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MEMORIA HISTÓRICA

¿Cuánto vale un campo de concentración? Albatera pone precio al museo de la memoria

El catastro cifra en 74.137 euros el valor de las parcelas del municipio de San Isidro (Alicante) que albergaron un campo de concentración franquista por el que pasaron 14.000 personas en 1939

Foto: Trabajos de prospección en el campo de concentración de Albatera. (EFE/Pep Morell)
Trabajos de prospección en el campo de concentración de Albatera. (EFE/Pep Morell)

¿Qué precio le pondrías a la memoria de un capítulo indigno de nuestra historia? Nadie o pocos se atreven a poner una cifra sobre la mesa para cicatrizar la herida que abrió la Guerra Civil en Alicante. Entre los capítulos de horror, destaca el campo de concentración de Albatera, en la localidad de San Isidro. Ahora, la Conselleria de Participación, Transparencia, Cooperación y Calidad Democrática de la Generalitat valenciana ha iniciado la adquisición de las primeras parcelas que ocuparon el centro. Es el primer paso para la construcción de un museo de la memoria, pero ¿cuánto cuestan esos terrenos en los que se asentó un campo de 14 hectáreas? 74.137 euros, según el catastro.

El punto económico inicial para la puesta en marcha del proyecto es una partida de 100.000 euros que se aprobó este año vía presupuestos participativos, es decir, a propuesta ciudadana. Esa inversión será para la compra de tierras —se han estimado entre dos y tres parcelas— y el vallado. El objetivo es proteger las excavaciones que lleva adelante el Ayuntamiento de San Isidro desde hace tres años de la mano del arqueólogo Felipe Mejías.

El valor catastral no es el valor real”, advierten desde la Administración autonómica. Sobre ese suelo pesan muchos factores: la propia historia, un saladar que dificulta el cultivo y una doble protección administrativa. En el ámbito local, el PGOU —pendiente de aprobación final— lo cataloga como zona de especial relevancia y, por lo tanto, susceptible de estudio arqueológico. Por otro lado, entra en juego la deseada declaración de lugar de la memoria por parte del Gobierno.

Aquel saladar de los años treinta fue primero un campo de trabajo de la República. Entre abril y octubre de 1939, un campo de concentración por el que pasaron 14.000 personas y que se redujo a escombros. En los cincuenta, el Instituto Nacional de Colonización lo reparceló dando tierras y casa a sus inquilinos, y es lo que explica que, en la actualidad, todo sea de titularidad privada. En este ínterin, además, el municipio de San Isidro se separó de Albatera y se constituyó como tal en 1993.

Primer museo de la memoria

El ayuntamiento y la 'conselleria' apuestan por que los trabajos científicos y culturales cuenten con un espacio propio. “El proyecto contempla como objetivo final la puesta en valor del campo mediante musealización de las estructuras y espacio que puedan excavarse, incluyendo la construcción de un centro de interpretación. Se ha incluido la reconstrucción en 3D como paso previo”, explica el arqueólogo Felipe Mejías, responsable del trabajo de campo desde sus inicios hace ahora cuatro años.

Foto: Franco pesca en el yate Azor en los años 50.

Junto a ellos está la Coordinadora de las Asociaciones de la Memoria Histórica de la provincia de Alicante (COAMH), que lleva 12 años organizando las Jornadas del Campo de Albatera. Ginés Saura, miembro de la comisión y presidente del Ateneo de Orihuela, es la voz más crítica en este proceso, pues, a pesar del respaldo oficial, lamenta que el proyecto no afronte el verdadero espíritu de reparación de las víctimas de la Guerra Civil. Sin embargo, estos encuentros son la piedra angular para conocer testimonios y tenerlos disponibles gracias a los documentales y vídeos colgados en internet.

“El último superviviente del campo, Josep Almudéver, falleció en 2021 con 103 años. Vivía en Francia y sus padres eran valencianos. Venía todos los años y tenía un espíritu admirable”, relata Mejías. Sin registros por parte del Ejército Nacional, con pocos testimonios y algunas fotografías, el trabajo de campo se ha vuelto imprescindible en la recuperación de aquellos siete meses de la historia de la provincia de Alicante, última ciudad del Gobierno de la II República.

