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Feria de San Isidro | La tarde de Brian
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PLAZA DE TOROS DE LAS VENTAS

Feria de San Isidro | La tarde de Brian

Tomás Rufo de corinto y oro, silencio y oreja con fuerte petición de la segunda, que el presidente negó con duro criterio. Pasó por la enfermería en el cuarto toro y volvió a la lidia sin aparentes consecuencias

Foto: El diestro Tomás Rufo. (EFE/Zipi)
El diestro Tomás Rufo. (EFE/Zipi)

Plaza Monumental de Las Ventas, 3 de junio 2022.

27ª de la Feria de San Isidro.

Lleno de no hay billetes en tarde agradable, sin demasiado viento pero con algunas rachas muy molestas.

Seis toros de Puerto de San Lorenzo de entre 525 y 590 kilos. Bien presentados, aunque algo por debajo de la media de esta feria en cuanto a trapío y pitones, lo que dice mucho a favor del nivel de los toros de este año. Corrida baja y sin estridencias, algunos fueron levemente pitados de salida y su floja condición y repetidas caídas aumentaron los decibelios de la protesta. Precioso el primero y el más serio el sexto. Con dificultades en general y faltos de bravura, fríos en los primeros tercios y la mayoría cantando la gallina al final. Sin rematar las embestidas y echando también las caras arriba por falta de fuerzas, especialmente flojo el tercero, muy protestado. Cuarto y quinto con algo más de fondo, pero con las fuerzas justas, lo que deslucía los encuentros. El mejor, el sexto que lució en la muleta de Rufo con una embestida seria y noble. Se desarrolló casi todo el festejo entre las protestas de los de siempre.

José María Manzanares de burdeos y oro, ovación y palmas tras aviso.

Alejandro Marcos, que confirmaba alternativa, de rosa palo y plata, silencio tras dos avisos y silencio tras aviso.

Tomás Rufo de corinto y oro, silencio y oreja con fuerte petición de la segunda, que el presidente negó con duro criterio. Pasó por la enfermería en el cuarto toro tras una tremenda voltereta mientras realizaba un quite por navarras al segundo de la tarde. Volvió a la lidia sin aparentes consecuencias.

Otra vez Fernando Sánchez desmonterado en su tercio de banderillas, camino de ser reclamo de cartel, como los banderilleros de antaño.

Tuve que decirle calma. Al guiri saltón y ruidoso apostadito a mi vera. Un amigo de un amigo que conoce a alguien que pinta, de mandar, no de hacer cuadros, dona en tarde de expectativas dos pases de callejón que, Dios le bendiga, me sientan al lado del guiri que con cierto desahogo denominé como saltón. Saltos daba desde luego. Vino de Estados Unidos a darse un salto a la feria. Pero su capacidad de brinco no se limitó a línea aérea. No paró quieto un segundo en el poco espacio que deja la protección de los vips casi, casi a ras de arena. Son esos espacios angostos que más te acercan a un toro sin tener que vestir seda.

Son esos espacios angostos que más te acercan a un toro sin tener que vestir seda

Me pareció un iluminado el tal Brian —nombre ficticio—, no solo porque me lo presentaran como el mayor empresario del mundo del sector de luminaria. Me pareció que brillaba con la emoción de los toros. No era su primera corrida, eran sus primeras Ventas. Y su primer callejón. Agotó la batería a fuerza de video-llamadas antes de que toreara Rufo. Manos a la cabeza con el puro entre los dedos eran preludio de saltos con el puro entre los dientes. Su Rolex Oyster Perpetual, ese que se carga solo, se llevó energía cinética para dos generaciones. Miraba indistintamente al ruedo, al iPhone y al que suscribe. No encontrando en inglés expresiones con las que formar ninguna pregunta adecuada, su mirada de sorpresa, su sonrisa a plena cara, sus manos sobre la cabeza y sus saltos compulsivos reclamaban comprensión sobre lo que le estaba pasando.

"Calma", le dije calmado. "Espere a que salga el toro". Me temía lo peor en su encuentro con los de El Puerto. Porque, aunque hayas visto toros en cualquier plaza de España, el impacto de un morlaco que pase sorteo en Las Ventas, y recién aterrizado, podría tener consecuencias. Visto a la altura de uno, ese toro de Madrid, no es lo que ves en la grada. Quizá distancia y perspectiva tuercen óptica geométrica y empequeñecen los toros a partir de fila quince. Si no, no entiendo nada.

Brian paró un milisegundo con el paso del primer toro rozando nuestras narices. Ese ruido de galope, ese resoplido brusco, ese olor a adrenalina que te pasa por delante te deja sin energía. Se alejó el toro en su trote y la mirada de Brian con los ojos como platos venían a preguntar cuál era el siguiente paso. El devenir de la lidia excitó al americano hasta el punto de atraer los servicios de gobierno que velan por la compostura en esas entradas sin precio. Todo parecía ir bien, tendiendo a lo contenido. Le expliqué la ceremonia de ceder a un novel diestro un toro que no le corresponde para simular un comienzo. La confirmación de Alejandro le pareció medieval, estética y caballeresca. Aplaudió como un poseso.

Foto: El diestro Morante de la Puebla da un pase a un toro durante la corrida de la Beneficencia de la Feria de San Isidro, presidida por Felipe VI. (EFE/Rodrigo Jiménez)
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Temí que la ineficacia del confirmante en la espada despertara reticencias por la agonía del toro. Comprendió lo excepcional de tantos intentos de muerte y retomó su guiri-dinámica al picar el segundo toro. Ahí Rufo se va al centro y cita capote a la espalda. Brian cuelga y se me centra. Al segundo capotazo, Tomás salta por los aires. Los segundos que se pasa a merced de los pitones, la precisión con que le arranca el corbatín de su cuello y la insistencia del toro en hacer presa en el suelo me dejan al pobre Brian como una estatua de hielo.

Ni gritó ni saltó más. Ya solo miraba al suelo. Negaba con su cabeza lo que acababa de ver. Rufo deslavazado tratando de ponerse en pie. Miedo y riesgo a pocos metros recorrieron los tendidos pasando por nuestro asiento. Y eso lo notas seguro. Quedó impactado Brian y no dejé de pensar que en los toros hay futuro. Detectar esa energía, que hasta te tiemblan los huesos, sin tener ninguna idea de la técnica del toreo, solamente demuestra verdad y a la vez un gran misterio. Sé que Brian volverá.

Lo confirmó el comentario que hizo con Manzanares. "This is good". "Yes", le dije, y asintió con la cabeza. Pasó rápido al nivel de distinguir cualidades, de valorar experiencias. Le impactó tanto la pose, como el control y la estocada. Brian aprende rápido, se ve que es un tipo con luces. Aplaudió a rabiar la muerte de los dos toros de El Manzana que fueron dos estoconazos para meter en los libros.

Agotado de la tarde, aún le permitió el jet lag disfrutar de la faena más redonda en varios días. Rufo metiendo en la muleta al serio y buen toro de cierre. Brian queriendo entender lo que es profundidad, ritmo, cadencia y largura, exhibía su pulgar ahorrando cierta energía para salir por su pie. Le expliqué lo del pañuelo para premiar con oreja y su cara de extasiado no me dejó tranquilo en cuanto a la comprensión de democracia y porcentajes que rigen en nuestra fiesta. Sobre todo cuando después de decirle que el premio lo daba el público y otro ínclito presidente decidió no darle una segunda oreja. Cuando entendió bien la composición del trofeo que se daba, creí que lo perdería. "Brian, ya te lo cuento, si nos vemos otro día".

Plaza Monumental de Las Ventas, 3 de junio 2022.

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