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No culpen a la lluvia: Madrid se inundó por ese problema que lleva décadas acumulando
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ODA A LA BASURA DE LA CAPITAL

No culpen a la lluvia: Madrid se inundó por ese problema que lleva décadas acumulando

¿Por qué entraba el agua a mares en Banco de España? ¿Por qué aparecieron jabalíes en Las Tablas el año pasado? ¿Por qué huele tan mal en Vallecas si sopla viento del sur? La respuesta siempre es la misma

Foto: Una persona cruza una calle anegada de agua esta semana en Madrid. (EFE/Juan Carlos Hidalgo)
Una persona cruza una calle anegada de agua esta semana en Madrid. (EFE/Juan Carlos Hidalgo)

¿Qué pasó exactamente para que el pasado miércoles por la noche el agua entrara en la estación de Banco de España como si fuera a perder el último metro? En cuestión de hora y media, varias arterias importantes de la capital entraron en modo veneciano, las líneas 2, 4, 5, 6, 7 y 11 de metro tuvieron que suspender sus servicios al estar inundadas varias estaciones, la circulación de Cercanías también se vio afectada durante horas y los bomberos tuvieron que realizar 140 intervenciones de urgencia.

Lo más sorprendente es que nadie tuvo la impresión de estar bajo un diluvio universal. La Agencia Española de Meteorología (Aemet) aseguró al día siguiente que el nivel de precipitación estaba muy por debajo del umbral más bajo que activa una alerta, el nivel amarillo de precipitación. Este se activa cuando se alcanzan los 15 milímetros de lluvia en una hora o los 40mm en 12 horas. Los sensores de la estación de Retiro, a pocos metros de las zonas más afectadas, mostraban que el máximo registrado fueron 9mm a las seis de la tarde y un acumulado en seis horas de 19mm dos horas después.

Madrid no es la ciudad donde más llueve de España, sin embargo, la capital está muy bien preparada contra las inclemencias meteorológicas. Como bien rezan las tapas de las alcantarillas, cuando el agua atraviesa la superficie, el Canal de Isabel II pasa a ser responsable. La empresa de gestión dispone de miles de sensores y estaciones remotas interconectadas a lo largo de los 15.000 kilómetros de la red, precisamente para evitar que esos excesos de presión no afecten a los colectores, estos se colmaten y se produzcan inundaciones.

Fuentes cercanas a la gestora explican que "al final todo el mundo echa la culpa a los colectores, pero es un problema de las ciudades". Incluso si todo se hace bien, puede producirse una gota fría que vierta una cantidad inmanejable de agua en un período muy corto. Esto es, básicamente, lo que apuntó el alcalde madrileño, José Luis Martínez Almeida, en su primera declaración pública, donde achacó a la Aemet que no les hubieran avisado de la magnitud de la inclemencia. Sin embargo, la agencia se apresuró en puntualizar que no fue este el caso. Cayó mucha agua, más de la que habitualmente suele caer en diciembre, pero no de forma tan repentina.

El Canal presume además de tener instalado el "mayor tanque de tormentas del mundo" en Arroyofresno, a nueve kilómetros de la Puerta del Sol. La afirmación de que sea el más grande hay que cogerla con pinzas, porque ciudades como Tokio (muy acostumbrada a las inundaciones) presumen exactamente de lo mismo, pero es obvio que existe en Madrid una sólida infraestructura contra este tipo de eventos una vez el agua entra en el sistema de alcantarillado. El punto débil en este caso estuvo en que el agua no llegó correctamente hasta allí.

Miles de sensores, el mayor tanque de tormentas del mundo... Pero el agua no llega al sistema

Para que todo funcione como un reloj es fundamental que los imbornales —esas rejillas que encontramos entre las aceras y la calzada— sean sometidos a un escrupuloso plan de limpieza que corresponde al Ayuntamiento de Madrid. En otras ocasiones, por ejemplo, con la borrasca Gaetan que pasó por Madrid días después de Filomena en enero de 2021, se realizó una operación exprés para identificar y limpiar aquellos puntos críticos que pudieran dar lugar a inundaciones.

