JxCAT repite con Puigdemont y la propuesta de hace tres años para esta campaña electoral
Viaje al pasado para JxCAT. Propone al mismo candidato y el mismo plan que ya fracasó en 2021: otro pacto con ERC para configurar una mayoría soberanista en el Parlament
JxCAT repite la estrategia electoral de hace tres años, como si la amnistía no se hubiese aprobado en el Congreso y eso no lo cambiase todo. Repite como candidato Carles Puigdemont, con idénticas circunstancias —no puede viajar a España—. Y plantea idénticos objetivos: configurar una mayoría “netamente independentista”, en palabras del secretario general, Jordi Turull, en una entrevista en Catalunya Ràdio. Porque en estas elecciones, como en las de 2021, no solo se vota un candidato, sino la coalición que configurará para gobernar. JxCAT repite el modelo que ya no le funcionó entonces.
Es decir, JxCAT ofrece la misma fórmula que ya fracasó en 2021, en la denominada legislatura del 52% precisamente porque el independentismo fue incapaz de ponerse de acuerdo en nada pese a disponer de esa mayoría en el Parlament. La división fue tal, que al final JxCAT optó por salir de manera voluntaria del Gobierno de Aragonès, colocando a la Generalitat en la debilidad que al final ha dejado tocada de muerte la legislatura.
Los resultados hace tres años fueron muy malos para JxCAT. Perdieron más de 377.000 votos en comparación con las autonómicas de 2017, las que convocó Mariano Rajoy con el 155 y ganó Ciudadanos. En 2021 quedaron terceros, por detrás de Salvador Illa, pero también de Pere Aragonès. Puigdemont enmascaró la derrota endosándola a Laura Borràs, que era la número dos de la lista y alegando que él no pudo hacer campaña.
Durante la precampaña y la campaña estuvo amagando con su regreso, que nunca se materializó. Y también hubo un factor que sirvió para endulzar el batacazo: ERC perdió mucho más que ellos, más de medio millón de sufragios. Mientras que Illa y Aragonès han cambiado el enfoque de sus candidaturas, Puigdemont no. Independencia en primer plano y la misma propuesta: aliarse con el partido que más les odia, ERC, para, en teoría, esta vez sí, implementar la ruptura con España.
Salvador Illa insiste ahora que hace falta un president y pone el énfasis en los temas de gestión en los que más ha fallado la Generalitat: sequía o educación. Pere Aragonès también pone el acento en la gestión, asegurando que el grueso de estos problemas ya están bien enfocados y que solo es una cuestión de que necesita más tiempo. O destacando cuestiones materiales, como los 2.000 empleos que creará AstraZeneca en Barcelona. Cuestiones que antes no eran bazas electorales. En ambos casos, son planteamientos que no había en 2021, aunque en el caso de Illa es verdad que repite la idea fuera de que hace falta una formación que pueda tender puentes con la Cataluña independentista para poder pasar página.
Esquivar la bala
Esos puentes han sido precisamente los que ha estado esquivando Puigdemont, que ha querido sentirse lo más libre posible para afrontar esta etapa. Puigdemont vetó el pacto que el PSC les ofreció para presidir las diputaciones de Tarragona y Lleida. Igual que el pacto que quería los empresarios catalanes para el Ayuntamiento de Barcelona, que era el de Collboni-Trias.
Ante estas oportunidades, Puigdemont siempre ha preferido tener las manos libres. Los pactos han sido importantes, pero siempre en Madrid. Así, se ha investido a Pedro Sánchez, por ejemplo. Pero, también en este sentido, JxCAT sigue como hace tres años: acuerdos con el PSOE en Madrid, pero ninguneando al PSC en Cataluña. Se habla con Santos Cerdán, pero se ignora a Salvador Illa.
Los de Puigdemont asumen pactos con el PSOE en Madrid, pero ninguneando al PSC
Sin embargo, en estos tres años sí que han pasado cosas que han cambiado las relaciones de los catalanes con la política y de las bases del independentismo con sus dirigentes. Aragonès llegó a la presidencia, con lo que ERC volvió a presidir Cataluña, un hecho que no pasaba desde el regreso de Josep Tarradellas. También se otorgaron los indultos, con lo que dejó de haber los denominados “presos políticos” y, de paso, también lazos amarillos y buena parte de la iconografía y los agravios que habían mantenido viva la movilización desde 2017. Eso sin contar la amnistía, que cambia el panorama social y político en Cataluña de manera radical.
Diálogo como moneda común
El diálogo con o sin mediador se ha convertido en moneda común. Fuentes del PSC valoran que en Junts tampoco tenían alternativa. Con las encuestas colocando a Illa como favorito, no podían contemplar pactos con el socialismo catalán. Era más coherente hacer una fotocopia de la oferta electoral de 2019. Aunque en defensa de los de Puigdemont, ERC también ha asegurado que no gobernará con el PSC y que su prioridad es un pacto con JxCAT y la CUP. El mismo que llevó Aragonès a la presidencia, pero que luego solo sirvió para que le dejasen tirado: primero los anticapitalistas, que pasaron a la oposición, y luego JxCAT.
La cuestión que surge es: ¿por qué ahora van a funcionar los pactos con ERC cuando está claro que los mismos no solo han resultado inoperativos, sino que han llevado al colapso de la legislatura? Y si, además, son los mismos protagonistas, no resulta plausible que haciendo lo mismo con los mismos mimbres se vayan a conseguir resultados diferentes.
JxCAT repite la estrategia electoral de hace tres años, como si la amnistía no se hubiese aprobado en el Congreso y eso no lo cambiase todo. Repite como candidato Carles Puigdemont, con idénticas circunstancias —no puede viajar a España—. Y plantea idénticos objetivos: configurar una mayoría “netamente independentista”, en palabras del secretario general, Jordi Turull, en una entrevista en Catalunya Ràdio. Porque en estas elecciones, como en las de 2021, no solo se vota un candidato, sino la coalición que configurará para gobernar. JxCAT repite el modelo que ya no le funcionó entonces.
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