El partido superior: las causas del declive del PNV y de Euskadi
Fueron una formación cuyas mayores cualidades, o eso afirmaban, consistían en la experiencia gestora y en su habilidad tranquila para conseguir más autogobierno. Pero era más discurso que realidad
El PNV está viviendo momentos difíciles: su hegemonía en Euskadi está en riesgo. La posibilidad de que Bildu lo sobrepase electoralmente es real, lo que supondría un trauma significativo para un partido acostumbrado a imponer sus normas. Si ocurriera, lo más probable es que no conllevara la pérdida de la Lehendakaritza, porque resulta esperable que el PSE salga en su apoyo, pero la repercusión simbólica sería notable.
En ese escenario, el PNV está intentando una renovación que tapone las vías de entrada de Bildu. La sustitución de Urkullu por Imanol Pradales, un candidato más joven y menos conocido, responde a ese propósito. Otra cosa es, más allá de rostros y personajes, en qué se concreten las nuevas propuestas.
“Independentista con los pies en el suelo”
En la entrevista que Pradales concedió a ‘Las Mañanas de RNE’, expuso algunas de sus coordenadas programáticas, similares a las que había narrado a medios vascos y probablemente muy parecidas a las que escuchemos durante la campaña. El PNV propone un proyecto de país al que han sumado elementos transformadores, ligados a la sociedad que viene, como la transición ecológica, que conduzcan hacia un País Vasco “del bienestar, fiable y global”. Lanzó dardos a Bildu y a su teórica aceptación entre las capas más jóvenes (al colectivo joven "no le pueden seducir políticas de control y de imposición, ya que es rebelde, quiere ser libre e intenta evitarlas”), pero sobre todo ha puesto énfasis en evitar el eje izquierda derecha y en centrar el mensaje en las reivindicaciones competenciales.
"Hemos defendido el autogobierno de Euskadi desde principios de los 80 porque es el elemento básico de construcción de este país"
La hoja de ruta para este “independentista con los pies en el suelo”, como se autodefine, es sencilla: “Hemos defendido el autogobierno de Euskadi desde principios de los 80, y es el elemento básico de construcción de este país, de sus políticas industriales y de sus políticas sociales. El Estatuto de 1979 sigue sin haberse cumplido íntegro 45 años después, porque falta la transferencia de la gestión de los aeropuertos, de los puertos y de la seguridad social. Y, a partir de ahí, habrá que trabajar en la actualización del Estatuto. Este es el camino trazado”.
El partido con sentido común
No parece un mensaje muy novedoso, pero es la clase de propuestas que pueden esperarse del actual PNV. Las señales de su declive no provienen únicamente de la llegada de nuevas generaciones a la política que ya están alejadas del terror etarra, ni del fracaso de las izquierdas no nacionalistas para ganar espacio frente a Bildu, que son factores que tienen su peso, sino del agotamiento de un modelo.
"La palanca del autogobierno, que fue la apuesta del PNV, ha traído a Euskadi una sociedad del bienestar con altos índices de calidad de vida"
Desde la salida de Ibarretxe y con la entrada de la dirección actual, el PNV ha hecho valer un modelo discursivamente exitoso: es el partido que reúne los intereses empresariales con el bienestar de la población, la formación de derechas que alienta la protección social, el buen gestor pendiente de las infraestructuras necesarias y de proporcionar servicios públicos de calidad, y el hábil negociador con Madrid que alcanza mayores cotas de autogestión sin necesidad de estridencias. Además, las intervenciones de sus portavoces en el Parlamento han granjeado al PNV fama de partido razonable, moderado y con sentido común.
Sobre toda esta capa, hay una idea fuerza que Pradales señalaba en la entrevista, y que ha repetido en otras ocasiones: “La palanca del autogobierno, que fue la apuesta del PNV, nos ha traído una sociedad del bienestar con altos índices de calidad de vida”. Dicho de otra manera, en Euskadi se vivía mejor que en el resto de España, se gozaba de salarios más altos y de mejores servicios públicos gracias a las altas cotas de autogobierno y a que el PNV había sabido gestionar con eficacia.
El aire de superioridad
Sin embargo, ese aire de superioridad que transmitía el PNV, hacia Euskadi y hacia el resto de España, ha quedado en entredicho. La pandemia fue una señal evidente de que ese teórico liderazgo no era tal. Los datos de cada Comunidad fueron continuos y públicos, y en ellos se constataba que otros territorios habían gestionado mejor que el País Vasco, o mucho mejor, las distintas oleadas del Covid.
Euskadi ha sido relegada por la vitalidad financiera, inmobiliaria y de servicios de Madrid
Pero no fue solo eso. Los problemas se le acumularon al PNV en una legislatura complicada. Algunos de ellos son típicos de la época: los jóvenes formados se marchan de Euskadi para encontrar mejores empleos y un porcentaje significativo de los que se quedan están en paro o tienen empleos precarios. Otros son específicos, como sus dificultades para atraer mano de obra cualificada, por el idioma, o el efecto llamada que están generando las ayudas públicas existentes, más abundantes que en otras partes de España; la inmigración magrebí es la que más está respondiendo a esa oferta. Al mismo tiempo, servicios emblemáticos de Euskadi, como su sanidad, sufren la falta de médicos y de personal, y sus trabajadores padecen una temporalidad elevada. Lo que era una seña de identidad, Osakidetza, es percibida ahora mucho peor por los vascos.
