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Los restos de sangre prueban que Laura Luelmo fue agredida en casa de su asesino
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Los restos de sangre prueban que Laura Luelmo fue agredida en casa de su asesino

Las evidencias de sangre y ADN acorralan al asesino confeso, Bernardo Montoya, que trató de destruir pruebas y limpiar el escenario del crimen pero no burló a la Guardia Civil

Foto: Los medios de comunicación esperan a las puertas de la comandancia de la Guardia Civil de Huelva. (EFE)
Los medios de comunicación esperan a las puertas de la comandancia de la Guardia Civil de Huelva. (EFE)

Un grupo de vecinos pasó toda la mañana a las puertas de la comandancia de la Guardia Civil de Huelva. Querían ver a Bernardo Montoya salir de las dependencias judiciales para vengar a gritos la muerte de la joven Laura Luelmo. Fuentes de la investigación confirmaron que el asesino confeso no iba a salir del edificio hasta que fuera trasladado ante la jueza de Valverde del Camino, Elvira Mora, que instruye el caso. Sería posiblemente apurando las 72 horas desde su detención, que concluyen al medio día de este viernes.

Montoya pudo limpiar la vivienda con lejía para borrar los restos biológicos de Laura Luelmo

La Guardia Civil se había hecho con pruebas científicas sólidas, restos de sangre y ADN, en la vivienda del convicto, además de con una manta donde posiblemente viajó envuelto el cuerpo de la víctima y de sus pertenencias personales para demostrar en un futuro juicio que Montoya había asesinado y violado a la joven profesora. Había tratado de destruir todas las pruebas y deshacerse de cualquier indicio que lo delatara como el asesino de la joven de 26 años. Limpió a fondo su vivienda con desinfectante, dispersó por diversos lugares sus objetos personales y lavó la ropa que llevaba para destruir restos de sangre. Afortunadamente, no fue suficiente.

No iba a ser conducido de nuevo a El Campillo, ni a la casa ni al paraje de la sierra donde apareció el cuerpo de la joven profesora zamorana. La localidad amaneció con pintadas que pedían la muerte del detenido. Los agentes de la UCO, una unidad especial desplazada desde Madrid que también se encargó del caso de Diana Quer o el pequeño Gabriel Cruz, sí volvieron al domicilio del detenido a seguir recabando pruebas.

Foto: Agentes de la Guardia Civil, este miércoles en el registro de la casa de Bernardo Montoya. (EFE)
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En esa calle Córdoba volvieron a desplegar este jueves una mampara para evitar que se tomaran imágenes y ampliaron la zona acordonada, incluso prohibiendo a algunos vecinos que dejaran a los periodistas apostarse en sus balcones. Eran momentos decisivos para la investigación y había, en una parte de los investigadores, un profundo malestar por las filtraciones sobre el caso que, advirtieron, podían arruinar un relato sin fisuras para condenar a Montoya por asesinato y violación. La jueza también emitió un comunicado, difundido por el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía, recordando el secreto de sumario que impide revelar detalles.

Evitar el linchamiento

Fuentes del instituto armado admitieron que el intento de agresión en el pueblo un día antes, con vecinos que se saltaron el cordón policial increpando al asesino confeso, no podía volver a repetirse. Agregaron además que había pruebas científicas sólidas que permitían dar por cerrado el caso en breve. La investigación cogió velocidad de crucero a lo largo de la mañana. El día antes, habían encontrado una manta con restos de sangre de Laura Luelmo tirada en la cuneta de la carretera nacional onubense que da acceso a El Campillo. Este jueves apareció una bolsa donde Bernardo Montoya había metido las llaves y el monedero con el que la joven profesora salió de su casa. La arrojó en un contenedor en las proximidades del cementerio del pueblo.

Foto: Efectivos de la Guardia Civil inspeccionan el paraje La Mimbrera, en el término municipal de El Campillo (Huelva). (EFE)

Este periódico no pudo confirmar si también había aparecido el móvil de la víctima, pero fuentes de la investigación aseguraron que la señal de este teléfono y también del de Bernardo Montoya sitúan a ambos en la vivienda del detenido, justo enfrente de la casa que Laura Luelmo había alquilado a una compañera para cubrir una baja en un instituto de la localidad vecina de Nerva.

