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Los ángeles del botón rojo: así espantan el miedo y la soledad de los mayores
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Los ángeles del botón rojo: así espantan el miedo y la soledad de los mayores

Casi medio millar de personas está tras el teléfono de asistencia que ayuda a unos 233.000 mayores y dependientes en Andalucía. Han triplicado llamadas tras imponerse el encierro

Foto: Los trabajadores del servicio de teleasistencia. (Foto: Junta de Andalucía)
Los trabajadores del servicio de teleasistencia. (Foto: Junta de Andalucía)

"Te lo agradecen tanto, entregan tanto, dicen tantas veces gracias por oírlos, por ayudarlos, que solo por eso merece la pena pero no te voy a engañar está siendo duro", cuenta Macarena Ruiz mientras se le entrecorta la voz de emoción tras una jornada intensa. El servicio de teleasistencia en Andalucía ha triplicado las llamadas que recibe. El aislamiento de los mayores y dependientes, privados de las visitas de familiares y amigos por el coronavirus, convierte ese botón rojo en el único hilo fiable con la vida en el exterior. Los mayores están muy asustados. Sienten la amenaza del Covid-19 como una sentencia de muerte. Se dispara el miedo. No quieren preocupar a sus hijos o a sus nietos y hacen uso de la teleasistencia para pedir ayuda o para desahogarse.

Macarena acaba de llegar a casa. Admite que están siendo días complicados. Al machaque psicológico de atender llamadas muy desesperadas que te encogen el corazón se suma la preocupación al volver. Tiene un bebé de ocho meses y teme contagiar a los suyos. "En tu puesto de trabajo se te olvida pero al volver temes por tu familia, como cualquiera que esté trabajando", cuenta. Ella forma parte del centro de llamadas de Sevilla, donde 296 trabajadores atienden el teléfono. Hay otros 200 en Málaga y en total dan asistencia a 233.000 personas en Andalucía, con un servicio que depende de la Consejería de Igualdad y Políticas Sociales.

En su jornada le ha tocado ayudar a una señora que se quedó viuda hace pocos días, justo antes de que estallara la pandemia. Era el hogar del pensionista el que se hacía cargo de llevarles a casa los menús para el almuerzo a ella y a su marido. Él se encargaba de las gestiones. Ahora está sola. Sus hijos están en Alemania. Una vecina, tan anciana como ella, la ha estado ayudando estos días atrás llevándole comida. El hogar del pensionista está cerrado y no sabe cómo actuar. Macarena ha logrado resolverlo. Dio además con un voluntario que "no podía ser más buena gente" y que ese mismo día le entregó a la anciana su bolsa con el menú del día. "Lo agradecen todo tantísimo, reconforta mucho".

Recetas y citas médicas

Tienen problemas con la medicación y con las citas con los especialistas, que son anuladas pero aún recibiendo el aviso temen no acudir. No saben cómo renovar las recetas y se les dan las indicaciones oportunas. Pueden llamar al teléfono de Salud Responde o telefonear a su propio centro de salud y su médico recargará sus recetas sin que tengan que salir. "No es tan fácil. Todo está saturado. Los teléfonos que se les indican no responden o las líneas están siempre ocupadas. Hay que tranquilizarlos. Resolver dudas. A veces gestionar su irritación", cuenta esta trabajadora. También hay momentos para la risa. Incluso en estos momentos hay muchos mayores que saben acabar sacando una sonrisa. Como una mujer de Jerez, que está muy sola porque cada día recibía en su casa a comer a todas sus hijas y nietas, quince personas, y ahora esa casa está vacía, se la come el silencio, pasa muchas horas en soledad.

Foto: Un hombre con mascarilla camina por la calle durante la quinta jornada de confinamiento. (EFE) Opinión

"'Con la que se formaba aquí para comer', me contó con mucho arte, que tenía una mesa de 1,20 en el comedor y se peleaban por coger sitio. Ahora está sola. Lo extraña todo. Hay que explicarles que es por su bien y ese rato de charla sirve". Muchos mayores reciben la visita de sus familiares pero, siguiendo las indicaciones, ni siquiera entran en casa. Dejan la compra o la entregan por una ventana. Ese aislamiento psicológicamente para estos mayores es muy difícil en estos momentos. También se dispararon las llamadas los primeros días porque habían dejado de recibir la ayuda a domicilio. Ahora los auxiliares vuelven a los domicilios donde hay grandes dependientes. Muchos están desconcertados y se desorientan.

Medidas de protección

Las dudas por ejemplo sobre el Sintrom, un medicamento anticoagulante que es peligroso si no se administra bien, y las preguntas sobre si se puede salir a la calle, si necesitan un salvoconducto, si se puede ir a la compra, si necesitan guantes o mascarillas, siguen a los problemas con las recetas. "A lo de siempre, urgencias, caídas, se suman muchas llamadas por miedo, por soledad, de gente que no suele estar sola y ahora lo está", explica Sergio Gijón, supervisor en el centro de teleasistencia de Sevilla. Solo el personal de riesgo y de administración está en casa 'teletrabajando'. Para el resto es imposible, señala Gijón, porque no se pueden desviar teléfonos ni trasladar los equipos.

Han tomado todas las medidas de seguridad, explica. Se han flexibilizado los turnos, que suelen ser de siete horas de día y de diez de noche, para permitir que los trabajadores puedan conciliar. Hay mascarillas y guantes a disposición de quien lo requiera. Se reparte gel desinfectante y alcohol, cada 'teleasistente' debe ocupar siempre el mismo lugar de trabajo, no se comparten los auriculares, se guardan las distancias pero admite que está siendo duro también para los trabajadores. "Me gustaría que se reconociera más el esfuerzo que están haciendo. Se han ofrecido para levantarse descansos, para cuadrar turnos. Están entregados y no es fácil", señala Gijón. El servicio de teleasistencia se presta los 365 días al año durante las 24 horas. Quizás, admiten, que ese sea uno de los momentos más difíciles.

"Te lo agradecen tanto, entregan tanto, dicen tantas veces gracias por oírlos, por ayudarlos, que solo por eso merece la pena pero no te voy a engañar está siendo duro", cuenta Macarena Ruiz mientras se le entrecorta la voz de emoción tras una jornada intensa. El servicio de teleasistencia en Andalucía ha triplicado las llamadas que recibe. El aislamiento de los mayores y dependientes, privados de las visitas de familiares y amigos por el coronavirus, convierte ese botón rojo en el único hilo fiable con la vida en el exterior. Los mayores están muy asustados. Sienten la amenaza del Covid-19 como una sentencia de muerte. Se dispara el miedo. No quieren preocupar a sus hijos o a sus nietos y hacen uso de la teleasistencia para pedir ayuda o para desahogarse.

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