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¿Salvar la imprenta municipal de Madrid? Las 7 vacantes que explican por qué la misión es casi imposible

A punto de cumplir 170 años de historia, el que un día fue taller de impresión público funciona hoy como exposición. Pero ya se quedaron sin tipógrafos y, ahora, temen no poder cubrir las jubilaciones de encuadernadores

Foto: Personal de la Imprenta Municipal, en una imagen de 1928. (Ayuntamiento de Madrid)
Personal de la Imprenta Municipal, en una imagen de 1928. (Ayuntamiento de Madrid)

La Imprenta Municipal de Madrid quiere una nueva vida. Está a las puertas de cumplir 170 años de historia, pero ve cómo sus profesionales se jubilan sin que sus conocimientos los tomen las nuevas generaciones de artesanos. Aunque hace tiempo, 12 años, que el taller de impresión permanece cerrado y el lugar cumple hoy una función prácticamente museística, con hasta 3.000 piezas del mundo de las artes gráficas, Vox ha llevado el dilema sobre su futuro a la Comisión de Cultura, Turismo y Deporte, celebrada este martes.

El gran problema es que, con los años, se pierden perfiles profesionales que resultan fundamentales. Es el caso del encuadernador, un oficio que antes pasaba de generación en generación, aunque ha quedado relegado a los muy cafeteros. Mientras, los jóvenes recorren otras vías profesionales muy distintas y las asociaciones o escuelas de formación desaparecen. "Cada vez somos menos y, los que quedamos, tenemos más problemas", desliza Miguel Pérez, un encuadernador gallego que antes formaba parte de una asociación autonómica extinta de este perfil profesional, y también de la versión estatal, que igualmente ya no existe. Le preocupan, sobre todo, las dificultades para hacer perdurar oficios que el tiempo sustituye por nuevas tecnologías más rápidas y baratas, aunque con menor calidad.

placeholder La exposición en la imprenta municipal. (Ayuntamiento de Madrid)
La exposición en la imprenta municipal. (Ayuntamiento de Madrid)

Para que esto no ocurra en el caso madrileño, la delegada de Cultura, Marta Rivera, visitó hace un mes las instalaciones. Allí se encontró con sus trabajadores, 19 en total, aunque con siete vacantes en estos momentos, todas ellas de encuadernadores. Rivera, en este sentido, explicó que tienen actuaciones pendientes de aquí a julio de 2024. En ese tiempo, quieren cerrar soluciones con las que reimpulsar la imprenta que ya están en marcha. Se refiere a la tramitación iniciada en marzo de 2021 para incluir otros usos posibles al edificio, más allá del expositivo.

Espera poder reabrir el taller cerrado una vez pase el verano, y concluyan todos los trámites administrativos. Aunque recuerda que no fue una decisión propia el acabar así: "Se cerró porque no había profesionales. Hablamos de puestos de difícil cobertura, son trabajos muy específicos que no cualquiera sabe hacer". Esto es así a vista de todas las fuentes consultadas, desde el Ayuntamiento y Vox hasta especialistas en el sector de las artes gráficas.

¿Convertirla en escuela?

Los de Santiago Abascal en el Ayuntamiento de Madrid, representados por el edil Fernando Martínez Vidal, llevaron también la propuesta de convertir en escuela de oficios el taller clausurado. Antes era el lugar de trabajo de tipógrafos y maquinistas de tipógrafo, pero estas profesiones "ya no forman parte de la plantilla porque cada vez había menos y eran imposibles de sustituir", así que no quedó otra. Estas palabras las pronuncia el ex director de la imprenta municipal entre 1990 y 2016, José Bonifacio. Es técnico de museos y hoy se encarga de toda la red madrileña, tras abandonar su antigua casa.

En su etapa en la imprenta vio marcharse a unos 15 compañeros cuyas plazas "nunca fueron repuestas". No por falta de intención, sino de artesanos con experiencia en el oficio. Pasó con los tipógrafos –cuyas tareas han sido poco a poco sustituidas por la impresión en offset, primero, y la digital, después– y ahora temen que ocurra lo mismo con los encuadernadores. Más allá de las vacantes actuales, que no son pocas y está costando cubrirlas, como admitían los propios responsables de Cultura en la Comisión, la previsión que lanza Bonifacio es que en la próxima década los que quedan "también se habrán ido", y no habrán trasladado su saber a otros pupilos que continúen la tarea.

placeholder Montaje fotográfico con libros antiguos encuadernados por profesionales de la imprenta, expuestos en la exhibición. (Ayuntamiento de Madrid)
Montaje fotográfico con libros antiguos encuadernados por profesionales de la imprenta, expuestos en la exhibición. (Ayuntamiento de Madrid)

Es por eso que la única solución que vislumbra es la de la escuela formativa, haciendo uso de las salas y estancias vacías en la imprenta. En lo que queda para que los encuadernadores actuales se jubilen, cree que da "tiempo de sobra" a formar a nuevos aspirantes en esta artesanía, que mima especialmente los lomos y la cubierta de los libros, documentos o archivos más antiguos para, por lo general, ofrecerlos como regalo a reyes o personalidades que visitan la ciudad, y guardar copias originales de textos históricos que gracias a las tecnologías ya han sido digitalizados.

¿Encuadernadores en el s. XXI?

Con tantos avances, los viejos oficios están de capa caída. Si ya el Foro de Davos presagió que el 80% de los oficios que existirán en el año 2030 no se conocen todavía, ¿en qué lugar quedan los que ya hoy en día están desapareciendo? Es más, ¿para qué sirve un tipógrafo o un encuadernador en el siglo XXI? La respuesta la da el propio jefe del Departamento de Museos del Ayuntamiento: "Yo creo que siguen teniendo cabida". Los encuadernadores, prosigue Bonifacio, "restauran todo el fondo bibliográfico histórico del Ayuntamiento", un material "muy delicado" y que "podría perderse si no cae en buenas manos".

Pone algún ejemplo. En el Archivo de Villa, que guarda todos los documentos políticos emitidos por el antiguo Concejo de Madrid desde 1152, fabrican legajos para albergar los textos históricos y dañar lo menos posible el material. Los legajos son una especia de carpetas o atados para el papeleo, hechos con cartón neutro que no trasmite su acidez a los informes. También realizan estudios para determinar cómo mantener con la mayor eficiencia posible los manuscritos de hace siglos que aún se conservan en la ciudad. "No podemos olvidar de dónde venimos", sentencia.

La Imprenta Municipal de Madrid quiere una nueva vida. Está a las puertas de cumplir 170 años de historia, pero ve cómo sus profesionales se jubilan sin que sus conocimientos los tomen las nuevas generaciones de artesanos. Aunque hace tiempo, 12 años, que el taller de impresión permanece cerrado y el lugar cumple hoy una función prácticamente museística, con hasta 3.000 piezas del mundo de las artes gráficas, Vox ha llevado el dilema sobre su futuro a la Comisión de Cultura, Turismo y Deporte, celebrada este martes.

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