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La nueva Plaza de España no es apta para el postureo en Instagram, todavía
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La nueva Plaza de España no es apta para el postureo en Instagram, todavía

Como empezó con Carmena y terminó con Almeida, no hay forma de politizar esta remodelación y eso sí que es un logro

Foto: Panorámica de Plaza España.
Panorámica de Plaza España.

“Tía, vamos al árbol que aquí no hay nada”. El árbol es el abeto plantado en una esquina de Plaza de España con sus bolas y sus caramelos gigantes. Ellas, dos veinteañeras buscando fondo para ilustrar sus perfiles. No lo han tenido fácil. El adorno navideño es de lo más verde que se puede encontrar en la remodelada Plaza (spoiler: está muerto y será leña). Los madrileños que votaron el proyecto “Welcome Mother Nature”, el ganador, tendrán que esperar unos años para que llegue la madre naturaleza con todos sus avíos porque la jardinería es un erial y los árboles lucen tísicos, vendados y con unas hojas amarillo pálido los que no se han quedado, otoño mediante, en pelota picada.

El primer día de la nueva plaza ha sido pésimo para las fotos. Luz de invierno europeo y lluvia que no levanta ni el filtro más generoso de la red social donde todo es “forzosamente bonito”. Los jubilados no son muy de “selfie” y en la inauguración eran mayoría. Los que durante más de dos años y medio han roto las mallas de la obra para fisgar el Palacio de Godoy o los muros de las caballerías, han regresado para certificar el final de la faena. El patrimonio se ha puesto a salvo y el tráfico, como ya inventó Gallardón, se ha escondido, que es la mejor manera de sobrellevarlo. Madrid ha aprendido a enterrar y el Ayuntamiento ha decretado el final de los “scalextric”.

Foto: Nueva Plaza de España de Madrid

La gran virtud de esta obra es que ha ventilado una plaza degradada desde hace décadas. Hoy es un luminoso 'hall' que da, o dará, acceso al Templo de Debod, Casa de Campo, Campo del Moro, Plaza de Oriente o la Gran Vía. Se podrá pasear de corrido salvo si eres una ardilla, que tendrás que bajar al suelo para ir de árbol a árbol. Hay una enorme explanada de exquisito empedrado en la que podría aterrizar un helicóptero o celebrarse un concierto de Manu Chao.

Los columpios son de un postindustrial galvanizado y sin aristas para evitar el corte y el tétanos. Hay riesgo de confundirlos con esculturas. Si se sube en una sin neumático es vandalismo. Lo más divertido es una torre con toboganes gigantes, faltaban niños en este lunes lluvioso pero llegarán. También los “botelloneros”. Lo más inquietante es una gigantesca ballena varada de tonos verdes que se anuncia como futura cafetería. El alivio para los sentidos es que se han esfumado los olores del Chino de “plazaspaña” y se han evaporado los orines de lo sombrío.

Foto: El paso elevado de Joaquín Costa, ya desmantelado. (EFE)

El gran hallazgo lo encontramos en la política. Como se diseñó con un gobierno de izquierdas y se termina con uno de centro-derecha, se pueden proclamar las bondades de la “continuidad institucional”; una coartada perfecta para que nadie cargue las críticas sobre una u otro. Es una mentira piadosa, no hay mejor escenario para esa continuidad que las propias instituciones y se maltratan con saña. Madrid está de estreno y sabe mantener sus nuevas señas de identidad, tiene su tramo de carril bici que no lleva a ningún sitio. Dicen las autoridades que la plaza lucirá más colorista en primavera y cuando los árboles cojan altura y frondosidad. Quizá entonces ese carril llevará a algún lugar.

“Tía, vamos al árbol que aquí no hay nada”. El árbol es el abeto plantado en una esquina de Plaza de España con sus bolas y sus caramelos gigantes. Ellas, dos veinteañeras buscando fondo para ilustrar sus perfiles. No lo han tenido fácil. El adorno navideño es de lo más verde que se puede encontrar en la remodelada Plaza (spoiler: está muerto y será leña). Los madrileños que votaron el proyecto “Welcome Mother Nature”, el ganador, tendrán que esperar unos años para que llegue la madre naturaleza con todos sus avíos porque la jardinería es un erial y los árboles lucen tísicos, vendados y con unas hojas amarillo pálido los que no se han quedado, otoño mediante, en pelota picada.

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