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El independentismo da por perdido a UP, el último aliado que le quedaba en España
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A los radicales ya NO LEs VALE UNA república

El independentismo da por perdido a UP, el último aliado que le quedaba en España

Dentro de los segmentos más radicales del soberanismo catalán ha comenzado una caza sin cuartel contra Podemos y sus líderes para desacreditarlos ante la opinión pública

Foto: El líder de Unidas Podemos, Pablo Iglesias (d), y la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, son ahora los enemigos a batir. (EFE)
El líder de Unidas Podemos, Pablo Iglesias (d), y la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, son ahora los enemigos a batir. (EFE)

Ni izquierda ni derecha. El último aliado de altura que podía tener el independentismo catalán en España, focalizado en Podemos, ya es historia. Dentro de los segmentos más radicales del soberanismo catalán ha comenzado una caza sin cuartel contra Podemos y sus líderes para desacreditarlos ante la opinión pública. Son los nuevos ‘enemigos públicos número 1’ de Cataluña. Y también lo es la bandera republicana, rebajada a la categoría de la ‘estanquera’, es decir, la constitucional (llamada así porque era la que se ponía en las puertas de los estancos).

En Cataluña, los sectores más extremistas rechazan ya no sólo cualquier replanteamiento federal, sino también una hipotética república española, a la que comparan con la Monarquía. De hecho, han comenzado a distribuir carteles con la bandera republicana y, en su interior, el escudo de la Corona o el águila imperial de la bandera franquista. Es un método de propaganda eficaz ante una parroquia que comulga con ideas extremistas, a quien se le ha prometido un paraíso económico y social y a quien conviene contentar señalándole el enemigo externo.

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La caída de la Monarquía podía servir de bálsamo para el independentismo hasta hace poco. Ahora ya no. Y, en esa progresión identitaria, los tradicionales aliados de la izquierda española se han convertido en virtuales enemigos. Pablo Iglesias, Ada Colau, Jaume Asens, Jessica Albiach o Joan Coscubiela son ahora los enemigos a batir. Además, desde determinados sectores extremistas, se asimila esa izquierda a la propia izquierda independentista (no hay que olvidar que fue ERC quien logró el apoyo de los comunes a los presupuestos de la Generalitat para este año) para desacreditar a los republicanos y convertir a JxCAT en la única referencia política del soberanismo.

La guerra de descrédito ya comenzó hace semanas, pero no ha sido hasta los últimos días cuando se ha hecho más intensa. Si los insultos y las expresiones subidas de tono de algunos líderes del ‘procés’ hacia todo lo que no sea independentista ya era patente, en las últimas semanas se multiplicaron los mensajes y los posicionamientos, llegando al insulto personal.

Comparar a Vox con Podemos

El empresario Ramir de Porrata, que en las últimas elecciones catalanas se presentó en las filas de JxCat, echó leña al fuego (aunque sin insultos, no es su estilo), al advertir este fin de semana que “algunos sectores de los comunes piensan lo mismo que Vox: las autonomías son prescindibles. Todo aquello de ‘soberanías compartidas’, ‘estado plurinacional’, son engaños de marketing político. Enviad el mensaje de abajo a vuestros amigos que votan a los comunes”. Se refería a un mensaje de Marc Bertomeu, criticando la gestión de la crisis por la estructura territorial. Los motivos de Bertomeu están lejos de los planteamientos de Vox. Es más: los independentistas también rechazan las autonomías (las acusan de ineficientes, igual que Bertomeu), pero no se equiparan al partido de extrema derecha.

El propio Josep Lluís Alay, jefe de la Oficina de Carles Puigdemont (con salario superior a los 80.000 euros anuales), sacó hace dos días su artillería contra la alcaldesa de Barcelona: “Eres tú quien tiene a los niños encarcelados en casa desde hace un mes, Ada Colau, porque es tu gobierno de Madrid quien da las órdenes. No engañes más”. La cita venía a cuento porque la alcaldesa había pedido que se deje salir a los niños a un paseo diario. La alcaldesa pedía que se relajaran las medidas para los menores. La Generalitat, no obstante, juega con dos barajas: por un lado, exige mantener el confinamiento total. Al mismo tiempo, sin embargo, pide que se deje salir a los niños, en una cabriola política e intelectual de primer nivel. Incluso ha diseñado ya su propio plan escalado de desconfinamiento, aún cuando no tiene competencias para ello.