Este arqueólogo, de Aspe, confía en completar este verano las prospecciones para documentar todo el campo. “Cada año prospectamos entre seis y nueve hectáreas con detectores de metales, que en estos casos son fundamentales”, detalla. Se refiere a la gran cantidad de munición recuperada que demuestra la cooperación alemana con el bando franquista o a los indicios que así lo señalan.

“Se usaron armas largas dentro de un campo de concentración para fusilar a los presos en el patio”. “En los años setenta, todo se silenció. Sabemos, por testimonios, que al labrar salían cosas como objetos personales, municiones, huesos o hasta un cráneo; pero nadie lo decía”, explica Felipe Mejías.

Foto: Valle de los Caídos. (Reuters)

Respecto a las fosas, los estudios hablan de dos en la zona. “Ya se descubrió una en el antiguo cementerio de Albatera, sobre el que se urbanizó y ahora hay un parque. Solo constan ocho fusilados”, detalla el arqueólogo. “La otra, sabemos que estaba fuera del campo, pegada a la valla”. Ahora, el gran objetivo es que no se pierda más y aprovechar el descubrimiento de los restos de uno de los barracones para dar forma al proyecto.

Manuel Gil, alcalde socialista de San Isidro, asegura que “ahora no hay nada, pero ya hay mucha curiosidad por ver el lugar”. “Recientemente, estuvo un grupo de caravanas de unas 50 personas y nos pidieron ir a verlo”, cuenta el primer edil. Solo el cartel puesto por la coordinadora marca la entrada al campo de concentración.

Sensibilidades a varias velocidades

Todos coinciden en señalar la parte positiva que supondrá dar forma al proyecto. Mejías es consciente de la importancia que tiene la historia para evitar errores futuros y está convencido de que esta disciplina nueva —arqueología de la Guerra Civil— puede ayudar a esclarecer mucho de lo que ocurrió en el pasado, sin que intervengan las “sospechas políticas”.

“Hay gente que es sensible y otra que no, que no están preparados”, sostiene. Él mismo reconoce que, si no llega a ser por el anterior alcalde, Damián Sabater, no le habrían abierto algunas puertas.

placeholder Proyectil de cartucho Lefaucheux localizado en el campo de concentración de Albatera. (Cedida)
Proyectil de cartucho Lefaucheux localizado en el campo de concentración de Albatera. (Cedida)

Desde hace tres años, trabaja en las campañas en que el ayuntamiento pide una subvención. Hasta ahora, la ayuda ha venido vía Generalitat valenciana y Gobierno central. Manuel Gil está convencido de que la compra de esos terrenos y el dar forma al proyecto supondrán además contar con un punto de interés turístico. “Ahora no estamos promocionando porque no hay nada, pero ya viene gente. Creemos que puede ser una oportunidad por lo que supone para nuestra historia y porque puede ser positivo para el pueblo”.

San Isidro es un municipio de 2.146 habitantes que vive principalmente del trabajo que se genera en los dos polígonos industriales que actúan como nodos logísticos en la comarca de la Vega Baja. La media de edad es de 39 años. Su alcalde tiene 41 y explica que en todo este proceso de recuperación hay una opinión favorable. “Al menos, no la hay en contra”, sostiene.

¿Qué precio le pondrías a la memoria de un capítulo indigno de nuestra historia? Nadie o pocos se atreven a poner una cifra sobre la mesa para cicatrizar la herida que abrió la Guerra Civil en Alicante. Entre los capítulos de horror, destaca el campo de concentración de Albatera, en la localidad de San Isidro. Ahora, la Conselleria de Participación, Transparencia, Cooperación y Calidad Democrática de la Generalitat valenciana ha iniciado la adquisición de las primeras parcelas que ocuparon el centro. Es el primer paso para la construcción de un museo de la memoria, pero ¿cuánto cuestan esos terrenos en los que se asentó un campo de 14 hectáreas? 74.137 euros, según el catastro.

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