Esto confirmaría todo lo que la Guardia Civil sospechó desde el primer momento. La versión que dio el detenido tras horas de interrogatorio era falsa. Mintió cuando declaró que no hubo agresión sexual, la autopsia certificó que sí la hubo. También cuando relató lo ocurrido. Ni la golpeó y cayó inconsciente en un callejón del pueblo, donde la condujo deliberadamente indicándole un falso supermercado, ni la trasladó inmediatamente a la sierra donde intentó consumar la violación sin éxito. Lo que Bernardo Montoya contó a los agentes cayó como un castillo de naipes conforme avanzaron las investigaciones.

La retuvo en su casa

El asesino confeso la llevó a su casa, donde, según todo apunta, consumó la agresión sexual y la golpeó dejándole múltiples contusiones. No se sabe cuándo exactamente la depositó en la acequia donde apareció el cadáver de la joven. Más pruebas forenses deberán determinar si murió, como dijo la primera autopsia, entre 48 y 72 horas después de desaparecer y si cuando la abandonó Montoya en el campo, estaba ya muerta o solo inconsciente.

Foto: Efectivos de la UCO custodian la casa número 1 de la calle Córdoba de El Campillo (Huelva), donde vive Bernardo Montoya. (EFE)

La crueldad del crimen ha sacudido a la sociedad y ha llevado al primer término político el debate sobre la prisión permanente revisable. Ayer, Juan José Cortés dijo que había querido contactar con la familia de Laura Luelmo pero no pudo. A las puertas de la comandancia de la Guardia Civil de Huelva, el ahora militante del PP y defensor de la prisión permanente revisable recordó como él vivió en sus carnes ese dolor cuando asesinaron a su hija, la pequeña Mari Luz, en Huelva, con solo cinco años. Fue hace una década y él sigue en la brecha pidiendo un endurecimiento de las leyes.

Largo historial

Cuando se le pregunta qué cree que ha fallado en este caso, lo tiene claro: “Las medidas de control de este tipo de criminales no existen. El listado de penados de delitos sexuales no es público y las personas estamos indefensas ante este tipo de criminales”. Bernardo Montoya salió de la cárcel en octubre tras cumplir varias penas que le mantuvieron en prisión unos 23 años. En 1995 asesinó a una octogenaria en Cortegana, en uno de sus permisos penitenciarios intentó agredir a una joven también en El Campillo, donde asesinó a Laura Luelmo, pero la mujer logró huir y su perro, un pastor alemán, resultó acuchillado.

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Después varias condenas de robo con fuerza, lo mantuvieron años entrando y saliendo de prisión. Hacía dos meses que estaba en libertad. En Cortegana, donde vive su familia, no podía estar porque era un criminal muy conocido. De ahí que se refugiara en una casa de su padre en El Campillo, donde los vecinos cuentan que era un tipo serio que entraba y salía en su coche y no se relacionaba con nadie. No podían imaginar que era un delincuente con un terrible historial. “Si Laura hubiera sabido que este señor era un asesino, no le hubiera dirigido la palabra. Estos criminales campan a sus anchas bajo el anonimato, sin saber que están al lado de tu casa”, sostuvo Cortés. La joven no se equivocó cuando confesó a sus familiares que ese vecino que la miraba desde el escalón le daba escalofríos.

Un grupo de vecinos pasó toda la mañana a las puertas de la comandancia de la Guardia Civil de Huelva. Querían ver a Bernardo Montoya salir de las dependencias judiciales para vengar a gritos la muerte de la joven Laura Luelmo. Fuentes de la investigación confirmaron que el asesino confeso no iba a salir del edificio hasta que fuera trasladado ante la jueza de Valverde del Camino, Elvira Mora, que instruye el caso. Sería posiblemente apurando las 72 horas desde su detención, que concluyen al medio día de este viernes.

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