Nadal extiende su monarquía absoluta en Roland Garros y conquista su decimocuarto título
Gana a Casper Ruud (6-3, 6-3 y 6-0) y conquista su decimocuarto título en París. En el segundo set, se colocó 1-3, pero remontó con cinco juegos seguidos. En el tercero, arrolló al noruego
Los adjetivos para Rafa Nadal se agotan. Tirar de épica es habitual para hacerlo en escasas ocasiones, pero el balear lo ha convertido en rutina. Su estado físico desaconsejaría a cualquiera la práctica deportiva, pero él ha ganado su decimocuarto Roland Garros. Lo hizo ante Casper Ruud (6-3, 6-3 y 6-0), un rival inferior a los que tuvo en cuartos (Novak Djokovic) y en semifinales (Alexander Zverev). Su hegemonía en París solo es comparable a la del Real Madrid en la Copa de Europa. Por el idéntico número de triunfos y por el abrumador dominio.
El destino quiso que el decimocuarto triunfo de Nadal se produjera el mismo día que el primero. El 5 de junio de 2005, Rafa inauguró su casillero de los Grand Slam en París. 17 años más tarde, es el tenista más laureado de todos los tiempos con 22 grandes, dos por encima de Roger Federer y Djokovic.
La final no tuvo grandes contratiempos, aunque tuvo momentos de épica en los que Rafa se repuso. Es impensable creer que lo hace de manera voluntaria, aunque siempre se reproduce la misma escena: una víctima y una ilusión. Esa fue la que tuvo Ruud en el segundo set, donde Nadal se rehizo como acostumbra.
Superior desde el primer juego
La superioridad de Rafa fue tal que en el primer juego llegó el primer break. Esa fue la bienvenida para Ruud en un territorio que (por fin) quiere a Nadal. En sus momentos de flaqueza, la afición jaleó por el español. Animarlo no es un acto de valentía; más bien de sensatez. Son 39 años los que llevan en París sin ver a un campeón francés. El último fue Yannick Noah (padre del jugador de la NBA, Joakim Noah).
Los récords de Nadal no se quedan ahí. En 2020, a sus 34 años, igualó a Andrés Gimeno como el tenista más veterano en ganar en Roland Garros. Una marca que también consiguió Djokovic el año pasado. Ahora, a sus 36, será difícil que alguien logre algo parecido. Solo Novak tiene esa posibilidad en caso de que el pie no respete a Rafa. Si no, su monarquía absoluta en París seguirá por muchos años.
Ruud estaba ilusionado. El primer set apenas duró 50 minutos, pero el segundo empezó bien para él. 1-3 con saque a favor es una ventaja suficiente en cualquier lugar. Y ante casi cualquier rival, salvo si te enfrentas a Nadal. Rafa convirtió las sonrisas casi en lágrimas y noqueó al noruego. En apenas 20 minutos se colocó 5-3 y con bola de set.
La resignación de Casper Ruud
La cara de Ruud era de resignación. Y no era para menos. Hacer las cosas tan bien para que después alguien voltee el marcador con tanta facilidad. El tenis es un ejercicio de paciencia, tanto como el ajedrez. Y ahí la mejor mente es la de Nadal. Es capaz de ganar una partida, aunque parezca que solo tenga a los peones y el rival a la dama. Así estaba el segundo set. Y lo ganó gracias a cinco juegos seguidos.
Ruud no estaba dormido, pero apareció ante él la peor de sus pesadillas: Nadal en forma de monstruo. Tras la remontada en el segundo set, el noruego no compareció. Es improbable que eso se lo hayan enseñado en la academia de Rafa, pero es fácil pensar que allí le han explicado que la resistencia del balear no la atesora nadie.
Una victoria más de Nadal en París 17 años después. La vida ha cambiado muchísimo en las dos últimas décadas, pero la costumbre de encender el televisor entre mayo y junio no. Los aficionados siguen, año tras año, pendiente de qué hace Rafa en Roland Garros. Por qué será.
Los adjetivos para Rafa Nadal se agotan. Tirar de épica es habitual para hacerlo en escasas ocasiones, pero el balear lo ha convertido en rutina. Su estado físico desaconsejaría a cualquiera la práctica deportiva, pero él ha ganado su decimocuarto Roland Garros. Lo hizo ante Casper Ruud (6-3, 6-3 y 6-0), un rival inferior a los que tuvo en cuartos (Novak Djokovic) y en semifinales (Alexander Zverev). Su hegemonía en París solo es comparable a la del Real Madrid en la Copa de Europa. Por el idéntico número de triunfos y por el abrumador dominio.
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