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Las dos veces que Antonio perdió su casa para intentar salvar a su mujer del cáncer
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Las dos veces que Antonio perdió su casa para intentar salvar a su mujer del cáncer

Embargado por su banco y desahuciado por un fondo de inversión, lleva desde julio sin poder recuperar sus bienes y recuerdos, que se quedaron dentro. Ahora vive en un local comercial junto a su perrita

Foto: Antonio González. (EC)
Antonio González. (EC)

Antonio se aseaba en el baño cuando unos golpes en la puerta le sobresaltaron. Acudió con celeridad y miró por la mirilla. Al otro lado, una pareja de policías, un par de operarios con una chapa metálica y una mujer. Abrió y preguntó: “¿Qué pasa?”. “Tiene usted 10 minutos para abandonar la casa”, recuerda que le dijeron. Había una orden judicial que decretaba su desalojo como medida cautelar por un supuesto delito de usurpación. Sobrepasado por la situación, cogió algo de ropa, “cuatro o cinco polos, varios pantalones, tres o cuatro pares de zapatos”, a su perra y “me plantaron en la calle”.

Esa noche del pasado 15 julio pudo dormir bajo techo gracias a la ayuda de un amigo, conocedor de su difícil peregrinar en los últimos años. Era la segunda vez que perdía la casa, a la que se trasladó con su esposa en 1998 y que, empujado por la desesperación, fue el aval del crédito con el que trató de arrebatársela al cáncer. Primero, embargado al no poder afrontar todos los gastos derivados de la enfermedad; después, desahuciado al adquirir el inmueble “un fondo de inversión, buitre o como se llame”.

Foto: La ministra de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana, Raquel Sánchez. (EFE)

Ahora vive en un local de un conocido en el que se ha instalado mientras se recupera de una fractura de cadera que sufrió tras una caída. Lo único que quiere es “recuperar" su "vida”. Y no se refiere a su vivienda, sino a todos los recuerdos y bienes que se quedaron dentro cuando la policía le dijo que tenía que marcharse con rapidez. El viernes fue la segunda vez que la sociedad propietaria no sé presentó a la cita para su devolución. Su abogada ha vuelto a reclamar la entrega de las pertenencias y estudia denunciar una supuesta apropiación indebida si no se produce.

Antonio González, un antiguo decorador y estilista con dos florecientes negocios en Marbella, recuerda que toda su vida se vino abajo en 2010, cuando a su mujer, María Yolanda Sanz, le detectaron un cáncer. Impulsado por el miedo inicial, removió cielo y tierra para encontrar un tratamiento que la sanara. Optó por una clínica privada de Navarra y ese mismo año comenzaron a viajar regularmente. Pero sus tiendas, que por las circunstancias tenían que desatender con cierta regularidad, no dejaban suficiente dinero, así que decidió pedir un crédito utilizando como aval su vivienda, de la que le quedaba por pagar de hipoteca poco más de 9.000 euros.

Las facturas asfixiaron económicamente a Antonio, que vio cómo le embargaban el piso

Esos fondos fueron sufragando la “carísima” terapia durante un tiempo, pero las matemáticas son una ciencia exacta y llegó un momento en que no pudieron soportar el peso de todos los gastos. Vivienda, suministros, médicos, desplazamientos… A lo que se unía una notable reducción de los ingresos. Antonio, cercado por la situación, acudió al banco para encontrar una salida. “Les expliqué que no podía afrontar todos los pagos y traté de llegar a un acuerdo para retrasar alguno, aunque no quisieron”, señala a El Confidencial. Sin decirle nada a su esposa, “para no preocuparla más con la situación”, dejó que le embargaran el inmueble tras pactar poder quedarse en él pagando un alquiler.

Junto a su esposa vivió en la casa hasta el 6 de abril de 2016, día en que ella falleció como consecuencia de la grave dolencia. Hacía tiempo que las facturas de la clínica privada no se podían seguir pagando y habían comenzado a tratarla los especialistas en oncología de los hospitales Costa del Sol de Marbella y Clínico Universitario de Málaga. “Les estaré eternamente agradecido” por los cuidados que le dispensaron, comenta el marido, que apunta que por aquel entonces, cuando el desenlace se cernía, contaron a muchos la existencia de una enfermedad que María Yolanda se empeñó en llevar en silencio.

placeholder Antonio González. (EC)
Antonio González. (EC)

El palo fue “durísimo” y la ausencia de su compañera vital arrastró a Antonio a un estado de añoranza constante que llevó a la pérdida de sus negocios. “Cuando estaba enferma, si un día se levantaba bien y no requería muchísima atención, iba y les dedicaba unas horas. Pero al empeorar el estado, directamente ni abría”. Y tras su fallecimiento, la situación no remontó. “Miraba una etiqueta, y en ella podía ver los números escritos por ella. Permanentemente, me encontraba con productos elegidos por ella. Y si me sentaba a la mesa, la silla de al lado, la suya, donde pasábamos el tiempo juntos, estaba vacía”. “Era un tormento, me estaba volviendo loco, así que aguanté un mes y finalmente cerré”, reconoce sin ambages.