El testigo pasa entonces del Canal al Ayuntamiento y ahora, a las empresas adjudicatarias de las contratas de la limpieza en la capital, privatizada desde hace una década.

"Este año en la campaña de la hoja se está haciendo menos contratación que ningún otro año", explica a El Confidencial Pedro Morán, responsable del área en la delegación madrileña de Comisiones Obreras, "tenía que haber habido una previsión, porque ahora los trabajadores tienen que hacer un trabajo que no les corresponde: quitar de las alcantarillas y desagües la hoja, que tenía que haber estado quitada de antes para que traguen agua". El sindicalista no puede precisar cuántos trabajadores menos ha habido este año con respecto a los anteriores. "No nos han dado la cifra".

placeholder El martes ya se podían ver aceras inundadas pese a que las lluvias fueron débiles. (EFE)
El martes ya se podían ver aceras inundadas pese a que las lluvias fueron débiles. (EFE)

Un vídeo realizado por el periodista Marcos Crespo en el subterráneo inundado de Banco de España apuntala esta tesis. Una mirada atenta a los bordes de ese agua negra muestra precisamente eso: materia orgánica en descomposición.

Llegamos así al punto clave. El que une casi todo lo malo que pasa en la capital: inundaciones en Alcalá o Atocha, jabalíes que el año pasado tomaron —se capturaron 84 ejemplares en una batida— los barrios del norte de Madrid, las ratas que este verano intimidaban a los vecinos de Vicálvaro, el mal olor que sofoca a los habitantes del sur de Madrid y ha obligado recientemente al ayuntamiento a invertir otros 1,7 millones de euros para localizar su origen o si podría estar relacionado con las fugas del pestilente y anti-climático gas metano que la Agencia Espacial Europea detectó en las proximidades del vertedero de Valdemingómez. Y por supuesto, los montones de residuos acumulados en torno a los contenedores de toda la ciudad que los madrileños y turistas fotografían y suben cada día a Twitter o Instagram.

Todo apunta a lo mismo, a la crisis que la ciudad de Madrid tiene desde hace años con los residuos. Los alcaldes de un partido u otro pasan por el Palacio de Correos, pero la basura se mantiene ahí, tan eterna como el cielo, parte del paisaje, idiosincrasia de la capital.

Historia de la basura en Madrid

La época en la que el madrileño de a pie se mostraba orgulloso de la limpieza de su ciudad sencillamente no existe. Samuel Amago, profesor español en la Universidad de Virginia, ha estudiado mucho la relación entre la basura y el espacio urbano. Recientemente, ha publicado (en inglés) un libro titulado Basura: Cultures of Waste in Contemporary Spain que pone el foco en un hecho trascendental: la huelga de basuras que paralizó Madrid en noviembre de 2013. De alguna forma, aquel escenario, con los contenedores enterrados en bolsas de basura y olores desagradables en cada barrio, nos preparaba para el futuro.

Las imágenes que entonces nos sobrecogían han acabado por resultar rutinarias hasta el punto de no poder decir si pertenecen a aquella huelga, a la que hubo en 2017 o al jueves pasado.

placeholder Restos de basura tras la huelga del 2013. (Chema Angullo /EFE)
Restos de basura tras la huelga del 2013. (Chema Angullo /EFE)

"Siempre recuerdo la suciedad especial de Madrid, particularmente cuando era niño y frecuentábamos con mis padres las cafeterías y bares", recuerda Amago, que ha pasado su vida a caballo entre España y Estados Unidos. "Si repasa los periódicos y revistas españoles de los años 80, mucha gente se quejaba de la suciedad de los espacios públicos, y se decía que tanta basura era impropia de una capital. Pero Nueva York también era más sucia antes, lo que pasa ahora es que hay más plástico y el plástico no desaparece nunca".

