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Feria de San Isidro | Pardillos

Algo menos de media plaza, de las entradas más flojas, en tarde agradable y con algunas rachas de viento que molestaron en la multa

Foto: El diestro Juan Leal, durante su segundo toro. (EFE/Kiko Huesca)
El diestro Juan Leal, durante su segundo toro. (EFE/Kiko Huesca)

Plaza Monumental de Las Ventas, 2 de junio de 2022.

26ª de la Feria de San Isidro.

Algo menos de media plaza, de las entradas más flojas de la feria, en tarde agradable y con algunas rachas de viento que molestaron en la multa.

Seis toros de Fuente Ymbro de entre 532 y 572 kilos, todos ellos cinqueños. Impresionantes de presencia. Cuajados, serios, voluminosos, con peso, pecho y caras de las que asustan. Tremendamente ofensivos. Lo mejor es que a pesar de montarse en los primeros tercios no eran demasiado altos. Precioso el cuarto, un jabonero sucio que era un pintura de toro con trapío. En general con dificultades también muy serias, sentido propio de su avanzada edad y con embestidas descompuestas que, con movilidad, lograron engañar a ciertos sectores de los tendidos por momentos que exigieron desproporcionalmente a la terna

Juan Leal, de salmón y oro, oreja, ovación tras aviso y silencio tras aviso.

Joaquín Galdós, de blanco y plata, silencio y silencio.

Rafael González, de azul marino y oro, que tomaba la alternativa, resultó cogido en las postrimerías de la faena de su doctorado. Pasó a la enfermería sin poder rematar su toro a pesar de intentarlo repetidas veces tras la cornada.

El parte facultativo del doctor García Leirado dice: "Herida por asta de toro en cara anterior, en el tercio proximal del muslo izquierdo, con una trayectoria ascendente de 20 centímetros que rodea músculo sartorio, desgarra músculo recto anterior, y alcanza espina ilíaca anterosuperior izquierda. Contusión de clavícula izquierda pendiente de estudio radiológico. Es intervenido bajo anestesia general y trasladado al Hospital Fraternidad Muprespa-Habana. Pronóstico: grave".

Foto: Rafael González sufre una cornada. (EFE/KikoHuesca)

Saludó montera en mano Roberto Blanco en el quinto tras un meritorio tercio de banderillas.

Ha sido un día de pardillos. De pardillos agresivos que con la razón nublada y defendiendo su instinto la emprenden a puñaladas. Un torero malherido y una fiesta desangrada resumen el resultado de la sinrazón de los brutos. Pardillo era un paño tosco, tela grosera y parda que en el siglo XVIII usaba la gente humilde y pobre que no podía permitirse otro trapo más decente o un tejido colorido. Género abaratado por la ausencia de los tintes que terminaba uniformando a la clase más austera, a la gente del pardillo. Gente del pardillo. Gente de campo o pobre señalada por sus grises, por sus hábitos —ropa y costumbres— que resultaban delatores. Destacaban por abajo y eran identificados y agrupados por su clase: los pardillos.

Este jueves la proporción de pardillos me ha parecido desbocada. Menos público que otros días y más imbéciles que nunca. Esos que basan su conocimiento en que vienen casi siempre. Como si una oveja, en la felicidad de su prado, que viera pasar 10 trenes en el rumiar de sus días, pretendiera saber algo de ingeniería ferroviaria y del sofisticado diseño de redes de infraestructuras. A un pardillo tras veintisiete días de festejo podría justificársele cierto malestar interno. Una enervación creciente, acumulada en la piedra, comprimida este año a fuerza de triunfos más que contados y encima de las figuras. Pero es que no tiene perdón que lo hagan este día. Sacan su mala intención y les retroalimenta el eco. Se escuchan a ellos mismos al no taparles el resto. Este jueves aplaudíamos pocos porque otros no vinieron. Sus protestas y sus palmas, sus insultos y correcciones tomaban cierta importancia en el silencio respetuoso de los tendidos sensibles y en el callar obligado de los tendidos vacíos.

Queriéndose poner a favor de toros del todo imposibles hicieron imposible el éxito. Sus borreguiles prejuicios, sus tics y sus tocs histéricos, caían como puñaladas sobre los dignos toreros. Rumian sus tres chascarrillos, vociferan arroncados, aplauden sus comentarios en depravada condescendencia, tan típica de las bandas. Hasta sueltan alguna risa mientras la muerte rodea el futuro de quien se pone a dos deditos de un toro. Pardillos que se unifican en torno a un pañuelo verde, que hoy el tinte es más barato, y esa tela da la orden de devolver al morlaco. Logro que si consiguen está entre sus más altos triunfos, entre su placer más oscuro, entre sus objetivos prioritarios. Ganas de devolver. Con eso van a la plaza. Con eso me marcho de ella. Sobre todo cuando su criterio lo veo tan a la deriva y para aclamar a un toro ningunean una vida.

Los toros eran de seis años, dos pedazos de pitones y demasiadas libras. Pero eso no era lo malo. Lo malo eran las ideas. Las miradas al pasar o al iniciar la carrera. Había que estar muy firme para dar dos muletazos. Y los toreros de este jueves han entregado su vida. Pardillos adoctrinados, confundidos en tres charlas, borrachos de anacronismos, embriagados de nostalgia, defensores de la nada, daban este jueves palmas de tango, pitaban a Juan Leal, protestaban a Rafael González en trance de alternativa. Pardillos de tal frustración que acaban repartiendo estopa al diestro más entregado, en el lance más difícil, en su siniestro concepto de parecerse más sabio. Pardillos con mala intención que este jueves le dieron puñalada al esfuerzo que sostiene la grandeza de lo nuestro. Protestando tanta entrega, queriendo enterrar toreros –este jueves podrían haberlo logrado a base de forzar arrimones-, arruinan la evolución del escalafón y la justicia que siempre reinó las carreras de quien quisiera ser figura.

Otro bruto a ras de suelo que respondía por Pardillo le dio puñalada a un torero en el borde de la ingle. Navajazo muy muy seco que buscaba sus entrañas. Cuchillada a la ilusión de tomar la alternativa en la mejor plaza del mundo, ¿paradoja o mentira? Yo no lo tengo claro. Increíble el desempeño de un torero tan nuevo con el cornalón primero. Firme, con temple y con técnica, le sacó unos muletazos al toro de Fuente Ymbro que ni el toro se esperaba. Cornada de frente a la bestia interpretando bernardinas. Intentó tomar venganza matando a su agresor, pero fallaron las fuerzas.

Juan Leal lo dio todo con el jabonero sucio. Se metió entre los pitones sabiendo que no saldría. Eso que pitaban algunos, hay que hacérselo a ese toro. Ocuparle el espacio a un toro flojo y pastueño me parece una ventaja. Pero ponerle los muslos a semejante espécimen, pleno de facultades, dotado de tal calibre y con la intención tan clara de no ser menos que nadie, me parece que reclama un triunfo mucho más grande que el de aguantar a tres tontos diciendo que eso no vale.

Foto: El diestro Morante de la Puebla da un pase a un toro durante la corrida de la Beneficencia de la Feria de San Isidro, presidida por Felipe VI. (EFE/Rodrigo Jiménez)
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Podría haber redondeado un triunfo de puerta grande tras la oreja del primero. Los absurdos, los protestas, descarrilaron el tren que merecía coger el valeroso torero. Otro que vieron pasar mientras rumiaban sus penas. Mucho pardillo agresivo repartiendo puñaladas. Uno a un torero nuevo, los otros a toda la plaza.

Plaza Monumental de Las Ventas, 2 de junio de 2022.

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