Por si fuera poco, tampoco los salarios parecen gozar de vitalidad. La conflictividad laboral ha sido elevada en esta legislatura, con numerosas huelgas de funcionarios, así como en empresas subcontratadas, y un tercio de las personas en riesgo de pobreza son trabajadores. Y tampoco han ayudado algunos escándalos de su gestión.
Como elemento final, su industria decae y no logra encontrar nuevas áreas de actividad que la suplan. Euskadi está siendo desplazado por la vitalidad financiera, inmobiliaria y de servicios de Madrid, por la potencia de zonas como la valenciana y por el auge de territorios andaluces, como Málaga.
La encrucijada del PNV
La renovación que promete la candidatura de Pradales no es otra cosa que un intento de seguir jugando el mismo papel que aseguraba al PNV la hegemonía. Pero esa posición es ya muy complicada: las tendencias de la época tienden a concentrar los recursos en las ciudades globales, como Madrid, y las vascas lo tienen muy difícil para escapar de esa ola general. Las exigencias adicionales, como el conocimiento de un idioma difícil, desaniman a personas con cualificación y talento para trasladarse a Euskadi. Además, carece de ese músculo financiero que Kutxabank le brindó en tiempos pasados a la hora de incentivar el desarrollo empresarial.
Tampoco puede exigir mucho más al Estado. Es posible reclamar algunas de las transferencias pendientes, pueden redactar un nuevo Estatuto en el que figure el derecho a decidir, pero económicamente ya no tienen mucho margen. Han conseguido casi todo.
Esta es la encrucijada del PNV. Por utilizar un símil, al Euskadi Buru Batzar le ocurre como a esos hijos de clases medias altas y altas que se forman en universidades de prestigio y que, cuando emprenden sus trayectorias profesionales y brillan en ellas, lo atribuyen a su mérito. La posición de ventaja de la que partían parecía un asunto menor.
Ahora han cambiado dos cosas, y no son pequeñas: ese lugar de partida ya no es tan ventajoso, y las fórmulas estándar que llevan tiempo aplicando diligentemente, que aprendieron en esos lugares de prestigio, son ya mucho menos útiles. Esta época es diferente, ha traído otras realidades y las recetas que se aplicaban son poco efectivas.
Pradales suena a un tecnócrata predecible y eso, que antes era un valor, es ahora un problema: repite las mismas fórmulas que los demás
Esa es la causa del declive del PNV, y con él de Euskadi. Sus gobernantes llevan tiempo con una visión económica y política que ya no les garantiza un nivel de vida superior. Han sido, probablemente, el partido más tecnocrático de España, pero cuando las épocas cambian, hay que saber transformarse con ellas.
La elección de Pradales confirma la falta de comprensión de esa realidad. Conoce bien tanto el mundo empresarial como el institucional, pero su recetario es muy similar al de muchos alcaldes y presidentes de comunidades autónomas españolas. Su apuesta por el turismo, por las infraestructuras y por la logística es común en muchas regiones europeas, y a menudo sin éxito. También carece de un plan claro de desarrollo de la industria, más que el de sumarse a la ola de hubs tecnológicos que han terminado fracasando en tantas partes de España. Su reconversión verde es tan evidente como en cualquier otro lugar de la península, pero también se ve forzado por necesidades de sus empresas que obligan a tomársela con más calma. Y los capitales privados, también los de su territorio, no están realizando una apuesta evidente por Euskadi. Pradales suena a un tecnócrata predecible y eso, que antes era un valor, en esta época lleva a repetir las mismas fórmulas que los demás.
Sin vigor económico, no existe una capacidad real de mantener el equilibrio, que fue su signo distintivo, entre una notable actividad empresarial y los servicios públicos de calidad; tampoco es posible sostenerse en una posición que les permita afirmar que en Euskadi se vive mejor. Y, sin eso, los pilares del PNV se agrietan. Es cierto que Bildu, el otro partido con posibilidades de gobernar ha elegido jugar en el mismo terreno y ha nombrado candidato a otro tecnócrata. Pero eso, que quizá favorezca a los jeltzales, no es bueno para Euskadi. Hará sus problemas más profundos. Y, en ese instante, la tentación de volver al marco soberanista será mayor.
El PNV está viviendo momentos difíciles: su hegemonía en Euskadi está en riesgo. La posibilidad de que Bildu lo sobrepase electoralmente es real, lo que supondría un trauma significativo para un partido acostumbrado a imponer sus normas. Si ocurriera, lo más probable es que no conllevara la pérdida de la Lehendakaritza, porque resulta esperable que el PSE salga en su apoyo, pero la repercusión simbólica sería notable.