El origen de todo

Hasta hace una década, la relación de los madrileños con la basura era bastante sana. En 2001, la plaza Jacinto Benavente estrenaba una estatua de bronce en homenaje al barrendero, erigida en gratitud a esta figura tradicional que durante décadas ha mantenido limpias las calles de la capital. El de la escultura de Félix Hernando corresponde a uno de los años 60, época en la que todos eran trabajadores municipales.

placeholder 'El barrendero de Jacinto Benavente', inaugurada en 2001. (Javier Lizón/EFE)
'El barrendero de Jacinto Benavente', inaugurada en 2001. (Javier Lizón/EFE)

Como en todas partes, los tiempos cambiaron y en el siglo XXI la limpieza de la capital ya se hacía por medio de concesiones a las constructoras. En este caso, FCC era la responsable cuando llegó el origen de la situación actual.

David Ortega, catedrático de Derecho Constitucional en la Universidad Rey Juan Carlos, fue concejal por UPyD en aquella legislatura entre 2011 y 2015 donde sucedió todo. Centrado en la academia y la docencia, alejado de la política desde hace años, nos provee del contexto general. A finales de 2011, Alberto Ruiz Gallardón dejó el ayuntamiento por el Ministerio de Justicia y fue sustituido por Ana Botella. En la oposición estaban, además de él, Jaime Lissavetzky (PSOE) y Ángel Pérez (IU), que no podían hacer mucho más allá de criticar las medidas, dado que el PP tenía mayoría absoluta.

"Cuando llegué al ayuntamiento, creo recordar que el servicio de recogida de basuras era bueno, funcionaba, incluso había un camión que retiraba muebles", recuerda Ortega. "El problema de fondo era la enorme deuda que tenía el ayuntamiento".

Foto: Una persona cruza una calle anegada de agua en Madrid capital.  (EFE/Juan Carlos Hidalgo)

Gallardón aprovechó su primera legislatura (2003-2007) para reformar la M-30 dando paso a los túneles que hoy se asocian indisolublemente a su figura. Ese proyecto (Calle 30) llevó la deuda del consistorio por encima de los 6.000 millones de euros. Inicialmente el déficit parecía controlado, pero en 2012, al entrar Botella en el ayuntamiento, afloraron unas facturas ocultas, en realidad pagos atrasados a proveedores, que volvieron a elevar la deuda hasta los 7.429 millones.

En paralelo a esto: un tercio del presupuesto municipal de Madrid corresponde a las tareas de limpieza. Si había que apretarse el cinturón, estaba claro quién se iba a llevar el primer tijeretazo. En junio de 2012, Botella planteó que la basura se recogiera cada 48 horas en lugar de a diario, como ocurría hasta entonces. La oposición protestó, pero la crisis económica también hizo que el nivel de residuos bajara en la capital y, poco a poco, todo se fue alineando. El ayuntamiento presentaría en 2013 un contrato más reducido que el anterior para cuadrar las cuentas que obligaría a las constructoras a ofrecer un servicio de limpieza con menos trabajadores en las calles.

"Es normal que una deuda tan fuerte acabe repercutiendo en los servicios", dice Ortega, "nosotros criticábamos por entonces que no se trabajara en otros despilfarros en los que incurría el ayuntamiento".

Foto: El paso de la borrasca Efraín ha dejado intensas lluvias en el norte extremeño que han provocado numerosos problemas, como es el caso de la población cacereña de Zarza de Granadilla. (Efe/Eduardo Palomo)

Otra cosa que hizo Botella para equilibrar los balances fue extender este acuerdo mucho más allá de su mandato. "El contrato duraba diez años", recuerda Ortega, "nosotros le criticamos que al hacer esto estaba hipotecando a los futuros alcaldes de Madrid". El contrato entonces era de 2.317 millones de euros a repartir en seis lotes, que se adjudicaron a las mayores constructoras del país, solas o agrupadas en una UTE: FCC, Sacyr, OHLA, Acciona, Urbaser, Cespa y Ascan. El último contrato de basuras negociado por Almeida fue de 1.636 millones de euros anuales.

2.317 millones de 2012 frente a 1.636 de una década después, ¿cómo es posible? Con 411 barrenderos menos que hace una década. Eso sí, ahora cuentan con un centenar más de vehículos de limpieza.