Jordi Català, otro de los ‘gurús’ independentistas con predicamento señalaba recientemente que “España ha robado a Cataluña en 4 meses 443 millones del IVA que nos debían en diciembre de 2017 y 215 millones en fondos de políticas de ocupación. Después vendrán Colau y Coscubiela [exsecretario general de CCOO de Cataluña y exdiputado de los comunes] diciendo que la Generalitat hace recortes…”.

El Moviment Identitari Català (MIC), también cargaba contra el diputado Jaume Asens (portavoz de Podemos en el Congreso), que había dicho que “ni en 1939 ni ahora es una guerra de Cataluña contra España”. Para el MIC, “es una guerra contra Cataluña, de civil no tiene nada. Cataluña es una nación. El afán de destruir nuestra lengua e imponernos la ‘lengua del imperio’ es una guerra entre naciones. Una guerra de ocupación”. El MIC también puso a la líder de los comunes en el Parlament, Jessica Albicah, en su punto de mira.

Una broma que sabe a azufre

El pasado día 15 de abril, Albert Donaire, portavoz de Mossos per la Independència, escribía un artículo titulado ‘La reserva indígena catalana’ en el que empezaba diciendo que “tengo la sensación de que entre la derecha y la izquierda española sólo se modifican las formas con las que querrían acabar con el independentismo”. Donaire es uno de los que calificó la entrega de 1.714.000 mascarillas de “odio” hacia Cataluña, ya que el número [que va en función de la población] coincide con el año en que cayó Barcelona ante Felipe V (1714).

Foto: Una persona con mascarilla pasa ante la Sagrada Familia, en Barcelona. (Reuters) Opinión

Tras la pataleta por las mascarillas, el dirigente del PSC Francesc Trilla comentó en tono de burla la idea de crear una especie de ‘territorio Amish’ para los independentistas irredentos. El senador de Podemos Òscar Guardingo siguió la broma y ofreció la localidad de Cadaqués como escenario para ese territorio, lo que provocó una encendida campaña separatista contra PSOE y Podemos, acusándolos que querer crear “campos de concentración como los nazis”. Lamentaba el portavoz de Mossos per la Independencia que “hablen de nosotros con este desprecio o jueguen con cifras y fechas de sensibilidad del independentismo”. Y subrayaba que “aquí sale la auténtica cara de la izquierda española, más vinculada al saber de los nacionalsocialistas que de una socialdemocracia. Pero si la derecha tenía su lema ‘antes roja que rota’, era totalmente lógico que la izquierda los devolviese este favor a su manera y les devolviese esta complicidad. Sólo tenéis que seguir el hilo de Twitter para ver que el odio a los independentistas es lo que les une, desde Vox hasta Podemos”.

Desde las filas de los comunes, se acusa a los posconvergentes de intentar desviar los tiros: sostienen que en la guerra con ERC tratan de desprestigiar a sus socios de gobierno calificándolos de poco menos que socios de los comunes y de los socialistas. O sea, de colaboradores del ‘enemigo’. La batalla con ERC exige al separatismo de salón que practica JxCat la creación de una bolsa común de enemigos en la que se incluyen ERC y sus potenciales aliados, que es lo mismo que decir PSOE y Podemos.

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El politólogo Ramon Cotarelo es uno de los arietes en esta campaña, especialmente en los temas que atañen a Esquerra. “Como las encuestas muestran unos posibles resultados catastróficos para la secta, el abad vuelve a hablar de Estado propio porque ya no osa hacerlo de independencia”, dice en referencia a ERC, un partido al que tiene entre ceja y ceja y del que es el máximo detractor a pesar de haber sido su simpatizante durante un tiempo. En su particular lenguaje, la ‘secta’ es Esquerra y el ‘abad’ es Oriol Junqueras, a quien sus rivales apodan de esta manera debido a sus profundos sentimientos religiosos.

Ajustando cuentas con ERC

Francesc Abad, uno de los activistas más reconocidos del soberanismo, avivó los enfrentamientos este domingo, afirmando que había tomado conciencia “de que todo este mundo de los comunes e ICV es la cosa más repugnante, falsa, inmoral y venenosa de nuestro panorama político”. De hecho, no es la primera vez que Abad lanza torpedos a la izquierda no independentista, pero jamás con esta virulencia.

