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La CUP y los CDR se apropian del 1-O y cercan a Torra: "¡República o dimisión!"
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LOS RADICALES SE REBELAN CONTRA EL GOVERN

La CUP y los CDR se apropian del 1-O y cercan a Torra: "¡República o dimisión!"

Los radicales ultraindependentistas robaron descaradamente el simbolismo del 1-O al Gobierno catalán y a los partidos y se convirtieron en los reyes de las calles

Este lunes, los radicales ultraindependentistas robaron descaradamente el simbolismo del 1-O al Gobierno catalán y a los partidos y se convirtieron en los reyes de las calles. Una campaña de publicidad de la Generalitat sacaba pecho este lunes. Se vanagloriaba el Govern de haber hecho posible el 9-N ("Fuimos más allá con el 9-N", reza la campaña) y luego el referéndum del 1-O (“El 1 de octubre, defendimos nuestros derechos”). Pero durante el aniversario, ese fue el mensaje que menos se oyó. Sí se escucharon, en cambio, consignas radicales y de petición de dimisión de miembros del Gobierno catalán.

Cargas policiales para evacuar los alrededores del Parlament

El 1-O, pues, no fue de la Generalitat: fue de los radicales, que las próximas semanas no darán descanso a nadie. Y menos al Govern, a pesar de las palabras de aliento y apoyo del propio ‘president’, Quim Torra. En realidad, ya reclaman o república o dimisión del Gobierno catalán y convocatoria de elecciones ‘constituyentes’ si no hay una separación 'de facto' de España. La jornada comenzó con acciones relámpago, pasó luego por movilizaciones para pedir la dimisión del consejero de Interior, Miquel Buch, y acabó de manera preocupante: “Sin violencia, no hay independencia”, fue la última consigna lanzada por los ultras ‘indepes’. Esa violencia que pregonan es la que puede dibujar un otoño caliente. O más bien negro, depende de cómo se mire.

Foto: El presidente de la Generalitat, Quim Torra (d), y el presidente del Parlament, Roger Torrent (2d), hablan con los manifestantes que portan carteles con lemas como 'O desobedezca o dimita'. (EFE)

En medio, el Gobierno catalán es prisionero de sus propias contradicciones: la intención de los radicales es hacer realidad el lema ‘otoño caliente’ incendiando las calles de Cataluña para reivindicar que se haga efectiva la república. Al ‘president’ Torra ya le va bien esa consigna, porque así se siente respaldado. Pero esa es un arma de doble filo. En realidad, la CUP y los comités de defensa de la república (CDR) se han autoconvertido en los ‘guardianes de la revolución’ para evitar que haya cualquier pacto y se normalice la situación. Torra, que alienta a los CDR desde su despacho, puede acabar fagocitado por el radicalismo soberanista.

Un comunicado oficial de los CDR de la tarde de este lunes recordaba: “Hemos querido dejar constancia de que el Govern no está cumpliendo su programa electoral y no está construyendo la república que prometieron y, por eso, hemos entrado en la sede de la Generalitat de Girona y hemos retirado la bandera española y puesto una estelada. Hemos hecho lo que ellos no se atreven a hacer”.

Los CDR piden la dimisión de Torra y de Buch

Los radicales afirman: “No queremos normalizar la situación de presos políticos, compañeros en el exilio, la brutalidad de los Mossos con el beneplácito del consejero Miquel Buch y el ‘president’ Quim Torra, mientras que se permite a los fascistas hacer lo que les da la gana”. De ahí que los comandos de la CUP avisen: “Exigimos al Govern que despliegue la república y que, entre todos, la hagamos efectiva. Basta de dilaciones. ¡Queremos la república ahora! ¡República o dimisión!”.

Hay una paradoja en la realidad catalana actual: el propio Govern alienta la agitación en la calle para desestabilizar el país. Las palabras de Quim Torra este 1 de octubre hablando con radicales dejan traslucir una peligrosa y preocupante ‘entente cordiale’ entre las instituciones catalanas y los agitadores de la calle. El presidente pidió a los radicales no solo que sigan “apretando” sino que les prometió ayuda.

