De Járkov a Elda, el viaje de Tania y Elena para huir de la guerra y ser aparadoras de calzado
Las dos refugiadas ucranianas aprenden la profesión gracias a las clases que imparte Natalia, otra compatriota suya que reside en la localidad alicantina desde hace 18 años
El 15 de marzo, Tania y Elena llegaron a Elda (Alicante) desde Járkov, una de las ciudades más castigadas por los rusos en la guerra en Ucrania y segunda urbe en población del país. “A través de voluntarios, cuando veníamos a España, encontraron una familia de Elda que les ofrecieron ayuda”, explica Natalia Venikova, profesora del curso de Formación Continua de Calzado y copropietaria de la Escuela de Arte y Diseño del Calzado Nataliya- Menárguez.
Las dos llegaron solas con sus hijos y ahora viven en un piso cedido por voluntarios, mientras se forman como aparadoras. Llevan desde el 19 de abril, desde el primer día, en el curso y su ánimo es muy bueno. Con una niña de 4 y un niño de 11 años, Tania evita dar muchos detalles y se centra en el momento. “Estamos muy motivadas y no tenemos esa ansiedad por volver a nuestro país y a nuestras casas que están en un lugar en guerra”, asegura, en ucraniano, mientras la profesora va traduciendo.
Sus palabras huyen de la pena y de la condescendencia, a pesar de haber dejado atrás un negocio de diseño gráfico que llevaba adelante con su marido, quien tuvo que quedarse por pasar a formar parte de la Reserva. Responde a las preguntas sin moverse y permanece atenta a la traducción detrás de una de las mesas altas del aula. Prefiere aplicarse más en encolar una muestra de piel a una horma que a otra cosa.
Su compañera, Elena, también vino sola con sus dos hijos. Tiene dos niños de 16 y 11 años. Trabajaba como peluquera en Járkov, aunque se formó como diseñadora de ropa. A través de Natalia, cuenta brevemente que a Elda llegaron gracias a “voluntarios y buscando en Internet mientras emprendían su camino a España”, donde no conocían a nadie.
Aseguran que les gusta mucho el curso y que están alegres. Aprendiendo mucho. “Por supuesto que queremos incorporarnos al trabajo cuanto antes”, contesta rápidamente al preguntarle por sus planes. Están aprendiendo castellano y ya saben algunas frases sueltas. Tania dice que se defiende con el inglés, pero su objetivo es trabajar y organizar una nueva vida en Elda.
El trabajo al que se enfrentan es el de aparar —coser, unir y pegar— zapatos. Se trata de un oficio con más de 50 años de antigüedad y ligado a la figura de aquellas mujeres amas de casa que trabajan con sus máquinas de coser los zapatos de las fábricas a cambio de una cantidad paupérrima. Ligado a la precariedad, este oficio artesanal lucha por sobrevivir y por lograr unas condiciones laborales dignas. La situación ha mejorado mucho, pero el trabajo sumergido sigue existiendo.
En estos momentos, viven gracias a la ayuda de los voluntarios, aunque también cuentan con algunos ahorros, según explica Natalia, “eso se acaba cuando tienes que comer y alimentar a tus hijos”. Todas tienen claro que sin independencia económica no hay salida. “Ellas me ayudan mucho. Dejan que organice la clase —hay otros 7 alumnos presentes— y luego ya, en ucraniano, les explico lo que deben hacer”, apunta.
Esta mujer es más que una profesora. Llegó, en 2004, a Petrer tras ejercer como profesora durante más de 20 años. “Quería un cambio en mi vida y me gustó eso de coser, me pareció creativo y nada más llegar me puse a coser Swarovski en una fábrica”, relata.
“Vine porque quise, es muy distinto a sus motivos, y lo hice desde Járkov. ¿No te parece que es una señal? ¿Cómo no las voy a ayudar?”, reflexiona en un tono alegre; sin embargo, dice que no se conocían. “Elena es de la misma zona que mi consuegra por parte de mi hermana. Es como vivir en la Comunidad Valenciana y decir que son de Alcoy”, explica con media sonrisa.
Su papel en esta historia de integración es fundamental. La barrera idiomática es la primera que hay que salvar y ha buscado la complicidad necesaria con sus alumnos y las entidades públicas para convertir este “Certificado de Profesionalidad” del calzado en una oportunidad laboral.
“También me ayuda —en referencia a Elena— en la tienda y ya me ha cortado el pelo”, comenta al mismo tiempo que se echa el cabello hacia atrás. Lleva dando clase 7 años con su marido Jose, un “zapatero del pueblo, zapatero remendón”. Él es profesor de diseño y patronaje de calzado y la demanda de formación del oficio les ha permitido ser agentes formadores para Labora, la agencia de empleo valenciana y Avecal, la patronal del calzado en la Comunidad. Su pasión por el diseño y la moda se la transmitieron a la hija de Natalia que ahora tiene su propia marca Xseni Greye. “Es el nombre de mi madre”, puntualiza.
Está convencida de que tras el curso, Tania y Elena podrán acceder a un trabajo en una de las fábricas de calzado de la comarca. “La inserción es muy alta. Elena no tendrá problemas porque sus hijos son mayores, pero a Tania habrá que ayudarla, porque en este sector se empieza muy temprano y sus hijos son pequeños. Habrá que hablar con la empresa”, sentencia. La conciliación es complicada en español y en ucraniano. Los cuatro menores ya están escolarizados.
En este punto, el papel de Avecal está siendo muy importante en cuanto a contactos y la movilización de recursos. Natalia señala a Mari Ángeles López, responsable de Formación y Recursos Humanos, como la persona que localizó a Tania y Elena y las metió en el curso, “porque siempre se preocupa de ayudar a todo el mundo. Es una mujer increíble”.
Cifras de refugiados estancadas
Desde el Ayuntamiento de Elda, explican que han llegado al municipio 16 familias hasta abril y que, desde entonces, han visto como se paralizaba la entrada de nuevos refugiados. “Se les ha prestado atención psicológica y se ha escolarizado a todos los menores, 12 de un total de 14, pues los otros dos tienen menos de 3 años. Un total de 29 personas asisten a los cursos de español que imparte Cruz Roja”, indican.
En esta localidad alicantina, a principios de año había censados 118 ucranianos. En estos momentos, gran parte de ellos ayudan en la adaptación. El Consistorio indica que realiza entrevistas a los refugiados con el fin de facilitar la inserción laboral y que el único problema viene derivado de la falta de cesión de alojamientos, aún sabiendo que el Ayuntamiento facilita ayudas.
El descanso de la clase llega a su fin y, aunque Tania y Elena, no han parado como algunas de sus compañeras, ambas esperan que la casualidad que les ha traído a Elda se traduzca en una nueva vida entre zapatos.
El 15 de marzo, Tania y Elena llegaron a Elda (Alicante) desde Járkov, una de las ciudades más castigadas por los rusos en la guerra en Ucrania y segunda urbe en población del país. “A través de voluntarios, cuando veníamos a España, encontraron una familia de Elda que les ofrecieron ayuda”, explica Natalia Venikova, profesora del curso de Formación Continua de Calzado y copropietaria de la Escuela de Arte y Diseño del Calzado Nataliya- Menárguez.