“Estamos ante el proyecto político más miserable que jamás habríamos conocido: falsos, carentes de cualquier ética, instrumentalizando la situación de los más necesitados sólo para obtener rédito político. Incompetentes premium que sólo destacan en alimentar su pesebre, mentirosos y manipuladores por sistema, haciéndolo desde un insultante discurso de superioridad moral tras el que esconden su miseria ética y política”. Jamás los que han seguido durante más de una década su blog ‘Díes de fúria’ habían oído hablar así a Abad. El ‘expresident’ fugado Carles Puigdemont se lo agradeció desde Waterloo: “Entretenido e interesante de verdad, Francesc”.

El mensaje de Puigdemont encontró eco en la alcaldesa Colau. “Por favor, dejad de utilizar a los comunes para intentar resolver la guerra electoral entre JxCat y ERC. ¿Sois un Govern dividido que no asume lo que le toca gestionar y sólo pensáis en atacar a los comunes? Tendríais que estar promoviendo la unidad del país en lugar de promover más confrontación”, le dijo Colau. “Alcaldesa, ¿no tiene trabajo? -le respondía desde Waterloo el fugado-. Me parece bien debatir con usted, pero le propondría temas más importantes para los ciudadanos. Por ejemplo, el de un gobierno que se encomienda a uniformados que dicen cosas como éstas…” Y le añadía el vídeo del general Santiago y su afirmación sobre el control de las críticas al Gobierno.

De hecho, Colau se ha convertido en el ‘pim, pam, pum’ más cercano del separatismo. Tanto Josep Lluís Alay como Ramir de Porrata aprovecharon el rifirrafe con Puigdemont para atacar a la alcaldesa. “La señora que: ataca constantemente al Govern de Cataluña; es alcaldesa gracias a los votos de la derecha neofascista [en referencia a Manuel Valls, que no sólo no es derecha, sino que ha sido primer ministro socialista de Francia]; no acepta que gobierne la lista más votada [quien sacó más votos en las municipales fue el republicano Ernest Maragall, igual que quien sacó más votos en las autonómicas fue Inés Arrimadas, que no gobierna la Generaalitat a pesar de ganar las elecciones]; siempre culpa a otros de su mala gestión; apoya la Monarquía… pide ahora que no critiquen a su partido”, lanzaba De Porrata.

La guerra, pues está desatada. Los comunes y los ‘podemitas’ tienen un doble cargo sobre sus conciencias: no sólo se han desmarcado del proyecto unilateral soberanista (lo que les convierte en ‘botiflers’ o traidores), sino que además coinciden en muchos postulados con ERC. Y eso es imperdonable. El círculo de Puigdemont acusa a los comunes (y en concreto apunta al eurodiputado Ernest Urtasun,) de ser los que han corrido la voz de que JxCat se oponía a la creación de los ‘coronabonos’ europeos. Tanto Puigdemont como su colega Toni Comin o el vicepresidente del Parlament Josep Costa (el hombre de confianza del fugado en la cámara legislativa catalana) acusaron a los dirigentes de Podemos de difundir ‘fake news’. Y, de rebote, a ERC de apoyar esas tersis. Pero los republicanos se quejan de que JxCat no votó a favor de la propuesta de resolución de su grupo (aunque sí de la del grupo ALE). Ojo por ojo. Pero esa circunstancia dio alas a los ‘puigdemontistas’ de meter de nuevo, en el mismo saco, a ERC y a Podemos, en una teoría basada en un discurso con connotaciones de acusaciones de anticatalanidad. Lo dicho: el independentismo radical tiene cada día menos amigos.

Ni izquierda ni derecha. El último aliado de altura que podía tener el independentismo catalán en España, focalizado en Podemos, ya es historia. Dentro de los segmentos más radicales del soberanismo catalán ha comenzado una caza sin cuartel contra Podemos y sus líderes para desacreditarlos ante la opinión pública. Son los nuevos ‘enemigos públicos número 1’ de Cataluña. Y también lo es la bandera republicana, rebajada a la categoría de la ‘estanquera’, es decir, la constitucional (llamada así porque era la que se ponía en las puertas de los estancos).

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