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Ni siquiera los abogados entienden la jerga legal: la repiten por tradición
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Investigación del MIT

Ni siquiera los abogados entienden la jerga legal: la repiten por tradición

Un estudio del MIT asegura que los profesionales del derecho escriben de manera enrevesada por comodidad y tradición, pero no por una cuestión de utilidad

Foto: Los letrados que abusan de tecnicismos lo hacen por comodidad. (iStock)
Los letrados que abusan de tecnicismos lo hacen por comodidad. (iStock)
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Una de las críticas más frecuentes que se hace al mundo del derecho es la excesiva complejidad de su lenguaje. La jerga legal abunda en todo tipo de textos jurídicos, ya sea una sentencia, una ley, un contrato o la política de privacidad de una empresa, convirtiendo en farragosos e indescifrables documentos que deberían ser de fácil comprensión. Ahora bien, los ciudadanos de a pie no son los únicos con problemas para entender este lenguaje tan particular: los propios abogados parecen tener ciertas dificultades a la hora de comprender textos excesivamente técnicos y muestran una clara preferencia por aquellos que son más simples y accesibles.

Esta es, al menos, la conclusión a la que han llegado recientemente varios investigadores del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT). En un estudio publicado hace unos días bajo el título Even lawyers do not like legalese, los autores investigan sobre por qué los profesionales del derecho suelen escribir de forma tan enrevesada. Frente al tradicional argumento de los juristas, que consideran los tecnicismos y la jerga jurídica como un elemento indispensable para garantizar el rigor, el paper asegura que esa complejidad no es realmente necesaria, ya que los propios letrados valoran igual o incluso más los contratos redactados de manera comprensible frente a aquellos excesivamente técnicos. Para los investigadores del MIT, el deje técnico de los abogados no está ligado a una búsqueda del rigor o la calidad, sino que responde a motivos muy diferentes: costumbre y comodidad.

De acuerdo con el estudio, los profesionales que pecan de escribir de manera excesivamente farragosa no tienen, necesariamente, un conocimiento superior en derecho o lo hacen porque el tema lo exija. Tampoco buscan darse ínfulas o justificar sus honorarios. "Lo hacen por conveniencia y respeto por los precedentes en lugar de una preferencia absoluta", indica el estudio. Además, el documento recuerda que, para realizar sus escritos, los abogados suelen apoyarse plantillas preexistentes "cargadas de lenguaje arcano y enrevesado", por lo que reproducen la jerga de manera automática al resultar esta vía más ágil que modificar por completo el lenguaje de los escritos con la intención de hacerlos más compresibles para los legos en derecho.

Foto: Uno de los cómics diseñados por la abogada y dibujante Marelisa Blanco.

"Nuestro estudio muestra que a los abogados realmente no les gusta la jerga legal ni creen que sea necesariamente útil. La mantienen por tradición", detalla en conversación con El Confidencial Eric Martínez, graduado en Derecho en Harvard y uno de los tres autores del documento, junto con Francis Mollica y Edward Gibson. Su artículo, agrega, forma parte de una investigación más amplia que comenzó hace unos años y que pretende analizar por qué los textos jurídicos, a pesar de ser la piedra angular del funcionamiento y estructura de las sociedades modernas, resultan tan complicados de entender para quienes deben cumplirlos (es decir, todo el mundo). Parten de la base de que el lenguaje humano suele buscar la eficacia, ya que su objetivo es lograr que dos personas se comuniquen de forma satisfactoria utilizando el mínimo esfuerzo. Sin embargo, esta eficiencia parece no aplicarse al mundo legal. "En el lenguaje de los contratos, estatutos y otros documentos legales es a menudo notoriamente inaccesible para un lego típico", aseguran.

En los últimos dos años, los tres investigadores del MIT han intentado identificar cuáles son los elementos que dificultan el entendimiento de los textos jurídicos. Ahora, han querido dar un paso más allá y resolver por qué los juristas, en su papel de intermediarios entre la ley y la ciudadanía, utilizan un registro tan complejo. "Era el paso natural", razona Martínez. Para resolver este interrogante, se apoyaron en cinco hipótesis iniciales. La primera, bautizada como "la maldición del conocimiento", defiende que los abogados simplemente no son conscientes de que escriben de forma enrevesada, mientras que la segunda, apodada "corta y pega", defiende que los letrados se expresan en un registro complejo por costumbre, respeto a la tradición e, incluso, pereza. De acuerdo con esta teoría, los profesionales copian términos antiguos y complicados de plantillas existentes porque es la forma más rápida de producir textos legales.

Foto: El chat da respuestas sobre dudas legales básicas. (EFE/Andreu Dalmau)

En tercer lugar, los investigadores presentan la hipótesis de la "señalización dentro del grupo", según la cual los letrados escriben en estos términos para "parecer más abogados" y lograr una mayor aceptación entre sus compañeros. A esta conjetura le sigue la de "son solo negocios", que considera que la jerga legal es un recurso que tienen los letrados para preservar su monopolio sobre los servicios jurídicos y justificar los honorarios. Por último, plantean la hipótesis de la "complejidad de la información", que ve los tecnicismos legales como un elemento necesario para transmitir conceptos complejos de un modo mucho más preciso que el lenguaje ordinario. De este modo se evita la ambigüedad y, en consecuencia, se garantiza la aplicabilidad.

