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La novela que regresa a la Malasaña de los noventa para contar cómo eran sus tugurios
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La novela que regresa a la Malasaña de los noventa para contar cómo eran sus tugurios

En 'Por la magia', Manuel Moreno consigue describir cómo se sintieron los adolescentes que vivieron el Madrid malasañero de bares, música indie y rock and roll

Foto: Portada de 'Por la magia', de Manuel Moreno. (Libros Walden)
Portada de 'Por la magia', de Manuel Moreno. (Libros Walden)

“Cuando inauguraron el Mercado de Fuencarral, Álex me dijo que era el fin de todo. Que Malasaña ya no iba a ser igual, que todo había terminado. Recordé lo que nos había contado Federico de que la Movida había muerto en el 83, alguna batallita de viejos malasañeros diciendo que el barrio rockera había muerto en el 91 o aquello de que la música había muerto en el 94”, escribe Manuel Moreno en una de las partes más jugosas de su magnífica ‘Por la magia’, una novela que narra las vivencias de un grupo de rock en el Madrid de los noventas y principios de los dosmiles.

Foto: Portada de la novela "Edificio España".

Moreno, editor de Libros Walden, instigador de fanzines en la época en la que sucede todo y muy relacionado con lo que fue la escena musical malasañera de esos años —publicó a Los Punsetes, Juanito y Los Feos, Templeton, Regiones Devastadas o Antonna, entre otros— es capaz de darse replica unas líneas más adelante: “Para mí seguía siendo una época fantástica, saliendo o tocando cada fin de semana. Noches en Maravillas, en Siroco, Ya’sta o Al’Laboratorio. Noches que empezaban o terminaban (esa modalidad de after con pincho de tortilla) en el Eboli y en el Iberia y en el O’Muiño”.

Novelita coming of age

‘Por la magia’ es mucho más que una novelita donde rastrear el 'name dropping' de esos años. Moreno ha conseguido condensar en poco más de doscientas páginas los sentimientos de una generación que se sentía desplazada o que buscaba un hueco en “el otro lado”, como tan bien lo define. “Cuando descubrimos el otro lado, todo encajó. Allí era donde pertenecíamos. Era como si toda la vida hubiésemos hablado un idioma que nadie entendiese y descubriéramos que había todo un país que lo hablaba”.

Foto: Dibujo del Teatro Callejero enviado por Mundet.

Una obra generacional que también viaja a la España vaciada de Segovia, a la meseta, donde nada sucedía a principios de los noventa. “Tenía varias ideas sueltas sobre cómo plantear el libro. Una era como se puede leer al principio: los chicos en el pueblo, de vacaciones”, explica Moreno, que nació en el barrio de Tetuán en 1977. “Esa es la parte más autobiográfica. Quería hacer la típica novelilla de chavales en el pueblo durante los ochenta. Un pueblo castellano aburrido. Pero luego me di cuenta de que ya había muchas historias parecidas. Parece que ahora tienes que hacer un libro por obligación de tu pre adolescencia en un pueblo en España en esa época”.

Malasaña rockera

De esa forma, a lo largo de siete capítulos, Moreno avanza y nos cuenta la evolución de unos adolescentes en la Malasaña de los noventa hasta conocer su éxito y declive. Un grupo llamado Los Perdidos, formado por cuatro miembros, donde se describe de una forma certera y bella como fueron los noventas y dosmil. Días sin móviles y con la música como principal objetivo en una Malasaña plagada de bares de todo tipo: La Pepita, el Agapo, La Vía Láctea, el King Creole, el No Fun, el Louie Louie, el Tupper, la Vaca Austera, el Mission, el Champanat, el Nueva Visión, el Santa Fe o el Malandro.

placeholder Retrato de Manuel Moreno.
Retrato de Manuel Moreno.

“Buscando otro tipo de sitios exploramos zonas que nos eran más desconocidas, confirmando que la mayoría de bares nocturnos eran una mierda, pero descubriendo sitios que no estaban mal como el Lemmy, el Templo del Gato o el Garaje Hermético o incluso que estaban muy bien como el Ghetto, el Gris o el maravilloso Mini Bar de la calle Hortaleza”, cuenta.

Recorriendo Madrid y sus barrios

Son esos años, donde se explora la ciudad y los barrios cercanos, como Chueca o Conde Duque, con un callejero aún sin gentrificar, los que Moreno narra con una prosa descriptiva pero también analítica. Sin olvidar que la estructura es sencilla y muy reconocible, con personajes arquetípicos e historias reales, aunque levemente transformadas. “Si que es verdad que me he intentado basar en experiencias personales y en otras que me han contado. También jugando con otros relatos, que ya están mitificados como los de Syd Barret, pero llevándolo a cosas más cercanas y reconocibles”, explica.

Foto: El comienzo de la colección de servilletas de Leah. (Leah Pattem))

“Hicimos también rutas absurdas como el chupitour o un viaje por carretera por aquellos bares que tuviesen nombre de estados de Estados Unidos, empezando en el Nebraska de Cuatro Caminos y terminando en el Carolina de Vallecas, pasando por el Hawaii de Hortaleza o el Montana de Ciudad de Barcelona”, continúa narrando

Tiendas de discos (Record Runner, Discos del Sur, Madrid Rock, Discoplay, Escridiscos), referencias musicales que van de Monochrome Set a Mudhoney, Suicide, Pearl Jam o Nirvana. “Escuchar 'Smells Like Teen Spirit' fue como caer en un agujero a otra dimensión, hacia un lugar secreto. No se parecía a nada que hubiésemos oído antes, que nos hubiese gustado antes y sin embargo era como si ya la conociésemos. Como escuchar una canción que habíamos escuchado hace miles de años”, relata al inicio de la segunda parte.

El fin de Malasaña

¿Qué le ocurrió a Malasaña? “Ahora los bares con música son superfluos. Antes ibas a los sitios por la música que ponían, el Freeway o el Wurlitzer eran el mismo concepto, aunque cerrasen a horas diferentes. Un bar de rock, super oscuro, con carteles de conciertos, música muy alta y donde descubrías canciones”, recuerda Moreno, que también fue pinchadiscos de templos como La Vía Láctea. “Ibas al DJ, le preguntabas cómo se llamaba lo que sonaba y le proponías algo que tenía que ver. Sabías que el rollo y la gente que iba era de esa onda. Encajaba todo, el público, la selección musical y el sitio. Malasaña era ese concepto”.

Para Moreno, en estos momentos, el interés por la música ha cambiado. Los bares han desaparecido porque el público demanda otras cosas. “Yo entiendo que si llegas a Malasaña con veinte años ahora te pueda gustar, pero ya no es igual. Los adolescentes van a un Cien Montaditos o a cenar. Llevan la música en el móvil y no necesitan ir a bares a las ocho de la tarde”.

“Cuando inauguraron el Mercado de Fuencarral, Álex me dijo que era el fin de todo. Que Malasaña ya no iba a ser igual, que todo había terminado. Recordé lo que nos había contado Federico de que la Movida había muerto en el 83, alguna batallita de viejos malasañeros diciendo que el barrio rockera había muerto en el 91 o aquello de que la música había muerto en el 94”, escribe Manuel Moreno en una de las partes más jugosas de su magnífica ‘Por la magia’, una novela que narra las vivencias de un grupo de rock en el Madrid de los noventas y principios de los dosmiles.

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