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La vuelta a la escritura de Carmen Amoraga: la ganadora del Premio Nadal que pasó por el Gobierno valenciano

La Premio Nadal en 2014 regresa al mercado editorial con 'El corazón imprudente' tras ocho años como directora de Cultura de la Generalitat Valenciana, propuesta por Ximo Puig

Foto: La escritora Carmen Amoraga. (Espasa)
La escritora Carmen Amoraga. (Espasa)

Carmen Amoraga es escritora. Aunque durante ocho años perdió esa condición. O, como poco, se le emborronó, al punto que ella misma llegó a dudar si lo era. Y más: si podía volver a ponerse a escribir. Durante ocho años fue, sobre todo, directora general de la Generalitat Valenciana. Antes había sido Premio Nadal (en 2014, por La vida era eso), pero desde 2015 ya no: directora general. De Cultura y Patrimonio, después de que Ximo Puig la propusiera para el cargo.

Tras descabalgarse del puesto y anunciarle a Puig que no repetiría, pasara lo que pasara en las autonómicas, Amoraga vuelve a escribir. A ser escritora.

Aunque su nuevo libro, El corazón imprudente, no tiene nada que ver con su aventura política -sino con la vida de dos personas que cerca de la jubilación deciden embarcarse en una aventura amorosa de efectos imprevistos-, su proceso de escritura y publicación sirven también para explicar qué le ocurre a la vida personal de una alto cargo más allá de lo que se ve en las ruedas de prensa, en las inauguraciones y en los papeles.

Foto: Carmen Amoraga. (Efe)
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La escritora fue haciéndose política a pesar de una primera negación. “Durante bastante tiempo dije que no, yo no soy política. Pero, ostras, es que sí era política: estuve haciendo política”. Desde entonces se impuso una regla: no publicaría ningún libro mientras ocupara su puesto. “Me generaba incomodidad quitar tiempo para promocionar una novela”. Otra cosa tenía que ver con escribir. “Era mi intención, pero no tuve la capacidad mental para desconectar. Tuvo que llegar la pandemia para poder hacerlo”.

En ese tiempo en el que dentro del cuerpo de una política había una escritora dormida, a Carmen Amoraga (de Picanya, al sur de Valencia) le pasarían algunas cosas que apuntalarían su futuro, aunque todavía no lo supiera. Al igual que sucede en su nueva novela, un médico fue protagonista, desencadenante de su historia propia.

placeholder Portada de la nueva obra de la autora. (Espasa)
Portada de la nueva obra de la autora. (Espasa)

Controlaba la glucosa de su madre a través del doctor hasta que una de las veces en las que se llamaron, el médico preguntó a la política cómo estaba y la política, que no estaba bien, se echó a llorar. Siguió llorando. Y la política, de nuevo Carmen Amoraga, le contó y le contó. “Fue entonces cuando pensé: qué triste tiene que ser cuando no tienes a quien contarle lo que te pasa o que no te apetece contárselo a la gente de tu alrededor. Esa sensación fue la primera chispa de la novela”.

Hace pocos días, con la novela ya publicada, Amoraga volvió al consultorio. “Qué vergüenza, qué va a pensar”, se dijo ante el riesgo de reencontrarse con el médico. “Mi médica cuando me vio me dijo: ¿qué te pasa? Estás muy roja…”.

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Autora habitual de Planeta, esta vez publica con Espasa (dentro del mismo grupo) gracias a un encuentro inesperado con Esteban González Pons. De partidos distintos, Pons la llamó por primera vez para proponerle que presentara su libro, El escaño de Satanás. De político escritor a política escritora, pudo decirle. “Solamente nos vimos ese día, pero hemos tenido muchas conversaciones sobre política, sobre literatura. Y me presentó a quien sería mi nueva editora”.

Con la mecha de su novela encendida, la siguiente decisión fue abandonar sus personajes de 30, 40, 50 años, y poner en primer plano a personajes de 60, “relegados muchas veces a dos papeles, el de cuidador -de tus hijos, de tus perros, de tu piso, de ti- o el de carga -que te impide que te vayas a hacer lo que quieras porque tienes que estar cuidando-. Por eso me apetecía que fueran personas activas en el amor, en el sexo, en el trabajo y en la vida”.

Compuso el retrato robot de los personajes, imaginó al detalle su trayectoria, sus manías, sus constantes. “Folios y folios que no he usado. Por ejemplo el menú de la primera comunión del protagonista”. Trazó la historia. Consultó con expertos para dar solvencia al relato: armas, cementerios, medicina. Pero seguía en política. No podía publicar.

placeholder Un retrato de la escritora. (Espasa)
Un retrato de la escritora. (Espasa)

Hasta que al principio de año Amoraga se reunió con Ximo Puig. "No voy a querer continuar en el cargo después de elecciones. Si me queréis cesar antes, lo entiendo", le dijo. Por entonces daba por hecha la continuidad del pacto progresista para un tercer mandato. Solo que había decidido apearse aquí. “No acabo de ver que hoy estés en Sanidad, mañana en Agricultura, pasado en Educación. La política no tiene que ser una profesión. Dos legislaturas ya estaban bien. Con tres creo que me hubiera convertido en una política profesional”.

Había llegado el momento de volver a publicar, volver a ser escritora, solo que… Comenzaron las dudas. “Me daba mucho miedo escribir. ¿Y si ya no valgo?, ¿y si después de estos años ya no vendo?”. Su psicóloga -a quien incluye, veladamente, en los agradecimientos del libro- le recomendó pasar algunos períodos sin escribir, a ver qué tal se sentía. “Y me sentí infinitamente peor”.

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La publicación de la nueva novela le ha servido para reafirmarse como escritora: “Ahora me doy cuenta de que no es que escriba porque no lo puedo evitar, escribo porque quiero”.

En El corazón imprudente, José Manuel (el médico) y Tina (que trabaja en el Museo de Bellas Artes) representan lo que ocurre cuando te enamoras, incluso cuando no corresponde hacerlo: “Da igual que tengas 20 o 60 años, tú vas a vivir un proceso físico y tengas la edad que tengas, siempre te enamoras con la ilusión de la primera vez. A ellos lo que pesa es que, precisamente por su edad, les influye más la culpa que la ilusión. La culpa les pesa muchísima durante toda la novela”, explica Carmen Amoraga, quien vuelve a ser escritora.

Carmen Amoraga es escritora. Aunque durante ocho años perdió esa condición. O, como poco, se le emborronó, al punto que ella misma llegó a dudar si lo era. Y más: si podía volver a ponerse a escribir. Durante ocho años fue, sobre todo, directora general de la Generalitat Valenciana. Antes había sido Premio Nadal (en 2014, por La vida era eso), pero desde 2015 ya no: directora general. De Cultura y Patrimonio, después de que Ximo Puig la propusiera para el cargo.

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