El diálogo no tiene desperdicio. “No tengáis miedo. No debéis tener miedo”, reclamaba Torra en conversación ante un grupo de independentistas. “Pero nos habéis de acompañar”, respondía uno de los presentes. “Os hemos de acompañar. Y yo os pido que estéis, porque nosotros estaremos”, contestaba el ‘president’. “Nosotros también”, terciaba su interlocutor. “El 1-O, el Govern, el pueblo, las instituciones, la ciudadanía… Todos fuimos a una y ahora debemos ir otra vez todos a una. Lo podemos hacer, ¿de acuerdo?”, volvía a la carga Quim Torra. “Los presos políticos no pueden ser carta de negociación”, le avisaba otro de los presentes, cambiando de tercio. “No lo son. Yo no negocio por los presos políticos porque ellos me lo pidieron. ¿De acuerdo?”, prometía el mandatario antes de despedirse.

La promesa de Torra

El peligro, sin embargo, lo tiene en casa, porque Quim Torra duerme con su enemigo. Los duros de la CUP saben que “el Gobierno autonómico no está en disposición de implementar la república, aunque realmente lo quieran, ya que acatando las leyes y las reglas del juego jamás tendremos suficiente fuerza como para impulsar los cambios profundos que implica la autodeterminación”. De ahí que se conjuren para “frustrar la tentativa del soberanismo gubernamental de reconducir la fuerza del independentismo hacia un escenario de pacto en la perspectiva de un nuevo encaje dentro del Estado español”.

Foto: El 'president' de la Generalitat, Quim Torra, durante el homenaje del 1-O. (EFE)

Torra ha prometido a la CUP que no negociará con España, sino que su meta es la república. Pero no se fían de él. Una comunicación interna dirigida a la militancia este lunes, después del canto de amor de Torra hacia la CUP para seguir presionando en las calles, era contundente: “El ‘president’ ha hecho como siempre: salir, hacerse la foto, hacerse el gracioso y marchar”. O sea, de hecho, está tan en la diana de la CUP como el presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez. No esperan nada de él. Por eso, los radicales quieren que el protagonismo vuelva a estar en las calles, en manos de la gente.

La sensación dentro de amplios sectores radicales es que Quim Torra les está tomando el pelo y hay círculos independentistas que piden acciones contundentes contra el Gobierno catalán. En ‘petit comité’ se ha hablado no solo de tomar el Parlament sino incluso del ‘asalto’ al Palau de la Generalitat, aunque estos círculos son muy reducidos. En la manifestación de este lunes, las consignas fueron ‘Buch dimisión’, ‘1 de octubre, ni olvido ni perdón’, ‘El pueblo manda, el Gobierno obedece’, ‘ERC y PDeCAT, la paciencia se acabó’ y ‘Puigdemont, nuestro president’. Una alusión que refleja la falta de fe que los ultraindependentistas tienen en el actual Gobierno de la Generalitat.

De hecho, los partidos políticos parlamentarios que apoyan al Govern (ERC y PDeCAT) son partidarios de abrir un periodo de reflexión y caminar hacia un referéndum pactado con el Gobierno español. Desde las posiciones radicales, eso es inadmisible y tanto la CUP como sus satélites lo combatirán con todas las armas a su alcance.

Desconfían de ANC y Òmnium

La desconfianza de los radicales no se queda en los partidos que apoyan al Govern, sino que se extiende hacia la Asamblea Nacional Catalana (ANC) y Òmnium Cultural, porque los CDR creen que siguen los dictados del Ejecutivo catalán. La presidenta de la ANC, Elisenda Paluzie, reivindicó ayer que Torra implemente la república, porque los independentistas ‘ganaron’ el referéndum del 1 de octubre.

