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"Lo cuestionan todo y te racanean": por qué el peor cliente de un abogado es otro abogado
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EXPERTO EN BLANQUEO DE LA NOCHE A LA MAÑANA

"Lo cuestionan todo y te racanean": por qué el peor cliente de un abogado es otro abogado

Del mismo modo que los médicos suelen ser malos pacientes, los letrados no suelen tener buenas experiencias al llevar asuntos a compañeros de profesión

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Se suele decir que los médicos son los peores pacientes. A pesar de ver la enfermedad en su día a día, cuando les toca sufrirla a ellos tienden a ignorar o minimizar los síntomas, son reacios a tratarse y, en especial, ignoran o corrigen con frecuencia las opiniones médicas que les dan sus colegas de profesión, acostumbrados a desempeñar el papel del que diagnostica y no del que es diagnosticado. Algo similar ocurre en el mundo del derecho. A pesar de que los letrados se quejan con frecuencia de ciertos comportamientos de los clientes —por ejemplo, que cuestionen su criterio jurídico porque "Google no dice eso" o discutan sus honorarios—, muchos de ellos reproducen conductas similares cuando les toca sentarse frente a un compañero en el otro lado de la mesa.

"Son los peores", afirma contundente Delia Rodríguez, abogada especializada en Derecho de Familia y fundadora de Vestalia Asociados. "Siempre te dicen que vienen en calidad de clientes, no profesionales, pero sabes que es mentira y te acaban dando su opinión y cuestionando absolutamente todo, incluso aunque no sepan nada de tu ámbito de especialidad", agrega. De la misma manera que los clientes legos en derecho suelen citar Internet (en sentido amplio) como fuente de información de peso para cuestionar el criterio jurídico de su letrado, los abogados se agarran a sus conocimientos legales en términos generales o a la formación específica que recibieron en el pasado. "He escuchado más de una vez eso de 'yo no soy especialista en familia, pero recuerdo que en la carrera...", evoca.

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En la misma línea se pronuncia Víctor Muñoz, abogado y doctor en Derecho Penal. "Da igual que no hayan abierto el Código Penal desde que terminaron la universidad, o que el último que hayan leído sea el del 73, porque de la noche a la mañana son expertos en blanqueo de capitales", ironiza. En su experiencia, la mayoría suele venir con un criterio muy formado sobre cómo debe abordarse su asunto y solo buscan alguien que acepte su estrategia procesal sin quejas y ponga la firma en los escritos. "Son los que pretenden ser auto codefensores. Y eso no puede ser, porque si yo asumo un asunto, quiero absoluta independencia. Puedo escuchar una opinión, pero la decisión es mía y no la someto a debate. Principalmente, porque si hay cualquier error grave por parte de la defensa, soy yo quien asume la responsabilidad", recuerda, y asegura haber rechazado encargos precisamente por este motivo.

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Precisamente ese afán por cuestionar el criterio jurídico es la principal queja que mencionan todos los letrados consultados. "Como saben algo, oyen campanas y ya se toman ciertas libertades", indica Xavier Abat, experto en Derecho Penal y Nuevas Tecnologías, y agrega que, de hecho, pocos acuden de primeras con la intención de contratar servicios ajenos, si no que buscan asesoramiento para poder llevar el procedimiento ellos mismos, a pesar de estar especializados en ramas completamente diferentes. "Luego ven que no es tan sencillo y te piden que lo lleves", detalla.

"Suelen estar muy atentos. Parece un examen", indica un letrado

En procedimientos judiciales, no obstante, las mayores pegas aparecen durante el juicio. "Suelen estar muy atentos y te cuestionan después todo. Por qué no has hecho esta pregunta, por qué no has llevado a este otro testigo… Parece que te están examinando", asegura Abat. En la misma línea se pronuncia José Colón, un abogado gaditano que precisamente ahora se encuentra inmerso en un procedimiento civil en el que su cliente es letrado de profesión. "Durante la fase previa no suelen dar la tabarra, pero en juicio pasas apuro. Generalmente, el cliente no suele prestar mucha atención y no percibe errores menores, pero con el cliente abogado pasa todo lo contrario", apunta.