Los abogados ven mayor calidad en los contratos redactados en un lenguaje sencillo y creen que son igual de ejecutables que los técnicos

Para descubrir qué teoría es la que más se ajusta a la realidad, los investigadores llevaron a cabo dos experimentos. En el primero, evaluaron la comprensión y retención de información de varios abogados y ciudadanos legos en derecho sobre contratos escritos en jerga legal frente a otros con un mismo significado, pero redactados en un lenguaje adaptado. Los resultados en este aspecto, explica Martínez, fueron ligeramente intuitivos, ya que revelaron que los profesionales del derecho mostraban más habilidades para entender textos complejos que el resto. Ahora bien, al contario de lo que cabía esperar, su capacidad no era "desproporcionadamente mejor" y los propios letrados admitían cierta dificultad para comprender los documentos más farragosos, lo que llevó a los investigadores a descartar la primera de las hipótesis.

Foto: Concentración de funcionarios de Justicia el 30 de mayo en la sede del PSOE. (EFE/Rodrigo Jiménez)

El segundo experimento consistió en pedir a los participantes que valoraran los contratos en función de varios elementos, como la calidad general del texto, su validez o la probabilidad de que sea aceptado por ambas partes sin necesidad de cambiar ningún aspecto. "Y aquí es donde nos quedamos sorprendidos", evoca el autor del estudio. Los abogados calificaron los contratos redactados en un lenguaje sencillo como de calidad significativamente superior y afirmaron que eran igual de válidos y ejecutables que los técnicos. Además, se mostraron más propensos a mantener los textos tal y como estaban y predijeron que los clientes los firmarían con más facilidad. "Esto descartaba todas las hipótesis, salvo la del copia y pega, que es la única de la que hemos encontrado evidencias", afirma Martínez. Esta visión era generalizada entre todos los juristas que participaron en el estudio, independientemente de su ciudad de residencia, raza, género, edad, años de experiencia o el tipo de despacho en el que ejercía.

Civil Law vs. Common law

Ahora bien, ¿hasta qué punto pueden ser extrapolables estos resultados a España? Al fin y al cabo, la investigación se basa en abogados de Estados Unidos, donde rige el sistema jurídico de Common Law, cuya base son las decisiones adoptadas por los tribunales. Los jueces, por tanto, son los encargados de crear el derecho. Por su parte, el Civil Law (el modelo que rige en España y la mayor parte del mundo) se caracteriza por tener un conjunto de leyes o códigos jerarquizados que recogen y desarrollan los principios básicos del derecho. Abogados y jueces están supeditados y condicionados por esas normas, lo que implicaría, en consecuencia, una mayor dependencia al lenguaje jurídico empleado.

Un matiz que, para Cristina Carretero, profesora de Derecho Procesal de la Universidad Pontificia Comillas, puede influir en los resultados del estudio del MIT, aunque no de manera significativa. "Es cierto que el derecho no puede ser sencillo siempre, pero eso no es malo. Por ejemplo, si un abogado redacta una demanda, cuanto más técnica y precisa sea, mejor le va a entender el juez y más posibilidades habrá de que le dé una respuesta precisa y su fallo aporte más seguridad jurídica", argumenta.

Foto: Foto: iStock.

El problema viene cuando ese lenguaje se utiliza al dirigirse a un cliente o a la ciudadanía en su conjunto a través de una ley. En ese momento, concreta la docente, es cuando la jerga deja de convertirse en una herramienta de claridad para convertirse en una barrera. La labor de los letrados, por tanto, es adaptar el tono a aquellos legos en derecho, "pero es algo que cuesta muchísimo, y también se debe a una cuestión de comodidad y tradición", asevera esta docente, que lleva más de 15 años dedicándose al estudio del lenguaje jurídico y abogando por su simplificación.

En opinión de Carretero, el mundo jurídico se ha acostumbrado a utilizar un lenguaje muy complejo que no siempre es necesario, pero que "por ósmosis", lo repiten los abogados al expresarse oral o por escrito. Para estos profesionales, muchas veces requiere de un esfuerzo mayor modificar su forma de expresarse para rebajar los tecnicismos y encontrar fórmulas más claras que, no obstante, mantengan el rigor en el mensaje.

Una de las críticas más frecuentes que se hace al mundo del derecho es la excesiva complejidad de su lenguaje. La jerga legal abunda en todo tipo de textos jurídicos, ya sea una sentencia, una ley, un contrato o la política de privacidad de una empresa, convirtiendo en farragosos e indescifrables documentos que deberían ser de fácil comprensión. Ahora bien, los ciudadanos de a pie no son los únicos con problemas para entender este lenguaje tan particular: los propios abogados parecen tener ciertas dificultades a la hora de comprender textos excesivamente técnicos y muestran una clara preferencia por aquellos que son más simples y accesibles.

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