Foto:  El soberanismo conmemora la jornada del 1-O del año pasado con diversas movilizaciones reivindicativas. (EFE)
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Marcos Lamelas. Barcelona David Brunat. Barcelona

Pero eso es solo una anécdota que no convence a los más radicales. De hecho, en la manifestación de este lunes en Barcelona, que acabó ante el Parlament, algunos grupos de los CDR habían previsto intentar asaltar la cámara legislativa bajo el pretexto de arriar la bandera española (igual que hicieron en la delegación del Govern en Girona por la mañana), pero con la intención de ocuparlo permanentemente. La organización de la manifestación frustró sus planes, ya que diseñó un acto frente al Parlament con pocas posibilidades de llegar hasta el edificio. “Es un acto propagandístico típico de Òmnium y de la ANC”, acusaban desde los posicionamientos de los CDR. Quim Torra y el presidente del Parlament, Roger Torrent, fueron abucheados durante la manifestación de este lunes y los radicales les pedían a gritos "¡desobedeced!". El tesón de los manifestantes les retuvo a las puertas del edificio durante horas: se cansaron antes los antidisturbios de los Mossos que los radicales y, cuando las furgonetas se fueron, los manifestantes llegaron a las mismísimas puertas del Parlament, que tuvieron que ser despejadas con cargas policiales.

Paralelamente, una parte de los manifestantes se concentró en Via Laietana, ante la sede de la Jefatura Superior de Policía en Cataluña. Querían ‘mambo’. A las 9:30, cuando comenzaron a aparecer grupos de encapuchados, los CDR desconvocaron ‘oficialmente’ la concentración. “Desconvocamos pero no desfallecemos. Llamamos a la calma y antes de cualquier carga de las fuerzas de ocupación, nos sentamos en el suelo con las manos levantadas”, ordenaron para desentenderse de cualquier alboroto. Acto seguido, los radicales comenzaron a lanzar objetos contra la jefatura hasta que los antidisturbios de los Mossos despejaron la entrada.

Decenas de miles de personas conmemoran en una manifestación en Barcelona el 1-O

La otra gran paradoja catalana es que la derecha de toda la vida, la derecha pura y dura encarnada en Quim Torra, ha pactado puntualmente con la extrema izquierda con el objetivo común de agitar las calles y poner en un brete al Gobierno español. Pero nada es lo que parece: la CUP ya ha condenado, de antemano, a Quim Torra y a lo que representa. Si mañana hay república, ya no quiere ahí a Torra. Y no se esconde al decir que su meta es no solo la independencia, sino acabar con el capitalismo. “Es preciso parar la violencia fascista, que sistemáticamente se produce contra aquellos que reivindican cambios en el 'statu quo', incluido el movimiento independentista u otros movimientos políticos y sociales, o contra aquellos colectivos la mera existencia de los cuales pone en cuestión el sistema capitalista y patriarcal vigente, así como los estados que lo reproducen: migrantes, orientaciones sexuales disidentes, sexualidades no normativas, etcétera”, especifica en un documento aprobado recientemente.

Y, consecuentemente, junto a la revolución que conlleva la separación de España se situaría la revolución que significaría el cambio de un Gobierno democrático por la dictadura del proletariado. “Para poder ejercer el derecho a la autodeterminación y conseguir la independencia, hemos de remarcar la divergencia de intereses entre la oligarquía empresarial y la mayoría trabajadora del país”. Hoy, pues, Cataluña vive una alianza antinatura que, en las actuales circunstancias, interesa a las dos partes en liza: tanto a la derecha y extrema derecha catalanas como a la extrema izquierda.

Y en esta coyuntura, la cabeza de Quim Torra ya tiene precio: si no implementa la república, será el gran enemigo del ‘pueblo catalán’ y le retirarán el apoyo. Si la implementa, deberá responder judicialmente de ello y posiblemente deba dejar el cargo por la aplicación del 155. Y si la jugada le sale bien, sus ahora amigos de la CUP no le dejarán gobernar la nueva república porque es el representante de la derecha más caduca de Cataluña. En otras palabras: está a punto de convertirse en otra víctima propiciatoria de este maldito ‘procés’.

Este lunes, los radicales ultraindependentistas robaron descaradamente el simbolismo del 1-O al Gobierno catalán y a los partidos y se convirtieron en los reyes de las calles. Una campaña de publicidad de la Generalitat sacaba pecho este lunes. Se vanagloriaba el Govern de haber hecho posible el 9-N ("Fuimos más allá con el 9-N", reza la campaña) y luego el referéndum del 1-O (“El 1 de octubre, defendimos nuestros derechos”). Pero durante el aniversario, ese fue el mensaje que menos se oyó. Sí se escucharon, en cambio, consignas radicales y de petición de dimisión de miembros del Gobierno catalán.

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