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El diseño de la Diada alimenta el temor a que se produzcan altercados callejeros
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Manifestación hasta el Parlament

El diseño de la Diada alimenta el temor a que se produzcan altercados callejeros

El trazado tampoco ayuda. El arranque es en plaza Urquinaona, escenario de batallas campales en 2019 por la sentencia del Supremo, pasa por la comisaría de la Policía Nacional y desemboca en el parque de la Ciudadela, junto al Parlament

Foto: Enfrentamientos en Barcelona entre los Mossos y manifestantes, en la Diada de 2019. (Getty)
Enfrentamientos en Barcelona entre los Mossos y manifestantes, en la Diada de 2019. (Getty)

El diseño de la Diada de este año puede provocar altercados callejeros, según advierten fuentes del movimiento independentista, pero también del entorno policial. Tanto el tipo de acto, una manifestación, como el trazado, la falta de una actividad complementaria, la composición de los asistentes y el clima de frustración que se vive en buena parte del independentismo podrían influir en un final no buscado y mucho más violento que el de anteriores ediciones. El año pasado, la manifestación del 11 de septiembre fue muy descafeinada por culpa de la pandemia. Ese año la ANC quiere demostrar que puede volver a controlar la calle, pero no está tan claro que se siga el principio de “ni un papel en el suelo”. La situación es importante porque este acto abre un calendario de protestas que se prolongarán también el 1 de octubre, en homenaje a la consulta del 1-O de 2017 y también el 3 de octubre, en recuerdo de la huelga general que hubo ese día.

Se prevé que haya menos asistentes, más jóvenes, a causa del covid-19; más radicalizados y muy contrarios a la mesa de diálogo que se tendrá que celebrar al mes siguiente entre la Generalitat y el Gobierno español. El acto del 11 de septiembre supone siempre el arranque del curso político en Cataluña.

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Además, por primera vez es una manifestación pura y dura. No hay ningún tipo de 'happening' —una cadena humana, un muro que se derriba, una flecha que corre, unas urnas que pasan de mano en mano, unos juegos cromáticos—, es solo una marcha de gente gritando y protestando. Otros años este tipo de componentes, muy visuales y pensados para la televisión, tenían a la gente entretenida y eso facilitaba que las manifestaciones fueran pacíficas y muy tranquilas. En 2021 no hay previsto nada de esto.

El trazado tampoco ayuda. El arranque es en la plaza Urquinaona, con los ecos de las noches de batallas campales de 2019 tras la sentencia del Tribunal Supremo contra los encausados en el 'procés'. De ahí, el trayecto previsto es bajar por Via Laietana, lo que quiere decir pasar por delante de la comisaría de la Policía Nacional, un edificio de gran simbolismo para el independentismo y que siempre enciende los ánimos. En menor medida, algo parecido pasará cuando sigan bajando por esta arteria y pasen por la sede de la patronal de Fomento del Trabajo.

Destino final

El destino final del trayecto diseñado por la ANC es el parque de la Ciudadela. Pero no frente al parque, sino dentro, lo que quiere decir que habrá varios miles de personas escuchando discursos de la presidenta de la ANC, Elisenda Paluzie, a pocos metros del Parlament, la representación en edificio de esa clase política que no ha sido capaz de implementar el proceso de independencia.

La CUP y la ultraizquierda tienen como cada año una protesta alternativa

Si a todo esto confluye en el parque de la Ciudadela la manifestación de la CUP convocada para más tarde, el cóctel puede resultar explosivo. Además, habrá mucha menos gente mayor, que se retraerá por la pandemia, y que era lo que siempre garantizaba que este tipo de actos resultasen impresionantes como movimientos de masas, pero, a la vez, muy tranquilos. Esta vez se prevé menos gente, pero eso no siempre quiere decir que la protesta vaya a ser más plácida.

Efecto no buscado

Fuentes del independentismo aseguran que no se trata de un plan de la dirección de la ANC, sino de una confluencia de casualidades y que buena parte de la inteligencia estratégica de la ANC ya ha dejado la entidad. Se espera que buena parte de la protesta no sea contra España, sino contra la mesa de diálogo. Y que, mientras que otros años la manifestación se llevaba a cabo bajo la protección policial, ahora el despliegue de los Mossos sea para preservar la integridad del Parlament. Otro factor que puede alterar los ánimos de los manifestantes.

En general, el tono de los convocantes es menos animado. Quedan tres semanas y no se percibe el entusiasmo de otros años. En la ANC de Girona, incluso se ofrece que, por la compra de la camiseta de este año —15 euros—, por un euro más te regalan la del año pasado. Ofertas de saldo para una convocatoria devaluada por la diferencia abismal entre lo que llevan prometiendo año tras año y la realidad.

El diseño de la Diada de este año puede provocar altercados callejeros, según advierten fuentes del movimiento independentista, pero también del entorno policial. Tanto el tipo de acto, una manifestación, como el trazado, la falta de una actividad complementaria, la composición de los asistentes y el clima de frustración que se vive en buena parte del independentismo podrían influir en un final no buscado y mucho más violento que el de anteriores ediciones. El año pasado, la manifestación del 11 de septiembre fue muy descafeinada por culpa de la pandemia. Ese año la ANC quiere demostrar que puede volver a controlar la calle, pero no está tan claro que se siga el principio de “ni un papel en el suelo”. La situación es importante porque este acto abre un calendario de protestas que se prolongarán también el 1 de octubre, en homenaje a la consulta del 1-O de 2017 y también el 3 de octubre, en recuerdo de la huelga general que hubo ese día.

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