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Feria de San Isidro | Nadal y guardar la ropa
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Plaza de toros de Las Ventas

Feria de San Isidro | Nadal y guardar la ropa

Acaba una feria con triunfos pero sin un Nadal de referencia. Hubo tardes importantes pero sin la corrida del siglo. Casi treinta días de toros y vistas las recaudaciones, salvamos el match ball

Foto: Corrida de la Prensa, último festejo San Isidro. (EFE/Zipi Aragón)
Corrida de la Prensa, último festejo San Isidro. (EFE/Zipi Aragón)

Plaza de toros de Las Ventas, 5 de junio de 2022

29ª y última de la Feria de San Isidro. Corrida de la Prensa.

Casi lleno en el cartel final de la feria. Tarde primaveral y agradable en un San Isidro sin rastro de lluvia desde hace años.

Seis toros de Victorino Martin de entre 522 y 574 kilos, muy bien presentados, serios, astifinos, agresivos de pitones, en el tipo de la casa. Veletos y cornipasos, con esa mirada atemorizante tan típica de Albaserrada. Cárdenos, largos y con todas las características de su encaste. Con dificultades en general, embistió con profundidad y clase el segundo de la tarde que fue el mejor del encierro. El resto embistió con la emoción que da la listeza de esta ganadería, pero sin la entrega ni la continuidad que han hecho legendaria los mejores toros de esta ganadería.

Antonio Ferrera de blanco y oro, silencio y ovación tras aviso.

Sergio Serrano de burdeos y oro, ovación tras aviso y silencio.

Román, que reaparecía tras su última cornada en esta misma plaza hace apenas una semana, de verde botella y oro, silencio tras aviso y silencio.

Ovacionados en banderillas José Chacón y, de nuevo, Fernando Sánchez.

Con inyección de españolismo entramos todos en la plaza. La conquista de París desde el sofá de tu casa enerva el nacionalismo del más crítico con la causa. La consecución de tal logro me la apunto yo en los genes. Si cualquiera nos pusiéramos en serio con una raqueta, repetiríamos sus triunfos, sus conquistas y sus bíceps. Es que somos invencibles, es que somos los mejores, es que a esfuerzo no nos ganan. Somos la furia española hasta tumbados en casa.

Ese orgullo apropiado del éxito de los paisanos adorna nuestra mediocridad y mejora nuestra autoestima. La propia y la colectiva. Somos grandes como Rafa. No nos importa el dolor, no cejamos los empeños, no nos justificamos nunca y nunca nos rendiremos. Compartimos pasaporte y eso reparte carácter. Si yo jugara esa final también ganaría seis cero. Que sucumba ante los Donuts, que me tome dos copillas, que me guste la panceta, son solo pequeños detalles que tapan mi consistencia de guerrero íbero-moro que no se rinde en la pelea. Ese fondo que Rafa tiene, y que es consustancial al hecho de haber nacido en España, creo que la luzco poco vista la agenda de mis semanas. No abundan entrenamientos, ni sacrificios, ni penas que sean monedas de cambio con triunfos, logros o victorias.

Pero si Nadal ha podido es que nosotros podemos. Si algunos de mis paisanos se ponen delante de un toro, por qué no podría yo hacerlo. Es igual que yo lo juzgue desde la fila veinticuatro. Que no haya madrugado ni un día para andarme diez kilómetros con vara de hierro a cuestas. Que no me valga un vestido de luces de rodilla para arriba. O que no haya visto un toro a la altura de mi pecho. La nacionalidad que comparto es como un traje que uso cuando juego a superhéroe. Me imagino con el puesto y tengo todas las virtudes.

Esa misma percepción de ser capaces de todo, como algunos compatriotas, es la que nos da la razón cuando reprochamos los defectos de tantos como lo intentan. Mediocres que no son como yo, que si me pongo no fallo. Si me creo que yo puedo, qué valor tiene el de abajo, da igual dando naturales a un toro de Victorino que jugándose una dejada en un punto de partido en la Philippe-Chatrier por ejemplo. Es que soy español, y puedo, pitar que te cruces poco, que no le pongas la izquierda o que le pierdas dos pasos. Porque si yo me pongo… atento.

Acaba una feria con triunfos pero sin un Nadal de referencia. Hubo tardes importantes pero sin la corrida del siglo. Casi treinta días de toros han puesto a prueba la fiesta y vistas las recaudaciones hemos salvado un match ball tras dos años de pandemia. Hoy ha sido el colofón con los esperados Victorinos. Toros con sello propio desde la puerta de chiqueros. Que se lo digan a Sergio Serrano que hoy fue quien los vio primero de rodillas saliendo tan engallados de la mismísima gayola. En el primero, las dudas al embestir del morlaco acabaron con el torero enredado en el capote, sufriendo los empellones de esa fiera cabreada. La suerte le dejó un arañazo al arrancarle la coleta, le pudo arrancar la vida. En un gesto que le honra, de esos que tendríamos todos los nacidos en España, hincó de nuevo rodillas a la salida del quinto.

Foto: El diestro Tomás Rufo. (EFE/Zipi)
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Ferrera con capote de pitufo, por color azul, no por tamaño, escenificó pelea pase a pase en el que hizo cuarto. Mérito y tiempo al tiempo en una faena tan larga y tan discontinua, que no pasará a la historia como modelo de trasteo, pero que tuvo su mérito. De uno en uno echó el resto y sacó tanto como pudo, alguno andaba diciendo que si se pone él lo borda. Nadal, qué daño está haciendo.

Román, con la pierna abierta, cumplió con los Victorinos. La clara merma de facultades sufrida no fue condicionante que le evitara los triunfos. No tuvo el lote y ahí no cuentan los puntos. Con la misma ropa puesta con la que ganaría un Master había uno a mi lado ponderando más al toro. Uno de esos que venían de ganar ellos en Francia. Es tan fácil lo del triunfo vestidito de chulapo… Ese tipo de asistente que si hoy pierde Nadal lo despellejaría crudo. Ese que guarda la ropa de ir de tarde de toros hasta el siguiente mayo.

Plaza de toros de Las Ventas, 5 de junio de 2022

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