Día uno después de Queipo en la Macarena: devotos, una alfombra y el trajín habitual

La basílica de la Macarena abrió el jueves 3 de noviembre a las 9.00 horas, como cada día. La virgen, como todos los noviembres, recibe en su camarín vestida de luto. Enfrente, un grupo de clientes habituales hacían cola en el puesto de churros (o calentitos, como los llaman los más veteranos del barrio) que hay frente al templo. El trajín de todos los días. Pero en la primera capilla que hay según se entra en la iglesia ya no estaban los restos del general Gonzalo Queipo de Llano y su esposa, Genoveva Martí, que fueron retirados de madrugada en cumplimiento de la Ley de Memoria Histórica y Democrática.

El espacio ocupado por las dos losas con los nombres del militar golpista y su mujer estaba tapado con una alfombra. Horas antes, los martillos taladraron el mármol para sacar los ataúdes en presencia de los familiares del responsable de dirigir la Guerra Civil en el sur de España y aplicar una represión brutal. Encima de la tela, un reclinatorio donde poder rezar ante la imagen de San José que preside la capilla, donde hace no mucho había un crucificado.

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No es la primera vez que los enterramientos eran cubiertos, ya que los responsables de la Hermandad de la Macarena han colocado tapices en otros momentos por cuestiones de priostía. Sin ir más lejos, hace una semana las tumbas amanecieron con un par de bancos colocados sobre ellas por la salida procesional de la Virgen del Rosario, que también está entre los titulares de la hermandad.

Es el viernes cuando la basílica suele tener más visitas, pero cientos de personas entran y salen cada día del templo construido gracias al apoyo de Queipo de Llano, que cuando llegó a Sevilla se identificó plenamente con la hermandad. Según los testimonios recogidos por EFE, las posiciones de los fieles que entraron el jueves en el templo fueron desde la indiferencia a la alegría del que vuelve a la Macarena tras la salida del general, pero también hay quien afea al Gobierno que preste atención a un asunto como este.

Antes de la pandemia, el actual hermano mayor de la corporación, José Antonio Fernández Cabrero, cifró en un millón el número de visitantes que pasaban cada año por el lugar que alberga a la principal devoción de la Semana Santa de Sevilla. Esa realidad es justo la que ha propiciado la exhumación de los restos de Queipo de Llano y el también general golpista Francisco Bohórquez, que fue auditor de guerra durante la contienda. El artículo 38.3 de la nueva Ley de Memoria Histórica y Democrática establece que los enterramientos de los dirigentes del golpe de 1936 no pueden estar en un lugar de acceso público, aunque se trate de un edificio privado, como es la basílica de la Esperanza Macarena.

Fue al filo de la medianoche cuando los operarios de la funeraria Mémora se llevaron los restos de Bohórquez, que descansaba a los pies de la virgen. Casi tres horas más tarde ocurrió lo mismo con los féretros de Queipo y su esposa, entre los aplausos de su familia, que acudió a la exhumación vestida de luto. Los vítores los rompió Paqui Maqueda, activista de la memoria histórica que gritó los nombres de sus familiares represaliados y espetó: "Honor y gloria para las víctimas del franquismo". "No podía dejar que los aplausos fueran el punto final", explicó después a los medios presentes.

No está claro qué ocurrirá con la placa que hay todavía junto a la antigua tumba, donde se conmemora el centenario del nacimiento del militar nacido en Tordesillas en 1875. Se instaló en febrero de 1975, en los estertores del régimen de Franco. El Ministerio de Presidencia, en su carta para reclamar la exhumación de los dirigentes golpistas, no hace alusión a esa placa, como tampoco a la lápida de mármol que hay en la puerta de la basílica, donde se cita al dictador.

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El destino de los restos de Queipo de Llano tampoco se conocerá, ya que la ley no obliga a la familia a hacerlo. Este jueves fueron incinerados en un tanatorio en la vecina localidad de Alcalá de Guadaíra, según informó a EFE la Secretaría de Estado de Memoria Democrática. Este departamento del Gobierno central no participó en la exhumación, como recomendaba el protocolo enviado por el Ejecutivo a la Hermandad de la Macarena, porque la corporación sevillana lo descartó. La ley no obligaba a esta notificación a ninguna de las Administraciones públicas, que no tuvieron conocimiento formal del acto hasta el momento en el que se produjo, por lo que la hermandad cumplió con total escrúpulo la norma vigente, como ha defendido en todo momento.

La reacción de los partidos

El ministro de Presidencia, Félix Bolaños, mostró su satisfacción por la aplicación de la ley tras conocerse la exhumación. "España se levanta hoy más digna", dijo el dirigente socialista, que coincidió con el alcalde de Sevilla, también del PSOE. Antonio Muñoz expresó que la salida de Queipo de la Macarena "cierra un capítulo negro" de la historia de la ciudad. Las fuerzas de izquierda, desde Podemos a IU pasando por Adelante Andalucía, celebraron el traslado de los restos del militar.

El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, eludió pronunciarse más allá apostar por "solucionar los problemas de los vivos y dejar a los muertos en paz". "Allá cada uno con sus prioridades", dijo el político gallego. El portavoz de la Junta, el popular Ramón Fernández-Pacheco, constató el cumplimiento de la ley, aunque el consejero de Justicia, José Antonio Nieto, echó en falta un "acuerdo mayor" a pesar de que admitió que se trata de un asunto "superado".

En la puerta del bar Arco, frente a un azulejo de la virgen, decenas de personas conversaban después de la última misa del día. Solo un corrillo hablaba del tema. "Al final lo ha pagado la hermandad", dijo uno de los parroquianos con sorna. Una carcajada dio paso al debate habitual, sobre cultos, altares y procesiones extraordinarias.