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El 'boom' inmobiliario que definió la Valencia arquitectónica
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toda una estructura calcinada

El 'boom' inmobiliario que definió la Valencia arquitectónica

El incendio de Campanar ha mostrado los efectos de una época de excesos en la arquitectura cotidiana. ¿Pero qué cambió a partir de ese momento? ¿Es muy distinta la narrativa constructiva desde el pinchazo?

Foto: El tráfico se empieza a reabrir parcialmente en la zona del barrio valenciano de Campanar días después del incendio que se cobró la vida de diez personas. Al fondo, el edificio calcinado. (EFE/Manuel Bruque)
El tráfico se empieza a reabrir parcialmente en la zona del barrio valenciano de Campanar días después del incendio que se cobró la vida de diez personas. Al fondo, el edificio calcinado. (EFE/Manuel Bruque)

Cuando la misma noche del incendio del edificio de Campanar en Valencia se compartió el vídeo promocional de sus viviendas, pareció un anuncio llegado de un pasado muy lejano, una broma pesada. Esas “fachadas revestidas con un innovador material de aluminio tipo alucobond” sonaban a excentricidad, no encajaban con lo que veían nuestros ojos. Se sentía como una una disonancia: el futuro que se golpeaba de bruces contra una estructura calcinada en apenas una hora.

Solo era un anuncio, una promotora queriendo colocar sus pisos, pero su narrativa coincidía a la perfección con la Valencia de edificios homogéneos que el boom inmobiliario dejó a su rastro, una ristra de bloques que saliendo del mismo molde debían servir para levantar un futuro prometedor. Leer los anuncios de pisos aspiracionales ayuda a que retumbe el peso del tiempo.

En aquel 2006 a todo gas, las viviendas se colocaban con el reclamo del progreso y el ascensor social:

Fbex le ofrece la máxima calidad en materiales de construcción con unas modernas instalaciones, acabados y equipamientos, aplicando rigurosos controles de calidad durante todo el proceso de edificación”.

Un total de 138 privilegiadas viviendas de una, dos, tres y cuatro habitaciones, áticos duplex con amplias terrazas”.

Foto: Interior de una de las viviendas. (Idealista)

Hoy, de Campanar a Turianova (la promoción estrella en Valencia; un barrio nacido de cero a partir de la costilla del boom), las narrativas son otras. Ya no se trata solo de escalar socialmente, sino de hacerlo de manera cool:

AQ Turianova, es un barrio completamente nuevo, con concepto de Smart City, que se alza sobre una ubicación inmejorable en Valencia, junto a Hospital La Fe y rodeado de grandes zonas verdes; ofreciendo la oportunidad de llevar un estilo de vida más sostenible y conectado con el entorno, con un gran parque, carril bici y circuito de running”.

Astroc, Llanera, Armiñana, Urbanas de Levante, Nou Temple, Midascon… Podría componerse un álbum de cromos con las enseñas inmobiliarias caídas de cuando en Valencia la ardilla cruzaba el plano de PAI en PAI. Ese contexto generalizado aprovechó la aspiracionalidad como principal combustible. El caso más paradigmático, por escandaloso, puede que fuera el de Bautista Soler y su promoción en la Patacona.

El constructor –rey del ladrillo que todo lo podía– vendió en el litoral una ristra de viviendas unifamiliares con una promesa inequívoca: “Magníficas vistas al mar”; o la posibilidad de “vivir todo el año en el mejor paseo de Europa”. El anzuelo de la primera línea de playa pronto se vio sepultado por una nueva promoción: el mismo constructor levantó delante otras viviendas, éstas sí cara a cara con el mar. El Juzgado número de 1 de Primera Instancia de Valencia condenó en 2008 a Soler por publicidad engañosa y le obligó a indemnizar a los vecinos afectados.

Foto: Vista de Valencia. (Cedida)

No quedaba espacio para el relato arquitectónico, ni para la ambición constructiva. No era tanto el cómo se construía, sino el para qué: el lucimiento que los Soler prometían fue el mismo que intentaron proyectar en sus iniciativas personales: también tomaron al Valencia como estandarte, también proyectaron un Nuevo Mestalla cinco estrellas, y también club y estadio comprobaron cómo al salir al balcón no había playa.

Y de la primera línea de playa… a la primera línea de Falla. El barrio de Nou Campanar encontró en las fallas una fórmula de venta para sus rutilantes promociones. Tras depurar una zona de huerta degradada por el tráfico de drogas, el frenesí inmobiliario hizo posible su conversión en área prometedora. A lomos del constructor Juan Armiñana (también fue directivo del Valencia, junto a Soler; también se hundió), la comisión fallera del barrio fue epítome de la acción del ladrillo.

En 2004 el presupuesto de la falla era de 270.000 euros, en 2009 de un millón, con los monumentos más altos, más premiados, más celebrados. Armiñana cayó, la Falla cayó, el barrio quedó. Si la fabricación de anzuelos inmobiliarios definió una etapa clave del país (con sus variantes locales), el resto de patrones comunes llega a partir de la pérdida de trazabilidad y de la homogeneidad constructiva.

placeholder Vista general de los trabajos de montaje de la falla de sección Especial 'Nou Campanar'. (EFE/Kai Försterling)
Vista general de los trabajos de montaje de la falla de sección Especial 'Nou Campanar'. (EFE/Kai Försterling)

El edificio incendiado en Campanar pasó de mano a mano desde el inicio de su construcción en 2008. La quebrada Fbex no pudo tras el estallido de la burbuja llegar a colocar los pisos. Pasó a Aliseda, la inmobiliaria del Banco Popular para acabar en manos del todopoderoso fondo Blackstone. En el nuevo barrio Turianova, inaugurado de manos del fondo alemán Aquila, fue Bancaja junto a promotores locales quienes idearon el proyecto, imaginando incluso pistas de esquí cubiertas. Tras el pinchazo, la espera. Hasta 2018, cuando renació.

De la misma manera Sociópolis, rutilante proyecto de la Generalitat que vendía una pequeña ciudad verde y sostenible, en la zona de La Torre, terminó bloqueado y durante años ha quedado en el limbo. En los últimos años iniciativas públicas como Habita La Torre prometen recuperar algunos de los propósitos iniciales para completar una promoción que nació lastrada.

El cambio de manos no ha impedido la homogeneización de estilos, más bien lo ha intensificado. Como analizaba aquí mismo Alberto G.Luna, del boom del ladrillo rojo se ha pasado al dominio tiránico de la obra nueva con fachadas planas en blanco. Estructuras repetitivas que no se deben tanto a una apuesta estilística como a una fabricación en serie. El escaso debate arquitectónico se vio sustituido por el marketing promocional: magníficas vistas al mar / barrio completamente nuevo con concepto Smart City / fachadas revestidas con un innovador material de aluminio.

Los grandes proyectos del boom inmobiliario no estaban acabados, estaban a la espera y narrativamente se parecen demasiado.

Cuando la misma noche del incendio del edificio de Campanar en Valencia se compartió el vídeo promocional de sus viviendas, pareció un anuncio llegado de un pasado muy lejano, una broma pesada. Esas “fachadas revestidas con un innovador material de aluminio tipo alucobond” sonaban a excentricidad, no encajaban con lo que veían nuestros ojos. Se sentía como una una disonancia: el futuro que se golpeaba de bruces contra una estructura calcinada en apenas una hora.

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