Tradicionalmente, el madrileño promedio, cuando le preguntaban cuál era a su juicio el mayor problema de la ciudad solía decir dos cosas: el tráfico o el paro. La limpieza de las calles no solía estar entre las primeras cinco prioridades de las encuestas del ayuntamiento. Sin embargo, en 2012 comenzó su ascenso desde el noveno puesto en la lista de preocupaciones y, en cuestión de un par de encuestas más se alzó con el liderato: la basura en las calles ya era lo que más mosqueaba a los vecinos de la capital. En este punto cabe recordar que en noviembre de 2017, ya con Carmena como alcaldesa, el sector de la limpieza se puso en huelga aunque la desconvocó a las 24 horas. Los sindicatos que representaban a los, por entonces, 1.600 trabajadores lograron amarrar un aumento de la plantilla en 69 personas y una subida de sueldo.

El asunto se ha mantenido todos estos años como el principal problema, aunque en la última encuesta pasó a ser el segundo, por detrás del tráfico.

La basura, un tema político

Además de la cantidad del debate también está la calidad. Por aquel entonces fue también cuando el asunto de la basura comenzó a elevarse. De ser un tema técnico y de fondo, es decir, solucionable, pasó a formar parte del argumentario político contra el alcalde de Madrid que estuviera en cada momento. O dicho de otra forma, se ha convertido en un asunto irresoluble, porque solo activa a una mitad de la población cada cuatro años.

Quienes hoy critican —con razón— a Almeida por las basuras de Madrid estuvieron durante la legislatura de Manuela Carmena sin decir ni pío, y los que la criticaban —con razón— ahora silban al pasar junto a un alcorque devenido en vertedero.

Esto no es una opinión ni una conclusión extraída de una amalgama de tuits seleccionados. Si atendemos a la encuesta de satisfacción que el ayuntamiento realiza entre los vecinos, observamos cómo en función de si uno se identifica con la izquierda o con la derecha va modificando la forma en la que ve la limpieza de la ciudad.

Paradójicamente, en la última encuesta, realizada este año, la limpieza ha dejado de ser una pregunta. Ahora se sustituye por la opinión sobre reformas o proyectos como los del Plaza de España o Madrid Nuevo Norte. De alguna forma, al consistorio ha dejado de interesarle la opinión de los vecinos sobre la limpieza de la ciudad. Como los peces del ensayo de David Foster Wallace que al encontrarse a un pez viejo que les dice "buenos días, chicos, ¿cómo está hoy el agua?" se miran y se preguntan "qué demonios es el agua", en Madrid de tanto ver residuos a nuestro alrededor hemos perdido la capacidad de distinguirlos del mobiliario urbano.

Otro ejemplo de esto son las quejas remitidas al ayuntamiento pidiendo que se vacíen los contenedores o se limpien las calles, que el consistorio clasifica eufemísticamente bajo el epígrafe sugerencias, quejas, reclamaciones o felicitaciones. También goza de una envidiable estabilidad. Después de varios años padeciendo el problema de la basura, los vecinos no se quejan más sino igual.

"Los humanos podemos acostumbrarnos a casi cualquier cosa", sugiere Amago. "Depende un poco de la sociedad, y de qué tipo de basura es. A lo largo del siglo XIX, en las grandes ciudades occidentales los caballos creaban miles de toneladas de abono que se tenía que recoger y utilizar. También circulaban cerdos urbanos que se comían los restos orgánicos. Nueva York todavía tiene grandes problemas con las ratas; el nuevo alcalde ha declarado guerra a la rata como lo hicieron casi todos sus precursores". Este escritor lleva razón en que todos, al final, concebimos la basura que creamos en nuestros hogares y negocios como algo que desaparece al depositarla fuera de casa, aunque sea en la acera, porque ya no es nuestro problema sino el del ayuntamiento, al que estamos pagando una tasa de basuras para que eso se volatilice.

El problema es que no lo hace.