Para el laboralista Nicolás Martín, esta actitud es relativamente lógica por dos motivos. Primero, porque aunque el compañero no esté especializado en el área del derecho para la que ha recurrido a un tercero, sí tiene ciertos conocimientos que hacen que el proceso no resulte tan ajeno como sí puede serlo para cualquier otro perfil de cliente, lo que desemboca en que se involucren en mayor medida en el procedimiento. Y segundo, por una cuestión psicológica. "Los abogados tenemos una personalidad de peleones, y eso se refleja después en el trato. Yo he sido también cliente y reconozco haber sido pesado: persigues mucho, dices que quieres entender y en el fondo estás molestando", admite.

Foto: Las juntas de socios pueden convertirse en una verdadera guerra de egos. (Foto: iStock)

"Hago la mitad y me cobras la mitad"

Otra de las cuestiones en las que suelen aflorar las tiranteces entre letrados es a la hora de discutir los honorarios. "En la profesión nos quejamos de que a veces los particulares son reacios a pagar primeras consultas o buscan tarifas low cost. Pero luego te encuentras a abogados que te solicitan presupuesto para su divorcio y... ¡sorpresa! Te racanean los precios como el que más", relata Delia Rodríguez.

De hecho, cuenta que, hace no mucho, una compañera le propuso realizar el escrito, dejando en sus manos el resto del procedimiento, para de este modo ahorrarse una parte. Una experiencia similar dice haber vivido Martín. "También me ha pasado lo de que te digan de hacer un asunto a pachas. Yo respondo que lo hagan ellos directamente", asegura. En este sentido, el profesional admite que tener a un abogado como cliente no es lo ideal, pero indica que hay algo peor: que todas las partes sean letrados. "Me ha pasado muchas veces de llevar demandas contra despachos porque en el sector hay mucho abuso de falsos autónomos. O de acoso laboral en grandes bufetes. Se crea una situación compleja porque todos son capaces de evaluar el proceso", reflexiona.

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Pros: facilidad al explicar y voluntad negociadora

Pero no todo son contras. Según reconocen los letrados, llevar un asunto a un profesional del derecho también presenta algunas ventajas, sobre todo a la hora de dar explicaciones del asunto. "Cuando hablas con clientes, tienes que adaptar el vocabulario, pero cuando enfrente está otro abogado, puedes permitirte ser técnico", señala Javier Alberti, abogado y socio de Asesoranza.

Esta misma lógica se aplica a la hora de entender los pormenores del desarrollo del procedimiento, desde el rol de la figura del procurador hasta por qué el hecho de que haya un funcionario de baja puede ralentizar varios meses un procedimiento. "Tenemos un sistema judicial tan particular que muchas veces es difícil aclarar ciertas cosas. La lentitud de la justicia, la respuesta que te dan a veces del juzgado... Cuando tienes un compañero de profesión delante es todo más sencillo", alaba. Coincide con esta visión el letrado Raúl Herrera. "No te insisten con el clásico 'qué hay de lo mío', porque saben cómo va la Justicia, mientras que a un cliente le extraña que no haya novedades en seis meses", apunta.

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Por su parte, Abat señala otros dos pros. El primero, la recopilación de pruebas. Al ser conscientes de la importancia de esta cuestión, suelen ser diligentes a la hora de recabar información relevante para proceso el judicial. "Lo tienen organizadísimo, vienen con esos deberes hechos y eso ahorra mucho tiempo y esfuerzo", señala. Y segundo, la mayor voluntad negociadora que suelen tener los letrados. "Es mucho más fácil convencer a un abogado para que llegue a un acuerdo con el contrario que a cualquier otro perfil de cliente", detalla. Al fin y al cabo, estos profesionales entienden que un pacto puede ser una solución mucho más favorable a un litigio, que se puede alargar durante años y después desembocar en fracaso.

Se suele decir que los médicos son los peores pacientes. A pesar de ver la enfermedad en su día a día, cuando les toca sufrirla a ellos tienden a ignorar o minimizar los síntomas, son reacios a tratarse y, en especial, ignoran o corrigen con frecuencia las opiniones médicas que les dan sus colegas de profesión, acostumbrados a desempeñar el papel del que diagnostica y no del que es diagnosticado. Algo similar ocurre en el mundo del derecho. A pesar de que los letrados se quejan con frecuencia de ciertos comportamientos de los clientes —por ejemplo, que cuestionen su criterio jurídico porque "Google no dice eso" o discutan sus honorarios—, muchos de ellos reproducen conductas similares cuando les toca sentarse frente a un compañero en el otro lado de la mesa.

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