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Puigdemont choca con ERC: busca una Generalitat débil para controlarla a distancia
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Distinto enfoque para el Govern efectivo

Puigdemont choca con ERC: busca una Generalitat débil para controlarla a distancia

JxCAT ha presentado una reforma de la Ley de la Presidencia para investir a un presidente de la Generalitat a distancia, incluso que pueda haber 'consellers' desde el extranjero

Foto: Los diputados de JxCAT Eduard Pujol (c), Laura Borràs (d) y Francesc de Dalmases (i), tras una reunión entre los dirigentes de JxCAT y ERC. (EFE)
Los diputados de JxCAT Eduard Pujol (c), Laura Borràs (d) y Francesc de Dalmases (i), tras una reunión entre los dirigentes de JxCAT y ERC. (EFE)

“El independentismo quizá pueda rentabilizar lo que ha ganado [el 'procés'] y avanzar en la consecución de aquello que ha perdido [la república], aunque bien es cierto que no puede perderse aquello que no se ha tenido todavía”, según reflexiona Josep Martí —exsecretario de Comunicación del Gobierno de Artur Mas— en su libro sobre estos últimos años de independentismo: 'Cómo ganamos el proceso y perdimos la república', de ED Libros. El mismo dilema sacude ahora al soberanismo. El 'expresident' de la Generalitat Carles Puigdemont busca una futura Generalitat débil para poder mantener su ascendencia sobre la Administración desde el extranjero. ERC, en cambio, pretende una Generalitat fuerte, que permita negociar con el Gobierno español la libertad de los presos.

Esta es la disyuntiva para la semana que viene, y los primeros síntomas ya se están notando en el Parlament. Así, por ejemplo, JxCAT ha presentado una reforma de la Ley de la Presidencia que pretende no solo investir a un presidente de la Generalitat a distancia, sino incluso que pueda haber 'consellers' que controlen sus departamentos desde el exilio.

Foto: Puigdemont, en una conferencia en Berlín. (EFE)

ERC no ha respaldado la iniciativa. Los republicanos apuestan por un Govern fuerte y saben que la iniciativa de los 'juntaires' perjudica a la institución. Sin embargo, se prevé que voten a favor, cuando al final este proyecto de ley llegue al pleno, pese a que previsiblemente su aprobación acabe anulada por el Tribunal Constitucional. La razón: los republicanos no se atreven a hacer nada que ante las bases soberanistas les muestre como contrarios al 'expresident' catalán.

Por ahora, el PSC ya ha solicitado un dictamen del Consell de Garanties Estatutàries. Eso marca unos plazos legales que hacen imposible que la reforma de la Ley de la Presidencia se pueda aprobar la semana que viene.

La reforma de esta ley tiene el mismo valor real que la investidura de Jordi Sànchez, expresidente de la ANC encarcelado en Soto del Real. Gesticulación cara al votante independentista para acentuar la sensación de agravio cara a los catalanes.

Foto: El expresidente catalán, Carles Puigdemont, al salir de la cárcel alemana de Neumünster. (Reuters)

Ni Sànchez será presidente, puesto que el juez del Tribunal Supremo Pablo Llarena le impedirá acudir al pleno, ni la Ley de Presidencia será reformada, puesto que el TC anulará cualquier decisión en ese sentido. Todas las batallas de esta semana se mueven en el terreno del simbolismo —la república soñada—, como ocurre con el voto delegado de Puigdemont. La semana que viene será la de alargar el 'procés' y previsiblemente se escogerá a un presidente “efectivo y provisional”, en terminología de JxCAT.

Presidenta

En este momento, el acuerdo entre JxCAT y ERC que ha sido bendecido por Puigdemont desde Alemania es que la presidenta sea la diputada Laura Borràs, una independiente del grupo parlamentario que goza de la confianza de Puigdemont y que es bien vista por la mayor parte del independentismo, desde el PDeCAT hasta la CUP. Borràs es la equidistancia capaz de aunar a todas las facciones de soberanismo.

El nuevo candidato a presidir la Generalitat se dirime entre la pureza independentista de Laura Borràs o la vitola independiente de Ferran Mascarell

Sin embargo, en la política siempre acecha el destino, y en la política catalana el destino se llama Llarena. Se prevé que en los próximos días el juez, que persiste en acusar a los independentistas de rebelión, suspenda del cargo a todos los diputados encarcelados. Eso convertiría en minoría a la actual mayoría independentista. Para evitarlo, los diputados suspendidos en el cargo cederán el acta y correrá la lista. Eso hará que entre en la cámara otra opción en liza para ser nombrado 'president': el antiguo socialista y hoy convertido al independentismo Ferran Mascarell. Este puede competir con la alternativa de ERC, Ernest Maragall, pero por ahora Puigdemont prefiere a Borràs, sobre el papel más maleable a sus designios.

Calentando motores

Pero eso no será hasta la semana próxima. En esta, se trata más bien de caldear el ambiente para la manifestación del domingo, “en defensa de las instituciones”. La manifestación es un logro del presidente del Parlament, Roger Torrent, y de su estrategia de sumar sindicatos y otros movimientos sociales. La manifestación se prevé importante y con gran afluencia de independentistas de comarcas que acudirán en autocar a Barcelona.

Para JxCAT la manifestación será una reivindicación del restitucionismo de Puigdemont. Para ERC, un llamamiento a levantar el 155. De nuevo, como al principio, la república deseada pero imposible frente a la Generalitat posible pero con límites legales. Dos enfoques contrapuestos, que marcarán la legislatura… si esta logra arrancar.

“El independentismo quizá pueda rentabilizar lo que ha ganado [el 'procés'] y avanzar en la consecución de aquello que ha perdido [la república], aunque bien es cierto que no puede perderse aquello que no se ha tenido todavía”, según reflexiona Josep Martí —exsecretario de Comunicación del Gobierno de Artur Mas— en su libro sobre estos últimos años de independentismo: 'Cómo ganamos el proceso y perdimos la república', de ED Libros. El mismo dilema sacude ahora al soberanismo. El 'expresident' de la Generalitat Carles Puigdemont busca una futura Generalitat débil para poder mantener su ascendencia sobre la Administración desde el extranjero. ERC, en cambio, pretende una Generalitat fuerte, que permita negociar con el Gobierno español la libertad de los presos.

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