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Gran colofón de la feria de otoño

¿Histérica o histórica?

Lleno de no hay billetes con ambiente de acontecimiento como hacía años no se vivía en Las Ventas. Tarde de perfectas condiciones para el toreo, agradable de temperatura y con ausencia total de viento

Foto: El diestro peruano Roca Rey sale a hombros tras el festejo taurino del Día de la Hispanidad. (EFE/Borja Sánchez-Trillo)
El diestro peruano Roca Rey sale a hombros tras el festejo taurino del Día de la Hispanidad. (EFE/Borja Sánchez-Trillo)

Plaza Monumental de Las Ventas, 12 de octubre de 2022.

Corrida de la Hispanidad, gran colofón de la feria de otoño.

Lleno de no hay billetes con ambiente de acontecimiento como hacía años no se vivía en Las Ventas. Tarde de perfectas condiciones para el toreo, agradable de temperatura y con ausencia total de viento.

Sonó el himno nacional al acabar el paseíllo.

Seis toros, más dos sobreros, de Victoriano del Río, de entre 534 y 599 kilos. Bien presentados en general, serios por delante y con trapío, sin estridencias salvo el cuarto. Limitados de fuerza y sin malas intenciones salvo el sexto. El primer sobrero fue pitado por falta de remate. Ovacionado en el arrastre el segundo sobrero, que embistió con brío y humillando. Muy serio el cuarto que acabó apuntillado en la plaza tras recibir Talavante los tres avisos. Se corrió turno lidiándose el sexto en quinto lugar por encontrarse Roca Rey en la enfermería, atendido de un fuerte golpe en su muñeca izquierda al lidiar a su primero, resultó excelente por el pitón izquierdo, embistiendo con temple por abajo y hasta el final. El sexto, con mucho más peligro del que aparentó.

Gran tercio de banderillas de Juan Carlos Rey y El Algabeño que saludaron desde el tercio.

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Alejandro Talavante, de teja y oro, silencio y bronca tras tres avisos.

Roca Rey, de grana y oro, dos orejas tras aviso y silencio.

Franciso de Manuel, de blanco y oro, oreja y dos orejas.

“Pues mi mujer cuando se enfada se pone histórica”. “Será histérica”. “No, no… histórica”. Lamentaba ante su amigo un represaliado cónyuge con precisión adjetiva de otros tiempos. Se ve que el hombre en trance de discrepancias con su todavía consorte sufría el recuerdo detallado de sus propias faltas en orden riguroso y cronológico y, para más inri, visto el tono lastimero y resignado de la queja, con volumen vocal agudo y de exponencial geométrico. La esposa, de natural precisión milimétrica en el recuerdo, debía exponer con profusión y genio situaciones, pasividades y reacciones que, con el cúmulo marital estándar, le resultaban al citado abrumadoras y desoladoras en su frecuente y vengativa traída a colación.

En términos generales, es más consecuente al enfado la histeria que la historia, pero ay de quien ose escudriñar las motivaciones de una mujer decepcionada. La traída al presente del pasado es un vicio difícil de evitar. Y suele ser piedra puntiaguda en el zapato de una relación. Si la invocación se vuelve colectiva, o al menos numerosa, las consecuencias pueden ser devastadoras en el orden emocional. Y seguí, como si nada, bajando las escaleras tratando de comparar en mi absurda deriva mental una mujer casada con la afición de Las Ventas.

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Y en esa diatriba innecesaria, en esa precisa duda, de poner la 'e' o la 'o' para describir esta tarde, me hallaba empujado y absorto cuando el grito de los que esperaban al pie de la puerta grande me impidió resolución. Levanté yo la mirada y entre la luz de mil móviles —tratando seguro sin éxito de captar cierta emoción e impidiéndoles captarla también a sus portadores— aparecieron en vuelo dos sonrisas descomunales y bien vestidas de luces. Dos toreros diferentes que hoy sí que han hecho historia, eso lo tengo claro. Con menos de 25 años, cinco orejas a sus hombros, 100 pases en los bolsillos, dos toros muy bien 'mataos' y también algunos pitos.

Una tarde tan histórica en una plaza tan histérica me dejó gusto agridulce al pie de las mieles del triunfo. Chocaron contra mis dudas unos cuantos policías que hacen ahora del rito de salir por la puerta grande una procesión privada, frenética y violenta. Pasillo de seguridad a quien se acaba de jugar la vida, ¿de verdad creen que hace falta? Vulgar exhibición de fuerza para justificación de sueldos y regocijo de sofisticados operativos. La falta de naturalidad en la cumbre del toreo, que es salir en hombros de la plaza de Madrid, está alcanzando cotas que rozan el caricaturesco subgénero dramático de la farsa.

Tarde histórica de Roca que vence las reticencias de históricos de los tendidos que, con toda su histeria a cuestas, le recuerdan en cada pitido, en cada protesta y queja, lo histórico de su figura, lo sólido de su grandeza. Después de devolver dos toros por clara falta de fuerzas, salió el segundo sobrero montado a sus propios lomos, alto como un Everest y con seis cientos de kilos. Faena típica de Roca. De corazón en los puños desde el primer muletazo. De hacerle pasar al toro por todo su alrededor. De estirarle los inicios y triplicar los remates de tandas a tumba abierta. Corearon los históricos con sus histéricos gritos algunos leves desajustes, algún paroncillo del toro por verse descolocado y algún minúsculo enganche que conseguía el de Victoriano con su obsesivo punteo. Como también se desgallitaron formando un innoble coro que protestaba los cites más puros que nunca han visto, los pases más ajustados y los más emocionantes remates que vean en mucho tiempo. No sé si histéricos o históricos siempre gritan a destiempo.

Francisco de Manuel, bien al contrario, encontró el apoyo típico de quien quiere a otro hacer daño. En volandas desde el principio honró tamaña confianza con soberbios naturales al final del sexto toro que finalmente se hizo quinto. Gran torero que sublima el arte del por abajo. Trincheras y trincherillas decoraron con gran nota los pases fundamentales en los que arrastra la muleta. Si en Madrid lo haces despacio, el ole que lo acompaña le hace vibrar a cualquiera. Son esos gritos tan roncos como resultan unísonos. Son la histeria colectiva por la belleza que explota. Son la prueba, hoy lo hemos visto, de que el toreo es arte y hace vibrar los tendidos.

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Talavante toreó un toro con la pulcritud de un cirujano. Sacó más de lo que tuvo al impresionante cuarto. Los pinchazos previsibles a un toro que nunca humilla parecieron hacer mella en el ánimo de otro histórico matador que pareció, de repente, renegar de su amado oficio. La falta de preocupación por escuchar tres avisos arengaron a las masas que habían venido a gritar. Fue una fea escena, la dilación de la muerte, los intentos de Florito por retirar al morlaco y la ventaja del burladero para darle finiquito.

Gran colofón en otoño con tarde para la historia. Parón hasta primavera que espero rebaje la histeria de este matrimonio colectivo que empiezan a ser Las Ventas.

Plaza Monumental de Las Ventas, 12 de octubre de 2022.

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