Embargado por el banco, Antonio siguió en la vivienda que había compartido junto a su mujer sin ser consciente de que se estaba cocinando su desahucio después de que la entidad bancaria hubiese vendido el inmueble a un fondo de inversión. El 8 de febrero del pasado año, la sociedad Regalias Capital SL emprendía acciones penales por un supuesto delito de usurpación de la casa y el Juzgado de Instrucción número 5 de Marbella —con un auto fechado el 3 de marzo— adoptaba la medida cautelar del desalojo. El hombre asegura que nunca tuvo conocimiento de todo este proceso judicial y supone que los intentos de comunicárselo se produjeron cuando no se encontraba en casa.

Foto: Foto: Policía Nacional

La autoridad judicial incoó diligencias y el 18 de mayo y el 3 de junio tomó declaración a dos personas —vinculadas con el fondo—, aunque no hizo lo mismo con Antonio. Después de que agentes de la comisaría de Marbella plasmasen en un oficio del 24 de mayo que este era “el ocupante habitual de la vivienda”, se acordó su lanzamiento para las 10:00 del pasado 15 de julio.

Una vez los policías le obligaron a abandonar la casa, Antonio se quedó en la calle prácticamente con lo puesto. Únicamente le facilitaron el teléfono de la representante de la sociedad que estuvo presente durante el desahucio para que pactara con ella la recogida de todas las pertenencias que se quedaron dentro. Sin saber qué hacer, se dirigió un día después a los juzgados para entrevistarse con el juez y que le explicase los pasos que podía dar. Allí se le recomendó que buscase defensa y así lo hizo. Un mes más tarde se cruzó en su camino Raquel Moreno, “una leona del turno de oficio”, como la describe un compañero.

Pelea judicial

Lo primero que hizo la letrada fue presentar un recurso contra la medida cautelar de desalojo, pero la Sección Tercera de la Audiencia Provincial de Málaga lo desestimó argumentando que se realizaron gestiones suficientes para tratar de comunicar la situación a Antonio y que no pusiera “objeción alguna” a dejar la vivienda. No obstante, en su resolución, fechada el 15 de octubre, y “habida cuenta de lo manifestado por el apelante y la documentación por su parte aportada”, los magistrados consideran que “procede oírle en declaración sobre los extremos referidos en la misma”.

placeholder Complejo donde está el que fuera domicilio de Antonio y su mujer. (EC)
Complejo donde está el que fuera domicilio de Antonio y su mujer. (EC)

Esta diligencia, en parte, va enfocada a tratar de determinar la situación del contrato de alquiler que suscribió Antonio con el banco y que se fue renovando automáticamente. Por lo que hay que aclarar si se rescindió de forma unilateral sin comunicación previa. En el auto, se hace referencia a un documento del 8 de febrero de 2016 que sería la prórroga y especifica que debe “señalarse día y hora” para la recogida de las pertenencias que aún se encontraban en el domicilio.

En una providencia del pasado 2 de diciembre, el Juzgado de Instrucción número 5 de Marbella fijó la cita dos semanas después. Llegado el 16 de diciembre, Antonio y su abogada estaban a las 10:00 en el edificio, pero ambos se tuvieron que ir al rato sin que se pudiesen retirar los objetos. Moreno cuenta que ese día trató de ponerse en contacto con el abogado y el procurador de Regalias Capital SL sin lograrlo. “Al parecer, telefonearon al juzgado, pero a nosotros no nos notificaron nada por escrito”, apunta la letrada, que hace hincapié en que su cliente contrató un camión para el transporte de sus bienes que le costó 600 euros.

Tras dos intentos fallidos, Antonio espera poder recuperar sus recuerdos y bienes personales

“Lo increíble”, apunta Raquel Moreno, es que una situación similar se vivió el pasado viernes. La otra parte, a última hora, presentó un escrito avisando de que no iban a acudir a la nueva cita y que tampoco les fue notificado. La abogada comienza a temer por las pertenencias de Antonio ante la posibilidad de que el fondo quiera alegar que se ha deshecho de ellas porque entiende que fueron abandonadas cuando salió de la casa, una opción que considera que es fácilmente rebatible con las pruebas que tienen. Si los objetos, entre los que se encuentran fotografías, ropa, productos de sus negocios de decoración y muebles, no están localizados y son devueltos a su legítimo dueño, estudia interponer una denuncia por apropiación indebida.

La letrada asume que ahora toca esperar a la respuesta del nuevo escrito que han presentado en el juzgado, pero advierte de que no va a parar hasta que se respeten los derechos de Antonio y pueda recuperar los recuerdos que le unen a su mujer. “Dentro se quedó mi vida”, afirma, para reconocer que ahora actuaría de otra manera: “Pero en lo único que pensaba era en su salvación”.

Antonio se aseaba en el baño cuando unos golpes en la puerta le sobresaltaron. Acudió con celeridad y miró por la mirilla. Al otro lado, una pareja de policías, un par de operarios con una chapa metálica y una mujer. Abrió y preguntó: “¿Qué pasa?”. “Tiene usted 10 minutos para abandonar la casa”, recuerda que le dijeron. Había una orden judicial que decretaba su desalojo como medida cautelar por un supuesto delito de usurpación. Sobrepasado por la situación, cogió algo de ropa, “cuatro o cinco polos, varios pantalones, tres o cuatro pares de zapatos”, a su perra y “me plantaron en la calle”.

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