conservación que actualmente las amparan a nivel internacional.

En todo caso es necesario aclarar que la captura de aves silvestres, sea cual sea el método empleado, está rigurosamente prohibida por ley en toda la UE, aunque el anillamiento científico está considerado una excepción. Por ello esta actividad se realiza exclusivamente por expertos autorizados y convenientemente avalados por las entidades científicas colaboradoras, bajo las normas técnicas más estrictas, con el permiso de manejo de fauna facilitado por las comunidades autónomas y el certificado del Ministerio.

Una parte esencial en este tipo de estudios es la colaboración de los ciudadanos. Por todo ello si alguna vez encontramos en el campo los restos de un pájaro anillado o una anilla abandonada, por favor, compartamos esa importante información a través de la página web dedicada a tal efecto por la organización conservacionista SEO/Birdlife, una de las entidades pioneras en el anillamiento científico.

Para profundizar en el conocimiento de esta labor y su importante contribución al estudio y la conservación de las aves silvestres recomiendo consultar este magnífico y documentado trabajo de la Sociedad de Ciencias Aranzadi.