"Sabemos que la basura no va a ningún lado si no es recogida, enterrada, reciclada o quemada", añade el profesor de la Universidad de Virginia. "Todos queremos vivir en un sitio libre de basura, pero la desaparición de la basura es mentira: todavía está ahí, debajo de la ciudad o en las afueras, en las periferias, en el agua, en el aire, debajo de la tierra". Amago recuerda que la antropóloga Mary Douglas definió la basura como materia fuera de lugar. "Pero lo que ocurre ahora con el plástico es que ya no hay otros lugares: está en todos lados y también dentro de nosotros mismos". De hecho, se han encontrado microplásticos incluso en la placenta.

Puede parecer una digresión para tratar de estirar el chicle de este reportaje, pero nada de eso amigo lector. A lo que vamos realmente es a precisar cuánta culpa tenemos nosotros, los vecinos de Madrid, de toda esta situación. Por mucho que nos quejemos de la basura, la seguimos produciendo. ¿Estamos llenando los contenedores de la ciudad muy por encima de las posibilidades de nuestros sistemas de recogida de residuos? ¿Cómo encaja en todo esto el modo de vida que hemos adoptado desde la pandemia, con pedidos frenéticos a Amazon o comida a domicilio, que incrementan aún más el volumen de basura a nuestro alrededor?

¿Podemos seguir diciendo la frase...

"Nunca he visto Madrid tan sucio"

...sin atribuirnos nada de culpa por ello?

Veamos.

"Una de las maniobras más inteligentes del capitalismo de usar y tirar fue convencer a los ciudadanos que somos los responsables de la basura, con el reciclaje, etcétera", opina Amago. "Pero Amazon es la entidad que se beneficia más de esa maniobra, igual que antes lo hicieron, y aún lo hacen, las grandes cerveceras o empresas como Coca Cola: es mucho más fácil hacer que los consumidores tiremos las botellas que recogerlas, limpiarlas, volverlas a llenar y redistribuirlas". Para él, la basura es solo la consecuencia de un modelo capitalista de consumo que optimiza de esa forma el crecimiento.

Quizá les sorprenda saber que, según los datos del propio Ayuntamiento de Madrid en los últimos años, el volumen general de residuos está estable e incluso con tendencia a la baja, aunque aún falta recoger los datos de 2022 al completo.

Las manos para recoger esos residuos, sin embargo, son menos cada vez. "Si para tener Madrid limpio hacen falta dos trabajadores para 50 calles", ejemplifica Morán, "pues ese trabajo lo está haciendo uno que, al final, tiene su horario, por lo que un trabajo que antes estaría muy limpio ahora es deficiente y no está tan limpio, aunque los trabajadores estén al 200%, como suele ocurrir".

El último contrato suscrito por Almeida tiene fecha hasta 2027. Para este representante sindical, las condiciones ofrecidas "son deficientes, por lo que seguiremos viendo esto". Parece haber una entente entre el consistorio, los sindicatos, los trabajadores y las adjudicatarias, como equipos que no están jugando bien y buscan acabar el partido en empate. "No hemos ido a peor, pero tampoco hemos mejorado".

Roma es considerada actualmente el basuródromo de Europa, y de hecho la incapacidad de organizar la recogida de la misma fue el detonante de la caída de Mario Draghi y su reemplazo por Giorgia Meloni. Quizá sea la hora de abandonar nuestro seguidismo y reivindicarse por encima de la Ciudad Eterna como el reino de la mugre, que Madrid reclame su verdadero lugar y glorifique los contenedores sepultados en bolsas negras, escombros y radiadores viejos como una tradición más de la capital. No en vano, en su obra El Rastro de 1914, Ramón Gómez de la Serna se inspiraba precisamente en ella: "algún baúl, algún muñeco, algún mueble abultado, llaman la atención, sobresaliendo sobre la menuda basura reunida en pequeños montoncitos".

¿Qué pasó exactamente para que el pasado miércoles por la noche el agua entrara en la estación de Banco de España como si fuera a perder el último metro? En cuestión de hora y media, varias arterias importantes de la capital entraron en modo veneciano, las líneas 2, 4, 5, 6, 7 y 11 de metro tuvieron que suspender sus servicios al estar inundadas varias estaciones, la circulación de Cercanías también se vio afectada durante horas y los bomberos tuvieron que realizar 140 intervenciones de urgencia.

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